27. El comienzo de la catástrofe
— Vamos, Klaus. Concéntrate. Respira profundo y piensa a quién quieres invocar. —murmuré, mi hermano quería llevar su poder a más allá de solo ver personas fuera del plano terrestral.
— Eso hago pero no funciona. —reprochó viéndome.
— No digas que no funciona porque sí lo hará, sigue intentándolo que Ben y yo confíamos en ti. —el chico sonrió ante mis palabras y asintió para después seguir intentándolo.
Minutos más tarde escuchamos una explosión seguida de más. Salimos rápidamente de la habitación en busca de nuestros hermanos.
— ¿Y esas explosiones? —preguntó Klaus al ver a Diego.
— Probablemente viene de Vanya. —respondió, en ese momento Pogo se acercó a nosotros.
— Deben de ir a un lugar seguro fuera de la academia. —ordenó, intercambiamos miradas con Luther antes de salir corriendo.
Llegamos al segundo piso y comenzamos a buscar a mamá tratando de escapar de los escombros.
— ¡Mamá! —llamé esquivando una lámpara que se dirigía a mi cabeza, me alegraba en ese momento tener excelentes reflejos.
Pero me traicionaron cuando uno de ellos cayó encima nuestro causando que Diego se desmayara.
— ¡Diego despierta! —grité sacudiendo a número dos mientras veíamos como nos iba a caer parte del techo encima, estaba preparada por si debía de crear un escudo pero nos serviría de mucho que él dejara de tomar su siesta momentánea, pero en ese momento alguien tiró fuerte de Diego y el techo se cayó y cree el escudo protegiendo a Klaus y a mí, el escombro se hizo pedazos al chocar con mi escudo.
— Ay Dios, casi me hago pipí encima. Alabado sea tu poder. —dijo Klaus a lo que me reí.
Volví a la realidad donde algo o alguien había tirado de número dos y no había más nadie que Ben.
— No puede ser. —murmuré en dirección donde se encontraba levantándose Diego. Klaus pasó su brazo por encima de sus hombros y nos fuimos de esa área.
Logramos salir de la academia por la parte trasera para entonces Diego recuperó la conciencia.
— ¡Me salvaste la vida hermano, gracias! —Diego le agradeció a Klaus abrazándolo, a lo que lo miré incrédula ya que se estaba llevando los créditos de Ben pero este simplemente hizo un gesto restándole importancia —Mamá...¡Mamá!
—¡Mamá! ¡Sal de ahí! —grité viendo que de encontraba en su habitación.
—¡Crea uno de tus escudos y protegela! —me pidió Diego a lo que me negué.
— Está muy lejos, dudo que mis escudos lleguen hasta allá.
— Entonces iré a sacarlo yo mismo. —dijo tratando de volver a entrar a la casa pero lo detuvimos a tiempo, ya que la academia se derrumbó.
— ¡Mamá! Eight, Klaus, ayúdenme a buscarla. —pidió el latino moviendo los escombros.
Solté un suspiro y mi mirada se dirigió a una portaretrato donde se encontraba Ben y yo, gracias a los cielos que nada más se había roto el vidrio y la parte que lo sostenía. Le quité el polvo y saqué la fotografía guardandóla en el bolsillo de mi chaqueta, pero algo más había llamado mi atención, era un sobre de carta debajo de una roca se veía bastante antiguo, debía de llevar debajo de la casa como por dos siglos.
Lo agarré y le quité los restos de polvo dejando a la vista una fina letra que decían De: Gilbert Blythe - Para: Aphrodite Kim "Eight Hargreeves"
¿Cómo sabía Gilbert que vivía aquí? Mejor dicho: ¿Cómo sobrevivió la carta tanto tiempo?
Bueno, no sobrevivió tanto ya que lo decía el resto de la carta ya que no se veía, la tinta se fue perdiendo con el tiempo a excepción de quién y para quién.
— No sobrevivió. —escuché decirle a Luther, quien llegaba donde nosotros.
— ¿Quién no sobrevivió? —pregunté guardando la carta.
— Pogo. —llevé mi mano a la boca tratando de no llorar.
— ¿De qué hablas? —volví a preguntar sin creerle.
— Vanya lo mató. —me respondió.
— Vanya nunca...—Luther interrumpió a Diego.
— Lo vi. Justo antes de salir.
— Genial, primero mamá y después Pogo. —Diego se sentó entre los escombros pasando su mano por la cara.
— ¡Oigan! —Five se acercó a nosotros entre tropiezos —. Es hoy. El apocalipsis no ha acabado. El mundo se acaba hoy.
— Dijiste que lo habían impedido. —caminé hacia él cruzándome de brazos.
— Me equivoqué, ¿sí? Este periódico lo encontré en el futuro, el día que quedé atrapado. El titular no ha cambiado.
— Eso no significa nada. El tiempo pudo alterarse desde que se publicó. —dijo Diego.
— No estás escuchándome. Cuando lo encontré, supuse que este lugar había caído con todo lo demás. Pero aquí estamos. La luna aún brilla, la tierra entera, pero la academia no. —Klaus le arrebató el diario para leerlo.
— Me confundes. —murmuró rabioso.
— Escúchame, idiota. Vanya destruye la academia antes del apocalipsis. Creí que Harold Jenkins era la causa pero solo era el detonante. Vanya es la bomba. Vanya causa el apocalipsis.
— Hay que buscarla. —murmuró Luther después de prender su pequeño cerebro.
— Mejor hay que irnos. —murmuré viendo como un helicóptero policial alumbraba hacia nosotros y la policía se acercaba cada vez más.
— Nos vemos en el Superstar. —dijo Diego y Five se teletransportó.
Llegamos a los bolos y nos sentamos sin saber qué hacer para detener a Vanya.
— Miren, odio ser quien diga esto, pero todos deben prepararse.
— ¿Para qué? —preguntó Luther, solté un suspiro al ver que era el otro ni se encontraba con los pies sobre la tierra.
— Para detener a Vanya como sea. — Allison le pegó con su cuaderno a lo que se lo agradecí.
— Cómo sea no. No podemos lastimarla, hay que intentar que recupere la conciencia y ya después vemos cómo hacemos para que controle sus poderes. —dije.
— Quizás no haya opción, Eight.
— Mentira. Siempre hay opciones. —me apoyó Diego.
— ¿Sí? ¿Cómo cuáles? —Chasque mis dedos y haciendo una mueca ante esa pequeña opción.
— Pero ya se nos ocurrirá algo.
— Y que sea rápido, porque hay que hallar a Vanya, ¿bien? Podría estar en cualquier parte. —dice número uno levantándose de su asiento.
— O aquí. —dice Klaus mostrando su periódico y dejándolo ver.
ST. PLUVIUM CHAMBER ORCHESTRA.
— Así es. Su concierto es esta noche. —dijo Diego.
— Hola —todos miramos al tiempo a la empleada del lugar —. Detesto entrometerme, pero mi gerente dice que si no juegan, deberán irse. —dice yéndose, miramos hacia donde se encontraba un señor que cogió unos zapatos y lo dejó furioso sobre la mesa. Luther agarró una bola y la lanzó con fuerza y le atinó.
Allison escribió otra cosa y decía “Es nuestra hermana”
— Somos los únicos capaces de detener esto. Se lo debemos a papá.
— ¿A quién? Ya me cansé de hablar de-
— Él sacrificó todo para unirnos de nuevo. —dijo Luther.
— Estoy con Luther en esto. No podemos dejarla pelear. Hay millones de vidas en riesgo, ya no intentemos salvar solo una.
— Chicos, quizás yo pueda ayudar. —murmuró Klaus.
— Este no es el momento. —interrumpió Luther.
— Cállate, Luther. —también lo interrumpí.
— Cierto, hoy me salvó la vida. —negué con la cabeza divertida, tan solo me imagino la cara de mi mellizo.
— ¿Es cierto? —preguntó extrañado Luther.
— Sí, sí lo hice... yo me llevé el crédito, pero el verdadero héroes fue Ben.
Todos lo miraron como si se encontrara loco.
— Hoy, escuchen... Hoy me golpeó en la cara. Y antes, en la casa, fue él quien salvó la vida de Diego. ¡Y Eight lo vio!
— Eres increíble, Klaus. —dijo sarcástico, Luther.
— Cómo que me están dando ganas de volver a mandarte a la luna. —dije haciendo aparecer un escudo en mi mano sin que los mortales me vieran. Este rápidamente se calló y miró a Klaus.
— Les daré pruebas. Hora del espectáculo, hermano. —Klaus lanzó una bola pero no la atrapó.
— ¿Puedes silenciar esa voz en tu cabeza que te dice que grita ser el centro de atención? —preguntó furioso Luther.
— ¿Podrías hacer lo mismo? —contrataqué.
— Ay ya cállate, Eight. Deja de estar metiéndote dónde no te incumbe. —dijo
— Mira que sí me incumbe porque siempre andas subestimando a los otros, te crees el mejor de todos nosotros desde pequeño y era el chico perfección pero todos sabemos que nunca lo fuiste.
— Quédate quieta, Eight —me dijo Klaus agarrándome de los hombros, miró a Luther —. Sabes, me caías mejor cuando eras virgen —todos intercambiamos miradas para después mirar a Allison, pero Klaus se arrepintió ante lo dicho —. Aunque no era su culpa, estaba drogado... y tal vez la chica creía que era un furro... o algo así.
— ¡Basta! —pidió avergonzando Luther —. Allison, espera. —y se fue tras de número tres. En el momento llegó una mamá con su hijo, quien traía una bola entre sus manos.
— Disculpe. Hoy es el cumpleaños de mi hijo, Kenny y...¿no prefieren que sus hijos preferiría jugar con niños de su edad? Asumiendo que no hay problema por sus dos papás.
Traté de no reírme ante la suposición de la señora, pero bueno, aunque tenga más de 100 años y tenga el cuerpo de una chica de quince años hasta yo creería que era niña. Aunque Five sí se lo tomó a mal.
— Preferiría comerme mi propio pie.
— Vámonos, Kenny.
— ¡Lo lamento, así de amargado es mi hermano! ¡Y feliz cumpleaños, Kenny! —le grité al chico.
— Si saliera con un tipo, serías el último con quién saldría. —murmuró Diego.
— La pasarías bien conmigo.
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