🍊「CAPÍTULO 3: 𝗣𝗢𝗟𝗟𝗜𝗧𝗢」🍊
Capítulo 3 |𝗣𝗢𝗟𝗟𝗜𝗧𝗢
Lolito logró entrar a la primera clase sin problema alguno, no tuvo ningún regaño del profesor, lo que lo puso contento, mas eso no significaba que prestaría atención a la clase que según él, era una mierda. Colocó su cuaderno en vertical, y tenía mucha suerte de sentarse en los últimos asientos, por lo que podía dormir por algunos minutos u horas o... hasta que el profesor se diera cuenta y le gritase.
— No entregues tu miocardio a quien solo quiere tu piso pélvico, tu tejido glandular mamario y tu masa glútea. Entrégaselo a quien enamore tus neuronas e hipertrofie tus miocitos cardiacos. — decía el profesor de ciencias.
Una vibración en su pantalón lo despertó, desbloqueo en el celular para poder leer el mensaje sin que el maestro lo pillase, era su primo Rubén avisándole que a la hora del receso le presentaría a su mejor amigo alfa. El pelinaranja suspiró, realmente no había necesidad de que tuvieran un guardaespaldas, podían ser amigos comunes y ya, aunque en su mente aún estaban clavadas aquellas miradas penetrantes de los alfas que vio en la escalera.
El profesor de segunda hora terminó su clase, y así como entró, salió rápidamente del salón en busca del castaño. Sin duda era más fácil bajar las escaleras que subirlas, por poco y se sube a la baranda para deslizarse hasta el último piso, quería hacerlo, pero sabía que, si por a o b se caía, todos gritarían insultos estúpidos como: "Terremoto", "un meteorito" o "tsunami".
¿Realmente sus cabezas no daban para ofensas mejores?
Llegó al primer piso, y otra nota mental importante se le vino adelante, tenía que asegurarse de que la sorpresa para la de cabellos teñidos resulte perfectamente. Texteo a Rubén quien le respondió, al instante, que ya estaban cerca. Guardo su celular apoyándose en la columna la cual le daba el panorama perfecto para divisar a Silvia y a Rubén.
Desde lejos el castaño lo notó e iba a pasarle la voz, sin embargo, se dio cuenta de que Lolito estaba concentrado en otra cosa. Él y Mangel se acercaron sigilosamente con los ojos puestos donde el menor estaba mirando, Rubén notó que Silvia estaba a punto de abrir su casillero, volteó a ver al pelinaranja al cual se le podían salir los ojos de lo emocionado que estaba, su gran y maléfica sonrisa lo demostraba, sus cabellos podrían apuntar a todas las direcciones de lo ansioso que se encontraba.
— Oye, Lolo, no crees que debamos advertirle. — sugirió Rubén, ya cerca y enfrente, tocándole el hombro.
— No jodas. — respondió rápido quitando con su mano el toque del castaño mirándolo de reojo, aunque por el rabillo del ojo noto otra presencia cerca. Su cabeza giró rápidamente al notar quien era. — ¡T-tú-tú, gordofo-
— ¡AHHHHH! — Retumbó un gritó escandaloso por el pasillo. Todos, alfas, betas y omegas, voltearon a ver, y no pudieron contener la risa al verla con toda la torta en la cara.
— Oh, madre santa. — expresó Rubén asombrado cubriéndose la boca, él sabía de la broma, pero estaba casi seguro de que no iba a funcionar.
— Joder, me lo perdí... — se quejó Lolito, olvidando el tema acerca del alfa, amigo de su primo. — Así que tu amigo alfa odia a los gordos. — o tal vez no.
Rubén volteó ignorando a Silvia, era de los pocos que lo hacían, ya que la mayoría seguía riéndose viendo cómo se limpiaba la crema del rostro.
— ¿Qué? ¿Gordofobico? — cuestionó dubitativo, en todos estos años que había conversado con Mangel, este en ningún momento había mencionado algo como que sentía odio, miedo o asco hacia los gordos, por el contrario, había tenidos varios crushes en personas subidas de peso. Así que su mirada se dirigió hacia el alfa, al igual que la de Lolito.
— ¡Tú, gallina gorda! — gritó Silvia e, inconscientemente, Lolito volteo al escuchar su horrible apodo, pero Rubén no lo hizo, Mangel simplemente se colocó un dedo sobre los labios en señal de silencio o, mejor dicho, secreto. Rubén entendió el mensaje.
— ¡Qué alguien llame a un maestro! — al escuchar este grito de los muchos chicos que estaban ahí, Rubén y Mangel esta vez sí voltearon para prestar atención a la escena llevándose una gran sorpresa.
La teñida había abandonado su forma humana y había dejado que su animal se adueñase de ella. Su ropa estaba debajo de las cuatro patas de la hiena, la cual mostraba los colmillos salivando demasiado en señal de alarma para que todo aquel que se interpusiese en su camino supiera que no tenía oportunidad contra un animal tan feroz, así sea de naturaleza omega. Sus feromonas se empezaban a impregnar en el aire causándole temor a la mayoría los omegas que estaban ahí, omegas que venían de familias no salvajes, los cuales ahora estaban intentando salir del edificio o ir hacia otros pisos.
Rubén, por ejemplo, las soportaba ya que pertenecía a la familia de los osos, mas cuando las feromonas surcaron las fosas de Lolito, este rápidamente se transformó en su animal, un pequeño ser que fácilmente quedó atrapado en las grandes telas de su ropa, piando a más no poder para que lo rescataran.
— ¡Lolito! — gritó Rubén agachándose, colocándolo entre sus brazos. El castaño no podía resistirse ante la adorabilidad del polluelo, tan diminuto e indefenso, pero este no era momento para pensar en eso. Rápidamente salió directo al baño, al notar que un profesor llegaba. — ¡Mangel recoge sus cosas y sígueme! — ordenó. El mencionado obedeció y fue detrás de él.
Rubén buscó el baño más alejado del alboroto posible, y entró, pero al notar que Mangel todavía lo seguía, se dio vuelta y lo detuvo.
— ¿Qué haces? — preguntó pegando más a Lolito a su pecho, el cual piaba sin parar.
— ¿Llevó la ropa? — respondió desentendido arqueando una ceja.
— Es el baño de omegas, no puedes entrar, duh. — tomó con la mano que le sobraban las pendras, cerró la puerta y colocó al pequeño pollito sobre los lavabos sin antes secar las gotas de agua regadas sobre estos.
— Transformarte.
Lolito obedeció y quedó sentado sobre el tocador de mármol. Rubén lo rodeo con la polera naranja que llevaba para que su temperatura corporal no descendiera y le entregó sus pantalones, para que se los pusiera primero antes de que alguien llegara.
Mangel, segundos después de entregarle la ropa se llevó con la sorpresa de que su lindo bóxer blanco se había caído; sin tocar, esperando que el omega aún no se hubiese transformado entró, pero ya era demasiado tarde.
Lolito estaba ahí, en frente de él, completamente desnudo.
[*] Dato curioso: Los omegas desprenden un olor especial para intimidar a otro omegas cuando se acercan a sus crías o parejas.
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