𝙉 𝙄 𝙉 𝙀


La inspectora Hwang se detuvo unos segundos frente a la puerta antes de entrar a la sala de interrogatorios donde tenían a Lee Minho. Respiró profundamente apretando la carpeta contra su pecho. Estaba nerviosa y tenía miedo por lo que pudiera encontrar ahí dentro. Desde que comenzó su trayectoria en la academia de policía hace siete años y pudo ver en el escritorio de su superior la denuncia de abuso y maltrato a un menor de doce años se había interesado por el caso.

Llegaban a diario casos de abuso infantil. Pero este no era un caso común. Un día el juez de turno dijo que se cerraba el caso, que el agresor (agresores, más bien) había llegado a un acuerdo con la víctima. Goo Gunil, el inspector que le estaba enseñando, dijo que eso pasaba a menudo y, delante de ella, tiró los informes a la basura.

Yeji, sin que nadie la viera, cogió el cartapacio marrón que contenía todo y se apropió de él.

Siguió a Lee Minho de cerca y a cada uno de sus agresores. No podía hacer nada, no cuando Minho cayó en la locura y acabó con sus padres, ambos drogodependientes. En ese caso, la víctima tenía todas las de perder y sus palabras no podrían ser refutadas de credibilidad. De ahí fue sometido a pruebas psicológicas, las cuales advirtieron que sufría de algún trastorno psicópata. Yeji no estaba muy metida en eso, porque habían sido los únicos informes que no logró conseguir.

Las acciones de Minho, para Yeji, eran completamente normales. Toda su vida ha vivido en la miseria, en una casa pobre y medio abandonada, sin dinero para comer o ropas nuevas que estrenar, sin juguetes en Navidad y pidiendo dinero los fines de semana en la calle. Ambos padres drogadictos, madre alcohólica y padre adicto a la cocaína. Por suerte ninguno de los adultos puso mano dura con su único hijo, claramente un accidente y sin ser buscado, sin dinero para abortar, pero la indiferencia que usaron con él fue dolorosa. Sin amigos. Y para cuándo cree que los está haciendo, estos le hacen daño, abusan de él, lo maltratan y escriben sus nombres en su cuerpo como si fuera un juego. Para rematar, sus padres solo alzan la voz para reclamar un incentivo económico para reparar los supuestos daños, pero lo que hicieron fue callar cuando les ofrecieron una buena cantidad de dinero.

Dinero que no pudieron usar porque Minho tomó la justicia por su mano.

Él solo quería alzar la voz y lo callaron. Lo encerraron en un psiquiátrico que lo tenían sedado día y noche mientras sus agresores vivían una vida normal.

La pelirroja toma aire y sus uñas se entierran en la carpeta. Odiaba las injusticias.

— Inspectora... — Jungsu, su aprendiz, la llama a sus espaldas. Yeji ha perdido la noción del tiempo frente a esa puerta. Llevaba tanto tiempo esperando este momento — ¿Se encuentra bien?

— Por supuesto. Este caso es muy importante.

— Entiendo.

— Jungsu — el chico alzó la vista, mirándola con miedo, y es que su superiora le imponía demasiado —, no quiero que te asustes. Confío en ti y en qué vas a entender el por qué de muchas cosas que van a pasar ahí dentro.

Infló su pecho y asintió. Era la primera vez que participaba en algo así, por lo general le hacían que trajera el café o la merienda o que archivara papeleo.

Ambos entraron en la sala. En esa no había ventanas salvo una pequeña en una esquina por la que entraba un halo de luz. Una mesa en medio junto a una silla en la que está sentado Minho. Llevaba una camisa de fuerza y su rostro está tranquilo mientras mira un punto fijo en la mesa con detenimiento. Ni siquiera eleva la mirada cuando Yeji se sienta frente a él y coloca una grabadora sobre la madera. El chico, por su parte, se queda en una esquina de la habitación guardando silencio y observando.

— Me alegra verte al fin, Minho. Se ve que has estado ocupado la última semana, ¿cómo te has sentido al escapar del psiquiátrico?

Cómo suponía, el reo no responde. Ella se endereza en la silla un poco y vuelve a coger la grabadora, apaga la grabación y le saca la batería, la cual se guarda dentro de la chaqueta del traje.

Ahora nada graba lo que está pasando dentro de la sala y Minho la mira con un ápice de curiosidad.

— Sé lo que pasó, he investigado a fondo. Yo te creo, solo tienes que contarme lo que pasó. Cuando nos vayamos de aquí, la grabadora se habrá quedado sin pilas y todo lo que yo quiera decir será tu testimonio — le estaba dando la oportunidad de obtener justicia —. Empecemos por el principio, ¿qué pasó cuando saliste del psiquiátrico?

Minho duda unos segundos que se le hacen eternos a la fémina, su corazón late con fuerza pero sigue mostrándose dura y firme.

— Estuve vagando por las calles casi un día entero — le sorprende cuando comienza a hablar. Lo hace suave y tranquilo —. No sabía dónde estaba porque recuerdo con vaguedad mis últimos días de libertad, pero supongo que mi cuerpo sí se acordaba y me condujo a la ciudad. De ahí fui a mi antiguo instituto. Es irónico como recordamos mejor las cosas malas que nos pasan que las buenas, ¿no cree?

Yeji asiente sin quitarle el ojo de encima y se queda callada para que siga hablando.

— El primero fue Seungmin, no tenía pensado que fuera el primero, simplemente fue casualidad que estuviera allí.

— Entonces, ¿no había un orden de preferencia?

— En realidad, quería dejar lo más doloroso para el final.

— ¿Te refieres a Han Jisung? — Minho se quedó callado.

— Él me pidió clemencia — rió —, como todos, la verdad. Lo derroté en su propio territorio y eso fue satisfactorio. Escribí mi nombre en su nuca una vez estuvo muerto y lo dejé ahí para que todo siguiera su curso.

Jungsu se removió y se acercó a la mesa con temor — ¿Puedo intervenir? — preguntó mirando a la mujer y luego al preso, quien lo miraba desafiante.

— Él es mi ayudante y futuro inspector — explicó —. Le estoy enseñando para que sea un buen policía y no como esos que llevaron tu caso.

Minho esbozó una media sonrisa.

— Según los informes médicos que evaluaron la muerte de Kim, no apareció ninguna herida más que la lésion en la cabeza. Por eso mismo se le atribuyó una muerte accidental.

El más pálido ladeó la cabeza, confuso. No tenía constancia de ello. Él sabía que dejando su nombre en los cuerpos era más probable que le pillaran, pero aún así lo hacía porque era su venganza.

Los dos hombres buscaron una respuesta en la pelirroja, quien esbozó una pequeña sonrisa. Ella había tapado la verdadera muerte de Seungmin para que Minho pudiera acabar lo que empezó.

— Jungsu, ¿puedes describirme el perfil de todos los fallecidos que vayan saliendo?

— Sí, inspectora — buscó unos papeles entre sus brazos.

   » Kim Seungmin, dieciocho años. Buenas notas, pertenecía al equipo de natación, había recibido una beca de deportes para estudiar en Stanford el próximo año. Tiene una hermana mayor que también estudia fuera y sus padres son dos personas trabajadoras. Falleció hace cinco días por... un supuesto traumatismo en la cabeza y posterior sumersión. Sus padres decidieron incinerar el cuerpo.

— El siguiente fue Changbin y después Felix — prosiguió Minho —. Los seguí hasta el bosque y les interrumpí el nidito de amor. No dejé que Changbin siquiera se diera cuenta de mi presencia porque solo es un idiota más en este mundo, un idiota sin cerebro que solo piensa en sexo... Personas así me dan asco, pero más asco me daba Felix. Es una persona manipuladora, egocéntrica y avariciosa. No puedo comprender cómo es que la gente mala sale ganando.

    » Seo Changbin, diecinueve años. Expediente académico ejemplar y trabajaba a medio tiempo en la empresa de su padre. Fue encontrado hace dos días por unos campistas que pasaban por allí. Tenía la tráquea cortada, su causa de muerte fue la asfixia. Los forenses encontraron el nombre de Minho escrito en el antebrazo izquierdo. Se encontraron restos de fluidos seminales pero se determinaron que eran de Lee Felix.

   » Lee Felix, dieciocho años, otro alumno ejemplar. Tenía dos hermanas y vivían con su madre. Era una familia acomodada. La policía, al ser alertada por la muerte de Changbin, lanzó a los perros a buscar pistas y encontraron su cuerpo. Presentaba múltiples apuñaladas en el abdomen, muriéndose desangrado y el nombre de Minho escrito a lo ancho del tórax. Presentaba otras heridas, pero las puñaladas que rasgaron los órganos fueron la causa principal de la muerte.

— Se meó encima del miedo — la risa escandalosa de Minho puso la piel de los policías de gallina —. Ese desgraciado murió con temor y eso era justo lo que estaba buscando.

— Inspectora... — Jungsu la llamó con un susurro tembloroso, sus brazos temblaban sujetando los informes mientras el reo se reía descontroladamente, incluso saltándose las lágrimas. Como un completo psicópata.

— No digas nada — susurró ella de igual forma, manteniendo la compostura aunque también estaba asustada —. Minho, no tenemos mucho tiempo, ¿puedes seguir?

— ¿Después quien fue? Oh — pensativo se mantuvo unos segundos mirando por la pequeña ventana —, ¿fue Hyunjin? Sí, ¿han podido encontrar su cuerpo?

— Un padre y su hijo fueron a pescar y lo encontraron, sí.

— Ojalá ese niño crezca feliz.

— Por favor, no te vayas por las ramas.

— Saltó por una ventana huyendo de mí, pero no llegó muy lejos. Lo até con cadenas, lo subí a la barca y le até un peso. Y después simplemente lo solté al lago.

— ¿Por qué no lo dejaste a más profundidad? — preguntó la pelirroja.

— Quería que lo encontraran, también que se viera desesperado por no poder salir a la superficie por unos escasos centímetros.

Yeji tragó saliva y miró a Kim para que hablase, pero este solo miraba con temor a Minho. Estaba pálido y seguramente hubiera tragado la bilis en más de una ocasión.

— Kim, siga con los perfiles.

   » Hwang Hyunjin, dieciocho años. Hijo único, sus padres son bastante importantes e influyentes en el país, son de las familias más ricas. Según el informe forense tenía un tobillo roto, innumerables magulladuras en la espalda, cintura y piernas, además de las provocadas por el óxido de las cadenas, el nombre de Minho escrito en la espalda. Murió por sumersión la mañana del sábado.

— Me ofreció dinero, otra vez.

— ¿Otra vez?

— Cuando mis padres fueron a reclamarles lo que me habían hecho, les ofrecieron una gran cantidad de dinero y mis padres aceptaron por mi silencio. De nuevo se olvidaron de mí y me callaron. Entonces, la denuncia fue retirada.

— ¿El siguiente fue Jeongin o Bangchan?

— Jeongin — respondió —. Se supone que era mi amigo, ¿sabes? Pero resultó ser como todos. Fui a su casa y él vino a mí sin necesitar violencia. Cuando todos me vieron quisieron huir, pero él no. Seguía siendo igual de inocente que cuando nos conocimos. Charlamos, fuimos al parque y después lo maté. Escribí mi nombre en su frente y lo ahorqué en los columpios con las cadenas del mismo.

    » Yang Jeongin, diecisiete años, penúltimo curso. Hijo único, su madre es jueza y su padre abogado, ambos de prestigio alto. Estaban de viaje ese fin de semana, se retiró el cadáver de Jeongin el domingo por la mañana. El nombre de Minho escrito en la frente con un objeto filoso, la causa de la muerte fue la asfixia con las cadenas de los columpios.

— Has dicho que era tu amigo, ¿te dolió asesinarlo?

— Más me dolió que me hiciera aquello — afirmó cabizbajo —. Y tú ya sabes lo que hicieron.

— Me gustaría escucharlo de tu boca — pidió Yeji.

— No tenga prisa, inspectora — dijo Minho arrastrando las palabras.

— No tenemos mucho tiempo, por favor, continúa.

— No hay nada más que decir, Jeongin fue el último — dijo mirando la mesa. Aquello hizo que los policías se tensaran y se pusieran alerta. Se miraron fugazmente confundidos, sin comprender lo que estaba diciendo.

— ¿Qué quieres decir? — preguntó la pelirroja algo alterada — ¿Y Bangchan?

— Yo no... — Minho se quedó callado, mirándola después fijamente, pareciendo pensar sus palabras —. Tienes razón, se me olvidaba — rió, pero aquello no convenció a la policía —. Me acerqué a él y le clavé el cristal en el pecho, ya está.

   » Bang Christopher Chan, diecinueve años. Se mudó con sus padres desde Australia a los ocho años. Economía y calificaciones en la media. Salía con Han Jisung desde hace cuatro años.

— ¿Y qué hay de Jisung? — preguntó Yeji con nerviosismo.

— ¿Qué? — su voz salió como un susurro, totalmente perdido en sus pensamientos — Él fue el único culpable de todo esto.

— Jisung, Minho, ¿dónde está el cuerpo? Los has dejado a todos a la vista, ¿por qué a él no?

— No... no recuerdo haberlo matado, o quizá sí. No recuerdo dónde dejé el cuerpo, si es que lo hice — se encogió de hombros —. Supongo que a estas alturas mi cordura se ha perdido del todo.

— Entonces, ¿eso es todo? — ella se veía exasperada. El desconocimiento de que Jisung estuviera vivo o muerto, en paradero desconocido, no entraba en sus planes.

— Oh, no, querida. Esto no es el principio.

Ella traga saliva duramente.

— ¿Qué pasó aquel veinte de mayo, Minho?











Iba a hacer un solo capítulo final, pero lo he dividido en dos porque era muy largo, así que la próxima vez que actualice no sé si subir los dos capítulos últimos o uno por uno :')

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top