━━━━━━ 𖥻 i. red and blonde hair.

✧  𓈒   ⠀𝆬 ،      𝑖.    𝙲𝙷𝙰𝙿𝚃𝙴𝚁    𝄒      ᗁ      !
⠀ 𖦹 𓄹  ִ  ۫   𝖼𝖺𝖻𝖾𝗅𝗅𝖾𝗋𝖺𝗌 𝗋𝗈𝗃𝖺𝗌 𝗒 𝗋𝗎𝖻𝗂𝖺𝗌 ˚   ✦⠀⠀ֹ


LA LUZ SOLAR COMENZABA A ENTRAR EN LA MANSIÓN ROSIER. Amalthea Rosier se levantaba de la cama con el reloj indicando las siete con veintidós de la mañana.

No tenía mucho tiempo antes de que diesen ocho, así que hecha un rayo tomó una ducha e intentó cambiarse lo más deprisa que pudo, no quería llegar tarde al desayuno con sus padres, casi nunca los veía porque siempre estaban ocupados en sus labores con el ministerio.
Aunque no solían conversar y se limitaban a desayunar en silencio a Amalthea le gustaba compartir esos pequeños momentos a los que no se les daba importancia. Muy en el fondo la familia Rosier se amaba tierna y genuinamente, pero su orgullo no les permitía que ellos ni mucho menos los demás se dieran cuenta.

Cuando la niña llegó a las escaleras que daban al comedor acomodó su cabello aún húmedo con sus manos y corrigió su postura que, aunque era correcta era mejor prevenir que lamentar. Al llegar a la mesa miró a su madre que con un gesto le indicó que tomara asiento a su lado. A la niña le pareció extraño ya que siempre tomaba el asiento en el extremo de la mesa y sólo en raras ocasiones lograba llegar a un puesto al lado de sus padres. Aun así, se sentó sin objeción alguna a la espera de que un elfo doméstico trajera su desayuno.

— Buen día, hija — habló el hombre sentado a la cabeza de la mesa, apartando sus oscuros ojos de su edición de "El Profeta"

— Buen día, padre — respondió ella con una pequeña sonrisa en el rostro.

Caelum Rosier era un hombre intimidante, que durante el desayuno se limitaba a tomar plenamente su café mientras leía su periódico sin dirigir palabra alguna a los presentes en la mesa si no fuese para comentar alguna noticia en particular con su esposa o preguntar cómo iban las lecciones de su hija, así que Amalthea presagió que aquel "Buenos días" la llevaría por un camino diferente al usual.

— Amalthea — volvió a hablar el hombre — hoy vendrán los Nott, asegúrate de comportarte. — Su hija asintió — Entonces — se levantó — ve a tu cuarto y arréglate un poco más, sabes que nunca es suficiente cuando se trata de mejorar. Él llegará en un par de horas y sabes que a los Nott no les gusta esperar — volteó hacía su mujer con una falsa sonrisa como diciendo algo y ella como asintió como respuesta.

El hombre se retiró y la mujer admiró a su hija con un brillo en sus ojos para luego tomar un sobre de su regazo y ponerlo en la mesa haciendo un ademán para que lo tomara. La niña sintió un pequeño vuelco en el corazón cuando vio el inconfundible sello de Hogwarts y se aseguró de abrirla con cuidado para luego leerla.

— Gracias madre — dijo intentando ocultar su emoción.

Antes de que su madre pudiera tener la oportunidad de decir algo Amalthea se levantó de la mesa, dispuesta a caminar en dirección a su cuarto.

— Amalthea — escuchó decir y se detuvo sin darse la vuelta.

—¿Sí, madre?

— Felicidades. A decir verdad, en un momento pensé en mover contactos y enviarte a Beauxbatons — la niña se giró completamente.

— Prometo dar mi mejor esfuerzo para no disgustarte con mi comportamiento y mis calificaciones en Hogwarts.

— Eso es lo que espero hija. Puedes irte y no tardes tanto en arreglarte, no es necesario, adoptaste mi belleza.

— Claro madre — fue su última palabra antes de retirarse.

Cuando llegó a su habitación su elfina domestica la ayudo a peinarse mientras ella leía una vez más su carta de Hogwarts.

Al terminar bajó a la sala de estar y vio a su mejor amigo Theodore Nott, el chico que había conocido desde sus cinco años y quien había sido su mejor amigo desde entonces.

Para ellos había un tema de estar comprometidos que se basaba prácticamente en que los padres de ambos vieron que eran tan unidos que decidieron comprometerlos para luego tener más descendencia de sangre pura. Claro que, para la suerte de ambos, aún no era totalmente formal y aún no estaban atados completamente, de todas maneras, hasta la fecha ninguno de los dos lo veía como una mala idea.

— Hola — saludó el niño con una sonrisa radiante.

— Hola — respondió la castaña devolviendo la sonrisa.

— ¿Te han dado la carta? A mí me la han dado ayer en la noche.

— Si, a mí me la entregó madre más temprano en la mañana.

— Quedaremos en Slytherin, no hay duda.

— La mejor casa, obviamente ¿Han venido para ir juntos a comprar lo necesario, es así?

El niño asintió y se dirigieron a donde estaban los adultos que al verlos llegar saludaron e indicaron que realizaríamos su trayecto por medio de polvos Flú.

Cuando terminaron de comprar todo lo que necesitaban, los padres de ambos dijeron que ellos irían a otra parte y que los niños podían ir a donde quisieran siempre y cuando estuvieran en una hora en la entrada del Callejón Diagon.

Los niños llevaban un tiempo buscando a donde pasar el rato después de separarse de sus padres.

— Te tengo un regalo— habló el niño sonriendo.

— ¿Ah sí? ¿Por qué? — cuestionó Amalthea.

— Sólo porque sí. Quiero que tengas algo que te recuerde a mí en Hogwarts.

— ¿Para qué? De todas formas, estarás ahí.

— Sólo espera aquí ¿Quieres?

La niña rodó los ojos y asintió.
Su acompañante se fue y ella se quedó sola limitándose a ver personas pasar. Ninguna era lo bastante interesante para llamar su atención y pronto el aburrimiento comenzó a invadirla cuando algo llamó su atención: Un montón de cabelleras rojizas a las que se les veía muy felices

"Así se debe de ver una familia feliz" pensó y al instante lo reemplazó por "¿Quién necesita felicidad cuando tiene poder?"

Tal vez no tenía una familia totalmente feliz, pero por lo menos sabía que nunca le faltaría algo pues siempre se lo daban todo.

Mientras se daba la razón a sí misma, fijó su vista en un muchacho de uno o dos años más grande que ella. Al chico se le veía inmensamente feliz junto con lo que claramente era su gemelo.
Había algo que le resultaba familiar en aquella familia y sin poderlo resistir comenzó a caminar disimuladamente hacía ellos, curiosa por descubrir y mirar más de cerca a la dichosa familia hasta que algo, o más bien alguien la detuvo.

— ¡Fíjate por donde caminas! — dijeron al unísono ella y un niño rubio al sentir el impacto del choque de sus cuerpos.

— ¡Ah, por Merlín! — dijo él planchando su ropa con ambas manos.

— Relájate, no te he hecho nada y mucho menos con intención— respondió enojada ante su comportamiento exagerado.

— ¡Me empujaste!

— ¡Yo podría decir lo mismo!

— ¡No es verdad! ¡Al menos yo no lo hice a propósito!

— ¿Ah, entonces yo sí?

El rubio le miró levantando una ceja al mismo tiempo que la barría despectivamente de pies a cabeza con su mirada.
En el instante llegó un hombre alto, con una larga cabellera rubia y un bastón de serpiente. Al instante Amalthea reconoció de quien se trataba: Lucius Malfoy.

— ¿Algún problema, Draco? — dijo con un tono de voz frívolo — ¡Ah, señorita Rosier! Hace tanto tiempo que no nos vemos. Draco ¿Dónde están tus modales?

— Amalthea Rosier. Lamento haber chocado contigo— se adelantó la niña con una sonrisa de superioridad resbalando por sus labios.

— ¡Oh! Una sangre limpia — el niño rubio extendió su mano y la estrechó — mi nombre es Draco Malfoy. También me disculpo, no fue mi intención.

—No hay problema.

Se miraron por unos segundos hasta que soltaron sus manos.

— Bueno — habló de nuevo Lucius — debemos retirarnos, a Draco aún no le confeccionan su uniforme para Hogwarts y vamos algo retrasados. Fue un placer verla de nuevo después de dos años, debería decirles a sus padres que la dejen salir más seguido, tal vez si su compañía es Draco le dirán que sí. Vámonos Draco.

— Hasta lo más pronto que sea posible volver a verte — bromeo la niña despidiéndose de él con un apretón de manos.

Draco esbozó una media sonrisa tímida y se fue agitando su mano en ademán de despedirse.
Amalthea dio media vuelta y vio a la distancia aquel rostro con aquella sonrisa tan amigable que recordaba desde siempre.

— Tardaste demasiado — dijo la niña en cuanto lo tuvo de frente.

— Cierra los ojos — respondió ignorando su anterior comentario.

Al abrir los ojos de nuevo a la señal de su amigo, la pequeña Amalthea se encontró con una hermosa lechuza blanca.

— ¡Es preciosa Theo, gracias! — agradeció entusiasmada — Creo que sé que nombre le pondré.

— Recuerdo que cuando teníamos unos seis años dijiste que querías tener una mascota para llamarla Gardien, pero nunca me dijiste porque, sólo que cuando consiguieras una me lo dirías.

— Es francés, significa Guardián, creo que es irónico porque ahora me recordará mucho más a ti que a su propio significado — Ahora vámonos, tal vez podríamos pasar por un helado antes de irnos — comenzó a caminar sin darse cuenta de que Theo seguía parado a un metro de ella.

— ¡Espera! ¿Desde cuándo me consideras un guardián? — se dio la media vuelta, pero caminando aún en reversa.

— ¡Tal vez desde antes que te conociera!

— Oh, tan innecesariamente cursi — se burló su amigo llegando hasta a ella.

— Si quieres la llamo Cerebro de Troll.

— ¡Gardien está bien! — repuso de inmediato y ambos rieron.

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