✞︎. 𝟏


01 𝗡𝗼𝘃𝗶𝗲𝗺𝗯𝗿𝗲, 1958

El olor a putrefacción y sangre seca se inpregnó en las paredes de tal manera que uno de los forenses salió huyendo como si su vida estuviera en peligro. Otro de ellos sintió el vomito subir por su garganta, obligándose a dejar la sala por unos minutos.

El oficial Darren observó el panorama con decepción y frustración preguntándose que nivel de maldad tendría que haber en la mente de una persona para cometer un acto tan inhumano.

Una joven, probablemente no mayor de 17 años, estaba de rodillas en medio de aquella casa inhabitable. Sus muñecas estaban atadas causando que sus manos se pegaran en posición de "rezo". Su cabeza se recargaba sobre estas y donde debían estar sus ojos, sólo un par de oscuras cuencas vacías. Su piel estaba grisácea y pálida, casi como la de una estatua de piedra; su cuerpo tan delgado estaba en los huesos y este parecía acerecer de algún fluido corporal, incluidala sangre. Sus ropas, que anteriormente eran blancas, ahora sólo se podía distinguir a duras penas, daba a entender que se trataba de una estudiante de "La Casa para Señoritas".

── Según Stuart, lleva aquí al menos 3 días. Aún estaba viva cuando le arrebataron los ojos y la dejaron aquí. ── Se acercó con el ceño fruncido su otro compañero uniformado.

── Pobre niña. ¿Qué pecado habrá cometido para algo como esto? ── Se encogió de hombros negando con la cabeza.

── ¿El reverendo y la madre superiora saben de esto?

── Ya hemos mandado a alguien para que se les informe. Por ahora será mejor que lo mantengamos lejos del público. No queremos que se arme pánico entre esta gente. ── Soltó Darren sobándose la frente, para luego acomodar su cinturón y retirarse a pasos desganados lejos de sus compañeros.








































𝗗𝗶𝗮𝗻𝗻𝗲 𝗢'𝗖𝗼𝗻𝗻𝗼𝗿

Miss ojos se abrieron de golpe, respirando con frenesí. Un ardor se hizo presente en mi pecho, reclamando un par de jadeos. Sentada sobre las empapadas sábanas debido al sudor, intenté desesperadamente retener las imágenes de mi reciente visión.

Una ráfaga azotó desde mi ventana abierta. "Creí haberla cerrado", pensé, mientras bajaba mis pies de la cama temblando por el tacto de la fría madera. No me detuve a mirar mucho hacia afuera, aún era temprano y deseaba volver a acurrucarme entre la calidez.

── Solo unos minutos más. ── Murmuré sacando una gruesa cobija y dando un brinco de satisfacción hacia el colchón.

No tenía intenciones de dormir de nuevo, pues aunque así lo quisiera, aquella visión permaneció en mi mente.

Luego de tantos años lidiando con ellas y su para nada anticipada presencia, había aprendido a sobrellevarlo. Pero su extrañeza me dejó pensando.

"Un conejo de pelaje negro y perturbadores ojos rojos observaban una pequeña ave muerta frente a él. Lo veía como si de una presa se tratara. El conejo crecía y crecía de una manera imposiblede creer, hasta convertirse en una presencia alta y sin figura. Luego sus brillantes ojos se posaron en mí, como si supiera que yo estaba viendo. Como si supiera quién soy".

Siempre eran así. Confusas y muchas veces no sabía lo que significaban hasta que sucedía. Aunque para ese momento ya era muy tarde.

• • •

Terminé de acomodar los cabellos rebeldes que intentaban salirse del peinado, para posteriormente secar mis manos y salir por la puerta de mi habitación. De inmediato pude visualizar a más de un par de chicas dirigiéndose a la pequeña capilla.

Fruncí el ceño y sin saber lo que sucedía e imité su acción. De en medio de uno de los pasillos surgió Dafne acomodando descuidadame su falda, puse mi mano frente a ella para evitar que chocase con algo y saludé.

── Hey, ¿qué sucede?, ¿por qué están todos actuando como dementes? ── Caminé junto a ella, en dirección a aquel lugar.

── ¿No supiste? ── Hice un mohín negando con la cabeza. ── Hace un rato pasaron a las habitaciones, pidiendo nuestra presencia en la capilla, creo que es urgente.

── ¿Qué tan importante será si abarcará el tiempo de sermones matutinos del padre Kovak? ── Dije en tono de broma y ella rió.

── No lo sé, lo suficiente como para suspender todas las actividades de hoy. ── Su rostro se llenó de extrañeza al igual que el mío.

Entramos topándomos con el ruido de murmuros, viendo como la mayoría ya se encontraban esperando las palabras de la madre superiora, quien a diferencia de la horrorizada hermana Angelique, reflejaba molestia en su rostro.

── ¡Silencio! ── Gritó la mujer acaparando toda la atención. El padre Langdon Kovak agradeció con un pequeño gesto y caminó mirando todo el lugar en busca de alguien. Rápidamente me interceptó entre la muchedumbre y sonrió de manera casi imperceptible.

── Nos entristece, así como nos conmociona saber e informar que una de nuestras virtuosas jóvenes ha sido privada de la vida. ── Habló con una voz cargada de seriedad. Al frente estaba postrada una foto de la chica que según sus palabras, ya no estaba más con nosotros.

Se trataba de Bianca Fischer. Apesar de no haber interactuado mucho con ella, sabía que se trataba de una inmigrante alemana. Ella y su madre habían dejado su país natal hace unos años durante la terrible guerra, estableciéndose en esta pequeña comunidad religiosa Rumana donde se les dio asilo. ¿Quién diría que después de tantos años de paz, sería víctima de un ser despiadado?

── Nos duele la partida prematura de nuestra compañera y aunque juzgamos este espantoso acto, estamos llenos de seguridad de que ahora está entre las manos de nuestro señor y ¿quiénes somos para juzgar su voluntad? Oremos por ella con esperanza de no volver a ser sorprendidos con una noticia del mismo origen. ── Soltó aire y junto sus manos paseándose en el frente. ── Es un golpe imprevisto para nosotros y nuestra pequeña comunidad, pero confío en que seremos capaces de sobrellevarlo de manera sana.

── El día de hoy quedarán suspendidas todas las actividades. Las esperaremos aquí mismo después de la cena para despedir a Bianca Fischer como se debe. ── La hermana Angelique anunció con su dulce voz, hizo una leve con la cabeza y volvió a su lugar.

── Esto es terrible, ¿qué crees que le haya ocurrido? ── Preguntó Dafne con voz baja. Me encogí de hombros y negué. Con nuestros brazos entrelazados salimos siguiendo el paso de las demás estudiantes, hasta el comedor. Durante el desayuno cuchicheaban y creaban sus propias teorías, todas llegando a una misma conclusión. Se trataba de un asesinato.

── Nunca hablé con ella pero parecía muy dulce.

── Yo sí, compartí habitación con ella hace un par de años y era callada, pero no... no era el tipo de persona merecedora de algo como esto.

── Nadie lo es. ── Interviné recibiendo miradas de afirmación.

── Además llevaba más de una semana sin ver ni saber de ella, ¿cómo es que nadie pensó en buscarla?

── La hermana Angelique dijo que tuvo un inconveniente en casa y se vio obligada a dejar el convento por unos días. Nada del otro mundo. ── Dije.

── Lo que sea que le haya sucedido, será mejor dejarlo aquí. Por respeto a ella. ── Candace, creo que ese era su nombre, soltó con apatía sin despegar la vista de su libro.

Dafne rodó los ojos y volvió a mí. ── Como sea. Tenemos el día libre de deberes, ¿qué quieres hacer?

── No lo sé, el clima últimamente es tan nefasto. ── Suspiré con pesadez. El invierno estaba cerca, trayendo consigo el frío culpable de calar en los huesos.

Afuera del comedor estaba el padre Kovak, sonrió afable en cuanto lo noté e hizo un gesto con sus ojos, para luego caminar en dirección opuesta por el pasillo.

── Tengo algo que hacer, pero en un rato iré a tu habitación, ¿está bien? ── Asintió sonriente mi amiga y se levantó de su silla dispuesta a ir por más comida.

No hacía falta preguntarme hacia dónde ir, lo sabía muy bien. Asegurándome de no ser interceptada por alguien, me dirigí hasta el área de dormitorios. Me detuve frente a la puerta del último de ellos, el cual era el más grande y con la mano en forma de puño, golpeé con suavidad.

── Adelante.

Y así lo hice. Abrí la puerta dejándome ver a un costado del marco de madera. Me observó y sonrió sin mostrar los dientes.

── Langdon. ── Saludé.

── Anne. La noticia me dejó muy preocupado, ¿cómo estás tú? ── Se acercó tomando mi barbilla, en ese instante noté la inquietud en sus ojos.

── Pienso que es horrible, pero yo me encuentro bien. ── Sonreí de manera tranquilizadora.

── Ven, entra. ── Vio por encima de cabeza en dirección al pasillo y entrecerró los ojos. ── Y cierra la puerta.

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