2. 𝐭𝐡𝐞 𝐠𝐚𝐦𝐞 𝐛𝐞𝐠𝐢𝐧𝐬

El sol abrasador de Arizona bañaba el desierto con una luz dorada mientras Arabella, arrodillada junto a un equipo de arqueólogos, inspeccionaba minuciosamente el fósil que tenían entre manos. Los pequeños pinceles levantaban polvo con cuidado, y la emoción de descubrir un vestigio del pasado hacía que se olvidara por un momento del competitivo mundo empresarial al que pertenecía.

Aunque no ejercía la antropología con la misma frecuencia que su rol en la empresa, Arabella disfrutaba de estos momentos, donde se sentía más conectada con su pasión por la historia y la humanidad. Tenía un don innato para identificar detalles sutiles en los fósiles, lo que le había ganado el respeto del equipo. Su precisión y conocimiento en el campo no pasaban desapercibidos, y a menudo, las observaciones que hacía resultaban ser las piezas clave para descifrar un hallazgo importante.

—Mira esto —dijo, señalando una fractura en el fósil que sugería una antigua lesión en la criatura—. Este patrón de curación es fascinante, parece haber sobrevivido mucho tiempo después de la herida.

Los arqueólogos a su alrededor asintieron, impresionados por su aguda percepción. Arabella sonrió para sus adentros; el trabajo en el desierto, lejos del caos de Nueva York y la constante presión de superar a Clay, le daba una tranquilidad que raramente experimentaba.

Pero esa calma fue efímera.

El sonido de su teléfono interrumpió la concentración de todos. Arabella suspiró, sabiendo que el mundo empresarial nunca daba tregua. Se apartó unos metros y contestó, intentando controlar el tono impaciente que solía aparecer en estas situaciones.

—¿Qué ocurre? —preguntó mientras observaba el horizonte desértico.

—Señorita Kaplan —la voz de su asistente sonaba tensa—, hemos recibido noticias. Clay Beresford acaba de cerrar un trato multimillonario con un grupo inversor tailandés. Las cifras... bueno, es un golpe duro. Nos ha superado por poco.

Sin duda alguna, una jugada estratégica que volvía a poner a Beresford Capital por delante de Kaplan Corporation en el mercado asiático. El impulso de orgullo y competencia que siempre la empujaba no se hizo esperar.

—No puede ser —replicó, furiosa—. ¡Dime que hay algo que podamos hacer!

—Hay una posibilidad —la voz en el teléfono se mostró más cauta—. Podríamos adelantar el trato que teníamos con los coreanos. Es un acuerdo más grande, pero necesitaría que regresara a Nueva York de inmediato para manejarlo personalmente.

Arabella miró el desierto que se extendía frente a ella, el polvo que levantaban sus botas mientras caminaba de un lado a otro. Esta era su vida, una constante batalla contra Clay, siempre buscando superarlo, siempre compitiendo. Y aunque le costaba admitirlo, esa rivalidad la mantenía despierta, afilada, enfocada.

—Prepáralo todo —dijo finalmente, su tono decidido. —Quiero a todo el equipo en Nueva York y llamen a los inversionistas coreanos, diles que estoy dispuesta a negociar. Diles también a marketing que necesitamos un proyecto más sólido y más ambicioso. Si Clay quiere jugar, jugaré.

Colgó el teléfono, sintiendo una mezcla de emociones. La antropología era su escape, pero siempre volvía a lo mismo: el poder, los negocios, y el interminable juego del gato y el ratón con Clay Beresford. Observó una última vez el fósil bajo sus pies, como si el pasado pudiera ofrecerle alguna respuesta a su constante búsqueda de superioridad.

Minutos más tarde, ya estaba en su coche, rumbo al aeropuerto. Sabía lo que tenía que hacer: superar a Clay.

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Arabella entró a la sede de la empresa, notablemente fuera de lugar con su atuendo de exploradora: una camiseta sin mangas marrón ajustada y unos pantalones cargo polvorientos, justo como se había apresurado en llegar desde su último sitio de investigación en Arizona. Mientras caminaba con firmeza por los pasillos de mármol brillante, se quitó las gafas de sol y se arregló rápidamente el cabello, tratando de recobrar algo de profesionalismo.

Al llegar a su oficina, su asistente ya la esperaba, sosteniendo una carpeta con la lista de invitados para la fiesta de confirmación de su boda. La empresaria hojeó la lista con rapidez, hasta que su mirada se detuvo en un nombre que la hizo fruncir el ceño: Clayton Beresford. Sin pensarlo dos veces, tomó el bolígrafo y tachó su nombre con fuerza.

—Que ni su sombra aparezca —murmuró, devolviéndole la carpeta a su asistente con un gesto de desdén.

Finalmente, Bella entró en su oficina y se dejó caer en su silla, soltando un suspiro. Cerró los ojos un segundo y, al abrirlos, desvió la mirada hacia una carpeta que contenía sus notas de la investigación del fósil en Arizona. A pesar de estar sumergida en los negocios, la antropología seguía siendo su pasión, y ese tiempo en el campo le recordaba por qué amaba tanto esa disciplina.

Poco después, llegaron los miembros del equipo de marketing y otros ejecutivos para la reunión con los socios coreanos. La chica israelí tomó aire, adoptando su pose de empresaria fría y calculadora. El equipo comenzó con una breve presentación del acuerdo, detallando las oportunidades y el impacto del trato. Ara, con los ojos afilados y la mente enfocada, escuchaba cada detalle y asentía con autoridad.

Después de unos minutos de análisis, tomó la palabra.

—Este contrato no es solo un paso hacia el futuro; es nuestra entrada a un mercado altamente competitivo. No solo vamos a igualar a nuestros competidores... vamos a superarlos.

Su determinación se reflejaba en cada palabra y en cada gesto. Cuando llegó el momento de firmar, Arabella lo hizo con una firmeza casi simbólica, como si ese trazo sobre el papel fuera una declaración de guerra hacia los Beresford, y especialmente hacia Clayton.

Justo cuando el equipo se retiraba, su asistente se acercó de nuevo.

—Señorita Kaplan, su prometido ha dejado un mensaje, le envía un fuerte abrazo, acaba de tomar su vuelvo con destino a Italia 

—Gracias, hablaré con el después— apenas pudo agradecer la empresaria, mostrando una leve sonrisa, aunque su mente ya estaba pensando en el próximo movimiento para mantener a Clay en su lugar y seguir adelante con su empresa.

Kaplan volvió a su oficina luego de cerrar el acuerdo, minutos después el teléfono de Ara vibra en su escritorio. Suspira y lo toma sin siquiera mirar el identificador, mientras sigue revisando unos papeles en su oficina.

—¿Quién habla?— dice la empresaria distraída, pero molesta.

—Arabella Kaplan. Me sorprende que no reconozcas mi voz... Supongo que estás muy ocupada celebrando tu última victoria.

 —Oh, vaya. No esperaba esta llamada. ¿Qué quieres, Greg? No tengo tiempo para chismes.— dice con un tono de sarcasmo.

—No es chisme, es información valiosa. Sabes que siempre te traigo lo bueno. He escuchado que Clay acaba de cerrar un trato con los tailandeses... pero hay un pequeño detalle que él no sabe.— explica uno de sus grandes amigos con un tono juguetón.

—¿Qué detalle?— pregunta la rubia, entre tensa e interesada.

—Bueno, parece que los tailandeses no están del todo convencidos. Digamos que su trato con Clay es menos sólido de lo que él piensa. Ellos aún buscan algo... mejor.— expresa disfrutando de sus propias palabras y en como salían de su boca como una dulce canción de cuna.

—¿Qué están buscando exactamente?— inquiere la empresaria inclinándose hacia delante y al tanto de poder tomar una nota mental.

—Estabilidad a largo plazo. Y Clay, bueno... su temperamento y forma de hacer negocios no convencen a todos. Si tú les ofreces algo más atractivo, podrías meterte en su camino. Pero, claro, yo no te dije nada.— le explica su amigo canadiense, Greg podría ser considerado uno de los mas chismosos de Estados Unidos, pero era un comunicador importante a quienes se aliaba.

—Greg, siempre tan servicial. Mantén los oídos abiertos, me informarás si algo cambia.— pide y agradece con una sonrisa peligrosa, si fuera Beresford, tendría mucho cuidado.

—Solo para ti, Ara. Aunque no te olvides de pagarme con una buena cena cuando todo esto termine."

—Si consigo lo que quiero, te invitaré al mejor restaurante de Manhattan. Cuídate.— le extiende su premio mientras se despide de su colega.

—Sabía que no me fallarías. Hasta la próxima.— se termina de despedir su amigo en un tono juguetón.

Arabella cuelga el teléfono, respirando hondo mientras su mirada se endurece. Se apoya en su silla, girándola ligeramente hacia la ventana mientras sus pensamientos se aceleran.

—Clay, ni siquiera sabes lo que te espera...— murmuró para si misma mientras mira el gran logo que está a unos largos metros de distancia "Beresford Capital". 

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El domingo amaneció brillante, con un cielo despejado, perfecto para la tradicional partida de golf que reunía tanto a los Kaplan como a los Beresford. A pesar de la rivalidad entre Clay y Arabella, las familias mantenían una relación cordial. Desde hacía años, cada primer domingo del mes, las familias se encontraban en la casa club del exclusivo campo de golf, intercambiando risas y recuerdos.

Anne Kaplan, estaba en pleno juego con Noah, ambos compitiendo con entusiasmo en el green. Mientras tanto, Arabella se mantenía cerca de la mesa de la terraza, observando el panorama con una copa de té helado en mano. Fue entonces que se acercó a Lilith Beresford, la madre de Clay, que estaba sentada cómodamente bajo la sombra de una sombrilla.

 —Señora Beresford, siempre tan elegante. ¿Cómo ha estado?— saluda con una sonrisa tranquila la rubia.

—Ara, cariño, estoy mejor ahora que las cosas están más tranquilas. Clay sigue siendo un torbellino, pero ¿qué madre puede controlarlo, verdad?— contesto riendo con suavidad.

Ambas rieron, compartiendo ese tipo de complicidad que las familias cercanas suelen tener, aunque la verdadera tensión flotaba silenciosa en el aire entre Arabella y Clay, como siempre.

Mientras charlaban, algo captó la atención de Arabella. Una joven de cabello castaño claro, vestida con un atuendo deportivo discreto pero elegante, estaba a unos metros de distancia. Clay, con esa sonrisa de suficiencia habitual, se acercaba a ella con el palo de golf en la mano. Arabella observó cómo él le colocaba las manos en el mango del palo, enseñándole la postura correcta.

 —¿Quién es ella?— pregunta con intriga mientras alza una ceja.

Lilith siguió la mirada de Arabella y luego sonrió de manera despreocupada.

—Ah, ella es Sam, mi asistente.— dice casi sin interés.

—¿Su asistente? No parece... asistente. Se ve demasiado cómoda aquí.— respondí con un tono seco, ese era un "defecto" de Arabella, juzgar a las personas antes de conocerlas.

Lilith soltó una risa breve, como si la pregunta fuera completamente fuera de lugar.

—No te preocupes, querida. Sam es muy eficiente y responsable, no le quito el mérito, por eso trabaja conmigo.

Arabella fingió una sonrisa, pero algo en la interacción no le cerraba. Observó a Clay más de cerca, cómo sus manos descansaban un segundo más de lo necesario sobre las de Sam. Luego, su mirada descendió hasta las manos de Sam, y ahí lo vio: un anillo de compromiso.

—Por lo que veo está comprometida...— expresa con un ligero interés falso la rubia.

—Sí, con un tal... Mike, creo que se llamaba. Están comprometidos desde hace unos meses.— le confirma la Señora Beresford.

Arabella asintió, pero en su mente, las piezas no encajaban. Algo en la manera en que Clay y Sam interactuaban no se sentía como una relación profesional, y si Lilith creía que todo era tan claro, Arabella tenía una corazonada que le decía lo contrario. Tendría que investigar más sobre Sam. 

Arabella observó a Lilith por un segundo más antes de excusarse educadamente. A medida que se alejaba hacia la terraza, el brillo de determinación en sus ojos se hizo más intenso. Había algo más en Sam, algo que no cuadraba, y Arabella sabía que en su mundo, la información era poder.

Kaplan bajó al campo de golf luciendo un conjunto elegante y sofisticado: un vestido blanco entallado, justo lo suficientemente corto para resaltar sus piernas largas, y un sombrero amplio que le daba un aire glamoroso. Su presencia no pasó desapercibida, especialmente para Clay, que la observaba con una sonrisa que insinuaba diversión y desafío.

—¡Hey, Ara! ¿Qué te parece una competición? Aunque, claro, dudo que quieras perder conmigo hoy.— le grita desde la distancia con una sonrisa burlona.

Arabella, acostumbrada a los comentarios provocadores de Clay, sonrió con una calma calculada antes de acercarse un poco más, manteniendo su mirada fija en él.

 —¿Perder contigo? Qué gracioso. Creo que lo el que conoce más esa palabra eres tú...  Aunque si una cena de lujo está en juego y ver tu cara de perdedor. Sería un placer verlo.—contesta con sarcasmo la mayor de las Kaplan.

—¿Cena? Vale, lo haremos interesante. Quien pierda invita al otro, pero con todo pagado para un acompañante más.—propone con una mirada divertida para mirarla de arriba para abajo.

La israelí entrecerró los ojos, no pudiendo resistir el desafío. Ambos sabían que la competición iba más allá de un simple juego de golf. Era una batalla de orgullo, alimentada por años de rivalidad.

—Me parece justo. Solo espero que no llores cuando gane.— contesta para pasar su lengua por sus dientes y reír suavemente.

Arabella y Clay comenzaron el juego con una rivalidad que no necesitaba palabras. Cada vez que uno de ellos tomaba el palo de golf, la tensión crecía, y sus comentarios sarcásticos se lanzaban con la misma precisión que sus golpes.

 —Deberías aprovechar esta vista, Clay. Es lo más cerca que vas a estar de la cima... al menos en este juego.— expresa con una sonrisa socarrona mientras ajustaba su grip.

—No me subestimes tan rápido, Ara. No me sorprende que te aferres a este tipo de pequeñas victorias. Es lo único que puedes ganar últimamente, ¿no?— le responde con sarcasmo y riéndose suavemente, sin perder la calma.

Arabella no dejó que el comentario la afectara, aunque sus ojos brillaban con determinación.

—¿Pequeñas victorias? Hablas como si ser dos posiciones arriba en el ranking fuera insignificante. Quizás deberías concentrarte más en tu trabajo y menos en pretender que sigues en control.

Clay tomó su palo y se preparó para su golpe, pero antes de balancearlo, le lanzó una mirada cargada de ironía.

—¿En control? Oh, créeme, Ara, aún sé manejar mis negocios mucho mejor que tú. Solo que algunos preferimos hacerlo sin hacer tanto ruido. Pero me alegra que te mantengas ocupada contando posiciones... mientras puedas.

El golpe de Clay fue casi perfecto, pero Arabella no le dio el gusto de notar su asombro.

—¿Hacer ruido? Eso es lo que haces tú cada vez que intentas comprar algo que no puedes alcanzar. Como tu último contrato con los tailandeses. Apuesto a que aún te quema que te ganara en eso también.— le responde mientras lo observa caminar hacia su bola.

Clay dejó escapar una risa seca mientras se agachaba para ajustar su posición.

—Ah, sí, claro, felicidades. Aunque todos sabemos que el único motivo por el que lograste ese trato fue porque estabas desesperada. Es adorable ver cómo te esfuerzas.

El golpe de Arabella fue impecable, más fuerte y mejor calculado que el de Clay, lo que provocó una sonrisa triunfante en sus labios.

—Desesperada o no, sigo estando delante de ti. Aunque debo admitir que no esperaba menos de alguien que cree que la ambición es algo que se hereda.— responde en un tono inocente la rubia.

Clay se volvió hacia ella, sus ojos fijos en los suyos, esta vez sin la sonrisa habitual. Sabía que Ara estaba presionando sus botones.

—No te equivoques, Ara. Esto no es una carrera de Formula 1, es de resistencia. Y al final del día, yo siempre juego a largo plazo.— le responde el empresario con una voz más grave.

—¿A largo plazo? Como lo que tienes con la "asistente" de tu madre? Me pregunto cómo te las arreglas para mantener todo en secreto... aunque con ese anillo de compromiso en su dedo, parece que las cosas ya no están tan bien ocultas.

Clay frunció el ceño, finalmente dejando entrever que los comentarios de Ara le afectaban más de lo que quería admitir.

—No sabes de lo que hablas.— confirma un tanto nervioso el rubio, mientras nota como Ari da un paso más cerca hacia él.

—Oh, ¿no? Creo que sé más de lo que crees. Pero, no te preocupes, no soy yo la que hace preguntas incómodas en público.

Antes de que la conversación escalara aún más, ambos levantaron sus palos, como si fueran a golpear, con los ojos chispeando de furia. Justo en ese momento, Lilith y Anne intervinieron, deteniéndolos y alejándolos antes de que la situación se saliera de control.

—¿Es necesario que cada vez que están cerca, terminen así?— pregunta con irritación la progenitora de Clay.

—Ya basta, chicos. Ganaste, Ara. Déjalo ir.— le intenta convencer Anne a su hermana.

A pesar de estar detenidos, las palabras siguieron volando.

—Sigues igual de arrogante, Ara. No has cambiado nada.— le grita con rabia el empresario mientras lo sostenían.

—Y tú sigues subestimándome. Ahí está tu error.— le contesta sonriente mientras Anne la aleja.

Ambos se lanzaban miradas incendiarias, sabiendo que este enfrentamiento no terminaría aquí.



Continuará.......................



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Pido perdón por tanta pelea entre estos dos jaja, pero no los puedo controlar, no saben cerrar sus bocas (alta esquizofrénica soy jaja). 

¿Opiniones?

¿Ideas?

Amo que Arabella ya comienza a dudar de Sam, chica lista.

Sin más.............

¡Nos leemos prontooooooo! (muy pronto jiji).

xx Ali <3

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