37. El loco plan del gnomo





Bueno, perdimos nuestra oportunidad de volver a 2016. Nada más llegamos Luther, Klaus (que volvió a tener el control de su cuerpo después de vomitar hasta la vida), Cinco y yo. No llegó ni Allison, Diego y Vanya.

—¿Y ahora qué? —preguntó Luther.

—Ahora nada, Luther. Haz las paces con Dios. —dijo un (muy) enfadado Cinco.

—¿Qué? ¿Y Allison y Vanya? —pregunté.

—Que se pudran. Deberían haber venido.

—¡Qué cariñoso eres! —dije con sarcasmo ante su respuesta.

—¿Y Diego? Es un joven muy responsable, ¿o no? —preguntó Klaus sentándose en el suelo.

—Seguro les pasó algo. —dijo Luther.

—¡Al diablo con Diego y con todos! Estaba mejor solo en el apocalipsis.

—¿Sabes qué, Luther? Que cada uno haga su camino ¿Qué les parece? —dijo antes de marcharse a zancadas.

Y quedamos en un intenso silencio. Pero lo rompió Klaus entre quejidos.

—¿Es mi impresión o Cinco está más odioso?

—Aphrodite, ve a ver a Allison, para ver cómo está. Klaus, tú busca a Diego y a Vanya y tráiganlos. Yo me encargo de Cinco. —lo detuve.

—No, mejor déjame a Cinco. Ya saben, sé cómo convencerlo. —él asintió y  entré al edificio.

Subí las escaleras corriendo para alcanzarlo.

—¡Oye, pedazo de porquería! —llamé entre jadeos, creo que necesitaba hacer más ejercicios. Él me ignoró —. ¡No ignores a tu hermana favorita!

—Estás muy lejos de ser mi favorita.

—Espero que eso haya sido una broma, porque si no partirías mi corazón. —dije haciendo un puchero.

—Claro, si tuvieras uno —dijo antes de seguir subiendo las escaleras pero me coloqué al frente evitando el paso —. Ya quítate, ogro.

—¿Y qué hay del apocalipsis? —pregunté, él se limitó a rodar los ojos antes de teletransporse detrás mío —. ¡Hay que pensar en otro plan!

—¿Quieres que te explique con manzanas y dibujitos para que entiendas? Se acabó, Aphrodite. Ya estamos jodidos.

—¿A dónde vas? —pregunté

—Voy a hacer algo impensable. —respondió abriendo la puerta del apartamento —. Esperaba no tener que hacer esto.

Estaba por también entrar pero me cerró la puerta en la cara.

—¡Que odioso eres, hermanito, por supuesto que yo también te quiero!

—¡Ya jódete! —me gritó de vuelta.

❪...❫

Escuché la puerta abrirse de golpe lo que causó que me cayera del sofá por el susto, me levanté rápidamente y acomodé mi vestido.

—¿Cinco?

Me dirigí a la cocina donde lo vi tomándose casi todo el jarrón de agua.

—Necesito estar bien hidratado. —murmuró seguido de ponerse talco para bebé.

—¿Por qué demonios te colocas talco para bebé?

—Ayuda para la comezón. —me respondió colocándose talco en sus partes. Hice una mueca de desagrado ante eso.

—¿Comezón? ¿Por qué comezón?...Ah, sí tienes un plan.

—Pues, es un plan desesperado, pero nuestros descerebrados hermanos son incapaces de cumplir un simple plazo, no me queda de otra. —explicó agarrando su chaqueta.

—¿Y cuál es tu plan?

—Buscarme a mí mismo —sacó un reloj de mano de su bolsillo—. Llegué a Dallas hace quince minutos.

—¿Y qué haces aquí? —pregunté en referencia de su versión adulta. Él comenzó a estirarse.

—Quizás recuerdes que viajé a 1963 por órdenes de la Comisión para asesinar al presidente.

—Tu yo viejo está por ahí, ¿y él en qué nos ayudará? Dudo que tu Comisión nos vuelva ayudar a regresar a 2016.

—Sí, pero lleva un maletín que nos llevará a casa.

Sonreí de oreja a oreja ante eso.

—¡Eres un genio, mocoso!

—Sin embargo, hay dos problemas grandes con este plan —al escuchar eso se me borró la sonrisa de inmediato—. Número uno: soy un asesino entrenado, quizás el más peligroso del continuo espacio-tiempo. Me conozco y no reaccionaré bien a toparme conmigo mismo. Número dos, y el verdadero quid de la cuestión: nadie debería coexistir cerca de sí mismo en la misma línea de tiempo. Puede haber efectos secundarios.

—¿Y cuáles son esos efectos secundarios?

—Bueno, según la sección 3b del capítulo 27 del Manual de la comisión, hay siete etapas en la psicosis de la paradoja.

Primera etapa: negación.
Segunda: picazón.
Tercera: sed y ganas de orinar.
Cuarta: cuantiosos gases.
Quinta: paranoia aguda.
Sexta: sudor excesivo.
Séptima: furia homicida.

—¿Furia homicida?

—Sí.

—En ese caso, dudo que sea buena idea que te vayas hacerle una visita.

—Es una porquería. ¿Qué más podemos hacer, Aphrodite? —preguntó acercándose más a mí ya que se encontraba al otro lado de la sala. Quedamos a un metro de distancia.

—No lo sé, sabes que esto de los planes no es lo mío. Pero te veo bastante inestable y no quiero andar detrás de una bestia que tendrá ganas de matar a la de Dios.

—Mira, necesito tu ayuda, ¿Sí? Necesitaré una auxiliar

—¿Auxiliar? ¿Por si te llegas a poner psicótico? —él asintió.

—Necesitaré que me ayudes a concentrarme si eso llega a pasar. Así que, pase lo que pase y diga lo que diga, debemos de obtener el maletín.

—Cuenta conmigo, pequeño gnomo. —él rodó los ojos a lo que me reí.

Cuando éramos pequeños yo era más alta que él y se la pasaba en el jardín (más que yo y eso que me gusta convivir con todo lo que tenga que ver con la naturaleza) así que le decía gnomo solamente para sacarlo de sus casillas y siempre lo lograba, pero hoy en día él es más alto que yo.

Nota actualizada:

OFICIALMENTE CANCELADA.

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