❁•° C U A T R O °•❁
—Tengo que regresar a casa. —Informó mientras se colocaba el calzado. —¿Estarás bien?
—No me voy a suicidar —dijo sin apartar la vista del televisor. —Puedes irte tranquilo.
—Eso me resulta difícil. —Se cruzó de brazos. —Si tuviera tu permiso ya me hubiera mudado desde hace tiempo.
—Te he dicho que no es necesario. —Puso los ojos en blanco. —No quiero que me tengan lastima.
—Todos te estamos esperando.
—No sé cuándo pueda recuperarme.
—Si tan solo te dejaras ayudar.
Dong Sun guardó silencio y contuvo las ganas de gritar. No era el momento para discutir con el rubio. Y además, no estaba con el ánimo de hacerlo.
—Vendré por ti a las seis. —Lo miró preocupado. —Si tienes algún problema no dudes en llamarme.
—Lo haré. —Cambió su vista a él y le sonrió débil.
—Asegúrate de empacar lo más necesario. —Y sin más salió del departamento.
El peli-negro suspiró y tomó el control remoto para cambiar de canal. Durante toda la tarde Jung Hee había insistido para que probara algún bocado, pero ni su estómago estaba preparado para recibir un alimento.
Eran algunos días en el que su apetito desaparecía y otros en los que no paraba de comer.
Sin embargo, no le daba mucha importancia a su salud, aunque todos sus familiares e incluso amigos pensaban todo lo contrario.
Cansado, apagó la televisión y se dirigió a su habitación para preparar su maleta. Tenía un poco de esperanza de que el viaje le sirviera.
En ocasiones se sentía tan presionado y salir del departamento no lo veía tan mal.
Abandonó su empleo y la comunicación entre sus padres fue mucho más escasa.
La comida iba desapareciendo poco a poco y hubo varios días en el que tuvo que dormir sin ninguna fuente de luz.
Yoo Sik y Jung Hee son sus únicos amigos, pero lamentablemente el más bajo tuvo que regresar a Busan por cuestiones familiares, quedando así; el mayor a cargo.
Cada fin de semana van sus padres de visita y ahí aprovecha la mujer para dar una buena limpiada al departamento.
Pero Dong Sun no logra hablar mucho con ellos, solamente quiere estar solo. Sin embargo, recibe mucho apoyo de sus conocidos, pero él no se da cuenta de ello.
Su vista se dirigió al pequeño marco y lo agarró con delicadeza. Volviendo a contener las lágrimas.
Han Gil.
Feliz.
Vivo.
No podía continuar de esa manera, su mente y corazón ya no podían soportar por mucho más tiempo. Era el momento de volver a ser el Dong Sun del pasado.
El que sonreía de verdad y no forzosamente.
El que no lloraba.
Y sobre todo, el que amaba.
Suspiró y dejo el retrato en su antiguo lugar, si iba a salir de aquel lugar lo haría, pero sin ningún recuerdo del castaño. Tal vez ya era tiempo de dejarlo ir.
🗻
El viento volvió a soplar con más fuerza provocando que las hojas del enorme árbol se movieran de manera violenta.
Han Gil estaba recargado en el grueso tronco mientras que leía un libro viejo, Chin Hwa se encontraba recostado en el pasto y Min Ki realizaba su tarea de matemáticas.
Era su día de descanso y usualmente, los tres amigos asistían a ese lugar para tener largas charlas o simplemente tomar un poco de aire fresco.
—¿Acaso ese libro es desde la segunda guerra mundial? —Preguntó el rubio.
—Es de mi abuela.
—Por favor. —Giró su cuerpo hasta quedar enfrente del castaño. —Tiene las hojas amarillas y la mayoría de ellas están sueltas, seguramente debe ser un libro aburrido.
—Claro que no, trata de aventuras. —Sonrió.
—¿No estás muy grande para esas cosas?
—Chin Hwa. —Habló Min Ki. —Tenemos dieciocho y tú los diecinueve; sólo eres mayor por un año y eso porque no alcanzaste todos los puntos para pasar a un nuevo grado.
—¿Y eso que tiene que ver? —Arrugó la frente. —Normalmente los niños de esa edad sólo piensan en sexo.
—Pero Han Gil tiene la mente muy sana. Te aseguro que ni siquiera ha tenido pareja.
—No estés tan seguro, puede que en su otra vida si lo tuvo.
Ambos hombres cambiaron su vista hacia el menor para ver su reacción, solamente se encogió y sus mejillas tomaron un color carmesí.
—Te lo dije, es demasiado pequeño para pensar en eso.
—¿Podemos cambiar de tema? —Preguntó nervioso y volvió a su libro.
—¿Qué tal si vamos a la ciudad por donas?
—Estás loco —comentó el mayor sorprendido. —Es un viaje muy largo.
—¿Para qué te quejas si te la pasas dormido? —Juntó las cejas.
—Los asientos son muy incómodos, no puedo dormir en esas condiciones.
—Entonces iré con Han Gil, ¿no es así? —Le sonrió.
—Tal vez. —Murmuró.
—Al parecer te vas a quedar solo.
—Ni lo pienses cara de tonto.
Y nuevamente habían comenzado a discutir. Era bastante normal que esos chicos discutieran por cualquier situación a todas horas.
El castaño se mantuvo en silencio y los miró atontado. Disfrutaba ver la escena, por lo que no estaba al tanto de lo que ocurría a su alrededor.
El pasto y parte de la calle estaban cubiertas por las hojas del libro desgastado. Al momento de regresar la vista a sus piernas su expresión cambió a una de sorpresa.
—¡Mi libro! —Gritó apurado y sin pensarlo se puso de pie para ir a recuperarlas.
—¿Eh? —Min Ki se detuvo y golpeó a Chin Hwa por accidente.
—¡Ten más cuidado! —Se quejó.
Tomó un par de hojas y corrió hasta el camino de tierra para recoger el papel y así, no se fueran más lejos.
Min Ki corrió hacia el menor y se detuvo de golpe cuando vio un pequeño camión de carga acercándose a una rápida velocidad.
—¡Han Gil! —Gritó y volvió a correr con el fin de sacarlo del camino. Pero lamentablemente no pudo llegar a tiempo y este, golpeó el cuerpo del pequeño.
Varias hojas del libro salieron volando y el chico volvió a gritar, pero de horror.
Chin Hwa reaccionó de inmediato y a paso veloz llego con el castaño, rápidamente se tiró al piso y movió el cuerpo de su amigo desesperadamente, pero este no reaccionaba.
El vehículo se había marchado y eran las únicas personas que se encontraban en aquellas tierras, estaban totalmente lejos del pequeño pueblo y llevarlo a pie les haría el viaje mucho más pesado.
—¡No reacciona! —Volvió a gritar.
—Ve por ayuda.
Asintió repetidas veces, pero antes de echarse a correr unos cuantos quejidos se hicieron presentes. El castaño había despertado.
—Por Dios —comentó el chico aliviado. —Me había llevado un susto de muerte.
Han Gil se aferró del rubio y apretó los ojos, unas fuertes punzadas surgían por toda su cabeza que hasta llegó a pensar que le explotaría.
Su respiración se aceleró y ocultó su rostro entre sus piernas.
—¡Debemos sacarlo de aquí!
La ciudad.
Una calle solitaria y triste.
Él caminando.
Unos cuantos hombres misteriosos.
Golpe en la cabeza.
Esto se repetía una y otra vez hasta llegar al punto de desesperación, en el cual, Han Gil no dejaba de gritar y ocultarse.
Los hombres intentaron calmarlo, pero todo era en vano, cada vez se estaba poniendo más histérico.
Chin Hwa lo abrazó con fuerza mientras que repetía un todo estará bien. Pero él, intentaba alejarse desesperadamente.
Unas cuantas lágrimas resbalaban por sus mejillas y no lograba ver con claridad.
Cansado, respiró hondo y se dejó caer en los brazos del pálido, completamente inconsciente.
HyunJack.
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