31. Vidas pasadas
—Nada de esto tiene lógica, ¿cómo pudo terminar él aquí? —cerré el libro con fuerza seguido de apoyar mi cabeza entre las palmas.
Era el décimo libro que leía en busca de una respuesta de cómo Gilbert pudo terminar en 1963, a este tiempo él ya debía de ser puro hueso.
—Pero nadie dijo de que sea él mismo —miré a Klaus confundida, a lo que él suspiro y me mostró la tapa del libro que él se estaba leyendo. Vidas pasadas —. El libro dice que los humanos tenemos vidas pasadas, algunos dejan cosas sin resolver al morir por lo que pasa a su vida siguiente.
—¿Y eso qué tiene que ver con todo esto?
—Y después dicen que el idiota soy yo—susurró Klaus a lo que rodee los ojos —. ¿El señor dijo que el chico en sus sueños la buscó hasta la muerte, no? —asentí—. Bueno mi querida Aphrodite, ahora tú debes de buscar a tu Romeo.
Fue cuando todo agarró sentido. Probablemente Gilbert había reencarnado en el hijo de aquel señor y aquellos sueños sean en verdad sus recuerdos de la vida pasada.
Gilbert intentó volver conmigo.
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Klaus me acompañó a la tienda de empeño pero al entrar mi esperanza de ver al señor desapareció por completo, ya no era él que atendía la tienda sino Richard WhiteBlood, el dueño de la tienda y viejo amigo.
— ¡Aphrodite! —dijo feliz al verme entrar—. Tiempo sin verte, ¿qué se te ofrece?
—Hola Rich, venía a preguntarte sobre el señor que te reemplazó el lunes.
— Ah te refieres a Eleonor. Gran tipo. Recién se acabó de mudar con su familia a Dallas —rió—. ¿Qué pasó con él?
Formé mis labios en una fina línea hasta encontrar una mentira.
—Él me pidió el favor que le diera un recorrido a su hijo por la ciudad —sonreí para convencerlo —. ¿Me podría dar su dirección, por favor?
Richard frunció el ceño y negó con la cabeza.
—Lo lamento, Aphrodite. Pero no puedo darte la dirección ni ningún dato sobre él. Hace parte del reglamento.
—Pero ya escuchaste que ese tal Eleonor le pidió el favor que le enseñara la ciudad a su hijo. —intervino Klaus pero una vez más Richard se negó.
Salimos de la tienda frustrados porque el plan falló. Agarré el collar que Gilbert me regaló con fuerza tratando de tranquilizarme y así pasó, era lo único que tenía de él y siempre me tranquilizaba en momentos de angustia.
—Calle 22 número 12 Dunnyville —miré a Klaus confundida —. Ah, es que Ben aprovechó que hablábamos por el señor y consiguió la dirección en su oficina. Él presentía que el señor se negaría a darnosla.
Y le di las gracias a mi mellizo, bueno, prácticamente al viento.
—Que está a tu izquierda. —volvió arruinar el momento Klaus, rápidamente me corregí. Ventajas y desventajas de tener un hermano fantasma.
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—¿Qué? ¿Cómo de que se mudaron? —pregunté triste.
—Sí, ¿acaso estás sorda? Se mudaron hace una semana.
—¿Y sabe a dónde se mudaron? —preguntó Klaus enojado ante el maltratado que me estaba dando la señora que ahora vivía en la antigua casa de Eleonor, evidentemente la señora era xenofobia.
—No, y mucho menos me interesa. Largo de mi casa —gruñó a lo que le hicimos caso, que estaba muy mal como para defenderme, mi cabeza se encontraba en otro lado —. ¡Y regrésate a tu país, china asquerosa!
Le alcé el dedo del medio sin voltearme a verla a lo que ella me respondió azotando su puerta. Se sintió ofendida.
Y una vez más lo volví a perder.
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Klaus se estacionó frente a una ferretería, conocía perfectamente a Klaus como para saber que trataría de evitar la muerte de su amado. Si yo no podía tener a mi primer amor él sí debe de tenerlo; Estaba por bajarme pero cuatro me detuvo.
—Será mejor que te quedes aquí. No estás en condiciones como para ir —estaba por reprochar —. Tengo que hacerlo solo.
Asentí y él se miró al espejo antes de salir. Miré hacia la ferretería que se llamaba Glen Oaks.
Creo que tendré que darme por vencida. Era más que evidente de que el universo no nos quería ver juntos, todas las veces que he intentado estar con él he fracasado.
Solté un sollozo y me quité el cabello de la cara intentando aguantarme las lágrimas. Sentí un escalofrío rodearme a lo que me abracé a mi misma.
Pero, si Gilbert no se rindió para estar juntos ¿Por qué yo también? Él nada más se mudó de casa más no de país o ciudad.
Tan solo no debo de perder la esperanza.
Klaus fue el motivo de que mis pensamientos desapareciera pues que me entregara dos potes de pintura no era algo común cuando vas a evitar la muerte de alguien. Cuando estaba por preguntarle cómo le fue él se adelantó pero no fue algo muy agradable que digamos.
—¿Por qué te metes en mis asuntos?
—Uy lo siento hermano, no quería que te enojaras. —alcé mis manos en forma de paz.
—No es para ti, es para el tedioso de tu mellizo —A este punto ya me había perdido. Al parecer Ben había dicho otra cosa a lo que él respondió: —. Pues felicidades, porque ¡estás despedido!. Cállate. ¡Basta! Ahora, escúchame —Klaus se volteó viendo a los asientos de atrás —. Cuando estábamos en Saigón, Dave me contó que se alistó el día que asesinaron a Kennedy. Si me dejaras en paz cinco malditos minutos, tal vez pueda convencerlo que no vaya a esa guerra tonta y logre salvarle la vida. ¡Maldita sea! —golpeó con fuerza el volante pero a los segundos se quejó por el golpe —. Sí, puedo manejarlo.
La discusión fue interrumpida por unas sirenas por parte de la policía que iba de lado contrario a la nuestra.
—Mierda, Allison. —murmuré al tiempo que Klaus prendía el coche.
Al llegar a Stadtler's todo era un caos, personas negras luchando por sus derechos y personas blancas en negación, policías vigilando la entrada del restaurante y habían tirado gas por lo que me puse a toser como loca ante eso.
Encontramos a Allison llamando a Ray quien se había ido.
—Allison, hay que irnos. —le dijo Klaus pero ella se negaba rotundamente.
—¡Vamos! —tiré de su mano para después irnos corriendo de allí.
En definitiva este capítulo no me gustó.
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