V. Walknaka

El museo estaba casi vacío, salvo por el eco suave de nuestros pasos resonando contra las paredes altas. La luz tenue caía sobre las obras de arte, resaltando los colores vivos y las texturas que parecían cobrar vida. Walker había insistido en que viniéramos aquí, algo que al principio me había sorprendido. Nunca había sido particularmente fanático de los museos, pero esta vez parecía diferente.

—Es tranquilo —había dicho cuando me lo sugirió. —Un lugar donde podamos hablar sin que nadie nos interrumpa.

Ahora, mientras caminábamos juntos, entendí lo que quería decir. Había algo casi sagrado en este espacio, un tipo de calma que invitaba a la introspección. Caminábamos lentamente, nuestras manos entrelazadas, mientras observábamos las pinturas y esculturas que adornaban las salas.

Me detuve frente a un cuadro impresionista de un campo al amanecer. Cada pincelada parecía caótica y desordenada de cerca, pero al dar un paso atrás, todo se unía en una imagen perfecta.

—Es hermoso, ¿no? —comenté, sin apartar la vista del lienzo.

Walker se paró a mi lado, observando el cuadro con una ligera inclinación en su cabeza.

—Sí. Aunque... parece más un accidente que algo planeado.

Me reí suavemente, sorprendida por su observación.

—¿Un accidente?

—Bueno, si lo miras de cerca, parece que alguien simplemente arrojó pintura al azar. Pero luego... funciona. —Hizo una pausa y se encogió de hombros. —Supongo que es como muchas cosas en la vida.

Su comentario me hizo pensar. Miré el cuadro de nuevo y, de repente, me di cuenta de que tenía razón.

—Es como nosotros, ¿no? —dije en voz baja, apenas consciente de que había hablado.

Walker giró la cabeza para mirarme, con una mezcla de curiosidad y algo más que no pude identificar.

—¿Nosotros?

—Sí. —Señalé la pintura. —Todo parecía un caos al principio. Las peleas, las despedidas, todas esas cosas sin resolver. Pero ahora... bueno, ahora tiene sentido.

Se quedó en silencio por un momento, y cuando habló, su voz era baja pero cargada de emoción.

—¿De verdad crees que tiene sentido?

Lo miré directamente a los ojos, perdiéndome en el azul que siempre había sido mi refugio.

—Sí, Walker. Contigo, todo empieza a tener sentido.

Seguimos caminando, deteniéndonos de vez en cuando frente a otras piezas. Había una escultura de mármol que me llamó la atención, una figura de una mujer mirando al cielo con una expresión de anhelo en su rostro. Había algo en ella que me resultaba inquietantemente familiar, como si reflejara una parte de mí que todavía no entendía del todo.

Walker notó mi interés y se detuvo a mi lado.

—¿Qué ves? —preguntó suavemente.

—No lo sé. —Mis palabras eran honestas. —Es como si estuviera buscando algo. Algo que sabe que nunca encontrará.

Él se quedó mirando la escultura en silencio, como si intentara entenderla a través de mis ojos.

—Tal vez ya lo encontró —dijo finalmente, su voz apenas un susurro. —Y está mirando al cielo porque no puede creer que sea real.

Mis ojos se llenaron de lágrimas inesperadas. No sabía si era por sus palabras o por la forma en que las dijo, pero algo dentro de mí se rompió y se reparó al mismo tiempo.

Nos movimos hacia otra sala, más pequeña y acogedora. Las paredes estaban llenas de retratos, cada uno contando una historia que nunca sabríamos del todo. Uno en particular llamó mi atención: un hombre y una mujer sentados juntos, pero con una distancia palpable entre ellos. Sus expresiones eran complicadas, llenas de una mezcla de amor, frustración y algo que podría haber sido arrepentimiento.

Walker lo notó también.

—¿Te recuerdan a alguien? —preguntó con una sonrisa ladeada.

Le di un pequeño codazo en el brazo, riendo.

—Quizá.

Nos quedamos en silencio, observando el retrato como si pudiéramos aprender algo de esas dos figuras congeladas en el tiempo. Finalmente, Walker habló, su tono más serio de lo habitual.

—No quiero que seamos como ellos.

Me giré hacia él, sorprendida por la intensidad de sus palabras.

—¿Qué quieres decir?

Él se volvió hacia mí, sus ojos fijos en los míos.

—Quiero que hablemos siempre, Annaka. Que no dejemos que las cosas no dichas se acumulen entre nosotros. Porque cuando dejamos de hablar... eso fue lo que nos separó la última vez.

Sentí un nudo en la garganta, pero también una oleada de calidez. Estaba siendo completamente honesto, y eso me hizo querer ser igual de valiente.

—Yo tampoco quiero eso, Walker. Quiero... quiero que esta vez sea diferente.

Él extendió su mano hacia mí, como si estuviera ofreciendo algo más que solo un gesto.

—Entonces, hagamos una promesa.

Tomé su mano, entrelazando mis dedos con los suyos.

—¿Qué tipo de promesa?

Walker sonrió, esa sonrisa que siempre había sido mi refugio.

—Que nunca dejaremos que el miedo nos gane. Que siempre hablaremos, incluso cuando sea difícil.

Me quedé mirándolo, dejando que sus palabras se asentaran en mí. Finalmente, asentí.

—Lo prometo.


Cuando salimos del museo, el aire de la noche era fresco y limpio, lleno de posibilidades. Caminamos en silencio por un rato, nuestras manos todavía entrelazadas. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba exactamente donde debía estar. Y con Walker a mi lado, sabía que estaba lista para lo que fuera que viniera después.

¿Sabes esa sensación cuando sientes que algo está a punto de cambiar, pero no puedes ponerle nombre? Bueno, eso fue exactamente lo que sentí esa noche con Walker. Habíamos salido del museo hacía un rato, caminando por una calle tranquila, riéndonos de cualquier cosa que se nos ocurriera, como siempre. Pero luego algo cambió. No sé si fue la forma en que el viento se detuvo por un segundo o cómo él me miró, pero de repente, todo se sentía... diferente.

—¿Te acuerdas de mi dibujo de caballo? —dije, tratando de romper el silencio raro que había caído entre nosotros.

Walker se rió. Esa risa baja y profunda que siempre hacía que me temblaran un poco las piernas.

—¿El que parecía un perro con orejas gigantes? Claro que me acuerdo. Es una obra maestra en el museo de los horrores.

—¡No era tan malo! —protesté, dándole un codazo en las costillas. Él fingió dolor, pero su sonrisa no desapareció.

—Annaka, era horrible, y lo sabes.

—Eres un idiota.

—Y tú una pésima artista. —Me guiñó un ojo, como si con eso pudiera arreglar la ofensa.

Lo empujé de nuevo, esta vez más fuerte, y él tropezó un poco antes de girarse hacia mí con esa maldita sonrisa que nunca podía ignorar.

—¿Sabes qué? —dije, cruzándome de brazos. —Apuesto a que todavía podría ganarte en una competencia de dibujo.

Walker se detuvo, girándose completamente hacia mí.

—¿Ah, sí?

—Sí.

—Bueno, ¿quieres saber algo? —dijo, dando un paso hacia mí. —Ni siquiera importa quién gane, porque todavía voy a tener razón: eres mala en eso.

Abrí la boca para replicar, pero me detuve. Había algo en su mirada, algo que hizo que todas las palabras se quedaran atrapadas en mi garganta. No estaba sonriendo ahora. Estaba mirándome de esa manera que siempre lograba desarmarme, como si pudiera ver a través de cada capa que intentaba poner entre nosotros.

—¿Qué? —pregunté, tratando de sonar indiferente, pero mi voz salió más suave de lo que esperaba.

—Nada. —Su respuesta fue casi un susurro, y luego sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa. —Eres tan jodidamente complicada, ¿sabes?

Fruncí el ceño.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Significa que me vuelves loco. Siempre lo has hecho.

El aire se sintió más pesado, como si algo grande estuviera a punto de pasar. No podía apartar la mirada de él, y aunque parte de mí quería correr, otra parte, una más grande, quería quedarse exactamente donde estaba.

—Walker...

—Shh. —Él dio otro paso hacia mí, cerrando la distancia entre nosotros. Ahora estábamos tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, el olor fresco de su colonia mezclado con el aire frío de la noche.

No sé qué me pasó en ese momento. Quizás fue la tensión de las últimas semanas, o la forma en que me miraba, como si yo fuera la única cosa importante en su mundo. Pero cuando él inclinó la cabeza ligeramente, ni siquiera lo pensé dos veces.

Cerré los ojos justo cuando sentí sus labios contra los míos, suaves y decididos al mismo tiempo.

Fue como... mierda, ¿cómo describo esto? Fue como si el mundo entero se detuviera, como si todo lo que importara estuviera sucediendo en ese momento. Su mano subió hasta mi mejilla, y su toque era tan suave que casi quise llorar.

Cuando finalmente nos separamos, ambos estábamos respirando un poco más rápido, y nuestras miradas se encontraron de nuevo.

—Eso fue... —comencé, pero no sabía cómo terminar la frase.

Walker sonrió, esa sonrisa pequeña y tranquila que hacía que mi corazón latiera aún más rápido.

—Eso fue necesario.

Y, ¿sabes qué? Tenía razón.


Capítulo 12: "Celos y Comida Casera"

Es raro, ¿sabes? Cuando las cosas no se sienten normales, pero no sabes por qué. Como cuando tienes esa sensación de que algo está a punto de estallar, pero no entiendes por qué. Bueno, así fue esa tarde. Aquel día después de la escuela, todo había empezado como cualquier otro día, pero algo en el aire ya estaba raro. Y todo se debió a Walker.

Estaba en el pasillo de la escuela, hablando con Caleb, como cualquier otra persona lo haría, ¿verdad? Nada del otro mundo, solo un repaso de lo que nos quedaba de tarea y esas cosas. Pero la forma en que me miró Walker cuando me vio hablando con él... uff. Era como si de repente, yo hubiera hecho algo mal sin siquiera darme cuenta. Como si fuera una de esas películas dramáticas donde el chico se aleja porque la chica está hablando con otro tipo. Lo peor es que, en mi caso, no era ni siquiera algo raro. Solo estábamos hablando de la clase de historia. ¡Ni siquiera era una conversación emocionante! Pero lo que sí me quedó claro fue que Walker estaba... ¿celoso? ¡O al menos eso parecía!

Cuando vi que me observaba desde el final del pasillo, mi corazón dio un salto. No era la mirada juguetona y bromista de siempre. Era algo diferente. Más... serio. Más... no sé, como si me hubiera defraudado o algo. Como si no le gustara lo que estaba viendo.

—¿Qué pasa? —le dije cuando me acerqué, tratando de sonar casual. Sabía que algo no andaba bien, y aún así, no quería que fuera tan obvio.

—Nada —dijo, con un tono cortante que no me gustó ni un poco. Y luego, para hacer todo más raro, miró hacia otro lado, como si ni siquiera quisiera mirar en mi dirección.

¿Perdón? ¿Desde cuándo Walker se ponía de esa manera por algo tan tonto como ver que habíamos estudiado juntos con Caleb? ¿No era él quien siempre decía que lo más importante era ser sinceros y no sobreanalizar cada cosa? Pero ahí estaba, actuando como si hubiera hecho algo horrible. Y claro, no era como si estuviéramos juntos oficialmente, ¿verdad? Estábamos en ese limbo raro entre amigos y tal vez algo más, pero ¿qué derecho tenía él para mirarme así?

Al llegar a la casa de Walker, las cosas no mejoraron. Sus padres, Peter y Heather, habían preparado una comida. Esas cenas familiares de siempre. En teoría, deberían haber sido relajantes. Pero no podía dejar de pensar en la actitud de Walker.

—¡Annaka! —me llamó Peter, que estaba en la cocina, removiendo algo en una olla. —¡Ven a saludar!

Entré al comedor y saludé a todos, pero noté que Walker aún no aparecía. Mi hermano Billy estaba conversando con Lenna, la hermana de Walker, y Tanner, el hermano de Walker, estaba en su teléfono, como siempre. Pero Walker no estaba. Su ausencia me puso aún más nerviosa.

Así que decidí subir a su habitación, tratando de no hacer ruido, como si esperara que él simplemente apareciera con una sonrisa y me dijera que todo había sido un malentendido. Pero no. Cuando entré, lo encontré sentado frente a su computadora, concentrado en algo en la pantalla. ¿Fortnite? Claro, qué sorpresa. Pero lo raro no era el juego; lo raro era lo tenso que estaba.

—Walker... —dije, apoyándome en la puerta.

Él no se movió. Estaba tan absorto en el juego que no me vio de inmediato.

—¿Walker? —repetí, y esta vez, se giró, pero no con la cara sonriente que esperaba. Estaba serio. Muy serio.

—¿Qué pasa? —me preguntó, pero su voz sonaba apagada, como si no tuviera ganas de hablar.

—Tus padres hicieron comida... —le dije, intentando sonar relajada, pero algo en el aire entre nosotros me dejaba inquieta.

No hubo respuesta. Solo me miró un segundo, como si tuviera ganas de decir algo, pero al final se limitó a darme un pequeño gesto, como si no le importara. Me sentí más confundida que nunca.

—Walker... —dije, acercándome a él. Me apoyé en el borde de su escritorio. —¿Qué pasa? Estás actuando raro. ¿De qué se trata todo esto?

Dejó el control sobre la mesa con un golpe que sonó más fuerte de lo que esperaba. Se levantó lentamente, dándose la vuelta para encararme, y ahí fue cuando lo vi. Había algo diferente en sus ojos, algo que no había visto antes. No era enojo, pero era... celos. Era obvio.

—¿Qué pasa con ese tipo, Caleb? —dijo, y sus palabras me sorprendieron.

—¿Qué? —respondí, sin entender.

—El tipo con el que hablaste hoy. —Su voz era baja, pero la ira que había debajo era inconfundible. —¿Por qué estás hablando con él como si fueras tan... cercana?

Mi corazón dio un vuelco. ¿De verdad estaba celoso de Caleb? ¿Un chico con el que ni siquiera había tenido una conversación profunda?

—Walker... —empecé a decir, pero él me interrumpió, dándose un paso más cerca de mí.

—No sé, Annaka. No sé qué estás haciendo, pero me molesta. Me molesta que te veas tan cómoda con otro chico, y me molesta no saber qué significa eso.

¡Wow! Eso me dejó sin palabras. Estaba celoso. Pero, ¿de verdad yo había hecho algo para provocarlo?

—Walker, no es lo que piensas. ¡Solo estábamos estudiando! —expliqué, con las manos levantadas en un gesto de desesperación. —Nada más. ¡Nada!

Vi cómo su rostro cambiaba. Era como si las palabras que decía no lo convencieran. Se quedó en silencio, mirándome por unos segundos que parecieron horas. Finalmente, suspiró, dando un paso hacia mí.

Y en ese momento, no sé qué me pasó, pero sentí esa necesidad de hacerlo. Necesitaba hacer algo, y no solo hablar. Necesitaba mostrarle lo que realmente sentía. Así que, sin pensarlo demasiado, me acerqué a él, tomé sus hombros y lo besé.

No fue un beso cualquiera. No fue solo un roce rápido. Fue profundo, lleno de todo lo que no podíamos decir con palabras. Lo sentí en sus manos cuando se movieron para agarrar mi cintura, y lo sentí cuando respondí, poniendo mis brazos sobre sus hombros, apretándolo más cerca de mí.

El beso fue tan... ¿real? No sé si me explico. Como esos momentos en los libros de Harry Potter, cuando Harry y Ginny se besan después de todo lo que han pasado, cuando todo se siente tan intenso que no necesitas hacer más preguntas. Es como si, de repente, todo encajara, como si nada de lo que nos había separado, como esa tontería con Caleb, importara. Solo importábamos nosotros dos. Y no sé, tal vez es cursi, pero me sentí como si hubiera aparecido un Patronus en mi corazón, disipando toda la duda que había en mi cabeza.

Cuando nos separamos, vi que su expresión había cambiado completamente. Estaba tranquilo, y en su rostro se dibujó una sonrisa genuina, una que no había visto en todo el día.

—¿Eso te hace feliz? —le pregunté, con una sonrisa nerviosa.

Él asintió, todavía sonriendo, y me abrazó.

—Eso me hace muy feliz. —dijo, y por primera vez, sentí que todo estaba bien de nuevo.

Era un día como cualquiera en la escuela, pero para mí, ya sentía que el aire estaba demasiado cargado. Había pasado por tantas cosas con Walker, las peleas con Samantha y sus amigas, y en el fondo, todo me estaba quemando por dentro. No quería pensar más en ello, pero era inevitable. A veces las cosas simplemente estallan, ¿sabes? Y ese día, en particular, algo me decía que no iba a ser diferente.

Me encontraba en el pasillo, justo a punto de entrar a mi siguiente clase, cuando escuché unas risas burlonas a mi espalda. No necesitaba voltear para saber quiénes eran. Samantha, Kate y Lourdes, las tres con sus caras arrogantes y sonrisas de suficiencia, se acercaban caminando como si fueran las reinas del lugar.

—¿Y ahí estás, la estúpida Annaka? —escuché la voz de Samantha, esa que siempre me ponía los pelos de punta. La forma en que dijo mi nombre, como si me odiara sin razón alguna, me hizo apretar los dientes. No iba a quedarme callada.

Me giré hacia ellas, ya sabiendo que esta pelea era inevitable. No iba a huir, no esta vez.

—¿Qué pasa, Samantha? —respondí con calma, pero mis manos temblaban de la rabia que sentía por dentro.

Samantha sonrió de forma arrogante, mientras sus amigas se cruzaban de brazos detrás de ella.

—Te crees muy lista, ¿verdad, Annaka? —dijo Kate, burlándose—. Todo este tiempo colgada de Walker como una idiota. ¿No te das cuenta de lo patética que eres?

—Exactamente —agregó Lourdes, con una sonrisa cruel—. Es una zorra, ¿verdad? Creyendo que te vas a quedar con él. ¡Pobre tonta!

Mi respiración se aceleró, la ira se apoderaba de mí, pero intenté mantener el control. No iba a dejar que me provocaran tan fácilmente.

—¿Qué mierda estás diciendo? —le solté, sintiendo cómo todo dentro de mí comenzaba a hervir. Me dolía escuchar esas palabras, pero no iba a darles el placer de verme débil.

Samantha se acercó un paso más, acercando su rostro al mío.

—Que eres una zorra estúpida, Annaka. Crees que puedes competir conmigo, pero la verdad es que nunca vas a ser suficiente para él. Nadie te quiere. Estás sola.

Esa última frase fue como una gota de agua en un vaso que ya estaba a punto de desbordarse. No lo soportaba más. Sin pensarlo, respondí empujándola.

—¡Cállate, Samantha! —grité, sintiendo la rabia subiendo hasta la cabeza.

El empujón hizo que ella tropezara, y como si todo fuera parte de un plan, sus amigas se lanzaron hacia mí. Kate me dio un golpe en el hombro, Lourdes intentó empujarme al suelo, y el caos se desató de inmediato. La pelea pasó de palabras a golpes casi instantáneamente.

Todo pasó tan rápido que apenas pude procesarlo. Me defendía como podía, empujando a Lourdes, bloqueando los golpes de Kate, pero no iba a mentir, estaba agotada. Nunca me había gustado pelear, pero esta vez sentía que no había otra salida. En ese momento, todo parecía desenfrenado. Nadie estaba tratando de calmar la situación. Solo había gritos, empujones y golpes. No tenía idea de dónde estaban mis amigas, pero de repente, las escuché.

—¡Annaka, aléjate de ellas! —gritó Dior, corriendo hacia mí, con Summer y Gwen siguiéndola de cerca.

Mis amigas llegaron con fuerza. Dior empujó a Kate hacia atrás, mientras Summer se lanzaba directamente a Lourdes. Gwen, por su parte, le daba un empujón a Samantha, empujándola con todo lo que tenía. La pelea se intensificó rápidamente. No sabría decir cuántos minutos pasaron, pero lo único que sabía es que ya no había vuelta atrás.

En medio de todo este caos, un par de brazos me rodearon por la cintura y me levantaron del suelo. Todo se detuvo por un segundo.

Era Walker.

—¡Basta, Annaka! —dijo con voz firme, casi gritando, mientras me alejaba de la pelea.

Me tomó con fuerza, sacándome del alcance de las chicas y llevándome lejos de la pelea. Sentí sus manos apretando mi cintura mientras me alejaba de todo el caos, y por un segundo, me sentí en paz al estar lejos de todo eso.

Pero no me gustaba sentirme tan débil. No me gustaba depender de nadie. Aun así, no podía negar que su presencia me tranquilizaba.

—¿Qué demonios te pasa? —preguntó, furioso, cuando ya estábamos en un rincón apartado, lejos de la pelea.

Miré a Walker, tratando de calmar mi respiración, pero sabía que él estaba tan molesto como yo.

—Ellas empezaron... no podía quedarme callada, Walker —le expliqué, tratando de controlar mis nervios.

Él suspiró, poniendo las manos en la cabeza como si estuviera tratando de calmarse.

—¡Esto no va a llevarnos a ningún lado, Annaka! ¡No quiero verte en medio de una pelea como esa otra vez!

Sus palabras me golpearon, y aunque no quería admitirlo, me sentí culpable. Me dolía verlo tan preocupado, pero a la vez, sabía que tenía razón. No debía dejar que las chicas de Samantha me provocaran de esa manera. No debía permitir que me arrastraran a su nivel.

—Lo siento... —dije en voz baja, mirando al suelo.

Walker, con su característico gesto de preocupación, levantó mi mentón para que lo mirara.

—Esto no es solo por ti, Annaka. Es por todos. No quiero que nadie más te haga sentir menos. Ya basta de esas idiotas —dijo, su tono más suave ahora.

En ese momento, algo en mí se derrumbó. Me sentí avergonzada por cómo había reaccionado, pero a la vez, agradecida por tener a alguien como él que se preocupara por mí.

—Gracias, Walker —susurré, intentando mantener la compostura.

El hecho de que él estuviera a mi lado, preocupándose por mí, me hizo sentir algo cálido en el pecho. No sé qué es, pero cuando me miró a los ojos, sentí que todo se calmaba un poco.

Finalmente, susurró:

—Vamos, mejor volvamos al grupo antes de que alguien más se meta en este caos.

Asentí, dándole una última mirada a la pelea que aún seguía en el pasillo, pero con la seguridad de que esta vez no dejaría que me hundieran. Porque al final del día, aunque todo se sintiera descontrolado, tenía a mis amigas y a Walker a mi lado, y con ellos, sentía que podía enfrentar cualquier cosa.


Era una de esas tardes en que todo parecía calmo, pero al mismo tiempo cargado de expectativas. Las casas de los Scobell y los Reynolds no estaban tan cerca, pero la idea de que nuestras familias se reunieran era algo que ambos habíamos estado esperando desde hacía semanas. Después de lo que había pasado en la escuela, y con todo lo que había sucedido últimamente, una noche de risas y recuerdos parecía la mejor forma de despejarnos.

Cuando llegamos a la casa de los Scobell, el aroma de la comida recién hecha llenaba el aire. Heather estaba en la cocina junto a mi mamá, riéndose como si fueran mejores amigas de toda la vida. Peter charlaba con mi papá en el sofá mientras Milo y Tanner se peleaban por quién iba a usar primero el control del televisor. Lenna, como siempre, estaba con Billy, mi hermano, ambos sentados en la esquina, compartiendo risas y miradas cómplices.

Nos dirigimos al salón principal, donde un televisor gigante estaba listo para la ocasión. Todos parecían emocionados, especialmente mi mamá, que llevaba semanas planeando esto. Trajo con ella un montón de videos viejos que, según decía, serían el "plato fuerte" de la noche.

—¿Listos para ver algunos momentos vergonzosos de sus vidas? —preguntó mi mamá, sosteniendo un USB como si fuera un trofeo.

Walker, parado junto a mí, puso los ojos en blanco y sonrió.

—Esto va a ser un desastre —dijo, aunque en el fondo estaba tan nervioso como yo.

Cuando el primer video empezó a reproducirse, supe que estaba perdida. La pantalla mostró una escena de hace unos diez años: Walker y yo, probablemente de unos cinco o seis años, bailando como si no hubiera un mañana. Vestíamos trajes ridículos de colores brillantes, y en el fondo sonaba "Shake It Off" de Taylor Swift, esa canción que nos encantaba cuando éramos niños.

La sala estalló en risas. Tanner prácticamente se tiró al suelo de lo mucho que se reía, mientras Lenna y Billy intentaban contenerse, pero no podían.

—¡Oh Dios! ¡Qué vergüenza! —grité, tapándome la cara con las manos mientras sentía cómo las mejillas se me ponían rojas.

Walker también estaba rojo como un tomate, pero no podía dejar de reírse.

—¿Por qué nadie me avisó que esto iba a pasar? —preguntó entre risas, aunque claramente disfrutaba el momento.

—¡Esto es oro puro! —exclamó Billy, mirando a Lenna con complicidad. —¿Qué opinas, amor? ¿Walker y Annaka deberían recrearlo?

—¡Definitivamente! —respondió Lenna con una sonrisa burlona.

—¡No! —grité al instante, pero Walker me miró con esa mirada de "sé exactamente lo que voy a hacer".

—Vamos, Annaka —dijo, extendiendo su mano hacia mí. —Tenemos que hacerlo por los viejos tiempos.

—¡Ni loca! —respondí, alejándome unos pasos.

Pero él no se dio por vencido. Agarró mi mano, ignorando mis protestas, y me llevó al centro de la sala.

—¡Pongan la canción! —gritó Walker, mirando hacia Tanner, quien rápidamente encontró el video en su celular y lo conectó al sistema de sonido.

Y ahí estaba, de nuevo, "Shake It Off" sonando a todo volumen.

—Walker, no voy a hacer esto —le dije, cruzándome de brazos.

—Claro que sí, Annaka. Si pudiste hacerlo a los cinco años, puedes hacerlo ahora —dijo con esa sonrisa suya que siempre me desarmaba.

Al final, suspiré y acepté. Si iba a pasar vergüenza, al menos no lo haría sola.

La música comenzó, y Walker y yo empezamos a bailar como lo hacíamos cuando éramos niños: con movimientos torpes, giros exagerados y risas incontrolables. Al principio, estaba tensa, pero luego me dejé llevar. No importaba que todos nos estuvieran viendo; en ese momento, solo éramos él y yo.

—¡Eso es! ¡Muévanse como en el video! —gritó Tanner, animándonos desde el sofá.

Walker me tomó de las manos y me hizo girar, casi haciéndome perder el equilibrio.

—¡Aún eres tan mala como antes! —dijo, riendo.

—¡Y tú sigues siendo igual de ridículo! —le respondí, dándole un empujón juguetón.

Para cuando la canción terminó, ambos estábamos sin aliento, pero riendo como nunca. Todos en la sala aplaudieron como si acabáramos de dar el mejor espectáculo de la noche.

—Definitivamente deberían grabarlo esta vez —dijo Heather, sonriendo desde la cocina.

Me dejé caer en el sofá, todavía intentando recuperar el aliento. Walker se sentó a mi lado, con esa sonrisa que me hacía olvidar todo lo malo.

—¿Sabes? No estuvo tan mal —dije, mirándolo.

—Claro que no. Somos un gran equipo, Annaka. Siempre lo hemos sido —respondió él.

Y, por un momento, todo lo demás desapareció. Solo éramos Walker y yo, como siempre.

Mientras todos seguían riéndose después de nuestra interpretación épica de Shake It Off, Tanner, como siempre, decidió que no podía quedarse callado.

—Oigan, oigan, esperen un momento —dijo Tanner, levantando la mano dramáticamente desde el sofá. —Creo que acabo de tener la mejor idea de mi vida.

Todos lo miramos, esperando su inevitable comentario sarcástico.

—¿Qué tal si a partir de ahora los llamamos... Walknaka?

Hubo un silencio de un segundo antes de que explotaran las risas.

—¡Dios, Tanner, no! —dije, llevándome una mano a la frente mientras Walker rodaba los ojos.

—¡Es perfecto! Walknaka! —repitió Tanner, ahora dándose palmadas en las piernas de la risa. —Piénsenlo: la pareja épica de los bailes ridículos.

—Es oficial, ahora sólo vas a decir tonterías, ¿verdad? —dijo Walker, lanzándole un cojín a la cabeza.

—¡No te hagas, hermano! Sabes que sería un gran nombre si fueran pareja —dijo Tanner, esquivando el cojín y guiñándome un ojo.

Sentí cómo mis mejillas se encendían al instante, pero traté de mantener la compostura.

—Tanner, cállate o te juro que pondré un video de cuando tú intentaste cantar "Let It Go" a los seis años —le amenacé, sonriendo con malicia.

—¡Ah, bueno! ¡Ya entendí, Walknaka se enoja! —gritó Tanner antes de salir corriendo al ver que Walker se levantaba para perseguirlo.

Mientras ellos dos corrían por la sala, no pude evitar reírme. Tanner era insoportable, pero en el fondo sabía que sólo intentaba hacer las cosas más divertidas.
































AHHHHH YA SE DIERON SU "PRIMER BESO" AHHH

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Memes!

Dior, Summer y Gwen cuando vieron a Samantha y su grupito peliando con Anncel







Walker a ver a Annaka y a Caleb juntos estudiando






Annaka cuando Tanner le dijo a ella y Walk, Walknaka








Annaka cuando una grupo de niñas vinieron a decirle zorra

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