17. Un dolor que no sana
— ¿Es algo grave? —preguntó Marilla. Ella y Anne acabaron de llegar para ayudarme a cuidar de Mary.
—El médico sabrá más que yo, pero espero que no. —le respondió Gilbert.
—Es una vergüenza que el único médico que la verá esté en Charlottetown. —comentó Anne indignada.
—Estoy de acuerdo. La enfermedad no discrimina. —dije rodando los ojos.
—Por suerte, el Dr. Ward tampoco. Es bueno. —dijo Gilbert.
—Vete, Gilbert, o perderás el tren. —le dijo Marilla.
Este me miró. Me acerqué a él y le dije:
—Tranquilo. Cuidaremos bien de Mary. —este asintió para después salir de la casa, una vez que él salió llegó Bash con ramas de árboles en su mano.
—Buen día, srta. Marilla, Anne. Bueno, a ti ya te saludé. —lo último lo dijo viéndome, asentí con una sonrisa entre los labios.
—Perdón por entrometerme, Sebastian, pero vinimos a ofrecer nuestra ayuda. —se excusó Marilla.
—Dígame que cocinará. —rogó Bash, a lo que me hice la ofendida. Pero bueno, yo nada más sé hervir agua.
—Haremos caldo, pan y nos iremos. —contestó.
— ¿Y dónde está mi bebé? —preguntó.
—Duerme. Matthew la cuida. —le contestó Anne dejando unos condimentos sobre la mesa.
❪...❫
—Creí que te habías ido con Marilla. —le dice Mary al ver a la pelirroja entrar después de mí.
—Lo hice —contestó mientras yo le colocaba la bandeja de comida sobre su regazo —, pero regresé. Pensé en transformar su caldo en algo más fuerte que te abra el apetito.
—Cocinas a sus espaldas. —dice probando el caldo —. Tienes 16 años y sigues siendo revoltosa. Qué rica quedó el caldo. Pero ¿Olvidaste tostar el pimentón cómo te mostré?
—Es cierto. Solo puedo culpar a mi disimulo y mi emoción.
—Lo importante es que aprendes. Está muy sabrosa —En ese momento entro Bash —Es hora de ir a la escuela, chicas. Ven mañana. Veremos qué cocinarás para la feria.
—Perfecto. Mejórate. Adiós.
—Los veo mañana. —me despedí.
Llegamos a la escuela después de unos minutos, los chicos se encontraban centrados en la máquina que había arreglado la señorita Stacy para el periódico.
—"Los granjeros celebran el nuevo...Gilbert". —Diana rápidamente miró a Ruby enojada mientras nosotros explotamos en risas —. ¿Otra vez Ruby?
—No me mires así. Estoy preocupada. ¿Por qué no vino, Aphrodite? —me preguntó la rubia.
—Fue a buscar al médico a Charlottetown, ya que la esposa de Bash está muy mal. —le contesté.
—Por Dios, ni siquiera conocen a esa mujer de color. —Miré a Josie enojada. No tenía el derecho de hablar así de Mary.
—Mejor cállate, Josie. Tú no conoces a Mary, es una mujer inteligente y maravillosa. No como tú. —le respondí.
—Gilbert es muy heroico. —dice llorando. Moody se le acercó y le extendió un pañuelo.
—Ten, Ruby. Para tus pobres ojos.
— ¿Viste eso, Diana? —le echó más leña al fuego, Josie —. Porque yo sí.
—Es cierto. Soy hermosa cuando lloro—Regalame un poco de tu autoestima, Ruby —. O eso me han dicho.
Ruby le devolvió el pañuelo —lleno de moco— a Moody.
—Conservalo. Si quieres. —le contestó.
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—No entiendo. Algo se debe poder hacer. —dijo Bash tratando de no llorar.
—Entiendo su frustración...—El Dr.Ward intentó colocar su mano en el hombro de Bash pero este la quitó.
—Lo acompaño. —Gilbert le pasó su sombrero al doctor.
Una semana. Dos semanas.
Miré a Bash a través de mis lágrimas. Esto no puede estar pasando. Intenté agarrarle la mano pero esté también la apartó.
Este se sentó frente mío y tiró la taza hacia otra parte causando que se rompiera.
— ¿Bash? ¡Sebastian! —lo llamó Mary. Este no fue. Así que decidí ir yo, pero Gilbert me detuvo.
—Mejor voy yo.
Miré a Bash.
—Debes de aprovechar el tiempo que te queda con ella. Disfrútalo. A mí me hubiese gustado poder pasar los últimos momentos que tuvo mi hermano. —Este me miró para después asentir e irse a la habitación de Mary.
Yo decidí quedarme en el comedor, ese momento no me incumbe. Simplemente me quedé soltando las lágrimas tratando de no hacer ruido y cubriendo mi rostro con las manos. Sentí como alguien tocó mi hombro con suavidad, era Gilbert con los ojos rojos y con rastros de lágrimas.
— ¿Me acompañas para ir a buscar a Delphine? —asentí.
En el camino ninguno habló, simplemente guardamos nuestro dolor. Llegamos a Green Gables y comentamos el diagnóstico y que la Septicemia no tenía cura. Los Cuthbert nos acompañaron a llevar a Delphine, pero Gilbert quería caminar al igual que yo pero Anne decidió unirse.
En el camino ellos comenzaron hablar mientras yo comencé a sentir que estorbaba. Ellos se detuvieron mientras Anne le decía algo motivador, no me detuve así que seguí mi camino abrazándome a mí misma intentando calmar el dolor. El de perder a alguien que tanto quieres.
Primero Ben y después Mary.
Llegué a la casa y ni muy bien abrí la puerta y Bash ya me sostenía de las manos rogándome de que si conocía alguna planta que curara la Septicemia.
—Por favor, Aphrodite. Debes de conocer al menos una. Haz logrado curar a las personas con tu medicamento natural, debes de conocer al menos una.
Yo no sabía qué responderle. No conocía ninguna planta que lo hiciera. Ninguna lo podía hacer.
—Lo siento. —Bash me miró unos segundos antes de soltarme.
Me sentía una tonta en estos momentos. No podía salvar a mi mejor amiga. No servía.
Miré por la ventana y encontré la escena de que Anne y Gilbert se abrazaban. Supongo que sí hacen una bonita pareja.
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—Delphine al menos tendrá a Bash y a nosotros. Ella sabrá que la amamos. —dijo Anne.
—Pero no me conocerá. No sabrá cuánto la adoro. —susurró.
—Escríbele una carta. Dile cuánto la amas. —dije.
—Exacto. Comparte tu vida. Cuéntale sobre ti. Sería el regalo más increíble. Es algo que anhelé toda mi vida. Conocer a mi madre, a mi padre. Saber con certeza que me amaban.
Al igual que yo. Me hubiese gustado saber al menos cuáles eran sus nombres...aunque no nos planearon y nacimos inesperadamente.
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— ¿Cuántas más? —preguntó agotada Marilla.
—Que sean muchas. —respondió Anne.
Muchas gracias por llevar nuestro equipaje. Estoy mareada.
Escuchamos al otro lado de la puerta, la cual se abrió y dejó ver a las amigas de Mary.
—Mira el tamaño de esta cocina. Hermosa.
—Constance, Jocelyn. Es hermoso ser emboscada por rostros tan amigables. —Anne se levantó emocionada y la abrazó.
— ¿Significa que está feliz de vernos? —preguntó Jocelyn.
—Así es. Es un gusto volver a verlas. —dije con una sonrisa.
—Crecieron desde la boda —comentó Constance. Miró a Marilla —. Mary nos dijo que la ayudó mucho, Srta. Marilla.
—Se volvió una amiga especial. —Constance no se aguantó la emoción y la abrazó, evidentemente Marilla no se lo esperó.
—¿Les podemos ofrecer algo? —le pregunté.
—Queremos ver a Mary. —me respondió Jocelyn.
—Al final del pasillo, a la izquierda. —dijo Gilbert.
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