026 || the new red room

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Chapter Twenty Six
La nueva habitación roja

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Enero, 2017

CUANDO VIOLET CONOCIÓ A STEPHEN STRANGE no pudo evitar sentir una gran atracción por él. Era un hombre atractivo y sumamente inteligente, lo cual era una de las cosas que ella más valoraba en un hombre. Lo veía a la distancia e incluso llegó a ser parte de las enfermeras que lo ayudaban en algunas cirugías, y aunque él no parecía notarla, ella no se sentía mal, comprendía que en la situación en la que se encontraban, Stephen debía centrar su completa atención en su paciente y no en las enfermeras que lo rodeaban.

Pero aún con eso, Violet se sentía bastante atraída por él, solo que jamás esperó que la atracción que ella creía era meramente pasajera o incluso sexual, terminara evolucionando a un enamoramiento tan intenso.

Había pasado ya un mes desde que Violet y Stephen habían comenzado su relación. Todo entre ellos parecía ir bastante bien, en especial ahora que Stephen había encontrado dos motivos nuevos para salir adelante después de su accidente. Las artes místicas y Violet.

A la rubia le costó un poco de trabajo comprender todo lo que su pareja hacía siendo el guardián de la gema y el hechicero supremo, era un mundo al que no estaba acostumbrada y que le resultaba bastante nuevo, pero al que intentaba adaptarse con el paso del tiempo.

— Una ex viuda negra y un hechicero de artes místicas. Parece el inicio de un libro para adolescentes— pensaba Violet cuando pensaba en lo contrastante que era con Stephen— Jamás esperé salir con un mago... bueno, ni siquiera sabía que existían

— Hechicero— corregía Stephen

— ¿A ti también te sortearon en una casa? Así como en Harry Potter cuando va a Hogwarts— preguntaba Violet— Porque yo te veo cara y actitud de Ravenclaw

Stephen solo se limitaba a reír por las dudas y comentarios de su novia, quien cada que entraba al santuario de Nueva York, miraba con gran asombro todo lo que la rodeaba.

La parte favorita de Violet de todo el santuario eran los portales que con el movimiento de una perilla podían llevarte a cualquier lugar en el mundo. Le gustaba usarlos y viajar a una isla deshabitada que se encontraba en México.

La Isla Tiburón pertenecía a Sonora, Violet la había descubierto en sus años como red widow cuando fue enviada a una misión a la base militar del lugar.

El ambiente era solitario y desolado, con un silencio que se rompía sólo por el susurro del viento y el murmullo del mar, creando una sensación de aislamiento y serenidad. La fauna era rica y diversa, había una gran variedad de especies de aves marinas, reptiles y mamíferos. A Violet le gustaban, pero siempre elegía mantenerse alejada para que estos no se sintieran amenazados. Los cielos despejados y la pureza del aire permitían vistas panorámicas espectaculares, especialmente al amanecer y al atardecer, cuando el horizonte se teñía de colores cálidos.

Ahora que tenía la opción de ir cuando quisiera, disfrutaba de sentarse en la arena y observar el mar mientras respiraba con tranquilidad, todo mientras pensaba en que por fin había logrado casi todo lo que quería en la vida.

Un trabajo que amaba y en el que era buena. Una pareja que la adoraba y no la juzgaba por su pasado. Un lugar al cual llamar hogar...

Todo parecía ser perfecto para Violet y ella así lo creía la mayoría del tiempo. Al menos hasta que a su mente llegaba el recuerdo de Adeline.

Había jurado protegerla, salvarla de la red room, que tendrían una vida feliz al salir... y no había podido cumplirlo. La había abandonado, no había podido salvarla...

— Cariño, ¿Estás bien?— preguntó la voz de Stephen mientras tocaba su hombro— ¿Estás... estás llorando?

Violet limpió las lágrimas que rodaban por su mejilla y negó de inmediato.

— ¿Qué haces aquí?— preguntó Violet tratando de evadir la pregunta

— Tardaste mucho en volver y comenzaba a preocuparme, además ya vamos a cenar— dijo Stephen sentándose junto a ella— ¿Qué pasa? No me evadas el tema

— Perdí la noción del tiempo, una disculpa. ¿Cómo supiste que estaba aquí?

— Sé que tu lugar para sentirte tranquila es Isla Tiburón. Así que si no te encuentro en la biblioteca hablando con Wong, te encuentro aquí— explicó él— ¿Me quieres contar qué te pasa o seguirás fingiendo que no escuchaste mi pregunta?

Violet lo pensó. En el tiempo que llevaba saliendo y conociendo a Stephen, le había confiado cosas que usualmente no contaba a nadie por temor a ser juzgada. Parte de eso fueron los horrores que vivió en la red room y las misiones que se le encomendaron. Anécdotas que quebraban su corazón cada que las contaba...

Sin embargo, Stephen no juzgó ninguna de las acciones que Violet realizó. Simplemente permaneció en silencio escuchando con atención todo lo que salía de la boca de la rubia. Sin prejuicios, sin preguntas extras, solamente escuchando y siendo el apoyo que Violet necesitaba.

Pero aún con todo eso, Violet jamás se atrevió a contar la peor cosa que había hecho en su vida. La acción que hasta la fecha aún la atormentaba...

— Sabes que puedes contarme lo que sea. Estoy aquí para escucharte— decía Stephen sin despegar la mirada de la rubia— ¿Qué te pasa?

Violet suspiró una última vez, miró el mar y el oleaje en este, cerró los ojos recordando esos cabellos rojizos y derramó una lágrima más.

— Tuve una hermana menor... su nombre era Adeline. Ella fue la que me dio la fuerza para soportar durante tantos años en la red room... siempre hablábamos sobre las cosas que haríamos una vez que pudiéramos escapar de ese lugar— comenzó a contar viendo al mar— La primera vez que vine a este lugar, solo pude pensar en Adeline. En como me hubiera encantado traerla, aunque ella era más de playa y montaña al mismo tiempo... su lugar favorito era Niebla, un pueblo ubicado en Chile que visitó por misiones

Violet soltó una ligera sonrisa al recordar eso. Al recordar la alegría en el rostro de Adeline cuando volvió de esa misión. Recordó la gran cantidad de horas que pasó escuchándola hablar sobre lo hermoso que era el pueblo...

— Violet... cariño— habló Stephen, sacándola nuevamente de sus pensamientos

— Lo siento. me perdí un poco en mis pensamientos... te decía, deseaba traerla aquí. Un lugar tranquilo con una vista increíble... un lugar en donde podríamos ser libres— siguió contando sin borrar la sonrisa de su rostro— Parecía ser el lugar ideal para tener un nuevo comienzo...

— ¿Puedo preguntar qué ocurrió con Adeline?

— La abandoné— confesó agachando la mirada— Y gracias a eso, la mataron...

Stephen rodeó el cuerpo de su novia entre sus brazos.

— Rompí mi promesa de siempre protegerla... escapé de la red room sin ella, así que terminó pagando las consecuencias de mis acciones...

— ¿Realmente crees que falleciera? Tal vez logró sobrevivir...

— ¿Recuerdas cuando nos comenzábamos a conocer y me ausenté unas cuantas semanas? Te dije que tenía asuntos personales que resolver— preguntó ella, a lo que él respondió con un asentimiento— Viajé junto a Natasha para destruir la red room...

Stephen quedó sorprendido. Claro que en su momento había escuchado la noticia de que aquel grupo ruso había caído y aunque en ese momento desconocía que Violet había formado parte de él, sintió alegría por todas aquellas mujeres que por fin serían libres.

Para cuando supo que Violet había formado parte del grupo y que había escapado junto a Natasha Romanoff, solo deseó abrazarla hasta que todo el dolor y las pesadillas quedaran en el olvido. Jamás pasó por su cabeza que la rubia hubiera apoyado al proceso de que la gran organización cayera, pero ahora que lo sabía, la idea no sonaba nada descabellada.

Conocía las habilidades de su novia y la creía capaz de eso y mucho más.

— En ese viaje hablé con todas las viudas... ellas me dijeron que desde que escapé, Adeline había sufrido como ninguna otra viuda y que... que...

La voz de Violet volvió a cortarse.

— Lo siento, de verdad lo siento— decía Stephen mientras abrazaba con fuerza a Violet, quien ya lloraba nuevamente

—No puedo dejar de pensar en Adeline —sollozó Violet, escondiendo su rostro en el pecho de Stephen—. Debería haber hecho algo, debería haberla salvado... No es justo que esté aquí, viviendo, mientras ella ya no está.

Stephen la abrazó aún con más fuerza, sintiendo su propio corazón romperse al escuchar el dolor en la voz de Violet. Sabía que las palabras no serían suficientes para aliviar su culpa, pero no podía quedarse callado, quería hacer algo, quería darle consuelo.

—Violet, no puedes seguir cargando con esto tú sola —dijo suavemente, inclinando su cabeza para que ella pudiera mirarlo a los ojos—. Lo que pasó con Adeline... fue terrible, espantoso, ninguna de las dos merecía algo así, pero no fue tu culpa. Hiciste todo lo que pudiste en ese momento. No la conocí pero estoy seguro que ella sabía cuánto la amabas.

Violet sollozó de nuevo, pero esta vez, Stephen sintió que algo en ella se relajaba ligeramente.

—Estoy aquí contigo —continuó, su voz firme pero llena de ternura—. No tienes que llevar esta carga sola. Sé que es difícil, pero quiero que recuerdes que Adeline siempre estará en tu corazón, y vivir no es traicionarla. No te voy a dejar, y juntos vamos a superar esto.

Violet levantó la mirada hacia él, sus ojos estaban llenos de lágrimas, algunas de tristeza por su hermana, pero algunas otras también por la alegría que le generaba el tener a alguien como Stephen a su lado. Él le acarició el cabello, depositando un suave beso en su frente.

— Siempre voy a estar, ya no tendrás que lidiar con esto tu sola, me tendrás siempre a tu lado— dijo él
Y por un tiempo, Violet creyó que así sería...

•••

La pantalla de la computadora lanzaba un resplandor azul que bañaba el rostro de Violet en la penumbra de la habitación. Sus dedos se movían frenéticamente sobre el teclado, saltando de un programa a otro, de un sistema de seguridad a otro, pero cada búsqueda terminaba en un callejón sin salida.


Llevaba 24 horas sin dormir, 24 horas desde que Adeline había desaparecido sin dejar rastro. La desesperación la consumía.

Violet revisó por enésima vez las cámaras de seguridad de las calles cercanas a su departamento (último lugar en donde había sido vista, había accedido a las redes de tráfico, a los sistemas de reconocimiento facial del gobierno, y había rastreado señales de GPS en dispositivos cercanos. Incluso había hackeado celulares en las proximidades, buscando cualquier señal, cualquier llamada o mensaje que pudiera dar una pista. Pero no había nada. Todo estaba en blanco.

Cada minuto que pasaba sin resultados, la tensión se acumulaba en su pecho como una garra que la asfixiaba. El sudor le perlaba la frente, y su respiración era rápida, entrecortada. Violet sabía que estaba violando todos los protocolos del FBI, cruzando líneas que la pondrían en la mira de todos los superiores, en especial de Fitzgerald. Pero no le importaba. Adeline era lo único que importaba.

—Vamos, vamos... —murmuraba para sí misma, sus ojos inyectados en sangre fijos en la pantalla— No puedes simplemente desaparecer, Adeline. Dime dónde estás.

Violet abrió otra ventana en su ordenador y comenzó a escribir líneas de código a una velocidad que habría impresionado a cualquier otro hacker.

Estaba creando un script personalizado para infiltrar redes privadas de comunicaciones, aquellas que ni siquiera el FBI podía rastrear sin autorización. Sabía que era arriesgado, pero no le quedaba otra opción. Se adentraba en la dark web, buscando señales de tráfico inusual, cualquier cosa que indicara que Adeline había sido llevada ahí, al inframundo digital.

—Por favor... —su voz se quebró mientras ejecutaba el código, sus ojos recorriendo la pantalla con ansiedad.

Una vez más, la búsqueda terminó sin resultados.

Violet sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Sus conocimientos, su experiencia, todo lo que había aprendido en años de ser una de las mejores hackers del mundo, no estaba sirviendo de nada.

¿Y si Adeline estaba...? No. No podía pensar así. No iba a rendirse.

Con un esfuerzo final, Violet abrió una conexión directa a un satélite espía, una herramienta que usaba sólo en casos de extrema emergencia.

— ¿Qué estás haciendo?— preguntó Penélope García al entrar al cuarto y ver la computadora de su compañera— ¿Eso es...? Violet, eso te va a meter en grandes problemas

— No me importa. Necesito encontrar a Adeline— decía Violet mientras las lágrimas caían por su rostro— Y si esta es la manera de encontrarla, no me importa meterme en problemas...

— Te van a encerrar en una prisión de alta seguridad si lo haces— dijo García intentando detenerla— Adeline es importante para mí también, es parte de mi familia y deseo encontrarla, pero lo que estás haciendo es demasiado peligroso. Si sigues, no solo podrías meterte en problemas irreversibles, sino que podrías alertar a quienes la tienen. Podrías perderla para siempre.

— ¡No me importa acabar encerrada!— gritó Violet

Una taza se rompió a los segundos del grito de Violet.

— Estamos hablando de mi hermana. La única familia que tengo y no pienso perderla solo porque ustedes no están dispuestos a hacer lo que sea necesario por ella— decía Violet mientras continuaba escribiendo códigos en la pantalla

— Violet, escuchame, tienes que detenerte ahora— dijo García intentando tomarla de las manos para que dejara de escribir— ¿Crees que yo no pensé en lo que estás haciendo? Claro que lo hice. Sabía que yo no sabría como hacerlo, pero sabía que tu si... pero me detuve al darme cuenta del enorme riesgo en el que estaríamos todos

— Solo me importa Adeline— respondió Violet soltandose del agarre de García— Ya la abandoné una vez y no voy a dejar que eso se repita

García no sabía qué hacer. Sabía que si Violet terminaba de escribir ese código y lo mandaba, la metería en bastantes problemas, incluso al equipo. Meterse con esa clase de satélites del país era algo serio. Debía detenerla.

— Háblame de Stephen— soltó no muy segura de lo que dijo

— ¿Qué?— preguntó Violet volteando a verla

— Háblame de Stephen. Quiero que me cuentes sobre él...

— Con todo respeto, ¿Por qué te hablaría sobre él?— dijo Violet mirándola mientras levantaba una ceja

— Hace unas noches, en el bar, escuché como le contabas a Morgan sobre él. Le dijiste que Stephen había visto lo bueno en ti... cosas que nadie nunca se había molestado en conocer— explicaba García con la voz temblorosa— Dijiste que él te había amado de maneras que no creías que fueran posibles

— Aún no entiendo qué tiene que ver Stephen en todo esto como para que te hable sobre él

— Stephen Strange es catalogado como un héroe por muchos, y si dices que él te amaba de esa manera es porque quiero creer que tienes un gran corazón. No creo que él amara a alguien que era capaz de poner en riesgo a inocentes...

Las palabras de García incomodaron a Violet. Lo sintió como un golpe bastante bajo.

— ¿Qué era lo que él más amaba de ti?

— Mi deseo por... por ayudar a quienes lo necesitaban— dijo Violet con la voz entrecortada— Mi deseo por marcar una diferencia... eso era lo que él... lo que él más amaba de mi

Violet sintió que sus latidos se aceleraban, por lo que inconscientemente buscó tocar la mariposa que ahora adornaba su cuello.

Tenía días desde la última vez que tuvo que recurrir a este para sentirse en calma, sin embargo las palabras de García la estaban haciendo sentir que todo su progreso estaba en riesgo de venirse abajo.

El recuerdo de Stephen la comenzó a atormentarla y se negaba a sentir eso, en especial ahora que su atención debía centrarse en encontrar a su hermana.

— Si Stephen amaba eso de ti... no lo hagas que crea que cometió un error... si envías ese código, nos pondrás a todos en riesgo... en especial a ti... él no querría eso, Adeline menos

—No puedo detenerme ahora —respondió con voz quebrada—. He usado todo, García. Cámaras, celulares... y no hay rastro de ella. No puedo perderla. No puedo... la acabo de recuperar...

—Violet —la voz de García se suavizó, pero seguía siendo firme— Sé que estás desesperada. Yo también lo estoy. Pero hay maneras de hacer esto sin ponernos en peligro a todos. Tienes que confiar en mí. Juntas, encontraremos a Adeline, pero no así. No arriesgando tu carrera, tu vida, y la operación completa.

— García... ella es todo lo que me queda. No puedo perder a alguien más, ya no— negaba Violet con desesperación— Ya perdí al amor de mi vida... lo perdí justo frente a mis ojos y no pude hacer nada por salvarlo... perdí a mi mejor amiga y no tuve la oportunidad de decir adiós... hace años perdí a Adeline y ahora que la acabo de recuperar...

El corazón de García se rompió al escuchar las palabras de Violet. Y es que si bien en los últimos meses habían tenido una relación bastante tensa, el ver a la rubia tan vulnerable y tan desesperada por encontrar a Adeline la hacían darse cuenta que la viuda no era como ella lo creía.

— Escucha, todos en el equipo estamos preocupados y te puedo asegurar que todos estamos moviendo cielo, mar y tierra para encontrarla. No puedo dejarte que hagas algo como esto... te van a descubrir, te van a detener y se que Adeline no querría que terminaras encerrada en alguna cárcel— decía García haciendo que Violet la mirara— Así que quiero que desconectes del sistema. Ahora mismo. Y luego, quiero que te tomes un momento para respirar, para pensar claramente. Vamos a encontrarla, Violet. Pero tenemos que ser inteligentes. Tú eres una de las mejores, y si trabajamos juntas, encontraremos a Adeline. Pero para eso, necesito que estés en tu mejor estado. No podemos permitirnos errores.

Violet cerró los ojos, dejando que las palabras de García se asentaran. Sabía que tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil. Con un último suspiro, sus dedos se movieron para desconectar la terminal del sistema. El silencio en la habitación se sintió ensordecedor.

—Está bien, García —dijo finalmente— Vamos a hacerlo a tu manera. Pero prométeme que la encontraremos. Me niego a perder también a mi hermana...

—Lo prometo, Violet. No dejaremos que Adeline desaparezca. No mientras estemos juntas en esto.

Violet se recostó en su silla, sintiendo por primera vez en horas una pequeña chispa de esperanza. Juntas, ella y García tenían una mejor oportunidad de encontrar a su hermana. Y no importaba cuánto tiempo tomara, no se detendrían hasta lograrlo.

— Y Violet...— dijo García haciéndola voltear nuevamente— No solo tienes a Adeline... ahora tienes al equipo
Ella sonrió ligeramente, limpió las lágrimas en su rostro y le agradeció con un susurró.

•••

Violet caminaba por los pasillos del edificio como un espectro, los ojos enrojecidos y la mente agotada por la falta de sueño. Penélope la había prácticamente obligado a tomarse un descanso, aunque lo último que quería era alejarse de la pantalla.

Pero sabía que García tenía razón, necesitaba comer algo, aunque fuera solo para mantener su energía.

Cuando llegó al área de comida, el lugar estaba desierto, salvo por una figura familiar sentada en una de las mesas. Spencer Reid estaba inclinado sobre una taza de café, sus ojos fijos en el líquido oscuro como si buscara respuestas en él. Su cabello, normalmente bien peinado, estaba despeinado, y había ojeras bajo sus ojos, señal evidente de que él tampoco había dormido.

Violet vaciló un momento en la entrada, sintiendo una punzada en el pecho al ver lo desgastado que se veía. Sabía que Spencer estaba igual de preocupado por Adeline, y aunque él intentaba mantenerse fuerte, el desgaste emocional era evidente.

Spencer levantó la vista cuando sintió su presencia y, al verla, su expresión cambió a una mezcla de preocupación y algo más profundo, algo que Violet no alcanzaba a descifrar, pero a lo que no le tomó tanta importancia.

—Violet —su voz era suave, casi un susurro—. No esperaba verte aquí. ¿Estás bien?

Ella dejó escapar un suspiro cansado y se sentó frente a él, sintiendo el peso de las últimas horas caer sobre sus hombros.

—Penélope me obligó a venir a comer algo —admitió con una sonrisa cansada, aunque no había humor en su tono—. Aunque dudo que sea capaz de tragar bocado. Pensé en venir por un refresco y tal vez salir a fumar... siento que si como algo, lo voy a terminar vomitando

Spencer la observó detenidamente, sus ojos marrones llenos de una preocupación que Violet no podía evitar notar. Había algo en su mirada que la hacía sentirse expuesta, vulnerable, y eso la inquietaba. Había pasado tantas horas concentrada en la búsqueda que apenas había tenido tiempo de procesar sus propios sentimientos. Pero ahora, sentada frente a Spencer, sentía cómo una extraña tensión se acumulaba entre ellos.

—Has estado trabajando sin descanso —dijo él, su voz teñida de reproche suave—. Necesitas cuidarte también, Violet. No puedes encontrarla si te derrumbas antes.

Violet bajó la mirada, sintiendo una punzada de culpa. Sabía que Spencer tenía razón, pero el miedo de perder a su hermana la había empujado más allá de sus límites.

—No puedo parar, Spencer —dijo en voz baja—. Cada segundo cuenta, y cuanto más tiempo pasa, más posibilidades hay de que...

No pudo terminar la frase. El solo pensar en lo que podía haberle ocurrido a Adeline la dejaba sin aliento. Spencer extendió su mano sobre la mesa, cubriendo la de ella en un gesto de consuelo. El contacto era cálido, reconfortante, y aunque intentó ignorarlo, un pequeño escalofrío recorrió su espalda.

—Lo sé, Violet —dijo con suavidad, su pulgar rozando suavemente el dorso de su mano—. Pero no estás sola en esto. Todos estamos aquí para ayudarte. Y... yo estoy aquí para ti.

Violet levantó la vista, encontrándose con los ojos de Spencer. Había algo en su tono, algo en la manera en que la miraba, que hizo que su corazón latiera un poco más rápido. Pero en su estado de agotamiento emocional, no estaba segura de cómo interpretar lo que veía. No tenía fuerzas para pensar en nada más allá de encontrar a Adeline, pero no podía negar que la cercanía de Spencer, su calidez, la afectaba de una manera que no esperaba.

—Gracias, Spencer —murmuró finalmente, su voz temblando ligeramente— Realmente lo aprecio.

Spencer apretó suavemente su mano antes de soltarla, y el aire entre ellos se cargó de una tensión que ninguno de los dos mencionó. Ambos sabían que había algo más allí, algo que no se atrevieron a explorar en ese momento. Pero incluso en medio de la desesperación, había una chispa, una conexión que los mantenía unidos, aún en toda esa situación.

—Vamos a encontrarla, Violet —dijo Spencer con determinación—. No importa lo que cueste. No dejaremos que nada le pase a Adeline.

Violet asintió, sintiendo una mezcla de gratitud y algo más profundo, algo que no estaba lista para enfrentar. Pero por ahora, el simple hecho de tener a Spencer a su lado le daba la fuerza que necesitaba para seguir adelante. Juntos, enfrentarían lo que viniera, y no se detendrían hasta que Adeline estuviera a salvo.

Segundos después, se removió en su asiento, sintiendo la tensión en sus músculos y la presión en su pecho. Miró hacia la puerta, luego de nuevo a Spencer, y suspiró.

—Voy a salir a fumar un momento —dijo en voz baja, como si estuviera pidiendo permiso aunque no lo hacía

Spencer frunció el ceño al escucharla. Sabía que Violet fumaba en momentos de estrés, pero nunca había sido algo que le agradara. No podía evitar sentir preocupación por su salud, especialmente en un momento en que ambos ya estaban tan desgastados física y emocionalmente.

—Violet... —empezó, pero se detuvo al ver la expresión en su rostro. Era evidente que ella necesitaba un momento para sí misma, una manera de calmar sus nervios, aunque fuera temporalmente. Spencer quería decirle que no lo hiciera, que se quedara y hablara con él en lugar de recurrir a un cigarro, pero también sabía que no podía presionarla en este momento.

Finalmente, dejó escapar un suspiro y asintió lentamente.

—Está bien —dijo con voz suave—. Pero con una condición, cuando vuelvas, tienes que comer algo. No puedes seguir así, Violet. Tu cuerpo necesita energía si vas a seguir ayudando a buscar a Adeline.

Violet lo miró, sorprendida por la firmeza en su voz, pero también sintió un toque de ternura al ver cuánto se preocupaba por ella. Una parte de ella quería protestar, decirle que no tenía hambre, que la ansiedad le impedía siquiera pensar en comer. Pero algo en la manera en que Spencer la miraba, la calidez en sus ojos, la hizo ceder.

—De acuerdo —aceptó, levantándose lentamente— Comeré algo cuando vuelva.

Spencer la observó mientras se levantaba y se dirigía hacia la puerta, su corazón apretándose un poco al verla tan frágil, tan vulnerable. No le gustaba que ella fumara, no le gustaba la idea de que estuviera tan al límite que sentía que lo necesitaba, pero entendía que a veces las personas tienen sus propios mecanismos de defensa, por más dañinos que puedan parecer.

—Violet —la llamó antes de que saliera por completo—. No tardes mucho, ¿sí?

Ella se giró hacia él, con una pequeña sonrisa cansada que no alcanzó a sus ojos, pero que mostraba agradecimiento.

—No lo haré —respondió suavemente, antes de salir al pasillo, dejándolo con sus pensamientos.
Spencer se quedó sentado, mirando la puerta por donde había salido Violet. Sabía que ella estaba lidiando con más de lo que cualquiera debería soportar, y deseaba poder hacer más para ayudarla. Pero por ahora, lo único que podía hacer era estar allí para ella, asegurarse de que al menos no enfrentara todo esto sola.

Al estar fuera, Violet avanzaba por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio mientras apretaba el encendedor en su mano. La necesidad de un cigarro era más que un simple anhelo; era una manera de intentar recuperar algo de control en medio del caos. Mientras giraba en una esquina, vio a Natasha Romanoff caminando en su dirección.

Natasha le lanzó una mirada, captando al instante el encendedor en la mano de Violet. No necesitaba preguntar para saber a dónde iba y por qué. Había visto a muchos agentes, y a ella misma, en esos momentos de necesidad de un respiro, de un escape, aunque sólo fuera por unos minutos. Natasha, sin decir nada, asintió levemente, como si le diera su silenciosa aprobación para que tomara el tiempo que necesitaba. Violet respondió con una pequeña inclinación de cabeza antes de continuar su camino hacia la salida.
Natasha, por su parte, siguió adelante, enfocada en su próximo objetivo.

Cuando llegó a la oficina de Aaron Hotchner, se detuvo un segundo frente a la puerta, ajustándose mentalmente antes de tocar. Hotch, como siempre, estaba detrás de su escritorio, rodeado de informes y documentos. Al verla entrar, alzó la vista, y por un momento, el ambiente se cargó de esa familiar tensión que siempre surgía entre ellos.

—Romanoff — la saludó, su tono neutral, pero sus ojos revelaban algo más.

—Hotchner —respondió Natasha, cerrando la puerta tras ella y caminando hacia su escritorio—. Terminé las entrevistas con los posibles testigos.

Aaron la observó atentamente, notando la manera en que se movía, con la elegancia de una depredadora que siempre estaba alerta, incluso en un entorno seguro. Había algo en ella que siempre lo había atraído, una combinación de fuerza y vulnerabilidad que rara vez dejaba ver.

—¿Encontraste algo? —preguntó, desviando su atención a los documentos frente a él para evitar que su mirada se quedara demasiado tiempo en ella.

Natasha negó con la cabeza, su expresión seria.

—Nada que nos ayude a encontrar a Adeline. Nadie vio nada que no hayamos considerado ya. Si hay una pista ahí fuera, no está en lo que me dijeron.

Hotch suspiró, dejando caer el bolígrafo que sostenía y cruzando los brazos. Sabía lo difícil que era la situación, y la falta de avances solo incrementaba la presión sobre todo el equipo.

—¿Cómo está el equipo? —preguntó, intentando desviar la conversación y con ella, la tensión entre ambos—. ¿Qué está haciendo cada uno?

Natasha lo miró directamente a los ojos, sintiendo el leve cambio de tono en su voz, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Era hábil para cambiar el tema, pero ella no era tan fácil de distraer.

—Tara y Morgan se durmieron hace unos minutos —respondió con suavidad—. Les recomendé que tomaran un breve descanso para estar más atentos cuando encuentren algo. Se negaron al principio, pero les prometí que alguien en todo momento estaría investigando, que no íbamos a dejar de buscar

Hotch asintió, apreciando la preocupación de Natasha por el bienestar del equipo. Sabía que ella no era de las que se tomaba un respiro, y eso lo preocupaba.

—¿Y tú? —preguntó, su tono más suave—. ¿Cuánto tiempo llevas sin dormir?

Natasha levantó una ceja, ligeramente sorprendida por la pregunta, aunque en el fondo sabía que Hotch siempre estaba pendiente de todos los detalles.

—Estoy acostumbrada a pasar muchas horas sin dormir —dijo, dejando caer la referencia a su pasado como viuda negra—. Estoy bien. Puedo seguir investigando.

Mientras hablaban, Natasha se acercó al escritorio, apoyando sus manos en la superficie, inclinándose ligeramente hacia él. Hotch sintió cómo el espacio entre ellos se volvía más íntimo, el aire cargándose de esa tensión familiar, pero siempre contenida.

—Romanoff —su voz era un susurro, y por un segundo, sus ojos se encontraron, el subtexto de su conversación volviéndose más claro.

—Aaron —respondió ella, su voz también baja, casi seductora—. Sabes que no necesitas preocuparte por mí.

Hotch no pudo evitar sonreír, una de las raras veces que lo hacía. Sabía que no podía cruzar ciertas líneas, pero el juego entre ellos era un recordatorio constante de lo que podría ser si alguna vez lo hicieran. Aun así, no podía dejar de preocuparse por ella.

—Aún así, Natasha —dijo, usando su nombre con un tono que lo hacía sonar más personal—. No quiero que te agotes. Todos te necesitamos al cien por ciento.

Natasha sonrió, divertida por la preocupación que veía en sus ojos. Era consciente de la atracción entre ellos, pero ambos sabían que había reglas, barreras que no podían cruzar.

Y aunque el riesgo de enamorarse siempre la había asustado, también le intrigaba lo que sentía cuando estaba cerca de él.

—Estoy bien, Hotch —repitió, esta vez con una sonrisa más suave—. Pero agradezco tu preocupación. Y si alguna vez necesito un descanso, te lo haré saber.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, conscientes de lo que no se decía, de lo que estaba siempre presente entre ellos pero nunca articulado. Al final, Natasha se enderezó y se giró para intentar salir de la oficina, pero no sin antes lanzarle una última mirada.

— Antes de irme, quería hablar contigo de algo más— dijo Natasha retrocediendo ligeramente, dejando a Hotch algo afectado por la pérdida de la cercanía entre ambos— Me esperé para mencionarlo porque necesitaba calmarme antes de sacar el tema y porque no quería que nadie escuchara algo

— ¿De qué hablas?

— Cuando estaba en el apartamento de Adeline me llamaste y me pediste volver de manera inmediata, obedecí y llegué lo más rápido que pude... pero si lo hice fue porque mencionaste algo, o mejor dicho a alguien...

Aaron asintió comprendiendo a lo que Natasha se refería.

— ¿Por qué sabes de ella?— preguntó Natasha con seriedad

— Leí tu expediente y lo sabes. Todo lo que se filtró sobre ti, lo sé...

— No me mientas. No soy ninguna tonta a la que puedas engañar. Conozco todos los archivos que se filtraron sobre mí. Yo los filtré— lo cortó con seriedad— En ninguna de las carpetas que se filtraron sobre mí se menciona a Yelena lo suficiente como para que se sepa que está relacionada a mi. Ahora, lo pregunto de otra manera y espero que seas sincero, ¿Por qué Adeline te habló de Yelena?

El silencio reino en la oficina de Hotchner, sabía que no era una buena idea sacar el tema, sobretodo porque el pensaba que lo que había encontrado Adeline era parte de su paranoia, pero, no perdía nada intentándolo, no perdía nada intentando entender el por que Adeline creeria algo así.

— Como te lo dije, Adeline me dejó un mensaje... — admitió por fin. — Ella cree haber encontrado una conexión entre las niñas desaparecidas y ustedes...

— ¿Niñas desaparecidas? ¿Hablas de Amber Hale?— preguntó Natasha con confusión— ¿Cómo ese caso se puede relacionar a nosotras?

— Su teoría se basaba en tres cosas fundamentales que no tomamos en cuenta, su color de cabellos, sus diferencias de edades y las iniciales de sus nombres... — dijo y apoyó todo su peso en la silla donde se encontraba. — Aún no se si tenía razón, desde... bueno, desde que ustedes llegaron Adeline se volvió muy paranoica, los primeros días con ustedes en la UAC... si soy honesto todo el trabajo que habíamos hecho para que se pudiera abrir con nosotros pareció desaparecer, no la culpo, fue... demasiado para ella, por eso estoy dudando de su forma de analizar todo este caso, y si sumamos su reciente desaparición...

Natasha escuchaba con atención mientras en su mente comenzaba a hacer las relaciones sobre lo que Adeline había teorizado.

No iba a negar que era una teoría bastante rebuscada, pero que de alguna manera tenía sentido en su cabeza, además de que las coincidencias entre ellas y las niñas eran demasiado para ser solamente eso, coincidencias...

— Yelena es mi hermana menor— soltó Natasha con seriedad— Y al igual que todos en la red room sabían de la cercanía entre Adeline y Violet, todos supieron sobre la mía con Yelena. La única diferencia es que a nosotras nos separaron por bastantes años... aún así traté de protegerla... pero si de algo soy culpable es de que yo no hice los intentos de volver por ella... no como Violet lo hizo por Adeline

— ¿Por qué no?

— Siempre creí que su vida estaría mejor sin mi. Me hice la idea de que ella haría su vida por aparte y que ella elegiría mantenerse alejado de todo recuerdo de ese lugar... incluído yo

Natasha sintió un nudo en la garganta al confesar todo eso, sin embargo su postura aún era firme y seria. No quería mostrarle a Aaron Hotchner todo el peso que tenía Yelena en su vida, aún cuando estuviera contando todas esas cosas.

— ¿Tienes alguna pregunta sobre Yelena qué crees que pueda ayudarnos a comprobar o desmentir la teoría de Adeline?— preguntó Natasha

— ¿Sabes la fecha de nacimiento exacta de Yelena y de Violet?— pregunto esperanzado de que no se comprobara lo que tenía en mente— Y por lo que se, tu fecha de nacimiento es el 3 de Diciembre de 1987

— De Yelena es el 28 Junio de 1991, de Violet es el 17 de Mayo de 1987— contestó de manera inmediata— Y si, es correcto

Hotch asintió sin decir más, necesitaba tiempo antes de poder entregar la carta que Adeline le había pasado, quizás debía borrar un par de cosas antes de poder mostrarla...

— ¿Las fechas coinciden, cierto?— dijo Natasha con un poco de temor en la voz

La idea de que alguien estuviera intentando replicar lo que ellas habían vivido le parecía algo atroz. Había luchado demasiado para extinguir a la red room y dejar en libertad a cientos de mujeres... pero ahora notaba que eso probablemente nunca tendría un final. Al menos no como lo deseaba.

— ¿Tienes alguna manera de contactarte con Yelena?— preguntó Hotch ignorando el comentario anterior por parte de la viuda

— Soy maravillosa en muchas cosas y aunque tengo habilidades excepcionales, el hablar con los muertos no es una de ellas— respondió ella con algo de amargura en su voz

— Oh... lo siento mucho— dijo él con algo de culpa por su falta de tacto— ¿Puedo preguntar cómo...?

— Fue parte de las personas que desaparecieron hace algunos meses— dijo ella— ¿Alguna otra cosa?

— Necesito investigar a Alexander Ricci

— ¿El raro que le pidió matrimonio a Adeline afuera del bar de la manera más espantosa y ridícula que existe, y a quien Violet casi golpea? ¿Qué tiene que ver él con todo esto?

— Si, él mismo... pero tiene que ser de una forma no oficial — dijo Hotch sacando una carpeta del mencionado. — Está demasiado limpio como para ser una persona común y corriente, ni una miserable multa de tránsito, no hay nada que pueda decirnos cuál es su perfil, y por lo que vimos ese día, dudo que sea una persona que esté tan limpia...

— ¿Por qué no se lo pides a Violet? Esa mujer puede encontrar hasta a los muertos desconocidos de una batalla... Igual que García — Hotch se quedó callado viendo a la viuda, y ésta levantó una ceja sorprendida por lo que había pedido el hombre frente a ella, no se imaginaba a Aaron Hotchner haciendo cosas por debajo de la mesa y sin el respaldo del FBI. — Déjame ver si entendí, ¿Me estás pidiendo que entre de manera ilegal a la casa de un sujeto?— dijo Natasha viéndolo confundida— Que claro que puedo hacerlo, solo que me sorprende que seas tú quien me lo pida...

— Natasha...

— Bien, bien. Lo haré. Dame unos minutos para leer esto y ponerme al corriente con todo lo que saben de este sujeto— dijo ella tomando la carpeta que momentos atrás había sido colocada en el escritorio— ¿Algo más?

— Por el momento es todo...

—Bien, volveré si encuentro algo nuevo —dijo, antes de abrir la puerta— Y una última cosa. No vuelvas a mencionar el nombre de Yelena o a decir que es mi hermana

—Te estaré esperando y ten por seguro que no lo volveré a hacer—respondió Hotch, manteniendo su mirada en ella hasta que la puerta se cerró, dejando la oficina en un silencio lleno de posibilidades no exploradas.

Cuando la puerta de su oficina se cerró detrás de Natasha, Hotch se quedó inmóvil, sus ojos fijos en el lugar donde ella había estado. La habitación ahora parecía más fría, más vacía, pero su mente estaba lejos de estar en calma. Se recostó en su silla, cruzando los brazos sobre su pecho mientras trataba de ordenar sus pensamientos, aunque sabía que sería en vano.

Desde el primer momento en que vio a Natasha Romanoff en televisión, cuando ella y su equipo salvaron a Nueva York de una invasión alienígena, había sentido algo diferente. Era imposible no reconocer la belleza imponente de Natasha, su fuerza y determinación, que se proyectaban incluso a través de una pantalla. Hotch había estado impresionado, fascinado incluso, pero en ese entonces, la había considerado como alguien inalcanzable, una celebridad, una figura lejana en el mundo de los héroes.

Era como tener un enamoramiento por alguien famoso, una ilusión que sabes que nunca se hará realidad. Así era como Hotch había racionalizado su atracción inicial, dejándola a un lado mientras se enfocaba en su trabajo, su vida. Pero luego, todo cambió.

Cuando S.H.I.E.L.D. cayó y los secretos del pasado salieron a la luz, Hotch no pudo evitar leer el expediente de la Viuda Negra. No fue solo curiosidad profesional; fue algo más personal, un deseo de entender a esa mujer que tanto lo había intrigado. Lo que descubrió en ese archivo lo dejó impresionado: la cantidad de misiones que había cumplido, las habilidades que poseía, la resiliencia que demostraba. Era más que una cara bonita; era una fuerza de la naturaleza. Y aunque no quería admitirlo, su admiración por ella creció exponencialmente. Aún así, nunca creyó que sus caminos se cruzarían.

Pero luego, el universo jugó su mano, y Natasha y Violet llegaron a la Unidad de Análisis de Conducta después de que la mitad de la población desapareciera. Fue una de esas ironías del destino que Hotch había aprendido a esperar, pero que nunca dejó de sorprenderlo. La primera vez que Natasha entró en su oficina, sintió un vuelco en el estómago, una emoción que luchó por mantener oculta tras su semblante serio y profesional. Con el paso de los días, esa emoción no hizo más que intensificarse.

Era difícil ignorar lo que sentía. Natasha tenía una manera de estar en la habitación que lo atraía, una combinación de misterio y fuerza que lo hacía querer conocerla más profundamente, más allá de la fachada que mostraba al mundo. Pero esa misma fachada era lo que lo mantenía a raya. Natasha Romanoff era una mujer de secretos, una experta en ocultar lo que realmente pensaba y sentía, y eso lo asustaba.

Hotch siempre había sido un hombre de certezas, alguien que valoraba la claridad y la honestidad por encima de todo. Sabía que en su línea de trabajo, mantener ciertas cosas en reserva era necesario, pero Natasha era diferente. Ella había pasado su vida ocultando quién era, y aunque entendía por qué lo hacía, eso no eliminaba el temor que sentía al pensar en lo que podría significar acercarse demasiado a ella.

La tensión entre ellos era palpable, y Hotch lo sabía. A veces, se sorprendía a sí mismo buscando excusas para estar cerca de ella, para hablarle, incluso cuando sabía que debía mantenerse distante. Y Natasha... Natasha también jugaba su parte en ese juego no declarado. Había momentos en los que sentía que ella le devolvía esos sentimientos, que había algo más allá de la atracción física, algo que podría ser real si ambos se atrevieran a dar ese paso. Pero luego, recordaba quién era ella, lo que había hecho, y la pared volvía a levantarse entre ellos.

Hotch suspiró, pasándose una mano por el cabello mientras miraba la puerta cerrada. Estaba atrapado entre lo que sentía y lo que sabía que debía hacer. Admitir sus sentimientos por Natasha sería admitir que estaba dispuesto a arriesgarse a ser herido, a descubrir secretos que tal vez preferiría no conocer. Pero la alternativa era seguir reprimiendo esos sentimientos, seguir fingiendo que no importaba, cuando sabía muy bien que sí lo hacía.

Era una situación complicada, una que lo dejaba sintiéndose confuso y vulnerable, dos cosas que no le gustaban. Pero no podía ignorar la verdad: desde el momento en que Natasha Romanoff había entrado en su vida, ya nada había vuelto a ser igual.

•••

Cuando se cumplieron las 26 horas de la desaparición de Adeline, el equipo decidió reunirse en la sala de juntas para juntar todas sus evidencias y comentar las actitudes de la pelinaranja en los últimos días, esperando que de alguna conversación pudiera salir información para dar con su paradero.

Hotch, Violet, Spencer, Tara, Morgan y García. Ese era el orden en la gran mesa redonda. Ninguno decía nada, pero en los rostros de todos podía notarse la tristeza y el agotamiento de las últimas horas.

La única que faltaba en la mesa era Natasha, todo a causa de la misión que Hotch le había encomendado horas atrás.

— García, Violet. ¿Tuvieron suerte con las cámaras?— preguntó Hotch, rompiendo el silencio

— Nada señor— negó García— Violet y yo buscamos por todas las cámaras en funcionamiento en un radio de 3 cuadras y no logramos encontrarla.

— La vimos salir del edificio, pero al dar vuelta en una esquina, descubrimos un punto ciego, por lo que asumo lo aprovechó para cambiar algo de su apariencia para no ser encontrada...— suspiró Violet

Hotch suspiró con frustración. Pensó que ni García o Violet habían encontrado algo, sería muy complicado que el resto tuviera algo que pudiera ayudarlos, lo que lo hacía pensar en que tal vez debía seguir la corazonada de Adeline.

— Oigan, ¿Dónde está Romanoff?— preguntó Tara

— Sigue una posible pista, espero no tarde en llegar— contestó Hotch mientras se debatía sobre si debía hablar con Violet sobre lo que Adeline mencionó en la carta

— ¿Tiene algo? ¿Por qué no lo compartió con el resto?— preguntó ahora Morgan

— No estamos muy seguros de si es algo que nos pueda funcionar, por lo que ella fue a investigar— contestó Hotch viendo a Violet, quien parecía tener la mirada perdida— Violet... ¿Estás bien? ¿Necesitas descansar?

— Solo necesito encontrar a mi hermana— contestó ella sin mirar a nadie en la mesa— ¿Es todo lo que se va a hablar? ¿Puedo volver a mi lugar de trabajo? Aún tengo canales de comunicación que revisar

Hotch notaba que Violet estaba peor que el resto del equipo. Necesitaba encontrar a Adeline antes de que aquella viuda perdiera la humanidad que le quedaba y actuará de maneras poco éticas.

— En realidad... quería hablar contigo sobre lo que me entregaste hace unas horas, lo que Adeline te pidió que me entregaras— dijo Hotch haciendo que todos lo vieran— ¿Sabías el contenido del sobre?

Ella negó.

— Adeline me escribió esto y tiene algunas indicaciones— dijo el de traje extendiendole la carta a la rubia, quien con extrañeza recibió la hoja— Hablé con Natasha hace unas horas y me comprobó parte de lo que Adeline menciona...

Violet no entendía mucho, por lo que leía la carta lo más rápido que podía.

— Y en vista de que esto es lo último que escribió Adeline y que Natasha comprobó partes de esa carta, debo preguntarte sobre el día que la red room cayó...

Hubo unos segundos de silencio en la sala, segundos en los cuales Violet terminó de leer todo lo que su hermana había escrito.

Dejó la hoja a un lado, por lo que Spencer la tomó para leerla. Ella por su parte parecía estar procesando la teoría por parte de la pelinaranja. Su cabeza daba vueltas intentando comprender el porqué alguien quería replicar de una manera tan exacta la existencia de cuatro viudas...

— ¿Estuviste el día que la red room cayó?— preguntó Morgan con asombro— Nunca te mencionaron... solo hablaron de Natasha...

— Existieron varias misiones en las que estuve involucrada desde la caída de S.H.I.E.L.D en donde no se mencionó mi nombre... nunca me gustó la atención de los medios— respondió Violet aún procesando lo que había leído— La caída de la red room y la liberación de las viudas fue una de ellas...

— Violet, cuando la red room cayó... ¿Atraparon a todos los involucrados?— preguntó Hotch con seriedad— ¿Todas las viudas fueron liberadas? ¿La organización realmente quedó extinta?

— Si...

— ¿Cómo estás tan segura?— cuestionó Spencer mostrándole la carta a Tara— ¿Y quién es Yelena?

— Natasha consiguió una usb que contenía toda la información sobre las viudas repartidas en el mundo... bueno, en realidad también contenía más información, me tomó un poco más de tiempo encontrarla ya que se encontraba encriptada... pero lo logré— respondió ella mientras recordaba los meses que pasó alejada de la vida en el hospital para trabajar en la liberación de las viudas— Melina, Aleksei, Yelena y yo nos encargamos de todo... que respondiendo a tu última pregunta, eso no es algo que yo deba responder. Si quieren saber sobre Yelena, deberán preguntarle a Natasha

— Y yo les recomiendo que no lo hagan— agregó Hotch recordando el incidente de horas atrás

— Está bien... ¿Crees que podamos hablar con ellos...?— intentó preguntar Morgan mientras leía la carta

— A menos que puedas hablar con los muertos, lo dudo demasiado— contestó Violet de manera seria— Ellos fueron parte de la población que desapareció...

— ¿Cuáles son las fechas de nacimiento de las tres? Yelena, Natasha y tú— preguntó Tara intentando cambiar medianamente el tema

— Ehhh, si mal no recuerdo, la de Yelena es el 28 de Junio de 1991— contestó Violet— Como la carta lo menciona, es la más joven de las cuatro...

— Adeline es del 28 de Septiembre de 1990— dijo ahora García, quien también ya leía la carta— Nueve meses de diferencia con Yelena

— Natasha es del 3 de Diciembre de 1987— dijo ahora Hotch antes de que Violet pudiera responder— Eso nos deja con la más grande de las cuatro...

— Yo— dijo Violet con seriedad

— 17 de Mayo de 1987— dijo Spencer

Violet volteó a verlo con sorpresa.

— Si... ambos tienen razón— asintió ella extrañada— Pero lo que no entiendo es porqué alguien querría hacer una copia tan exacta de cuatro viudas...

— Romanoff fue la mejor viuda que salió de ese lugar, todos lo saben. Tiene mucho sentido que quieran replicarla— habló Tara— Tú tienes habilidades extraordinarias. Eres una de las mejores traductoras y hackers que existen en el mundo... además igual que Natasha tienes grandes habilidades de batalla

— Adeline también es increíble en el combate cuerpo a cuerpo y en el manejo de armas— agregó García

— No me mal entiendan. Adeline es un peligro y solo un tonto lo dudaría. Pero sus habilidades son las mismas que las de cualquier viuda negra— dijo Morgan— No tiene sentido que busquen replicarla a ella, como ya lo dije, Adeline es exactamente igual que el resto de las viudas, junto con Yelena creo yo, porque nunca había escuchado hablar de ella hasta hoy, esperaría que buscaran a alguien con mucha más experiencia

— Puede ser tal vez por lo que sucedió después de que yo huyera...

La rubia tocó con pesar su cabeza sintiéndose culpable. Recordó sus conversaciones con Stephen, como él le aseguraba que todo lo ocurrido por Adeline no era culpa suya, que solo era culpa de quienes las tenían cautivas. Sin embargo, después de conocer parte de la realidad de Adeline, el sentimiento de culpa volvió.

No importa lo que hiciera ese sentimiento nunca se iría de su pecho...

— Después de que yo huí supe que torturaron a Adeline por mucho tiempo, no tengo certeza de que sucedió con ella, pero te lo aseguro, la resistencia de Adeline es algo de otro mundo... — suspiró con tristeza— Pero eso no tiene nada que ver con la fecha en la que nacimos. Todo fue gracias al entrenamiento que tuvimos

— No tiene que tener sentido para nosotros, pero si para el ignoto— dijo ahora Spencer— Necesitamos investigar los casos de niñas desaparecidas y ver si coinciden con más viudas. Violet, ¿Aún tienes la información de las mujeres que liberaste?

— Si... está en mi apartamento— asintió ella— Puedo ir por ella, pero mientras no estoy... necesito que sigan buscando de Adeline. Si su teoría es cierta y alguien está replicando la red room, no quiero dejarla sola investigando todo esto...

— Nos repartiremos las tareas. No aceptaremos ningún caso hasta que encontremos a Adeline y a esas niñas— dijo Hotch con seriedad— Violet, voy a necesitar que también investigues sobre posibles socios de la red room que quedaron en libertad... no dudo de tus habilidades, pero nada nos garantiza que realmente tuvieran en esa usb la información de todos sus colaboradores

— Sí señor— asintió Violet— Quien hizo esto tiene que ser alguien realmente cercano o que tuvo acceso directo con archivos de la red room. Tiene sentido que mi fecha de nacimiento y la de Natasha sean conocidas, después de todo nuestros archivos están filtrados... pero no los de Yelena y Adeline

— García, investiga si los archivos personales de alguna otra viuda están expuestos— dijo Hotch mientras pensaba en las palabras de la rubia— Morgan, ve con Violet...

— No hace falta...

— Violet, si esto es real y alguien está detrás de ti, no te voy a dejar ir sola— la interrumpió Hotch

— Pero dejaste sola a Natasha— renegó la rubia

— Irás con Morgan— dijo Hotch antes de ponerse de pie— Tara, tú y Reid leeran los archivos filtrados de S.H.I.E.L.D y Hydra, tal vez tengan alguna pista sobre el porque tienen tanto interés en Adeline y Yelena

Violet se cruzó de brazos mientras pensaba en como ahora debía volver a cortar la imagen de las cámaras de su departamento. No quería darle explicaciones a Fitzgerald sobre porque había un integrante de la UAC en su vivienda.

Las cámaras...

Su problema...

— ¡Esperen, esperen, recordé algo!— exclamó Violet cuando todos estaban por irse— Antes de que Adeline se fuera, me dejó esto, dijo que podría ayudarme a resolver mis problemas...

Violet sacó de su bolsillo trasero la tarjeta de presentación que su hermana le había entregado horas atrás y se la entregó a Hotch, quien al leerla volteó a verla con seriedad.

— Hablaremos de esto en cuanto regreses— dijo el de traje antes de salir apresurado de la sala de juntas, dejando a Violet con demasiadas dudas al respecto

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