35. Fracaso en la cena











Habíamos llegado al lujoso hotel, no me sorprende que Reginald haya escogido un lugar así para reunirnos.

—¡No cierren! —grité al ver que el ascensor estaba por cerrar pero me llevé la sorpresa que no solo nos había llamado a nosotras, sino que también al resto de mis hermanos. Ellos estaban tan sorprendidos como nosotras.

—Bien. Ya estamos todos. —murmuró Cinco.

En el ascensor, Luther había tirado una bomba explosiva. Ni mi estómago era tanto potente como el de él.

—Santos dioses Luther, tienes una bomba como estómago. —murmuré tapándome la nariz con la chaqueta.

—Lo lamento, estoy nervioso. —al llegar a nuestro destino no dudamos en salir corriendo de allí.

El lugar parecía tropical.

—Escuchen, cuando llegue papá, yo seré el que hable. —informó Cinco, como siempre queriendo tener el mando.

—Yo también quiero hacerles preguntas. —dijo Diego.

—No queremos asustarlo. Podría ayudarnos a volver a casa y detener el apocalipsis. —dijo, mientras yo fui a explorar el lugar. Era muy bonito.

—No, averiguaremos por qué matará al presidente.

—Es cuestión de vida o muerte, imbécil. —refunfuñó.

—Tal vez podríamos turnarnos para hablar, ¿no? —opinó Vanya —. El que tenga este caracol podrá hablar.

—Vanya, no hay tiempo para debates.

—¿Puedes darme eso? Ya todos sabemos que soy mejor oradora que ustedes. —dijo Allison quitándole el caracol a Vanya.

—Si claro, niña de papá. —murmuró Diego.

—¿Celoso, Dos?

—Hey, no más números —dijo Diego un poco molesto, rodeé los ojos y me senté —. No más tonterías. Somos el Equipo Cero. Todos.

—¿Entonces cómo le diremos a Cinco? Prácticamente su nombre es un número y supuestamente ya somos el equipo cero —voltee a mirar a mi hermano quien se encontraba a mi lado, de pie— ¿Cómo te gustaría, hermanito? ¿Pepe? ¿Héctor? Uy, ¿qué tal Nicky? —burlé, Cinco no dudó en rodar los ojos.

—Déjate de tonterías, Aphrodite. Ya ponte seria.

Una persona entró al lugar y ese era papá, o bueno, mi futuro “papá”. Entró sin mirarnos y se sentó a lo que el resto también lo hizo.

—No solo irrumpieron en mi laboratorio, soltaron a mi chimpancé, se infiltraron en el consulado mexicano, me avisaron y atacaron repetidas veces, sino que, en numerosas ocasiones, me han llamado...—fue interrumpido por Klaus quien recientemente apenas estaba sentado y ya estaba casi ebrio.

—Hola, pa, ¿cómo le va?

—Según investigué, no son de la CIA, ni de la KGB, ni del MI5, así que...¿quiénes son? —ninguno sabía que responderle hasta que Cinco habló con verdad.

—Somos tus hijos. Del futuro.  En 1989, nos adoptante y entregaste para evitar el fin del mundo. Nos llamaste La Academia Umbrella.

—¿Por qué diablos adoptaría siete...? —lo interrumpí.

—Ocho. Adoptaste a ocho niños, pero uno está ausente.

—Murió. Era el mellizo de ella. —me señaló Diego, a lo que Reginald me miró y yo sonreí un poco nerviosa pero no duró mucho ya que Klaus mando a callar a alguien a lo que Reginald lo miró extrañado.

—Entonces, ¿qué me llevó a adoptar ocho vándalos mal educados?

—Somos especiales. —respondió Cinco, intenté darle una probada al vaso que se encontraba frente mío pero me llevé la triste noticia que nada más estaba de adorno.

—¿Especiales? ¿en qué sentido?

—Sentido en que tenemos superpoderes. — habló Luther.

—Díganme anticuado, pero quiero algo llamado evidencia. Muestrenme.

—De pronto, todos quieren ver poderes. —dijo Allison.

—No somos un circo. No vamos hacer marabales y aplaudir como focas para entretenerte.

Diego sacó uno de sus cuchillos apuntando hacia Reginald pero este giró y se clavó en una columna que se encontraba a unos metros de él. Reginald no dijo nada pero sí anotó algo en su libreta.

—¿Qué escribes? —preguntó Diego.

—Sigues errándole, jovencito. —Dos intentó golpearlo pero Cinco se teletransportó deteniéndole.

—Basta.

—Eso sí es interesante. —murmuró Reginald.

—Un resumen. Luther, superfuerza. Klaus habla con muertos. Aphrodite tiene control sobre la naturaleza aparte de crear escudos. Allison puede persuadir a quien sea —Él estaba por seguir pero Diego lo interrumpió.

—Salvo que lo usa con nadie.

—Oí el rumor que te golpeabas a ti mismo. —Y así lo hizo.

—¿Y tú? —preguntó Reginald a Vanya.

—Será mejor sino se lo pedimos. —dijo Luther.

—Sí, no es buena idea.

—Está bien. Puedo controlarlo. —dijo Vanya.

—La último vez, explotaste la luna. —recordó Allison.

—¡No, Vanya!

La nombrada hizo chocar su cubierto contra el vaso causando que el sonido creara una explosión sobre la decoración de frutas que se encontraba en el centro de mesa, los restos terminaron en todos lados excepto en mí, pues cree un escudo  que evitó que me ensuciara.

—Gracias también por protegernos —me dijo de manera sarcástica Diego, a lo que le solté un “De nada” —. Sabemos que estás involucrado en un complot para asesinar al presidente.

—Estuviste internado, ¿correcto? Veo que sigues sufriendo delirios de grandeza y paranoia aguda.

—¿Te parece? —sacó una fotografía de su bolsillo y se lo entregó—. Explica esto. Eres tú. Dentro de dos días, en la plaza Dealey, donde le dispararán al presidente.

—Bueno, supongo que lo resolviste. Tú solo descubriste mi nefasto plan. ¿Eso quieres oír? ¿Te crees un bienhechor? ¿El último hombre que nos salvará de descender a la corrupción y la conspiración? Es una fantasía absurda. La triste realidad es que eres un hombre atormentado, inconsciente de su ignorancia, que se aferra con desesperación a un razonamiento ineficaz. Más precisamente, un perfecto inepto.

A este punto Diego ya se encontraba herido y temblando.

—N-no. Te equivocas. —negó con una lágrima escapándose de su ojo. El ambiente que había ya era de incomodidad.

—Olviden al presidente. Se avecina una guerra catastrófica en cinco días. Debemos averiguar cómo impedirla. —rompió el hielo Cinco.

—¿Guerra? El hombre siempre está en guerra.

—No, no es una guerra cualquiera. Habló del Día del Juicio Final. El fin del mundo.

—Bueno, ustedes son los especiales. ¿Por qué no hacen algo al respecto?

Gran idea, Reginald. Mira que no lo habíamos pensado.

De la nada, Klaus comenzó a darle un ataque pero con los brazos arriba.

—¿Le está dando un ataque? —preguntó confundida Allison.

—Sobredosis, seguro.

—¿Deberíamos de hacer algo? —preguntó Luther.

—Klaus, no es el momento. —susurró Cinco.

—Yo soy...—trató de hablar.

—Dilo de una vez. —dijo Reginald.

—...¡Ben! —gritó antes de caer al suelo jadeando.

—Bueno. Gracias por venir. Ya vi suficiente. —dijo agarrando sus cosas antes de caer al suelo.

—Yo...—Luther se levantó de la mesa y rompiendo su casa dejando su torso de gorila —. ¡Mira lo que me hiciste! ¡Mírame!

Creo que Cinco ya le están dando ganas de matarse.

—Tú, el de pantaloncillos. ¿Podemos hablar en privado?

—La cuenta, por favor. —pidió Allison avergonzada de lo sucedido.

❪...❫

—Bueno, salió igual de bien que cualquier otra reunión familiar. —comenté.

—Ugh. Me siento ultrajado. Necesito un baño de hierbas. No tenías derecho de poseerme. —jadeó Klaus tirado en el suelo del ascensor.

Al llegar al primer piso salimos del ascensor, pero me di cuenta que habíamos olvidado a Klaus por lo que me devolví y le agarré una pierna e intenté arrastrarlo pero al pesar el doble que yo no podía, Luther vino a mi rescate arrastrándolo él.

Foto de Ben y Aphrodite de cuando tenían 9 años.









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