𝙏𝙒𝙀𝙇𝙑𝙀: 𝙏𝙃𝙀 𝙁𝙄𝙍𝙎𝙏 𝙀𝙉𝘿
FINAL ALTERNATIVO UNO
Ahora su cabello era rubio, llevaba lentes de contacto azules y una identificación falsa en su mochila. Todas las semanas dañaba la raíz de su pelo con productos químicos para aclararlo y se ponía las lentes nada más despertar. Era una rutina que estaba llevando desde hace tres meses. Su nombre ahora era Yihoo. Veintitrés años, nacido en Jebudo.
Jisung había evadido a todas aquellas personas que lo buscaron. Llegó a sus oídos que todos le daban por muerto y solo se buscaba su cadáver, el cual Minho no quiere dar rienda a decir su paradero. Se ocultó en la periferia de Incheon, en un motel barato para el que limpiaba a cambio de residencia sin costo. Eso, y que se acostaba con el dueño para su beneficio propio. No tenía dinero, solo era un estudiante que no había trabajado en su vida, así que ese hombre solía cumplirle algún que otro capricho cuando podía.
Recientemente consiguió el dinero suficiente para comprar un billete de avión a China, donde se ocultaría y dejaría atrás Seúl para siempre. Pensaba en sus padres, en Junhan, pero lo hacía por él mismo. Debía desprenderse de todo el daño que causó en ese lugar, de todo el daño que le hizo a Minho.
Él no lo tocó, pero si hubiera hecho algo quizá su sufrimiento de todos estos años habría disminuido un poco. Minho se lo devolvió con la misma moneda; tendría que vivir con la culpa de seis muertes a su espalda. Siete, próximamente.
Sin embargo, el día antes de su ida a China, mientras estaba terminando de preparar la pequeña maleta, el señor Choi tocó a su puerta y le entregó un sobre blanco sin remitente. Le dijo que una chica se lo dió y le hizo prometer que se lo entregaría en mano.
— ¿Te dijo mi nombre?
— Sí. Im Yihoo. Incluso me enseñó una foto tuya — soltó una risa nasal —. No sabía que eras moreno de raíz.
Jisung abrió sus ojos mostrando sorpresa, aunque negó con la cabeza intentando disimular.
— Cuando era pequeño tenía el cabello más oscuro — dijo sujetando la puerta y moviéndola, dándole indicios de querer cerrarla —. Si no te importa, estoy algo cansado.
— Te dejo descansar entonces, cielo.
— Gracias.
Cerró la puerta y fue a sentarse sobre la cama. Abrió el sobre y un pequeño papel tenía escrito lo siguiente:
Prisión Seodaemun
26 de agosto
08:00 a.m.
Identificación de acceso: 61809455802-M
Defunción de Lee Minho
Han sintió como su corazón paraba durante un milisegundo y después comenzó a latir desembocado. Iban a ejecutar a Minho y lo estaban invitarlo a verlo en vivo. No podía hacerlo, no. Su vuelo salía a las cuatro, le daba tiempo, pero él no quería ver cómo la persona a la cual le debe la vida muere en una camilla.
Sus manos temblaban y, por ello, el papel cayó al suelo. Cuando lo cogió vio su reverso, en el que había otra cosa escrita:
Su última voluntad es que estés allí.
Atte; HYJ
Ya sí que no podía echarse atrás.
La puerta de Minho fue abierta a las cinco de la madrugada del veintiséis de agosto. Uno de los funcionarios le dedicó una sonrisa que mostraba más tristeza que felicidad y lo guió hasta las duchas.
Minho sabía cuál sería su destino en unas horas. Lo tenía asumido y ya empezaba su último ritual. Se duchó con agua fría y tranquilamente sin nadie a su alrededor. Después, se puso la ropa blanca que le ofrecieron. Limpia y nueva.
Le dieron a elegir su última cena. Pidió un filete de pollo frito, zumo de cereza y un pastel de nueces que no se comió aquella noche.
— ¿Por qué no te has comido el pastel? — preguntó el funcionario cuando lo dejó en su celda, viendo cómo en la mesa estaba el trozo de tarta intacto.
— Lo dejaré para más tarde.
El funcionario vio su reloj, eran las seis y algunos minutos de la mañana. El peluquero había llegado ya y estaba haciendo sentarse a Minho en una silla y colocándole una capa para no mancharle. No parecía tener prisa y estaba muy tranquilo. Frunció el ceño, pero no argumentó nada más.
En completo silencio, Minho disfrutó como aquel trabajador se molestó en cortarle las puntas y peinarlo con delicadeza. Por lo general, su madre nunca le había cortado el pelo y en el psiquiátrico se lo rapaban si ningún peluquero venía a hacer algún voluntariado en la institución.
Esos tres meses supo que iba a morir. Fue sentenciado días después de su charla con la inspectora. Esta misma no había venido a visitarlo, pero él le escribió una carta hace una semana. Yeji había podido localizar a Jisung, pero no dijo nada porque supuso que Minho lo quería así. En su carta le pidió que necesitaba que Jisung estuviera delante el día de su ejecución. Estaba tranquilo porque estaba totalmente seguro de que vendría.
Jisung no lo mató en vida, pero hizo que ese sentimiento perdurara mucho tiempo. Minho le devolvería ese sentimiento.
El peluquero le pasó el mango del espejo para que pudiera verse y, por primera vez en mucho tiempo, vio algo de vida en esos ojos oscuros.
— ¿Te gusta?
— Sí. Está bien así.
— Perfecto.
Quitó la capa y la sacudió en el suelo. Luego pasó un cepillo para eliminar los rastros de cabello cortado de la nuca. Minho se puso en pie enseñándole las muñecas al funcionario, quien no le había quitado la vista de encima.
— ¿Seguro que no quieres hacer una llamada o algo? — sacó las esposas del bolsillo.
Minho no había pedido hacer ninguna llamada y eso era extraño. Todos querían despedirse de alguien.
Había pensado en la señora Wang, pero seguramente habría fallecido años atrás. Era muy mayor la última vez que la vio.
— Estoy listo — fue lo único que dijo y las esposas se le fueron colocadas.
Jisung pudo entrar enseñando su identificación y el código que ponía en la tarjeta. Uno de los trabajadores lo condujo hasta una sala en la que habían más personas que no había visto en su vida. Eran dos filas de sillas y él se sentó atrás. Frente a ellos había una habitación con un gran ventanal por el que podían ver su interior. Como si fuera un puto cine. Dentro de la sala había una mesa con instrumentos médicos y una camilla con correas.
Minho caminó agarrado de dos funcionarios en cada brazo por el pasillo en completo silencio. Esbozó una media sonrisa mientras se acercaba a su destino final.
— Es un buen día para morir.
— ¿Cómo?
Minho no contestó, simplemente se mantuvo sonriendo incluso después de que abrieran la puerta y lo adentraran en aquella sala. Desde la cristalera pudo ver, oculto entre otras personas, a Han Jisung. Aún con el cabello teñido, lentes de color y una mascarilla, podía reconocerlo. Notó al instante como sus ojos se ponían rojos al retener las lágrimas y no dejó de mirarlo ni cuando le hicieron tumbarse en esa camilla.
Ataron su cuerpo al completo aún cuando no iba a resistirse. Sus brazos fueron atados a otros soportes, manteniendo sus antebrazos al descubierto. Tenía la cabeza girada, no despegando su mirada de Jisung.
Jisung pudo leer en sus labios un gracias cuando la aguja entró en uno de sus brazos. Gracias, porque le iba a cumplir la última parte de su venganza y podría irse tranquilo. Después, colocaron otro catéter en el brazo contrario, para así poder inyectar y que la sustancia entre en el torrente sanguíneo.
A Minho le habían explicado cómo iba el proceso. Eran tres inyecciones. La primera era un sedante que lo dejaría casi completamente inconsciente. Lo normal era que perdiera el conocimiento al completo al cabo de unos segundos, pero se esforzó en seguir viendo a Jisung.
La segunda es un relajante muscular o agente paralizante que se encarga de parar el diafragma, impidiendo la respiración. La tercera y última sería la que parara, al fin, su pobre corazón destrozado.
Le dijeron que no dolía. Minho supo desde un instante que le estaban mintiendo. Dolía, pero no dolió tanto como lo que le hicieron diez años atrás.
La máquina que estaba conectada a Minho mostró la línea fina isoeléctrica. Jisung vio los ojos de Minho cerrarse y un pitido agudo que se ensordecía gracias a las paredes que lo separaban.
Tras unos quince minutos de espera, los médicos confirmaron su muerte.
F I N
AUN QUEDA OTRO FINAL, NO ELIMINEN LA HISTORIA DE LA BIBLIOTECA
La última cena de Minho y su peculiaridad con el pastel de nueces está sacado de un asesino real que pidió eso en su cena antes de morir
Para qué se hagan una idea de la camilla y la sala (se imaginan la ventana más grande):
Se supone que iba a haber un final feo y otro no (este iba a ser el feo), pero ahora no estoy segura de que les guste el otro :)
Nos vemos en el siguiente capítulo (y el último) <8
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