━━━━━━ 𖥻 vii. sleepover muggle style.

     ✧  𓈒   ⠀𝆬 ،      𝑣𝑖𝑖.    𝙲𝙷𝙰𝙿𝚃𝙴𝚁    𝄒      ᗁ      !
⠀ 𖦹 𓄹  ִ  ۫   𝗉𝗂𝗃𝖺𝗆𝖺𝖽𝖺 𝖺𝗅 𝖾𝗌𝗍𝗂𝗅𝗈 𝗆𝗎𝗀𝗀𝗅𝖾 ˚   ✦⠀⠀ֹ

LLEGAMOS A LAS ESCALERAS AGITADOS y con el corazón latiendo a mil por hora. Antes de decir alguna palabra logre recuperar el aliento sólo para reírme.

—Jamás corrí tanto en mí vida. Acabo de hacer el ejercicio de un año— me burlé contagiando mi risa a ambas niñas.

—Espera espera— intentó detener su risa Alice para hablar— deberías quitarte tu corbata y tú túnica.

Hice caso y cuando las saqué Alice me tendió su túnica dónde guardé mi corbata. Llegamos a un cuadro con una dama en el que cantaba sin importar el hecho de que los cuadros a su alrededor se tapaban los oídos y le pedían que guardara silencio. Al vernos detuvo su canto y los cuadros suspiraron aliviados quitando sus manos de sus orejas.

—¿Contraseña? — habló con una voz que intentaba forzadamente sonar elegante.

Los Gryffindor se miraron entre sí, como esperando que el otro dijera la respuesta de un acertijo que ninguno había logrado descifrar. De alguna forma ninguno sabía la contraseña para entrar a su sala común, lo que en otra situación me parecería gracioso pero dada la circunstancia de que un conserje loco por los castigos aún rondaba por ahí buscando alumnos fuera de la cama para impartirles una infracción hacía que el ambiente fuera un poco menos cómico.

—Lo siento, pero sin contraseña no puedo dejarlos pasar— habló de nuevo la dama del cuadro al no recibir respuesta.

Antes de decir alguna otra palabra el cuadro se abrió dando paso al gemelo de nuestro acompañante.

—Era Caput draconis, pero me agradecen luego— dijo abriéndonos paso.

Todos entramos y antes de que pudiera escabullirme lejos de aquellos pelirrojos George que no había reparado en mi presencia hasta ese momento se interpuso en el camino.

—¿Qué hace la pequeña Malfoy aquí? Parecía especialmente incómoda entre "sangres impuras"— habló cruzándose de brazos.

—¿Pequeña Malfoy? ¿Ese es tu mejor insulto? — alcé una ceja— Aun así, después de todo aquí todos somos sangre limpia ¿no?

Los gemelos se quedaron callados y antes de que pudieran decir palabra Alice me tomó de la mano y junto con Handes subimos a las habitaciones.

Alice me prestó una de sus pijamas para dormir y en cuanto la tuve puesta me lancé a la primera cama que tuve enfrente.

—No no no Althea— me interrumpió con preocupación Alice.

—¿Qué pasa? — pregunté en un bostezo.

—Esta noche ninguna de nosotras la pasará aquí— contestó esta vez Handes mientras metía muchos dulces en una mochila.

—¿Entonces? — me levanté de un salto.

—Bajemos, tendremos una pijamada— aclaró Alice saliendo del baño.

Un gruñido por parte de la cama siguiente se hizo presente llamando la atención de todas las presentes despiertas.

—Vamos Handes, cállense. Algunas aquí estamos cansadas y queremos dormir— habló la voz de la compañera de habitación de las niñas.

Con un movimiento de cabeza Alice nos indicó salir de la habitación en cuanto antes.
Bajamos y nos sentamos en la alfombra junto a la chimenea. Handes sacaba todo su surtido de dulces mientras Alice los acomodaba y yo me limitaba a observarlas.
Pensaba que jamás en la vida mis padres me permitirían comprar y mucho menos comer esa cantidad de dulces cuando sentí las miradas de ambas niñas.

—¿Qué? — les pregunté curiosa.

—Es que...— empezó Handes— no queremos que te sientas incómoda, pero...

—¿Por qué me sentiría incómoda? Somos amigas ahora ¿no? — respondí.

—Por supuesto que somos amigas, pero no sé trata de eso— intervino Alice.

Señaló unas escaleras de donde venía una sombra alta de un chico. En un momento me asusté con la idea de que era el prefecto de Gryffindor dispuesto a sacarme a patadas de su Sala común, pero al ver que ni Alice ni Handes se demostraban nerviosas descarté el pensamiento.

—Pensé que vendrían ambos— observó Alice sin quitar la mirada de él pelirrojo que recién llegaba con nosotras.

—No, George dice que está muy cansado para comer dulces y quedarse levantado hasta tarde— respondió.

—¿Quién dice que no a eso? — replicó Handes y Fred levantó sus hombros en ademán de hacerse el tonto.

Handes y Alice le indicaron a Fred que se sentara en la alfombra junto a nosotras.

—Saben que hay sillones ¿verdad? — dijo con una risita mientras ocupaba un lugar al lado de Alice.

—Lo sabemos, pero no somos tan aburridas como tú— respondió ella.

No dije nada a pesar de que me comía la duda de saber porque Fred estaba ahí con nosotras. No sólo por qué había sido invitado, sino porque había accedido. Aun así, me mantuve en silencio mientras repartíamos dulces y los comíamos.

—¿No nos meteremos en problemas si nos encuentran aún despiertos? — cuestioné.

—Sólo si nos descubren, pero por lo que escuché McGonagall tiene el sueño pesado y Percy a penas nos escuchará desde su habitación— respondió Alice acomodando los chocolates del más grande al más pequeño.

—¿Qué se hace en una pijamada muggle? — preguntó Alice cambiando de tema a la vez que metía un chocolate a su boca.

—No lo sé, nunca estuve en una— respondí repitiendo su acción— ¿tal vez juegan naipes explosivos o gobstones?

—Estoy seguro de que los Muggles no tienen naipes explosivos y mucho menos gobstones— opinó Fred con un tono divertido.

—Entonces juegan naipes y gobstones muggles, o lo que sea con lo que lo reemplacen— tomé una gragea que por suerte tenía sabor a cereza— ¿Qué tan diferente podrían hacerlo de nosotros?

Seguramente podría llegar a ser muy diferente y yo jamás lo sabría, porque nunca había estado en una pijamada muggle, ni siquiera en una normal gracias a que nunca tuve amigas con quienes hacer una. Aquella era mi primera pijamada y uno de los invitados seguramente me odiaba.
Nadie contestó así que me limité acomodar el cojín donde estaba sentada mientras esperaba que alguien más tomara la palabra.

—Seguramente juegan a hacerse preguntas toda la noche hasta dormirse— habló por fin Handes.

—Eso no es un juego, es una conversación— reí antes de que mi amiga me lanzara un cojín a la cara— de acuerdo, tal vez sería más interesante si lo hiciéramos una especie de juego.

—¿Y eso sería cómo...? — habló Fred.

—Tal vez podríamos hacer las más personales e incómodas preguntas que se nos vengan a la mente— respondió Alice con entusiasmo.

—Y quien se niegue a responder tendrá que enfrentar un castigo, algo que definitivamente no querrá hacer para así obligarlo a responder— añadió Fred.

—Entonces ambas opciones serían un castigo— reí— tal vez podríamos dejar que el jugador decida que quiere, si dar una verdad o enfrentar un castigo.

Todos los presentes se mostraron satisfechos con la idea.
Se había acordado entonces que las reglas del juego que habíamos denominado "pregunta o castigo" serían que a partir de una caja de grageas en el la que sólo habíamos dejado las de color rojo y azul se escogería el rol de cada jugador. Aquel que primero sacara una roja sería el que se escogería entre una pregunta o un castigo y el primero que sacara una azul sería el que denominaría cuál sería su pregunta o su castigo.

Alice fue la primera. Cerró los ojos con fuerza mientras su mano se internaba en la caja de grageas. Al sacar su mano y abrirla soltó un suspiro al encontrar una gragea azul.
Handes, quien sostenía la caja la tendió hacía Fred, quien también sacó una azul. Cuando llegó mi turno la sorpresa de haber sacado una de color rojo se apoderó de mi rostro.

—Bien Althea ¿Qué escoges? — preguntó al tiempo que metía la gragea en su boca.

—Castigo— respondí al instante, sabía que no me obligaría a hacer algo demasiado desagradable.

—Toma dos Droobles junto con un diablillo de pimienta y veamos qué pasa.

Sin decir palabra tomé los Droobles junto con un diablillo de pimienta y en pocos segundos los resultados saltaron. Una burbuja de chicle empezó a inflarse mucho mientras echaba humo por las orejas y ¡PUM! la burbuja explotó llenando la sala de humo olor a caramelo. Todos nos reímos y sentí como mi cara se volvía colorada.

La segunda vez fue algo más divertida pues Handes le había hecho comer tres diablillos de pimienta a Fred, y mientras sus orejas expulsaban un humo que parecía infinito su cara parecía ponerse más colorada que su cabello.
Para mí suerte aún después de cinco partidas más Fred y yo no habíamos compartido un sólo juego. Todo cambió cuando en la octava partida Fred sacó una gragea azul y siguiente a él yo saqué una roja.

—¿Entonces? — habló el pelirrojo esperando mi respuesta a una pregunta que no se dijo, pero era obvia.

—Castigo— respondí y Fred enarcó una ceja.

En las tres partidas que había jugado había elegido un castigo, intentado que no responder preguntas que suponía podían ser muy incómodas.

—No puedes, son tres partidas que eliges castigo. Debes cambiar— habló de nuevo Fred.

—¿Entonces cuál es el punto de preguntar que escojo? — respondí frunciendo el entrecejo.

—No es justo, todos aquí hemos respondido una pregunta incómoda, es tu turno— se cruzó de brazos— ¿Todos a favor de que tengo razón? — ambas niñas asintieron con la cabeza.

—De acuerdo ¿Qué quieres saber, Weasley? — rodé los ojos.

A pesar de mi intento por parecer relajada por dentro me moría de nervios. Aquel pelirrojo sin duda no era mi amigo y tampoco parecía querer serlo, entonces sólo me quedaba suponer que haría una pregunta que terminara en una respuesta tan mala que haría que Handes y Alice me echaran a patadas de su sala común.
Mil escenarios vinieron a mi mente: ¿Es verdad que tu familia servía a aquel—que—no—debe—ser—nombrado? ¿Sabes quién querría desaparecer a tu padre? ¿Crees que unos mortífagos querrían dañar a tu familia? Entre otros. Antes de llegar al décimo escenario en donde Fred me hacía lucir mal habló.

—¿Crees que eres así de insoportable por tus padres? — preguntó con naturalidad y enseguida el ambiente se tornó pesado.

—¿Disculpa? — respondí notablemente confundida, intentando no parecer ofendida.

—¿Qué si crees que eres así de insoportable por tus padres? Ya sabes, por el asunto de que son sangre limpia y les imponen una educación diferente.

—Escucha Weasley, no me importa lo que pienses de mí— rodé los ojos— aunque podría hacerte la misma pregunta ¿acaso eres así de insoportable por tus padres?

—No tendría razón, mi familia es bastante genial— dijo con suficiencia.

—Pero no te prestan atención ¿O sí, Weasley? Tienes tantos hermanos que no les alcanza ni el dinero ni la atención para todos— respondí con una sonrisa.

La habitación se llenó de un silencio abrumador lo suficientemente incómodo para que ninguno de los presentes se atreviera a hacer el mínimo movimiento, reduciendo el sonido a la leña crujiendo por el calor del fuego. No entendía porque todo se había tornado tan incómodo, pero tampoco sabía cómo hacer que dejara de serlo.

—Es todo, me voy— habló Fred levantándose del suelo— se equivocaron y ahora me deben dos galeones cada una— les dijo con una sonrisa a las dos niñas y acto seguido subió las escaleras hacía su dormitorio.

Otra vez hubo silencio y una duda me invadió ¿en que se habían equivocado Alice y Handes? ¿acaso eso iba a repercutir en nuestra futura posible amistad?

—No debiste decirle eso— habló Handes rompiendo el silencio.

—¿Porqué? Él empezó— respondí tomando una gragea— no debo de disculparme por defenderme.

Handes iba a decir otra cosa, pero antes de que pudiera hacerlo escupí la gragea hacía la chimenea, sintiendo aún el terrible sabor de cerilla de oído en mi paladar.

—Eso es considerado un mal augurio me parece— habló Alice— vamos ya a la cama, antes de que algo más pasé.

—¡Althea es tarde, necesitas salir de ahí ya! — me gritó Alice de afuera del baño.

Cerré el grifo y comencé a vestirme con el mismo uniforme del día anterior. Para cuando me encontré fuera del baño ambas niñas ya estaban listas para irnos.
Me dijeron que era mejor salir con una corbata suya y sin la túnica de Slytherin pues ayer tan sólo era la dama del cuadro a quien debíamos esquivar, ahora eran a por lo menos 30 estudiantes de Gryffindor.
Hice caso y salimos de la sala común sin ningún inconveniente.

Cuando llegamos al Gran Comedor me separé de ellas para sentarme en la mesa de Slytherin. Podía imaginar que tal vez las niñas con las que compartía dormitorio habían notado que no había llegado a dormir.

—Pensamos que está mañana te habríamos encontrado ahogada en el lago negro— comentó Pansy a mi lado tomando una tostada y untando mantequilla en ella— hubiera sido mejor que verte llegar con las traidoras a la sangre tan campante.

No contesté y me serví jugo de calabaza intentando ignorar el hecho de que Pansy seguramente estaba a la expectativa de una respuesta.
Al ver que no respondí movió su codo derramando el jugo en mi falda.

—Eres muy torpe, deberías fijarte a la próxima— dijo sirviéndose un jugo de la misma.

—Sí, suelo ser muy torpe— respondí levantándome para dirigirme a la sala común para cambiar mi uniforme y de paso traer mi mochila que no había llevado a la común de Gryffindor.

No quería responder a sus provocaciones, pero tampoco me iba a quedar cruzada de brazos.
Llegué a la habitación y me alegré de no encontrar mi cama o mis cosas quemadas.
Me cambié de uniforme y tomé mi mochila. Aquel día parecía estar pronosticado al fracaso.
Salí de la sala común y antes de dar un paso más afuera escuché un tintineo como de un sickle cayendo al suelo, pero no era eso.

—Bomba fétida— dije por lo bajo y rápidamente corrí en dirección opuesta— maldición Pansy ¿no podías esperas a otro momento?

Pero cuando escuché dos pares de pies corriendo lejos de la escena me percaté de que no podría haber sido Pansy.
Mire a los lados, definitivamente no iba a llegar a la clase del señor Flitwick. Sin más remedio gire por el primer pasillo que se me atravesó llegando a un callejón sin salida.

Cuando por fin llegué a un lugar reconocible sabía que era muy tarde para llegar a la clase de encantamientos, así que decidida tomé el rumbo para mi siguiente clase.

No me había dado cuenta que llegar 20 minutos temprano a el aula de Snape no era algo que comúnmente hacían los estudiantes. Así que para cuando llegué a pociones aún tenía clases. Nadie parecía haber reparado en mi presencia excepto dos pelirrojos que sostenían sonrisas de satisfacción al verme ahí. Rodé los ojos y me senté en el suelo, esperando que la hora que restaba acabara.

Cuando por fin finalizó los de tercero comenzaron a salir mientras los de mi curso doblaban el pasillo para llegar junto a los de Gryffindor.
Me levanté lo antes posible y entre al salón. Ambos gemelos pasaron a mi lado sin decir palabra o dirigirme una mirada.

Al empezar la clase la niña Slytherin de él otro día se mostró menos accesible y no mostró vergüenza al decirme que estaba disgustada con mi compañía.
Estaba haciendo el dibujo de una pequeña flor en la esquina de mi libro cuando Pansy detrás mío habló levantando la mano.

—¿Profesor? — llamó su atención y este le miró— Rosier no está prestando atención— dijo bajando la mano con una sonrisa.

—Me parece que está más interesada en la señorita Rosier que en la clase. — inquirió Snape con una ceja levantada— Veamos si es verdad. Señorita Rosier, dígame ¿Qué se debe hacer con el hígado de rata en ésta poción?

Me quedé pensativa un momento, lo suficiente para que en los rostros de algunos Slytherin apareciera una sonrisa burlona. Entonces adquirí la misma sonrisa haciendo que poco a poco ellos borraran las suyas.

—Nada— respondí con seguridad.

—¿Nada? — cuestionó el profesor levantando un milímetro la comisura se su labio.

—Estamos haciendo una poción en donde lo único que haría el hígado de rata sería causar un terrible desastre que acabaría en una intoxicación. — concluí— Me parece que quien no presta atención a la clase es Parkinson y no podríamos decir que me pone atención a mí en su lugar porque es claro que no.

Pansy frunció el ceño y yo intenté no reírme para no llamar la atención de Snape. Parecía que la niña estaba a punto de lanzarse sobre mí cuando él profesor Snape la miró severamente.

—Ya que no está prestando la suficiente atención a sus compañeros intuyo que está prestando esa atención a mi clase. Dígame Parkinson, en caso de que pusiera atención siquiera a lo que estamos preparando ¿Qué se debería hacer en el caso que agregaremos semilla de fuego?

Del otro lado del aula Hermione levantó la mano con rapidez y la agitó tan fuerte que por accidente alcanzó a dar un codazo en la nariz al niño de al lado.
A Pansy por otro lado, no se le veía intención alguna de poder contestar lo que hizo que el salón se quedara en un silencio expectante. Sin poder evitarlo levanté la mano mirando al frente.

—¿Si, señorita Rosier? — habló sin darse la vuelta, con la mirada del lado contrario del salón al que yo miraba.

—Sería una catástrofe, ya que, si se llegará a integrar con los demás ingredientes y se adapta a la poción, la semilla no sólo causaría una intoxicación por agregar un ingrediente incorrecto, si no que causaría efectos colaterales como quemazón de lengua, garanta, esófago, estómago y todo lugar por donde se pueda infiltrar la poción— respondí.

Snape finalmente se dio la vuelta y camino de nueva cuenta al frente de la clase. Todos seguían callados y Hermione quien segundos antes tenía la mano levantada por fin la bajó con un aire decepcionado.

—Dígame ¿Qué ingrediente es opcional en ésta opción, señorita Rosier? — volvió a cuestionar y Hermione volvió a alzar la mano.

—No se le considera opcional, ningún ingrediente lo es en cuanto a seguir las recetas se habla. Sin embargo, algunos magos afirman que el bezoar ayuda a contrarrestar los efectos negativos que se podrían tener como fatiga excesiva, dolor de cabeza, mucho sueño o la falta de él.

—Correcto, 10 puntos para Slytherin— miró a Pansy— en cuanto a usted Parkinson, se da a resaltar que no es la más dotada de sus compañeros. Slytherin no es una casa para charlatanes y holgazanes. Le sugiero que la próxima vez se preocupe más por su aprendizaje y no por el de sus compañeros.

La clase siguió como si nada las siguientes dos horas. Nadie se atrevía a comentar nada respecto a lo que él profesor había hecho pasar a Pansy.
Al terminar el tiempo escuché a Ron y Harry discutir al lado mío.

—Te digo que mis apuntes no te servirán de nada para la tarea— decía Harry— apenas pude comprender algo de lo que dijo.

—¿Y entonces cómo piensas hacer la tarea? — respondió Ron— vamos te prometo que no te copiaré, lo único que quiero hacer es echar una ojeadita a tus apuntes para poder hacer el ensayo.

—Ron, si pudiera te dejaría copiar todo mi ensayo, pero te digo en verdad que mis apuntes no te servirán porque escribí lo mismo o incluso menos que tú. Ni siquiera sé cómo voy a hacer la tarea.

Harry sacó un pergamino de su mochila y en efecto a comparación de lo que había hablado y explicado Snape toda la clase, Harry apenas lograba tener 10 renglones de información. Apenada por ellos saqué mis apuntes y me acerqué a ellos.

—Si lo juntan con lo que ambos tienen, seguro que logran sacar los 25 renglones de pergamino para la tarea— les dije extendiéndoles mis apuntes.

—Pero ¿Cómo harás tú la tarea? — preguntó Harry, dudando si tomar o no mi trabajo.

—No hay nada que Snape no haya dicho en clase que no haya estudiado ya. — extendí de nuevo mi trabajo— Lo digo en serio, les sirven más a ustedes que a mí.

Ron tomó mis apuntes y al darles una mirada sus ojos se abrieron como platos. El pergamino ocupaba más de 20 renglones de pura información y modo de preparación de la poción.

—Gracias Althea, te los devolveremos en cuanto acabemos— dijo Harry.

—Si si si, muchas gracias. — habló Ron con una sonrisa gigante en el rostro— Vaya, pareces más lista que Hermione, pero seguro que no eres tan presumida e insoportable como ella— rodó los ojos— te lo juro, intenta sentarte un minuto con ella y verás cómo desearías estar atada a las vías de un tren.

Harry y Ron rieron, pero borraron sus sonrisas cuando la nombrada pasó por nuestro lado con expresión de querer golpear algo, o a alguien.

Ron volvió a rodar los ojos y seguimos con nuestro camino. Hermione parecía un problema que más tarde me traería inconvenientes.

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