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La madre murciélago había dejado al detective y a sus compañeros pasar al estudio de su esposo, una oficina llena de papeles, planos y cajas, pero todo bien organizado y puesto en su sitio en grandes estantes, dejando así limpio el escritorio y el suelo.
"Por fin... un cuarto ordenado... no como otros..." susurró Caprice mirando a Basil y tirándole una indirecta pasiva, el tabernero no podía creer que el mayor detective de todos fuera un desordenado que dejaba sus cosas tiradas por ahí, su departamento era un caos y eso le activaba su lado más obsesivo porque quería limpiar esa pocilga, pero al menos aquí estaba ordenado, limpio, bonito y con olor a limón.
"Tienen toda la libertad de buscar, si me necesitan estaré en la cocina haciendo la cena, ¿les gusta la ensalada de frutas por casualidad?"
"No nos quedaremos a cenar, señora Ikon. Lo lamento, pero hay algo más grande en lo que pensar en este momento", le respondió Basil mientras hacía un movimiento exagerado y clavaba su atención en las cajas, en especial aquellas que parecían contener varias partes (asumía) de cámaras o prototipos.
La mujer murciélago cerró la puerta y los dejó buscar a los 3 tranquilamente, antes de que Basil pudiera ver de cerca la caja por las extrañas formas que parecían tener dichas "partes de cámara", Dawson señaló que había encontrado algo en uno de los cajones del escritorio.
Eran cartas, muchas de ellas, tanto bocetos de cartas que Nollan enviaría como cartas directas de...
"Skinner Sineye..." leyó el nombre en voz alta Dawson mientras tomaba un par de ellas y las revisaba, eran pedazos largos de texto, párrafos enormes escritos con una letra casi poética y perfecta, era una caligrafía hermosa y elegante pese a la apariencia de vaquero que tenía, una mejor descripción sería que tenía letra de poeta, era clara y legible pero también sumamente decorada.
Pero había algo mal en las cartas, pese a la letra legible, el contenido era todo lo contrario, parecían ser letras al azar.
"¿'sebas ol ,oma et nua euqebas'?" leyó en voz alta el ratón de baja estatura un poco confundido creyendo que había leído mal.
"Eso no suena a inglés ni a español...", señaló Basil mientras miraba el papel y lo tomaba en sus manos leyendo la siguiente frase "omrofnam ed sam em on ajam on a alac em ortnoc noc etsa eso,acitnam ed sotsoc me odavet ,acabmada od amon yaj uqe es oqniuqe". Luego de no entender ni pío, dejó el papel de lado y revisó otra carta, Nollan respondía con el mismo tipo de escritura.
"No suena a ningún idioma, es como si estuviera hablando al revés", comentó Caprice mientras veía un álbum de fotos escondido entre unas tablas del piso, eran solo fotos comunes de la rata y el murciélago, o bueno, parecían ser comunes, Caprice olía algo más.
"Las cartas deben estar escritas en algún código... tendré que llevarmelas para revisarlas, yo creo que aquí debe haber suficiente información sobre esa rata blanca y sobre el señor Ikon", afirmó el detective en voz alta y pensativa mientras parecía mirar a la nada, la imagen era icónica hasta cierto punto, con la tenue luz del cuarto lleno de cajas y archivos, con ese polvillo de alfombra vieja y en el centro, Basil, el mejor detective de todo Londres, había vuelto al ruedo, porque pese a 2 intentos de asesinato él seguía presente. "Caballeros, vámonos".
Los 3 salieron del cuarto de forma cautelosa llevando las cartas escritas en el dialecto raro, querían pasar desapercibidos pero ahora la casa estaba iluminada y tanto la madre como la hija murciélagos los esperaban sentadas para comer una gran tarta de fresas.
"¿Quieren comer?"
"Disculpe y... ya no íbamos, señora. Encontramos pistas y debemos trabajar para encontrar a su...".
"¿Quieren comer?" Volvió a preguntar ella de manera insistente, como si su mecanismo de defensa fuera fingir que en parte todo estaba bien.
...
Ratigan y Bell habían ido a una de las viejas guaridas del Napoleón del crimen con el fin de más que nada pasar el tiempo, lo habían saqueado y confiscado todo, ya no estaban sus cuadros, sus candelabros, sus cortinas y tapices color malva, no quedaba nada, solo las estructuras y un par de cosas sueltas, lo que no se habían robado la conejo lo había movido a la taberna para salvarlo.
Aquella rat*a* de tonalidades oscuras se encontraba gruñendo, rompiendo palos de madera de los restos de sus cosas, caminaba de un lado a otro, murmuraba algo, agarraba un palo, lo rompía y luego volvía a caminar mientras gruñía, y así en bucle.
Bell se quedó sentada sobre restos de tapiz arrancado de las paredes viéndolo en silencio con un leve movimiento de cabeza.
"Apenas tenga la oportunidad voy a... voy a matarlo, ¿cómo se atreve a pensar que siquiera tiene la habilidad para enfrentarse a Basil, además?" Soltó otro grito Ratigan mientras rompía otro palo con sus propias manos y lo lanzaba a una gran pila de ellos. "¿Qué se cree?, ¿mejor que yo acaso?, vino aquí a quitarme mi puesto como el mayor criminal de todos y no se lo voy a permitir!"
"Pero recuerda, aún no, no sé cuántas heridas internas tienes, porque yo al menos tuve coser algunas cosas, sí, pero por ejemplo no puedo saber si te tenía que coser el bazo o si este siquiera sigue en su sitio", dijo ella intentando aligerar el ambiente mientras revisaba su bolso un par de cosas. Sacó de este una barra de pan y empezó a mascarla mientras sacaba algo más, una piedra jade hecha joy
ería en una base de plata, era como un botón que se ponía en los trajes de gala.
"Como sea... al menos puedo alejarlo de Basil por un tiempo... y luego, cuando lo tengamos fuera del camino... Londres verá mi gloria otra vez!" Dio una carcajada victoriosa mientras se daba cuenta que era casi empezar de cero, porque luego de reír vio el panorama completo, su guarida, su imperio, todo estaba desecho, parecía que además de perder su sueño había regresado a la casilla de partida, había avanzado tanto para luego ser aplastado por una dolorosa realidad.
Bell al ver cómo la sonrisa de Ratigan se desaparecía de manera gradual dejó el pan de lado y lo pensó unos segundos, rápidamente tiró del tapiz de la pared, un tapiz grueso color malva, tiró de la alfombra del suelo y la dobló para apoyarla sobre el tapiz arrancado como un pequeño cojín que no era un cojín, también acomodó más trozos de tapiz a manera de reposo mientras el Napoleón del crimen parecía tan en shock por su nueva realidad que simplemente se puso de rodillas mientras estaba en completo silencio, como si se dejara caer por la presión.
La conejo había armado un pequeño trono improvisado, e inflado el pecho y rasgando más tela de la pared se creó una improvisada bufanda y empezó un pequeño show para devolverle la vida al criminal.
"Oh vamos jefe, ¿por qué la cara larga?, usted dijo que volvería al ruedo, ¿no?, ¿no merece eso una sonrisa?" Preguntó ella mientras se acercaba poco a poco a él.
"Sí... pero significa volver a empezar..."
"Y qué tiene eso de malo, ningún reino sale de la nada", le respondió animada mientras ya estando cerca y se preparó, entonando una canción "oh Ratigan~♪, oh Ratigan~♪" empezó a decir mientras pasaba por frente de él tomando le de las manos para llamarle la atención.
Esa simple melodía evocaba sentimientos de melancolía, añoranza y el recuerdo fehaciente de lo que su nombre significaba, era temido y amado, respetado, había tenido el estatus que nunca había podido obtener, era imposible que Bell conociera la tonada que cantaban los borrachos y sus seguidores, pero pese a ser una coincidencia... era la más alentadora de todas.
"¡De los criminales es el rey~♪!" Cantó ella tirándole de los brazos y obligándolo a pararse mientras incluso lo incitaba con un pequeño vals "vamos, eres el Napoleón del crimen, tu nombre vale la pena, eras alguien, ¿sabes en qué punto de tu vida estás?" Le preguntó ella mientras de manera rápida lo empujaba levemente y le sostenía de la espalda siguiendo el son de un vals clásico. "Estás en la última hilera, a 10 casillas de la victoria, que si puede que vayas de 1 en 1, pero avanzas, ¡sigues en pie!"
Ratigan solo soltó una pequeña risa mientras ponía los ojos en blanco intentando aun verse imponente.
"A quien le importa la competencia?, ¿qué le importa si tienes que jugar un poco sucio?, no importa que ese vaquero de cuarta sea un nuevo aquí, ¿te lo tengo que recordar?, ¡de los criminales solo hay un rey~♪" cantó nuevamente ella mientras lo hacía girar y lo empujaba para que se sentara en el trono improvisado "y tú eres ese rey" finalizó ella mientras tomaba asiento a su lado y le colocaba la gema a manera de botón en el bolsillo del saco como una corona simbólica.
"Heh, gracias, Bonnibell..." susurró el criminal mientras la miraba ya con una suave sonrisa en el rostro.
"No hay de qué y... por casualidad, ¿por qué me llama por mi nombre completo?" Preguntó ella intentando cambiar el tema.
"Porque... no sé, no me siento cómodo llamándote por tu nombre acortado, vi que en tus títulos y premios estaba tu nombre acortado y también recuerdo que no hacías de médica pese a todo lo que habías estudiado", empezó a explicarse mientras miraba a la nada.
"Y-ya pero, ¿y eso qué...?" Le interrumpió ella.
"¡Déjame terminar!, lo que quiero decir es que... no siento que 'Bell' sea un nombre que te represente, porque presiento que es un nombre que te impusieron, ese no es tu nombre".
Bell agachó sus orejas y miró el suelo un poco apenada.
"Y también porque... dime, ¿cómo fue estudiar medicina?" Le preguntó Ratigan, aparentemente una pregunta sin sentido.
"Fue... difícil, era la única ahí y bueno... me pusieron varias trabas para titularme, tenía que hacer los trabajos sola, debía vestirme como un chico, me trataban de tonta y... casi todo debía estar firmado al nombre de Bell Diffiore, luego a Bell Diffio, porque mi apellido era demasiado femenino..."
"Querían que cambiaras algo que no puedes..." susurró el criminal mientras la miraba de manera sutil "sí... conozco bien esa historia, presentía que veníamos del mismo pozo", dijo frustrado el Napoleón del crimen mientras se estiraba y se acomodaba en su 'trono', tomandola del hombro y haciendo que se acomodara a su lado "y por eso... te llamo por tu nombre".
"¿Y por eso me dejas llamarte solo Ratigan?" Dijo ella soltando un pequeño chillido de sorpresa.
"Sí... aunque ese no es mi verdadero nombre, es mi apellido, así que no te ilusiones tanto", le respondió la rata apartando la mirada y soltando una leve risa.
"Y... ¿puedo saberlo~?" Preguntó ella curiosa y en un tono infantil mientras se apoyaba en él.
"No te emociones, Bonnibell" le negó él siguiéndole el juego, empujando su rostro lejos de manera juguetona "por cierto, ¿de dónde sacaste esta gema?"
"Oh, b-bueno...."
"Esa gema es mía..." dijo una tercera voz, la voz de aquella rata asomándose por la entrada con su imponente figura.
"¿La robaste...?" Le susurró Ratigan con cierto orgullo mientras veía cómo la conejo se escondía debajo de su brazo.
"Puede que sí..."
...
En contra de su voluntad (al menos el detective), Basil y Dawson fueron movidos hacia la taberna para que se quedaran ahí en lo que se ideaba un mejor plan para atrapar a Sineye, no era seguro quedarse en la calle Baker.
Caprice les entregó a ambos un cuarto estrecho y pequeño mientras decía "lamento la falta de espacio, tienen suerte que esto antes era un lugar que arrendaba habitaciones, pónganse cómodos por favor, preparé algo de comer antes de que sea la hora de atender a la clientela, intenten... no hacer ruido".
El capibara bajó las escaleras mientras escuchaba un suspiro frustrado por parte del detective, antes de venir habían pasado horas intentando descubrir los códigos, no parecían tener sentido, y parecía que Basil estaba tan cansado que apenas podía ocurrírsele un plan o algo así, tal vez... necesitaba una pausa, cuando Basil peleaba contra Ratigan no había pausas porque sabía sus planes, sus métodos y su forma de jugar, pero Sineye... no sabía con quién se enfrentaba.
Caprice prendió la estufa y calentó algo de leche, mientras tanto, puso su tocadiscos y se puso a cocinar, no se tardó más de 10 minutos en hacer su especialidad, porque además de criminal y tabernero era un excelente chef.
Lo sirvió en varias tazas y cuando por fin se sentó para comprobar si estaba rico...
¡pum!
La puerta se abrió de un portazo dando paso a Bell y Ratigan, los dos deshechos y agotados.
"Apenas pase tu período de recuperación lo matas porfa..." le dijo la conejo a su jefe mientras apagaba una pequeña llamarada en su cabello.
"No puede ser antes...?"
"Si te recuperas, sí" le afirmó ella mientras ambos entraban de lleno.
Ambos estaban llenos de pólvora y ceniza, además de tener pequeñas partes quemadas, nada grave, solo la ropa y en el caso de Bell, el cabello, ahora en vez de ser una conejo con cabello rosa fuccia, tenía las puntas de color negro como una gótica genérica, lindo, pero genérico, mientras que Ratigan... bueno, habría que conseguirle otra capa, otra vez.
"¿Q-qué les...?" Intentó preguntar Caprice mientras tomaba a la conejo del antebrazo y revisaba que estuviera bien.
"Ese psicópata de Sineye nos mostró toda su colección de pólvora y explosivos, sus armas, todo..." dijo ella sobándose sus orejas "oye oye, estoy bien".
"Pero ¿por qué?, ¿acaso ustedes...?"
Mientras Bell explicaba que ahora fingirían amistad con Sineye para poder sacarle info y/o eliminarlo, Ratigan tomó una de las tazas y bebió del contenido de golpe, casi de manera automática, era... sabía algo dulce pero también como perfumado, miró el contenido extrañado, era leche de lavanda.
Pudo sentir al instante cómo sus músculos se relajaban y volvía a sentirse pleno, a ver, había sido un día jodidamente largo, quería disfrutar de ese minúsculo segundo de paz, porque escuchar explosiones todos el día y fingir sonrisa lo había desgastado.
El tocadiscos había dejado de sonar, dejando así que los tres escucharan el sonido de un violín, un violin que el criminal conocia a la perfección, esa melodia, esa forma de tocar. Solo podia ser...
'Basil...' pensó el Napoleón del crimen mientras se asomaba por las escaleras viendo el piso de arriba.
"Seh... tuve que traerlo y obligarlo a quedarse aquí, ya sabes, mayor protección, asumo que es más conveniente-" intentó explicar Caprice antes de que su jefe le tomara de los hombros y lo mirara fijamente "sé que es su mayor enemigo y todo eso, pero... ¿en serio vamos a discutir eso ahora?, sabemos que es más que eso" le susurró con tranquilidad el tabernero mientras miraba a la coneja en busca de ayuda.
"Si quiere yo lo explico a Basil nuestro plan" Chilló ella sabiendo lo que pasaría.
"No, esto es un asunto entre él y yo" le respondió Ratigan un poco serio ya incapaz de discutirles y negarles a estos dos su... ex-relación con Basil, ya lo habían encarado múltiples veces y sabía que Caprice había reparado su dije con la foto, por ende, ya se lo olía...
"Pero apúrese que se enfría la leche de lavanda..." hizo puchero el carpincho mientras aun lo sostenian de los hombros, mas preocupado por la bebida sabiendo que se arruinaría el toque si la calentaba otra vez
En el piso de arriba se encontraba Basil tocando su violín echado en su cama dejándose consumir por su baja autoestima.
"Ay, Dawson, soy un fracaso, ¿qué clase de camino sin salida me metí...?" se lamentó el ratón detective ignorando la puerta entre abierta y aquien se encontraba detras de ella.
"Vamos, Basil, no diga eso... es el primer día de investigación, debe pensar que este es un acertijo con más pasos, eso es todo" intentó animarlo su compañero "ya tenemos todas las pistas, una vez resolvamos las notas y tengamos más información de Sineye se que el mejor detective de todos podrá contra él".
"Pero ni unos simples códigos puedo resolver!" Chilló el ratón detective mientras seguía tocando su violín.
Dawson desvió la mirada y decidió cambiar el tema, hace unas horas el capibara le había entregado un libro de Sherlock, una edición especial y de coleccionista.
'De dónde lo sacaste?' Le preguntó el ratón de baja estatura.
'Lo tomé sin querer de las cosas de Nollan, no lo quiero, quédatelo'
Pensaba devolverlo, pero sabiendo que su compañero era fanático de Sherlock...
"Oye, Basil, ¿qué tal si te tomas un pequeño descanso leyendo?" Le preguntó mientras le extendía el libro.
Basil, deprimido, miró el libro y apenas lo vio dejó su violín de lado y de inmediato lo tomó mientras sonreía y sus ojos brillaban de emoción pura.
Y esa bella imagen fue la que se quedó Ratigan en la cabeza, viendolo por el espacio de la puerta entre abierta, estaba totalmente quieto con el corazon en la boca y sintiendo mil emociones de un solo golpe, pero el pensamiento mas fuerte en ese momento fue el deseo puro de que Basil lo mirara de esa forma, aun asi, se le hizo un poco chocante verlo asi, puede ser por que estaba en un estado agotado y despersonalizado, porque ya sabia de ante mano que Basil era capaz de dejar todo para pasar solo ser una coraza fría y gruesa de tristeza y oscuridad cuando su poca autoestima era afectada y asi sintió lastima, aun que sea un poco.
Ratigan sabía que su tarea no era hacer sonreír a Basil, ni decirle que todo estaría bien o siquiera decirle que podría vengarse, su tarea era ser su contraparte, su antagonista, el villano... él era el Napoleón del crimen, y con una sonrisa ligeramente torcida, el criminal pensó que Basil tenía demasiada suerte de que él estuviera de su lado, porque pese a su papel en esa historia inventada que él solo se habia impuesto iba a protegerlo, porque le constaba que no podian vivir sin el otro, en mas de un sentido...
...
La taberna funcionaba, Bell se encontraba dando su espectáculo a los borrachos mientras Caprice les servía cerveza y otras cosas, todo parecía normal si no fuera por el detalle de que tenían al mayor criminal de Londres en el ático, y no solo a él, sino que también tenían al mejor detective de todos y a su compañero.
Había pasado media hora desde que Caprice les había llevado la leche de lavanda y una rebanada de pan con miel; el único que no había comido era Basil, quien se había concentrado leyendo su libro sin cuestionar de dónde salió. Era de Sherlock y era lo único que le importaba.
De hecho, el plato con la rebanada de pan y el tazón de leche seguían aún en su bandeja hasta ese punto de la noche, uno donde el detective cerró su libro una vez lo terminó, 500 páginas en un lapso de 1 hora y media.
Basil se estiró en su cama mientras cerraba el libro y lo observaba con cuidado mientras suspiraba; Dawson se encontraba durmiendo en su propia cama en completa tranquilidad y como no lo quiso molestar y tampoco quería pensar en el caso, lo cual era raro, sentía su cuerpo tan pesado, tan agotado, tan...
"Necesito fumar un poco..." susurró Basil en un tono frustrado y agotado mientras buscaba entre sus cosas su pipa y algo de tabaco.
Miró cómo de su taza aún brotaba un poco de vapor de la leche; aún estaba un poco tibia, así que cuando preparó su pipa para fumar también se llevó la taza.
Asomó la cabeza por el pasillo, escuchando el sonido amortiguado del bar bajo sus pies; a un lado estaban los otros cuartos y al otro extremo se veía una gran puerta entreabierta que dejaba ver levemente el cielo nocturno; había un balcón o terraza, eso lo alegró, su cuarto no tenía ventana o tal vez sí la tenía, no había forma de saberlo, todas las paredes estaban llenas de cajas.
Cuando Basil abrió la puerta, se encontró con Ratigan en aquel balcón; estaba dándole la espalda y no notó su presencia, se encontraba fumando con una pipa larga, del tipo que es como una varilla, mucho más elegante y acorde a la figura y digna de ser el Napoleón del crimen.
El ratón arrugó la nariz con molestia pero suspiró frustrado y resignado mientras se colocaba al lado del criminal, con los codos apoyados en la reja del balcón, mientras dejaba su taza y se concentraba en prender su pipa.
Ratigan estaba completamente sedado, en un estado de calma impropio de él; le habían puesto una dosis de analgésicos y calmantes para el dolor, y además de eso, iba ya por la quinta taza de leche de lavanda, por lo que estaba demasiado tranquilo.
La rata volteó a ver al detective; se encontraba fumando de una pipa de madera, clásica y pequeña, digna de una historia de detectives.
"Yo... creí que ya no fumabas..." susurró el criminal con una voz melancólica y casi dolorosa.
"Creiste mal, ¿Y ahora qué?" esquivó responder Basil mientras miraba el cielo y soltaba una bocanada de tabaco.
"Solo un criminal va a acabar contigo, y ese seré yo" le respondió la rata en un tono tranquilo mientras seguía bebiendo.
"Quiero verte intentarlo".
"Pero para eso hay que deshacerse del otro, y por ello... hay algo que quiero hablar contigo" casi que susurró la rata mientras se dejaba llevar por lo dopado hasta las cachas en que estaba.
Basil escuchó atento las palabras de Ratigan mientras el vapor de su taza y el humo de su pipa poco a poco se iban fundiendo con el aire frío de una noche oscura; el viento de Londres se ponía cada vez más frío y se llevaba consigo tanto el humo como el vapor como el odio... al menos de manera momentánea.
"¿Una... alianza dices?" Preguntó el detective de manera serena mientras agachaba la cabeza y miraba el suelo.
"No puedes derrotar a Sineye solo, y yo tampoco estoy en condiciones para matarlo..."
"¿Y si me niego?"
"Hoy vi sus armas, tiene a su disposición todo tipo de explosivos y armamento, no es solo un mafioso más o parte del barrio chino, es más grande que tú..." explicó el Napoleón del crimen en un tono sombrío y calmado, era un tipo de tono que Basil nunca había escuchado "no podrás solo... y eso me preocupa" susurró Ratigan apagando su cigarrillo contra el metal del barandal.
"¿Y qué te hace creer que quiero tu ayuda...?" Vaciló un poco el ratón mirándolo directamente, no queria que se metiera en sus asuntos por el simple hecho de que era conciente del estado fisico del contrario, no fue una simple caida y él mas que nadie lo sabia.
Ratigan se giró y le tomó del ante brazo de forma brusca, obligándolo a mirarle "lo quieras o no, no voy a dejar que otro te aparte de mí, porque solo yo tengo el derecho de quitarte algo de igual valor; tú me quitaste mi alegría, mi sueño de tener una vida normal, me arrebataste el corazón, Basil, ¡solo yo voy a arrebatártelo todo!" Gritó resentido "y no podría... dejar que murieras en las manos de otra persona..." las manos de la rata empezaron a temblar mientras dejaba escapar todas las emociones que había estado reviviendo desde el día que había estado noqueado y era obligado a recordar los momentos más dolorosos y felices de su vida...
Aquella noche fue más fría de lo normal...
"Eres MI obseción, MI tormento, y nada puedo hacer al respecto, no quiero que me quiten eso tambien..." susurró aun mas bajo Ratigan, casi como un suspiro doloroso, como si se le fuera la vida en esas palabras y Basil no tenia respuesta alguna para eso
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