Era una noche de tormenta.
La figura de una mujer con parka negra estaba al lado de la única farola de la carretera, sosteniendo un paraguas. El móvil que miraba fijamente le escupía luz azul sobre una piel pálida y frágil, casi como si estuviera enferma.
Llamando...
Llamando...
A punto de gritarle a la pantalla, una gota cayó sobre la imagen de su hermano. Pero no de la lluvia. Nadie le contestaba el teléfono, Gi-Hun estuvo tres años hablándole de su paranoia con un juego sádico, "cada persona valía millones", decía.
Y Kyung no se lo creyó.
Por tonta, por tonta, por tonta.
Hacía una semana que no veía a su hermano, y entonces vio a ese hombre en el metro. Dos bofetadas, una tarjeta, y ahora estaba en una carretera a oscuras esperando que la recogieran los psicópatas de los que habló sin parar Gi-Hun.
—Cógelo, cógelo... —Casi lloró, apretando el móvil contra el oído—.
Empezó a llover más fuerte.
—¿Hola?
—Ga-yeong. —Sonrió al escuchar la voz de su única sobrina, al otro lado del Pacífico—. Hola, cariño.
—¿Quién es? —Su madre se oyó de fondo—.
Todos hablaban en inglés.
—La tía Kyung.
—¿Tan temprano? —Ella cogió el teléfono—.
—No sé...
Kyung vio los faros de un coche acercarse desde lejos.
—¿...ha pasado algo?
Se acercaba donde estaba ella.
—¿Kyung?
Tragó saliva.
Cada persona solo valía dinero.
Dinero.
¿Qué habían hecho con Gi-Hun? Intentaba ir a por ellos y ella, su propia hermana, lo había llamado loco.
Lo habían matado para que dejara de buscar.
—Solo quería escuchar tu voz. —Sonrió, lamiéndose las lágrimas—. Te quiero mucho, Ga-yeong.
O estaba de nuevo en ese juego suicida.
—Ah... Yo tamb-.
—Tu padre también te quiere. —La interrumpió—. No te olvides de él, ¿eh?
El coche paró y ella colgó la llamada.
Subió sin dudarlo, completamente sola en esas nueve plazas. Tiró el paraguas mojado a un lado.
—¿Dónde vamos? —Preguntó tiritando, con el corazón palpitándole en los oídos—.
Nadie contestó.
Un click y empezó a salir un humo blanco que empañó todo el coche.
Lo último que vio Kyung fue la pantalla de su móvil, iluminándole la cara con una imagen de ella misma al lado de un hombre.
El hombre que la dejó en ruinas.
Do-Yun.
Deslice hacia arriba para aceptar la llamada.
🦑🦑🦑
Un hilo de música la despertó.
Notas disonantes que le hicieron daño por dentro, arañandole el cerebro. Se incorporó tocándose la cabeza, cegada por una luz fría.
Había un techo alto. Muy alto.
La sensación le hizo un hueco en el estómago.
—¿Qué es esto?
—¿Dónde nos han traído?
Escuchaba voces a su alrededor. Miró a su derecha, izquierda, incluso abajo. Estaba en lo alto de una litera de muchos pisos, todos repletos de personas con ropa verde.
Se miró a sí misma, y vio que ella también tenía uno. La idea de un desconocido, seguramente un hombre, tocándola mientras estaba inconsciente, le produjo una arcada involuntaria.
Buzzzzzzzz.
¡Oh, Dios! Se cubrió los oídos, viendo a duras penas que al fondo de la sala se abría una puerta. Salieron personas vestidas de rojo con... Máscaras.
Círculos, triángulos y cuadrados. Como le contó Gi-Hun, eso era una especie de jerarquía. ¡Como su número! Se agarró el pecho con desespero, leyendo el 455.
—Me gustaría daros una cálida bienvenida a...
Kyung bajó de la litera. Había cientos de personas ahí reunidas, olía a sudor, y un popurrí de colonias tan diferentes que apestaban.
Olvidó lo que dijo el guardia tan pronto como acababa las frases, se acercó a cada persona de allí esperando ver la cara de su hermano.
—¿Gi-Hun?
—¿Pero qué haces? —Un hombre joven se apartó—.
—¡456! —Gritó, en medio de todos—. ¡Número 456!
Giró sobre sí misma, solo viendo el color verde de la ropa y números sinsentido pasar uno detrás de otro.
—¡Gi-Hun! —Gritó, entre lágrimas y sollozos—. ¡Gi-Hun!
Unos hombros la empujaron para pasar, murmurando si estaba colocada. Tantas personas allí reunidas, y solo Kyung sabía lo que aguardaba.
Muertes, juegos infantiles, diversión para unos sádicos podridos de dinero.
—¡Gi-Hun!
La multitud se la llevó.
No escuchó lo que dijo el cuadrado, pero apareció en un rectángulo de tierra enorme. Unas puertas se abrieron sobre su cabeza, dejando ver el cielo azul. Tan azul y limpio, que se preguntó cuántas horas habían pasado.
—Muévete.
Alguien la apartó, y al chocar de espaldas con otra persona la tiraron al suelo. Se quedó ahí, sobre la arena.
"Si lo hacemos bien mamá no se dará cuenta " Recordaba su propia voz de niña, robando dinero del bolso. "¡Vamos a jugar al dalgona! " Y su hermano, con solo cinco años, asentía y la seguía con una sonrisa.
Las lágrimas resbalaron por sus sienes, nublando el cielo sobre ella como nubes densas.
" Los voy a encontrar ".
La última vez que lo vio le dio un folleto sobre salud mental.
" ¡Deja de mentirme! ".
Le gritó tanto ese día...
" Kyung ". La cogió de los hombros, con esas manos tan cálidas y ásperas por su repentino interés por las armas. " Escúchame... "
" No has llamado a tu hija. Has pasado tres años sin ella, has renunciado a Gae-yong. Si lo que dices es verdad, ¡olvídate de todo, joder! ¡Vuelve a ser el hombre que eras! "
—Mira esa. —Se rieron—.
" Kyung, por favor... "
Lo hizo llorar.
—¿Qué le pasará?
" Si te has olvidado de tu hija, olvídate de mí "
Le dio la espalda y abrió la puerta.
" Kyung, no te vayas. No quiero volver a estar solo... "
—¡Eh!
Le tiraron tierra, haciendo que Kyung se encogiera en el sitio.
—¿Qué haces? —Le dijo uno de los chicos jovenes—.
Se levantó del suelo, limpiándose el polvo de los labios.
—Si te vas a poner a llorar deja el juego. Así nos dejas sitio a los que queremos el premio.
Los miró con rabia, porque ya no le salían más lágrimas, y la muñeca empezó a cantar.
Todos ellos corrieron como hormigas verdes. Hormigas llenas de números rojos en el banco, que destrozaron a sus familias por su vicio.
Kyung, también jugó, y paró como un clavo en el sitio segundos antes de que la muñeca dejara de cantar.
—¡Quietos! —Un grito cortó el aire—. ¡Si os movéis van a disparar!
Solo unas milésimas antes de que ella estirara los brazos, quedándose en una posición cómica, para que los dos que habían delante suyo resbalaran y cayesen al suelo.
¿Había oído la voz de su hermano o solo era su imaginación?
—¿¡Pero qué haces!? —Se levantaron a trompicones—.
—¡Puta de mierda! ¡Nos has hecho perder!
Ella sonrió, estática.
Dos disparos certeros, que entraron por la frente y salieron por la nuca. Solo le salpicaron unas gotas en la mejilla.
—Jugador 106 y jugador 299, eliminados.
—¡Quieeetos! —Esa voz volvió a gritar—.
La muñeca giró para cantar, cuando Kyung se pudo mover y vio a través del campo a su hermano gritando a los demás lo que tenían que hacer.
—Gi-Hun. —Respiró—.
—¡Luz verde, ya puedes correr y parar!
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ᴶᵘⁿᵍ ˢᵒ⁻ᵐⁱⁿ
𝐒𝐞𝐨𝐧𝐠 𝐄𝐮𝐧-𝐊𝐲𝐮𝐧𝐠
❝ ¿Crees que te darán las gracias por salvarles la vida?
Esta gente no quiere vivir, quiere dinero. Son escoria. ❞
ᴸᵉᵉ ᴶᵘⁿᵍ⁻ʲᵃᵉ
𝐒𝐞𝐨𝐧𝐠 𝐆𝐢-𝐇𝐮𝐧
❝ Están desesperados, como yo lo estuve.
No merecen vivir menos que yo ❞
ᴸᵉᵉ ᴮʸᵘⁿᵍ⁻ʰᵘⁿ
𝐄𝐥 𝐋𝐢𝐝𝐞𝐫
❝ Que los guardias no disparen.
Lo mataré yo ❞
advertencias de contenido. ꧂
① Violencia explícita.
Escenas que emplean; disparos, apuñalamientos, cadáveres, venda de órganos, asesinatos y presenciar violencia sin intervenir
② Menciones de abuso a mujeres.
Recuerdos (no detallados) del pasado de la protagonista
③ Contenido sexual explícito.
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