❁•° N U E V E °•❁

—¡Han Gil! —Se escuchó desde el primer piso, a lo que el castaño saltó de su cama por el susto.

La puerta se abrió de golpe mostrando a uno de sus mejores amigos, totalmente sudado y con la respiración agitada. Su bolso quedaba colgando desde su cuello y la camisa no contaba con los primeros tres botones ajustados.

—Min Ki ha perdido la cabeza, no deja de hablar de aquel chico, ¡Me tiene cansado!

—Debería ponerse feliz por él, ya no lo está molestando por las donas.

—Prefiero que llore por un simple pedazo de pan en vez de estar diciendo estupideces de una persona que ni al caso. —Mencionó mientras se dirigía a la cama totalmente devastado.

—Está actuando muy extraño. —Entrecerró los ojos mientras acariciaba su barbilla. —¿Qué es lo que trama?

—Ahora tú eres el loco, ¿Qué le sucede a la humanidad? ¿Qué clase de pesadilla es esta?

—Es la realidad —contestó serio. —Estamos a treinta y cuatro grados, Min Ki al parecer encontró a su verdadero amor, es seguro que está vez si pase el año en el colegio y yo me he quedado medio calvo por el golpe.

—Hablando de eso, si que tienes una cabezota.

—¡Hey! —Gritó totalmente indignado mientras intentaba ocultarse. —Le diré a la abuela que me está molestando.

—Li diri i li ibuili qui mi isti milistindi. —Después rió fuerte, pero a los pocos segundos fue golpeado por su propia mochila. Sacándole varios quejidos.

Unos cuantos golpes en la puerta llamaron la atención de los adolescentes, el menor se acomodó en la cama y miró con pena a su hermano mayor. Quién por naturaleza sonrió.

—El médico ya está aquí, dice que ya es momento de retirarte las vendas.

Una sonrisa juguetona se escapó de sus labios y asintió con energía. Estaba esperando con tantas ansías ese día, en ocasiones se sentía cansado de cargar con más peso proveniente de su cabeza o incluso se le aportaban dolores.

El anciano ingresó a la habitación y tras un chequeo rápido prosiguió a quitar la tela, todos (incluyendo al perro de la vecina) estaban presentes. Y la emoción nunca desapareció.

Al verse Han Gil en el cristal, otra sonrisa se le escapó al detectar su nuevo corte de pelo. En su mente se podía imaginar que tenía la edad suficiente como para hacer su servicio militar.

Aún no se acostumbraba, pero le gustaba su look.

—Repito, se te ve una cabezota.

Y tras esto, Yori golpeó su cabeza más que enfadado, dejando a Chin Hwa, en silencio y con sus manos entrelazadas.

—La abuela preparó una tarta. ¿Qué tal si todos pasamos al jardín?

—¡Wow! Tengo tanta hambre. —Inmediatamente el menor se puso de pie ayudando al mayor a bajar las escaleras. Yori iba detrás de ellos cuidando de sus pasos mientras que Chin Hwa seguían riéndose de su amigo. Por su supuesto, sin que fuera escuchado.

Al encontrar un buen lugar, dejó a su abuela y ayudó con los platos, a lo que su amigo paso con los vasos y la deliciosa bebida. Era viernes y por fin podían disfrutar de su día.

El hombre agradeció la invitación, pero decidió que era mejor regresar a la pequeña clínica y seguir con su empleo. Ya que en ese lugar era el único que podía contar con un teléfono y cualquier emergencia podía resultar.

—¡Chin Hwa, Han Gil! —Se escuchó desde lejos. El castaño levantó la mirada y visualizó a su otro amigo corriendo a su dirección mientras daba unos cuantos saltos.

Sonrío y levantó su mano para saludar y gritar un "aquí"

Min Ki respondió a pesar de la distancia y siguió gritando sin parar. Como si hubiera ganado la lotería o algo parecido.

—Ay no, ya viene. —Hizo que lloraba, se ocultó detrás de la jarra como si fuera su gran muro. —Dile que ya está muerto para mí.

—¡HAN GIL! ¡¿QUÉ TE PASO? ¡Tu cabeza creció!

—¡Te lo dije!

El menor sólo rodó los ojos e ignoró a sus compañeros. Sirviendo una rebanada de tarta a su abuela.

—¿Por qué no me esperaron? Son muy malos conmigo, ¿Qué les hice para merecer esto?

—Enamorarte.

Las voces y los cubiertos chocar pararon, el sonido de las aves cantando y el viento era los únicos que los acompañaban. El rostro de Chin Hwa se puso más blanco, a lo que tragó saliva con cierta dificultad.

—¿Qu-qué-é?

—¿Soy yo, o es que nuestro pequeñín está un poco celoso? —Preguntó Yori con una sonrisa divertida.

—¡¿Qué?! —Gritaron los restantes, más que sorprendidos.

HyunJack.

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