II. Action and Reality


El set de La Calle del Terror 4 estaba envuelto en una atmósfera inquietante. Las luces rojas iluminaban las calles falsas de un pueblo abandonado, con niebla artificial deslizándose entre las grietas del pavimento. El sonido de la madera crujiendo bajo los pies de los técnicos y el leve zumbido de las cámaras preparándose para la siguiente toma creaban una sensación de tensión aún antes de que empezaran a grabar.

Annaka, vestida como Amanda, sentía el peso de la historia en sus hombros. Su personaje no era solo una chica huyendo de un asesino; Amanda era fuerte, pero también vulnerable. Una líder, pero con miedo. Y lo más complicado era que la dinámica entre Amanda y Ethan, el personaje de Walker, tenía una carga emocional intensa.

Lo que más la ponía nerviosa no era la escena de terror en sí, sino el hecho de que Walker estaba ahí, mirándola con esa intensidad suya, como si la escena no fuera solo actuación. Como si, en algún nivel, todavía existiera esa conexión entre ellos que iba más allá del guion.

Desde que comenzaron a grabar la película, su relación había cambiado un poco. No de una manera negativa, pero sí se sentía diferente. Ya no era solo "Annaka y Walker, mejores amigos que se gustan en secreto". Ahora eran Annaka y Walker, novios. Novios con contrato en una película donde sus personajes tenían una relación complicada y pasaban por situaciones de vida o muerte.

Era raro. Pero emocionante al mismo tiempo.

—Annaka, Walker, ¿listos para la toma? —preguntó el director, con el megáfono en la mano.

—Sí —respondieron al unísono, casi sincronizados.

El director alzó la mano y la tensión en el ambiente se elevó.

—¡Acción!

De inmediato, Annaka corrió por el pasillo oscuro, con Walker siguiéndola de cerca. El aire estaba denso, y aunque la casa en la que grababan era un set, la decoración y el diseño lograban que todo se sintiera demasiado real.

—¡Amanda, por aquí! —gritó Walker, agarrándola de la muñeca y jalándola hacia una habitación.

La puerta se cerró de golpe detrás de ellos, dejando solo la respiración agitada de ambos y el sonido del viento colándose por las grietas de las paredes.

—No vamos a salir de aquí, Ethan... —susurró Annaka con desesperación, su personaje completamente inmerso en el miedo.

Walker, en personaje, puso sus manos en sus hombros y la miró fijamente.

—Sí lo haremos. Te lo prometo.

Su tono era firme, pero había una suavidad en su voz. Un tipo de ternura que no tenía solo que ver con la escena, sino con la forma en la que Walker la miraba incluso fuera del set.

Y entonces, el guion marcaba que Amanda y Ethan se besaban.

Era un beso desesperado, cargado de miedo y adrenalina, pero también de esa sensación de saber que, si algo les pasaba, querían que su último momento juntos significara algo.

Annaka sabía que era solo actuación. Sabía que era parte de su trabajo. Pero cuando Walker se acercó, sintió su pulso acelerarse.

Él le sostuvo el rostro con cuidado, y en cuanto sus labios se encontraron, fue como si algo dentro de ella explotara.

Era diferente a los besos que habían compartido antes en la vida real. No uno de esos que daban con miedo de que se notara lo que sentían en el fondo. No. Este era real.

La manera en que Walker la sujetó por la cintura, la forma en que ella enredó sus dedos en su cabello... Era como si, en ese momento, se olvidaran de que había cámaras.

El beso debía durar apenas unos segundos, pero se sintió como una eternidad.

—¡Corte! —gritó el director, pero ellos no se separaron de inmediato.

Cuando finalmente lo hicieron, Walker la miró con una sonrisa traviesa, todavía con la respiración agitada.

—Creo que fue una buena toma.

Annaka sintió su cara arder y rápidamente se cruzó de brazos, rodando los ojos como si eso pudiera ocultar lo nerviosa que estaba.

—Tienes que dejar de disfrutar tanto los besos en escena, Walk.

Walker se encogió de hombros, con esa actitud de niño que sabía exactamente lo que estaba haciendo.

—No puedo evitarlo, linda.

Annaka bufó, dándole un leve empujón en el hombro, pero no pudo evitar sonreír.

Tal vez esta película sería más interesante de lo que imaginaba.

Era un día tranquilo en el set de La Calle del Terror 4, una de esas tardes donde el caos parecía haberse detenido por un momento, y todo lo que quedaba era el sonido de las cámaras y los técnicos ajustando las luces. Sin embargo, en medio de todo eso, Annaka y Walker se encontraban en su pequeño rincón secreto, lejos de las miradas curiosas.

Se habían robado unos minutos para estar a solas. Era una de esas pequeñas decisiones que tomaban juntos, un respiro en medio de la locura de la grabación. Walker estaba sentado en una esquina, apoyado contra la pared, mientras Annaka se encontraba de pie, frente a él, con una sonrisa que podría iluminar cualquier lugar. Estaba un poco cansada, pero feliz.

—¿Sabes, linda? —dijo Walker, dejando escapar una risita baja mientras la observaba. —Estaba pensando... todo esto está siendo como un sueño. Y lo mejor es que, en este sueño, tú eres la protagonista.

Annaka soltó una carcajada, sintiendo cómo el calor de sus palabras la envolvía. —¡Ay, por favor! ¡Qué cursi! —respondió en tono burlón, pero sus ojos brillaban con un toque de cariño.

Walker se acercó un poco más, sus ojos reflejando una mirada suave. —¿Cursi? Tal vez. Pero, linda, no puedo evitarlo. Estar contigo es como estar en la mejor película.

Annaka se detuvo un momento, sorprendida por lo que acababa de decir. A veces, no importaban las cámaras o el set, lo que realmente importaba era cómo se sentían cuando estaban juntos. Y eso, era todo lo que necesitaba saber. La mirada de Walker le decía todo lo que no podía expresar con palabras.

En un impulso, Annaka se agachó y se acercó a él, dejándose llevar por la electricidad que siempre sentía cuando estaban cerca. —Eres un tonto —murmuró con una sonrisa. Y antes de que pudiera pensar en algo más, lo besó. Fue un beso suave, pero con toda la pasión adolescente que fluía entre ellos.

Se separaron unos segundos después, y ella lo miró a los ojos, su respiración aún algo agitada.

—Te quiero, Walker —dijo Annaka, su voz algo temblorosa por la intensidad del momento.

Walker sonrió, su rostro lleno de esa ternura que la hacía derretirse. —Te quiero a ti, linda. Más de lo que imaginas.

Annaka se inclinó hacia él nuevamente, tomándole la mano mientras sus dedos se entrelazaban. Podía sentir su corazón latir más rápido cada vez que lo miraba, cada vez que sus labios se encontraban. Era ese tipo de amor adolescente, tan puro, tan intenso y tan lleno de pequeñas explosiones de emoción.

Él le acarició la mejilla, rozando suavemente la piel con su dedo, antes de susurrar: —Creo que, incluso si el mundo entero nos viera, no dejaría de besarte. Porque eres mía.

Annaka sintió cómo sus palabras la hacían sonrojarse, pero lo que más le gustaba era la certeza con la que las decía. Como si no hubiera duda en su voz, como si todo lo que quería en ese momento fuera estar allí, con ella.

Ella se acercó aún más, casi pegada a él, y sin pensarlo, dejó que sus labios se encontraran nuevamente. Fue un beso lleno de promesas no dichas, de deseos que aún no podían ser expresados, pero que estaban allí, entre los dos.

Walker la abrazó por la cintura, su mano aferrándose a ella mientras la acercaba más a su cuerpo. La sensación de su cercanía hizo que Annaka cerrara los ojos y se dejara llevar por el momento, por la certeza de que, en ese instante, todo lo demás desaparecía.

Cuando finalmente se separaron, ambos se quedaron en silencio por un segundo, respirando entrecortadamente, disfrutando de esa calma que solo el amor adolescente puede traer.

—¿Sabes? —dijo Walker en un susurro, mirándola con intensidad. —Este es el tipo de historia que quiero vivir contigo. Juntos, sin importar lo que pase.

Annaka le sonrió, sintiendo cómo las palabras que él decía tocaban su corazón. —Yo también, Walk. Yo también.

Y así, entre risas suaves y miradas llenas de significado, el resto del mundo dejó de importar. Solo importaba lo que sentían el uno por el otro. Porque ese amor adolescente, tan puro y tan real, los envolvía y los hacía sentir como si el resto del universo estuviera en pausa.

Y aunque sabían que su historia apenas comenzaba, no había dudas de que estar juntos era lo único que realmente importaba.


La cena en casa de los Reynolds transcurría en un ambiente cálido, familiar y, por supuesto, lleno de risas. Todos estaban tan cómodos que parecía que el tiempo se había detenido por un momento. Annaka se sentía afortunada de tener una familia tan unida a pesar de las presiones que conlleva la vida pública. Aunque su trabajo la había alejado muchas veces, esas noches, como la de hoy, le recordaban lo importante que era tener esos momentos en los que simplemente podía ser ella misma.

Ryan, su padre, siempre fue un pilar de apoyo para Annaka. Aunque muchos veían a Ryan Reynolds como el actor famoso y carismático, para Annaka, él siempre fue su papá, el hombre que la había criado con tanto amor y dedicación. En esos momentos como el de la cena, cuando todo parecía ser simple, Annaka valoraba mucho más de lo que las palabras podían expresar.

Ryan había sido el tipo de padre que, incluso cuando estaba en el set de filmación o en medio de un rodaje, nunca dejaba de mostrarle a Annaka cuánto la quería. Desde pequeña, ella recordaba cómo sus entrenamientos de actuación y su amor por la música habían sido impulsados por el apoyo incondicional de su padre. Las largas charlas sobre el futuro, las risas mientras veían películas juntos, o cómo siempre le preguntaba qué quería ser en la vida, aunque ya fuera evidente que el destino la había llevado a convertirse en actriz.

A veces, entre bromas y risas, Ryan se ponía serio y le ofrecía consejos que Annaka llevaba a lo más profundo de su corazón. Él nunca quería que su hija olvidara lo importante que era mantenerse humilde, a pesar de la fama.

—Annaka, ¿sabías que cuando te vi por primera vez en el escenario, antes de que te hicieras famosa, pensé que ibas a romperla? —dijo Ryan con una sonrisa nostálgica, mientras le pasaba el pan a su hija.

Annaka rió, aunque sus ojos se llenaron de emoción. —¿De verdad pensaste eso? —preguntó con asombro, sin poder evitar sentir un nudo en la garganta al escuchar a su padre hablar de ella con tanto orgullo.

—Claro —respondió Ryan, mirándola fijamente—. Porque siempre supe que no solo ibas a ser buena, sino que tenías algo que te hacía única. Algo especial que no podía ser ignorado.

Annaka sonrió tímidamente, sintiendo la calidez que las palabras de su padre siempre le traían. En momentos como ese, todo lo demás se desvanecía. No necesitaba la fama ni los premios para sentirse especial, solo necesitaba estar rodeada de las personas que la amaban de verdad.

Pero lo que realmente definía la relación de Annaka con su familia no era solo el amor incondicional de su padre, sino también el vínculo especial que compartía con su madre, Blake Lively. Aunque los medios solían enfocarse en su carrera profesional, Annaka sabía que detrás de la imagen pública, Blake había sido una madre ejemplar para ella, mostrándole una forma de vida llena de amor, disciplina y mucha paciencia.

Blake, a diferencia de Ryan, tenía un enfoque más sensible en la crianza de Annaka. Siempre había sido la madre que escuchaba a su hija, que se preocupaba por su bienestar emocional, y sobre todo, que entendía perfectamente las presiones del trabajo, ya que también estaba en el mundo del cine.

A menudo, cuando Annaka se sentía insegura o atrapada entre las expectativas de los demás, Blake estaba ahí para tranquilizarla. Las largas charlas nocturnas, las confidencias compartidas, y el hecho de que Blake siempre respetaba el espacio de su hija, aunque a veces se preocuparan por lo que el futuro le deparaba, era algo que Annaka valoraba profundamente.

—Annaka, me siento tan orgullosa de ti —dijo Blake en una de esas noches tranquilas, cuando Annaka estaba sentada en el sofá junto a ella—. Te has convertido en una persona increíble, y eso no tiene nada que ver con tu fama. Tiene que ver con tu bondad, tu dedicación, y lo mucho que te preocupas por los demás.

Annaka la miró, sintiendo el cariño en cada palabra de su madre. —Lo que más quiero es que estén orgullosos de mí, mamá. No sé qué haría sin ustedes.

Blake la abrazó, con la suavidad que solo una madre podía ofrecer. —Siempre estaré aquí para ti, hija. Pase lo que pase.

Y no solo era la relación con sus padres lo que la hacía sentir completa. Annaka también se sentía profundamente conectada con sus hermanos, Billy y Milo, quienes tenían sus propias personalidades y formas de ser, pero que siempre estaban allí para ella. Billy, el hermano mayor, aunque más introvertido, siempre sabía cuándo hacerle reír con sus bromas secas. Milo, por su parte, era el más extrovertido y travieso, siempre trayendo alegría a la casa.

Después de la cena, Annaka y su madre se sentaron juntas en el sofá, mirando una película, mientras Ryan y Billy se acomodaban en las sillas cercanas. Milo había salido a jugar con unos amigos, como siempre haciendo ruido por toda la casa. Annaka se sintió como la niña pequeña que había sido, rodeada de su familia, ajena al mundo exterior.

Mientras veía la película, se dio cuenta de lo afortunada que era. Tenía a su familia, a sus amigos y a Walker, quien siempre parecía estar a su lado, apoyándola en todo momento.

En ese instante, mientras Blake le acariciaba el cabello y le susurraba palabras de apoyo, Annaka pensó en lo que realmente importaba. La fama podía ser efímera, pero los lazos familiares eran los que siempre permanecerían. Y ella no los cambiaría por nada.













Hola mi amores, los extrañé, no actualicé porque estaba en bloqueo😔😔😔

No se olviden de comentar y votar🫶🏻🫶🏻🫶🏻🫶🏻

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top