19. Una sensación mágica


—Haz tenido muchos mensajes estos días. —comentó Gilbert deteniéndose frente mi pupitre. Lo miré y sus hermosos ojos cafés fue lo primero que noté.

—Me da igual. No están a mi altura —bromeé a lo que ambos reímos —. Pero que sorpresa que te hayas detenido a mirar el tablero ¿Seguro que eres Gilbert Blythe?

Noté que se puso un poco nervioso pero lo disimuló.

— ¿No te vas con Diana? —cambió el tema, negué con la cabeza para después ir al armario y comenzar a colocarme mi abrigo.

—No. Iré al bosque un rato para despejarme.

— ¿Puedo acompañarte? —sonreí mientras asentía.

Llegamos a una parte del bosque bastante tranquila y hermosa. Me senté debajo de un árbol de manzana grande y viejo, saqué de mi canasta un libro llamado "A woman of the century" que recientemente acabó de salir.

— ¿No te vas a sentar? —Le pregunté al notar que se quedó de pie viéndome, este salió de su trance y se sentó rápidamente —. El día está muy bonito, ¿no crees?

—Así es. —lo miré conectando nuevamente nuestras miradas, este me sonrió y yo a él.

Este separó nuestras miradas centrando toda su atención en el libro de medicina que había sacado de su bolso.

Pasó una hora de risas e intercambios de anécdotas.

— ¿Tienes hambre? —le pregunté de repente, este despegó su mirada del libro para verme.

—Un poco —señalé arriba de su cabeza a lo que él rápidamente miró, una manzana comenzó a crecer en el árbol para después ser atrapada por el chico. Le dio una mordida —. Mmm, está deliciosa. Por cierto, tengo algo para ti.

— ¿Qué? —pregunté confundida. Sacó del bolsillo de su abrigo un collar y me lo entendió.

—Es para ti —lo acepté aún más confundida, era un collar que tenía una margarita. Era muy bonita —. Lo vi la última vez que fui a Charlottetown y pensé en ti, ya que te gustan mucho las margaritas.

Él pensó en mí y recordó que la margarita es mi flor favorita.

—Muchísimas gracias, Gilbert, pero debió de costarte mucho.

—Valió la pena. —me ayudó a colocármelo.

❪...❫

—Anne, ¿bailarás con Charlie mañana? —preguntó Josie a referencia de que Charlie se le confesó a Anne en el tablero.

— ¿Qué?

—Practicaremos para el baile de la feria del condado. Todos lo haremos. —respondió Ruby.

—Para niños y niñas.

—Así que habrá contacto físico.

—Sé que no me gustará practicar con estos tontos. Solo bailaré con mi futuro prometido en la feria. —comentó Josie mientras nos sentamos en nuestros respectivos asientos.

—Billy tiene dos pies izquierdos y ambos huelen mal. —me reí al escuchar decir eso de parte de Jane.

Finalizando las clases fuimos a ver el tablero para saber qué había puesto Charlie.

—Creo que Charlie Sloane debería de saber que no somos compatibles. Nunca se arriesgó en su vida. —dijo Anne furiosa.

—Puso el mensaje, ¿no? Fue audaz. —dijo Diana.

—¡Anne Shirley—Cuthbert de Sloane! Suena como fisgón. —comenté haciendo una mueca a lo que Anne me apoyó.

—Cañón, arpón. No sería la novia de la aventura, sino la del aburri...

—¡Anne!

—Sí, fui insensible...

—No. ¡Sí! —nos detuvimos—. Recordé que llevaremos a Minnie May a su clase de música, debemos irnos.

—Pero si...—dejé la palabra en el aire al recordar que Jerry esperaba a Diana para acompañarla hasta la entrada de la casa —. Sí sí, cierto, ya recordé que Eliza nos la había pedido por la mañana.

—¿Las acompaño?

—¡No! Si la oyes tocar, nunca te recuperarás. Mejor no.

—Quería tomar un libro prestado de tu padre ¿Tendrá uno sobre Escocia?

—Lo buscaré. ¡Adiós, Anne! —Nos despedimos mientras Dianna tiraba de mi brazo para irnos rápido.

Llegamos a la casa y Diana se mostraba decepcionada ya que Jerry no llegó. Justo cuando no faltaba mucho alguien la llamó.

—¡Diana! —nos volteamos rápidamente y Jerry se ocultó detrás de un árbol.

—Hola, Jerry. —lo saludé mientras veía a Diana ir hacia él.

—Hola, Aphrodite. —El francés le entregó algo a la chica, ella le agradeció para después venir hacia mí con una sonrisa entre los labios.

Le había dado un libro, el de Frankenstein.

—Te gusta Jerry. —afirmé.

—¡Por supuesto que no!—lo negó. Reí sabiendo que era así.

❪...❫

—Como prometí, hoy practicaremos para el baile del condado. El señor y la señora Lynde aceptaron ayudarnos con la tarea. —dijo la señorita Stacy.

La puerta se abrió de golpe dejando pasar a dos hombres y una mujer.

—Como "El gallardo sargento de blanco" se baila en grupos de seis, pensé que sería mejor hacerlo así. Recuerdas a mi hijo.

—Sí, claro.

—Me alegra verla otra vez. —saludó el hombre quitándose el sombrero.

—Gracias...a todos por venir a ayudar. ¿Comenzamos?

—Por supuesto. Presten mucha atención a los esquemas. ¿Listos? —preguntó Rachel.

—Cuando usted diga, sra. Lynde. —respondió coqueto el señor Lynde.

—Sigan el ritmo con las palmas —todos comenzaron aplaudir—. Y ochos pasos en círculo —se agarraron las manos y comenzaron a girar en círculo—. Cinco, seis, siete y ocho. Y para el otro lado. Los bailarines del centro se unen. Un paso y otro, y giren tomados de ambas manos. Y un paso y otro paso, y uno, dos, tres. ¡Línea de tres! Uno, dos tres. El hombro izquierdo hacia el compañero que está frente a ustedes. Uno, dos, tres. Y vuelven a formarse las líneas de tres. Y uno, dos, tres, cuatro. Y para atrás, dos, tres, cuatro. Y pasan bajo los brazos en alto para empezar otra vez; Ese es el esquema básico.

—¿Por qué no lo intentan ustedes? —Preguntó la señorita Stacy —. Formen grupos de seis. Niño, niña. Niño y niña...

La profesora nos comenzó a repartir, quedé con Moody, Diana, Gilbert, Anne y Charlie.

—Y uno, dos, tres, cuatro. Y cinco, seis. Para el otro lado —. Esto es un desastre—. Prepárense para unirse. Un paso y otro paso.

Moody terminó bailando con Charlie, Gilbert con Jane. Anne, Diana y yo nos miramos confundidas.

—Basta, ¡deténganse! —nos detuvimos —. Eso fue...un inicio. Tomemos un descanso. Recuperaré el aliento y ustedes también.

Ruby salió corriendo y las chicas fuimos detrás de ella.

—¿Qué te pasa, Ruby?

—¿Tienes otro mareo?

—Cuéntanos.

—¿Y si estoy embarazada? —preguntó desesperada. Intercambiamos miradas sin saber qué decirle —. Según mi madre, si me acerco a un chico, podría embarazarme, y si un chico me toca, sin dudas, quedaré embarazada. Debo estarlo. Todas podríamos estarlo.

Las chicas comenzaron a preguntarse a lo que yo apenas estaba analizando lo que había dicho Ruby. Sin duda ellas no saben nada acerca del sexo.

Josie se volteó notando la presencia de la señorita Stacy.

—¿Cómo dejó que esto pasara? —preguntó enfadada.

—Niñas, por favor, cálmense. Les aseguro que no quedarán embarazadas por bailar.

No, pero sí bailar en la cama.

—¡Pero tuvimos contacto! —exaltó Ruby.

—No funciona así. No es...externo —las chicas se mostraron confundidas, a lo que yo me reía internamente —. Hay muchos pasos para concebir. Primero, el cortejo. Segundo, el matrimonio, claro. Después ustedes y sus esposos pueden...con su consentimiento, recorrer ese camino tan preciado hacia la maternidad. Juntos. ¿Está claro? Bien.

—Tengo miedo de bailar.

—No lo hagas. Puedes quedarte sentada si lo deseas. —dice antes de alzar su falda e irse.

Nos volvimos a organizar mientras escuchábamos a Moody afinar su bajo.

—Aquí vamos. Y uno, dos, tres, cuatro y cinco, seis, siete, ocho. Para el otro lado, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Y un paso, otro paso, giren tomados de las manos. Y un paso —en estos momentos bailaba era con el hijo de Rachel, quien estaba pendiente de la señorita Stacy—, y otro paso. Giren y giren. Líneas de tres. Línea, dos, hombro izquierdo, hombro izquierdo. Y las líneas de tres vuelven a formarse. Aquí vamos. Juntos, dos, tres, cuatro —. Gilbert agarró mi mano una vez que soltamos la línea, haciéndome girar. El círculo volvió aparecer —. Aquí vamos. Y uno, dos, tres y cuatro. Cinco, seis, siete, para el otro lado. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis y aquí vamos —. Nos separamos y ahora bailaba con Gilbert.

En estos momentos sentí que nada más éramos él y yo, con nuestros pasos encajaban perfectamente al igual que nuestras manos que al juntarlas todo en mí se calmaba y solamente poseía tranquilidad. Pero al tener que separarlas sentí un gran vacío.

La música se acabó e hicimos una reverencia de despedida.

—Buen trabajo. —felicitó Rachel haciendo que nuestra conexión visual se cortara.

—Bailas muy bien, Blythe. —halagué.

—Usted también, Aphrodite. —le sonreí para después retirarme al armario y esperar a Diana que esté lista.


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