Capítulo 2: "Noah conoce a Peyton"

Cuando Noah cumplió nueve años de edad, en su fiesta de cumpleaños, y luego de que sus primos jugaran a atarlo a uno de los árboles del patio, conoció a Peyton Witson, una niña con el cabello rojo alborotado que, a pesar de tener su misma edad, le ganaba por algunos centímetros de altura.

Los cuentos, mitos y leyendas no faltaban en la ciudad. El solitario niño que pocos habían visto en persona y cuya madre había desaparecido de los focos de atención de la sociedad no ayudaba en lo absoluto con la creatividad de los rumores, mucho menos entre lo que contaban los niños. Se decía que el pequeño tenía los ojos tan negros como la oscuridad misma, aunque solo eran de un marrón muy oscuro; que tenía un par de colmillos iguales a un vampiro, aunque solo se tratase de sus dientes caninos muy puntiagudos; y muchos otros detalles que solían cambiar a menudo.

Todo esto, no ayudó con la confianza que tuvo Peyton para acercarse y hablar con él. Su abuela, quien era la cocinera de la mansión en ese entonces, la obligó a socorrerlo y a invitarlo a jugar.

—¿Qué? —dijo Peyton, mirando a Noah, quien no podía articular bien las palabras, debido a que ella sujetaba su barbilla y con un dedo tocaba sus dientes. Cuando por fin se detuvo, Noah pudo hablar.

—¿Po- podrías? ¿podrías quitar tus dedos de mi boca, por favor?

—Ah, era eso. Déjame ver... —dijo Peyton, ignorando su petición y sus vanos intentos por alejar su cabeza de ella, para volver a analizar su dentadura con detenimiento. Era cierto. Tenía ambos caninos algo afilados, pero no medían dos metros, y no estaban llenos de la sangre de sus víctimas. O al menos eso le habían dicho.

― ¿Te molesta?

Noah solo asintió con la cabeza.

Peyton retiró sus dedos de la dentadura de Noah y retrocedió un paso para mirarlo con seriedad.

― ¿Prometes que no vas a morderme en el cuello y a succionar mi sangre hasta que se me salgan los ojos?

―No- No me gusta la sangre...

― ¿No vas a poner mi corazón en un plato y a reírte mientras me desangro y ruego por mi alma?

―Yo... quiero ser médico, para ayudar a las personas a sanar. Creo que dañarlas es todo lo contrario.

―Ja... —dijo Peyton, haciendo una mueca. Entonces desató el nudo que aprisionaba al muchacho.

―Gracias. Empezaba a doler.

― ¿Y no te convertirás en murciélago y volarás sobre tu mansión en la oscuridad de la noche?

―No creo que eso sea posible, para nadie...

―Oh, qué pena. Eso sí me hubiera gustado ver... —dijo ella con un tono de voz decepcionado. —Bien. Estoy aburrida. ¿Quieres jugar o qué?

― ¿Yo?

―No, se lo digo el árbol.

   Noah giró para ver al árbol. Le parecía una niña muy curiosa.

―No sales muy seguido, ¿cierto? —preguntó ella, notando que no había entendido el sarcasmo.

―No mucho en realidad...

Peyton sintió algunas gotas de lluvia sobre su cabeza, y miró hacia el cielo con emoción. Había una gran nube oscura sobre toda el área.

—¡Genial! ¡Está lloviendo!

—Sí, ahora mis zapatos se ensuciarán con barro. Mejor iré adentro.

—No. No es mis zapatos se ensuciarán con barro —imitó Peyton con una voz exageradamente triste. —Es ¡mis zapatos se ensuciarán con barro!

Al ver que Noah parecía no comprender el por qué, continuó.

—Oye, se supone que eres un niño —dijo Peyton cerrando los ojos durante unos segundos mientras la lluvia, que ahora había incrementado su intensidad. —Ese no puede ser tu primer pensamiento sobre la lluvia.

—Bueno, hay truenos muy aterradores también...

Peyton rodó los ojos y corrió hasta el centro del patio, donde se había acumulado el agua, formando un pequeño charco. Sin pensarlo otro segundo, empezó a saltar sobre este.

Noah retrocedió de espaldas contra el árbol. ¿Por qué haría eso? Pero, ella se veía feliz, ¿cómo es que hacer algo así pondría a alguien feliz? Al verla hacerle señas para que fuera con ella, se acercó con lentitud y dio un salto, sus zapatos se mojaron por completo. Pero luego siguió saltando y al ver cómo el agua salía disparada a su alrededor, no tuvo que encontrar una razón para estar feliz por aquello, simplemente se sentía feliz.

Cuando Peyton se dio cuenta que Noah no era el "Oscuro Niño Vampiro" que describían en los mitos de su escuela, le agradó, incluso cuando sus personalidades eran casi opuestas.

Aunque la felicidad no duró por mucho, ya que después de unas horas de estar bajo la lluvia, Noah empezó a toser sin parar y su temperatura bajó de manera abrupta, por esto, Enrique tuvo que llamar a la clínica que visitaban con regularidad. Y aunque Peyton creyó que había matado a Noah, el niño le dio una sonrisa mientras lo subían al carro de emergencias en una camilla.

Con el paso de los meses, Noah ayudó a Peyton a mejorar su lectura y ella le enseñó a jugar a las escondidas, atrapadas y charadas. Y al cumplir los nueve años, Peyton le dio de probar su primer pastel, el cual fue preparado por ella misma con ayuda de su abuela. Se escabulleron en una de las habitaciones de la mansión Grimmell como si de algo ilegal se tratara para comer el ansiado manjar, pero antes de pudieran probarlo, Peyton estrelló la cara de Noah contra el pequeño pastel. Al principio, Noah no entendía por qué lo había hecho, ¿ya no le agradaba? Hasta que la niña le explicó que era una costumbre en los cumpleaños, entonces el pequeño rio y volvió a estrellar su cara contra el pastel por sí mismo. Y aunque Noah se negara a probar su motín, accedió a una cucharadita, que luego resultó en una reacción alérgica en el niño, que se cortara su respiración y nuevamente él terminara en la sala de emergencias.

A Dóminic Grimmell le agradaban cada vez menos las visitas de Peyton, y mucho menos cuando se enteró el motivo de las dos visitas a emergencias de su hijo. Por esto, castigó a Noah privándolo de recibir a Peyton como visita por un mes. Los días pasaron y Noah se preguntaba si su nueva y única amiga extrañaba jugar con él.

Mientras se cumplía el tiempo del castigo, Noah descubrió por charla directa con la abuela de Peyton, que la pelirroja asistía a la escuela pública de Groberville. Vaya curiosidad que creció en Noah. Nunca había asistido a una escuela real, con más niños. Entonces, por primera vez en toda su corta vida, el pequeño Grimmell decidió hacer una huelga de hambre, hasta que su padre le permitiera inscribirse a la escuela, como un niño normal. Y Dóminic, por un pedido constante de Enrique, quien lo convenció de que era lo mejor para Noah, terminó aceptando, pero dejando claro que lo único que le importaba, era que no olvide de tomar sus pastillas.

Para cuando Noah pudo iniciar sus clases en la escuela, ya era diciembre. Apenas caminó por los pasillos con la guía de una maestra, los niños lo miraron extraño y con un poco de miedo. Él conocía de los rumores por lo que había oído de Peyton, pero realmente estar en aquel momento y percibir los murmullos a su alrededor, lo hizo abrazar con más fuerza su lonchera. Era la primera vez que veía tantas personas de su edad en un solo lugar, y ya era considerado como el raro. ¿Quizás su ropa era demasiado? Estaba seguro que quienes lo ayudaban a elegir su ropa, tenían buen gusto. ¿Quizás era su mirada? Noah no tenía la intención de mirar a nadie de manera intimidante, solo quería ser amable. Culpó a sus ojeras, aquellas que recordaba desde siempre como efecto secundario de sus medicamentos.

—No puede ser, ¡sí estás vivo! Creí que mi abuela estaba mintiéndome para que no me sintiera mal. ¡Está vivo, maestra, mire! —gritó Peyton, desde los asientos de al fondo, sorprendiéndolo apenas puso un pie dentro del salón.

—Peyton, así no es como nos expresamos en clase.

—¡Ven, siéntate! ¡Ven! —siguió gritando Peyton.

Con el transcurrir de las semanas, los amigos de Peyton, pasaron a ser sus antiguos amigos debido a que continuaban creyendo en todo lo que inventaban de la familia Grimmell. Y, además, Noah pudo notar que Drake Rodes, uno de sus compañeros de clase que, junto a un grupo de otros tres muchachos, molestaban seguido a los de su clase, a él y sobre todo a Peyton con comentarios que consideraba por completo inmaduros. Esto claramente no le parecía correcto, y aunque la pelirroja a veces se enfrentaba a Drake, quien era el líder, y lo empujaba con la fuerza bruta con la que había nacido, ellos no se detenían, e incluso decían que les parecía gracioso.

La semana previa a Navidad, todos los alumnos decidieron vestirse de acuerdo a la festividad, ya que tomarían muchas fotos para el recuerdo, como en cada celebración que se realizaba en clase.

Noah llegó vistiendo como siempre, con la elegancia que lo distinguía. Mientras que Peyton llevó puesto un suéter verde de lana, se había atado el cabello en una media coleta con un lazo dorado y tenía varios minúsculos ganchitos verdes y rojos esparcidos en su larga cabellera. Al llegar y ver que Noah no tenía ningún color resaltante además del negro y blanco, le colocó un gorro navideño y ambos rieron. Hasta que Drake decidió molestarla jalando de su cabello repetidas veces, y diciéndole que, por su cabello rojo, los adornos que usaba y su vestimenta, parecía un árbol navideño andante. Todos se rieron de ella mientras la maestra estaba buscando una cámara en otro salón. La pequeña Peyton se sintió humillada. A pesar de sus esfuerzos por lucir presentable, se habían burlado de ella. Sus ojos se llenaron de lágrimas y salió corriendo para esconderse en el baño.

Noah los miró entrecerrando los ojos. No iba a golpearlos, sabía muy bien que saldría perdiendo quizás al primer golpe. Era delgado y mucho más bajo que Drake, jamás ganaría en fuerza física. Pero si hay algo que podía resaltar en Noah, era su capacidad para encontrar una solución más pacífica. Había observado que Drake y los suyos, tenían bajas calificaciones en los exámenes y varios llamados de atención por no entregar las tareas a tiempo o por nunca presentar los proyectos. Para él, hasta ahora, los temas tocados en clase eran demasiado sencillos, así que les propuso un trato. Él les haría las tareas, entregándoselas en privado para que nadie más se entere, y ellos no podían molestarlo ni a él ni a Peyton nunca más.

Drake rio, pero cuando Noah le hizo entender que realmente él necesitaba aceptar el trato con más urgencia que él, lo tomó con brusquedad de su camisa.

—¿¡Te burlas de nosotros!?

—No, claro que no. Solo era una sugerencia...

Drake pareció pensarlo por un momento.

Y Noah supo que todo mejoraría cuando lo soltó.

Drake quitó del trato el hecho de no poder molestarlos de manera verbal. No iban a tocarlos, eso quedó claro, pero unas cuantas "bromas de lejos", según el niño bravucón, no le harían daño a nadie. Y también lo amenazó con que o aceptaba eso o lo golpearían en ese instante y por el resto de los años hasta la graduación. Así que, a Noah no le quedó de otra que estrechar sus manos.

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