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Me encontraba en la biblioteca aún buscando en qué enfocar mi práctica de tesis. Había encontrado un libro sobre la fermentación química de los licores, más que nada creo que fue por la parte de cómo afecta eso a la química cerebral.

De cualquier forma, me encontraba en el escritorio más alejado de todos, era el único lugar donde se me permitía estar, ya que yo no era un ratón y--- aún no era un ratón.

En ese momento no me molestaba tanto, simplemente lo dejaba pasar pero siempre pensando que una vez que mostrara mi valía las cosas podrían cambiar y nunca más tendría que lidiar con ese tipo de trato.

Así que sí, estaba en mi mesa apartado y revisando mis textos cuando un grupo de ratones estaban riendo y hablando entre ellos a susurros cuando pasaron por donde yo estaba, casi que lo hacían a propósito para molestarme, lo presentía y los hubiera ignorado si no fuera porque los escuché decir:

"No sabía que las ratas podían entender la química avanzada", dijo uno de ellos lo que me hizo levantar mis orejas por inercia.

"Pues claro que lo hacen, tengo un amigo que me ayuda con química, las ratas también le saben aún que no lo creas", dijo otro. Creí que por fin alguien no se dejaba llevar hasta que lo escuché hablar otra vez, "aunque claro, las ratas de alcantarilla son otro tema, deberías verlas, ¡esas sí que son tontas!" Terminó de decir mientras soltaba un cúmulo de carcajadas estruendosas que resonaron no solo en los paredes...sino que también las sentí como una puñalada directa en las costillas, como si se quedaran impregnadas rasgando mi interior desde dentro provocando el peor de los dolores.

Todo lo que pude hacer fue apretar los puños con ira sin querer arrancando una de las hojas que se posaba en mis manos, la hice pedazos y de pura suerte...no había sido de ningún libro de la biblioteca, sino una de mis notas completamente arrugada, arruinada y con las marcas de mis garras incrustadas...

Recuerdo quedarme callado, incapaz de poder concentrarme ya que aquel grupo de imbéciles seguía en la biblioteca y casi como si lo hicieran a propósito, seguían una y otra vez haciendo comparaciones, burlas y más palabrería que no escuché ya que todo lo que podía escuchar era mi corazón latiendo con fuerza y ese insoportable pitido que invade los oídos cuando la presión sanguínea sube de sobremanera por la ira misma. Tenía el impulso de ir y tirarmeles encima, pero no podía, solo le estaría dando la razón...

Intenté bajar mi ira pero simplemente no podía, hasta que...

"Hagan silencio ustedes, si quieren conversar salgan de aquí", los encaró una voz que yo no creí volver a escuchar, irónicamente ahora siempre tengo su voz en mi cabeza...Basil.

El grupo de estudiantes simplemente refunfuñó y se largaron sin decir palabra alguna en contra, pero aún haciendo chistes y burlas.

"Qué desubicados", murmuró él antes de volver a mirarme con entusiasmo mientras me mostraba otro libro de matemáticas y se sentaba a mi lado, en sus ojos relucía un brillo que yo me imagino era admiración o al menos a mí me gusta pensar que en aquel momento me admiraba o me tenía aprecio, que sentía algo por mí.

Esa mirada y ese brillo es una imagen que creo que jamás podría volver a ver, porque aunque no fue nuestro último encuentro y vi esos ojos más de una vez, sí que puedo dar cuenta el momento en el que dejé de ver ese brillo, él momento en el que dejó de amarme, si es que alguna vez me amó...

Pero qué estoy diciendo!?, obvio que me amó, yo lo sé, pero....oh maldita sea---

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Caprice, aquel capibara se encontraba esterilizando las jeringas, o bueno, estaba esperando que el agua de la tetera hirviera para hacer su tarea, porque la había gastado preparándose un mate, estaba en completa soledad mientras escuchaba música en su tocadiscos cuando todo retumbó debido a un grito de frustración proveniente del piso de arriba.

En efecto, Ratigan había despertado.

"Voy a buscar el cloroformo y el opio", dijo en voz baja mientras asentía tranquilamente.

Recogió la moneda que se había caído de su tocadiscos y apagó el aparato para luego buscar los medicamentos que necesitaba.

Bell no estaba en la taberna así que a Caprice le tocaba jugar al enfermero y eso podía salir como muy bien o como muy mal, esperemos que bien; Caprice abrió la puerta viendo a aquella rata encorvándose e intentando levantarse de aquella cama de mala muerte, con su pecho al descubierto y lleno de parches y vendas, obvio, en su estado estaba aturdido pero parecía ignorar el estar en un lugar desconocido y en su lugar mantenía la mirada fija en la nada misma mientras apretaba los puños y sus ojos rojos reflejaban un estado de frustración puro, como si hubiera recordado algo que fue más allá del dolor físico.

El carpincho no lo pensó mucho, simplemente concluyó en que tendría que ser algo relacionado a Basil, siempre le pareció curioso que el mayor detective de todos no metiera al mejor criminal de todos en la cárcel, o sea...si tan inteligente era.

"Por favor siéntate, el opio puede dejar de hacer efecto y-" empezó a explicar el capibara de manera tranquila y calmada mientras dejaba la bandeja con los medicamentos en un pequeño mueble.

"¡¿Quién se supone que eres?! ¡¿Y dónde estoy?!" Gritó Ratigan aún en su estado de cólera antes de sentir un punzante dolor en todo el cuerpo que casi se sintió como si alguien le robara el alma.

"Te encontré en el suelo, por tu culpa no compré el pan, y por lo que entendí fue después de su enfrentamiento contra el gran detective Albahaca de la calle Panadería", respondió tranquilamente el contrario mientras vertía líquido en un paño.

Ratigan era incapaz de hablar debido al dolor, pero pese a eso el carpincho logró interpretar que no lo había entendido.

"Basil de la calle Baker", reafirmó Caprice mientras se acercaba y antes de que Ratigan solo pudiera ser consumido por su ira y su dolor (y no solo el físico), le colocó el paño con cloroformo en su boca esperando a que este se durmiera.

Una vez el mayor criminal de Inglaterra había vuelto a caer en un profundo sueño, y apenas se comprobó que este estaba totalmente noqueado el capibara le dio un suave beso en la frente.

"Años y años leyendo los periódicos, cazandose el uno al otro...debe haber una historia interesante ahí", pensó Caprice mientras revisaba los restos de la ropa del Napoleón del crimen, encontrando en uno de los bolsillos un reloj y un...broche de esos que se abren y muestran una foto en él, ambos estaban destrozados pero aún en pie.

"Bueno, al menos ahora no me voy a aburrir", pensó nuevamente mientras guardaba ambas cosas para después.

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¿Alguna vez volveré a ver esa mirada tuya amor mío...?, ¿por qué tuviste que dejarme de ver así?, se supone que tú eras el único que no me veía con desprecio, se suponía que íbamos a hacer esto juntos, ¡podiamos gobernar juntos!, pero en su lugar tú...

Haría lo que fuera para recuperar lo que fue mío alguna vez, volver a sentir que era apreciado, respetado, admirado y amado, al menos... así me sentía.

Y yo sentía lo mismo por ti, admiraba tu dedicación y como incluso con solo 1 dia de explicación en nuestro segundo encuentro me pediste que revisara tus cálculos, eras más que capaz, había tanto potencial ahí y...decidiste desperdiciarlo.

Recuerdo cuando empezamos con ese juego de quién era más inteligente...fue ese mismo día, en el segundo encuentro.

"Oye, si que avanzas rápido" comente mientras revisaba sus ejercicios

"Lo se, pero aun así quería saber si estaban bien, y...por cierto, ayer volvi a hacer los ejercicios y encontre un error de cálculo en uno de los que tu hiciste

"¿Disculpa?" Pregunté arrugando la nariz, entre ofendido e impresionado

El resto de la tarde discutimos por quien tenía la razón, no en el sentido malo de la palabra sino más en el sentido disfrutable, podía hablar de estas cosas con alguien que no fuera un profesor, con alguien igual de apasionado que yo, alguien a quien admiraba...

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