• CAPÍTULO 12 •

La sombra de aquel árbol amortiguaba la calurosa jornada que iba cayendo de a poco sobre ellos, mientras el verde césped bajo sus pies les refrescaba e intentaba apaciguar su tensión.

Es que su corazón se encontraba inquieto y le oprimía a cada segundo del día, manteniendo sus pulsaciones en un estado intermitente, difícil de calmar ante la ausencia de él.

Su cabeza no dejaba de divagar y ya le resultaba complicado el concentrarse en cualquier tipo de conversación. Descansando escasamente por las noches y habiendo incluso perdido peso, debido a la falta de apetito que mantenía durante todo ese tiempo.

No podía imaginar lo que estaría sintiendo él. No quería hacerlo.

Pero su lobo lo sentía, dolorosamente lo hacía.

—¿Ocurre algo Taehyung?—la voz de ella resonó como un eco sobre su oídos, desconcertandolos por la sensación ajena que causaban en ellos. Observando como su mano se unía a la suya, sin haberse percatado de aquello. Como si su piel no le reconociera, como si buscase una que no era la de ella —Has estado actuado extraño desde que regresaste.

Con extrañeza la miró, con su rostro pálido y traslúcido intentando comprender que le sucedía. Sabiendo que ella solo buscaba ayudarle, pero que sin embargo no podía hacerlo.

Nadie podía.

No cuando él no había sido capaz de decirle la verdad. No cuando había sido estúpidamente pusilánime. Percatándose de que no podría lastimarla, desde que le vio aquel día que volvió a Yeorum.

Tan frágil.

Y él sabía que era la razón de aquello, pues le había esperado durante meses. Manteniéndose en pie solo por la esperanza de verle con vida.

Junto a ella, tal como le prometió.

—P-pensé que te había perdido T-taehyung...—las manos de Seulgi se aferraron a él ese día, mientras temblaba y sollozaba de forma rota sobre su hombro. Deseando sentirlo y hacer verdadera su presencia. Como rescatándole del lugar sombrío donde le habían enviado—...y-yo pensé que me habías dejado.

E instantáneamente le atrajo hacia él. Porque también lo sentía y sus deseos jamás habían sido causarle daño.

A ninguno de ellos.

Podía percibir la delgadez de su cuerpo a través de ese abrazo, lo que le carcomía aun más. Sabiendo que la chica había esperado por él y sin embargo, él le había traicionado.

Su piel estaba quemando, pues su lobo le raspaba por dentro luchando con él, exigiéndole soltar a la beta. Mas aun él no podía, pues la quería. Y más allá de que él ya no le perteneciese, existía un aprecio mas profundo que aquella promesa incumplida.

Sintió su aroma, suave y sutil. Singular de ella. Comparándolo sin intención y de forma inconsciente, con el dulzor cándido del castaño.

Jungkook.

Su pecho palpitó estruendoso, sintiendo una punzada sobre él. Su omega le estaba llamando.

—Estoy aquí. Nunca me he ido...— le respondió con sus ojos volviéndose vidriosos y brillantes, sin estar seguro si esa respuesta iba dirigida precisamente a ella.

No estaba totalmente lúcido de lo que estaba haciendo e inmediatamente se sintió enfermo.

¡No puedes fallarle maldita sea!

Respiró agitado, intentando alcanzar el poco aire que parecía llegar hasta él.

¿A quién le estás fallando? ¿A quién desear proteger?

Su angustia estaba haciendo estremecer su organismo, no podía detenerle.

¡Reacciona imbécil!

Y ya sin contenerse su cuerpo colapsó.

Su llanto escuchándose por todo el recibidor, sintiéndose ahogar mientras aferraba a la chica entre sus brazos.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento!

Acompañando sus lágrimas de lamentos asfixiantes que salían de su garganta. Pensando que moriría en ese momento. Que nadie le salvaría.

Que jamás le volvería a ver.

El pánico se apoderó de él, no percatándose de la fuerza que estaba empleando con la chica.

—¡Ey Taehyung! — le había gritado Jung, a la vez que tiraba de él hacia atrás—¡Suéltala!

El rostro de Seulgi reflejaba lo aterrada que estaba por la situación, apreciando como los ojos del alfa se encontraban idos y rojizos.

Quería encontrarle.

Pero ¿por qué todo estaba tan oscuro? ¿por qué estaba tan asustado?

¿Por qué se sentía tan solo?

—¡No! Déjame abrazarle por favor...no me alejes.

No de él.

Su corazón dolía, como si le estrujasen con las manos.

—¡Maldición Taehyung la estás lastimando!

Sus huesos helaron al reconocer la voz de Jung a su lado, sus muñecas naturalmente volviéndose débiles, liberando a Seulgi de su abrazo.

Se percibió frío, como si una parte de él le hubiera abandonado y le dejase sin abrigo.

—Ven, vamos. Debes descansar—Jung le mencionó a su lado. Mientras su cabeza buscaba aquellas órbitas azules en aquella chica. Solo encontrando un par de ojos temerosos, oscuros y tan perdidos como los de él.

Aquella noche había buscado calor en su antigua cama, deseando hallar algo de aquel aroma en las sábanas recién cambiadas. Que sin embargo, le resultaron demasiadas lejanas al agradable elixir del castaño.

Su cuerpo se ovilló bajo las mantas, necesitando de que algo calmase aquel dolor que rasgaba su piel. Y aquel llanto que se internaba en sus oídos. Su omega lloraba. Lo percibía a la distancia, con su cuerpo temblando al igual que él.

—Amor mío...

Escuchó pasos que corrían a través del pasillo, golpeando algunas cosas a su alrededor. La puerta de su habitación abriéndose de golpe y el sonido retumbando en las paredes de esta.

—T-taehyung— aquella voz le hizo voltear sobre su cuerpo, encontrando su silueta contrastante a la luz del exterior de su cuarto.

—M-mamá—sus labios apenas habían logrado moverse, paralizado al observar aquella imagen que tanto le hizo falta.

La mujer corrió hacia él para abrazarle con fuerza, ambos sentados sobre aquella cama, aprisionándose al otro. Sintiendo su olor.

El de su madre. El de su hijo.

Sus lágrimas cayendo en forma de lamento sobre sus mejillas— Dios mío T-taehyung— Jiwon tiritaba y sostenía al rubio entre sus brazos— Mi b-bebé...sabía que no eras tú. No p-podías ser tú—le tomó el rostro entre sus manos, besandole por todos lados sin dejar de llorar— Mi cachorro.

Taehyung sentía la calidez de su madre trasmitiendo toda esa seguridad. Aquello que tanto había necesitado durante meses.

Quizás durante años.

—In-insung aún no regresa de su reunión en Gyeoul— el afirmó con su cabeza— Estará t-tan feliz mi Tae.

Su madre le escudriñó con la mirada húmeda, como percibiendo algo diferente en él. Algo que el Taehyung de meses atrás no tenía. Distinguiendo un leve aroma que no paso desapercibido para ella.

—¿Taehyung tú?

El pulso del rubio se disparó y no logró eludir que la angustia volviera a él—Mamá estoy asustado y-yo...

—¿Cómo es?— sin embargo Jiwon no le dejó responder, producto de la intriga que le causaba aquello y el deseo de tranquilizar a su hijo.

Sabía como era Taehyung. Sabía que eso no estaba resultando fácil para él.

—Es hermoso mamá— respondió seguro. Si quería que su madre le comprendiese, no dejaría ningún atisbo de dudas en ella —Todo en él es perfecto.

Jiwon le había sonreído enternecida. Si su hijo le estaba confiando aquello, debiese importarle. Y mucho.

—Yo puedo sentir su aroma en ti, es suave pero permanece ahí — suspiró, haciendo un pequeño silencio—¿Él es...

— Si mamá...él es un omega— su madre abrió los ojos expectante. Aquella palabra que no había oído en años, siendo casi un tabú en el reino. Ahora salía de la boca de su hijo—Y...mamá yo le he marcado...— la mujer asintió, comprendiendo la seriedad de aquello— ...soy su alfa y no he querido traerlo únicamente por el riesgo que provocaría.

Su madre le observó, acariciando sus mejillas con sus pulgares—¿Tú lo amas?

Taehyung la miró a los ojos —Como no te imaginas.

Jiwon asintió con la cabeza, sonriendo con dulzura—Debes hablar con Seulgi.

—Lo se mamá— y bajó la mirada. El dolor haciéndose tangible y real.

—Se que tu intención no ha sido dañarla— Jiwon le acarició el borde de la mejilla— Conozco a mi hijo. Se que él no es así— le obligó a mirarla nuevamente, moviendo su cara— Si le has marcado ha sido por algo. Aquella persona debió aflorar algo en ti —ella le sonrió con suavidad—No había visto a mi cachorro así de vulnerable desde que era un niño.

Y aquello era certero. Taehyung jamás lloraba. Su educación había sido tan estricta y metódica, basándose sobre todo en el control de sus emociones. Debía ser un monarca que impusiera respeto, escondiendo cualquier tipo de debilidad.

No debía serlo.

Aun así, ahí se encontraba con sus ojos empapados y hipando como un niño, aferrado al vestido de su madre.

—Pero debes hacer las cosas bien Taehyung— le dijo ella. Sus palabras sonando duras y comprensivas a la vez— Si te han devuelto la vida, debes hacer lo correcto. No antepongas la felicidad de los demás por sobre la tuya hijo.

Y el entendió a lo que se refería.

Ser un líder no solo trataba de ser imponente. Si no también de ser leal a los demás. Y consigo mismo.

—Lo se mamá— el asintió. Su cuerpo sintiéndose pequeño en el arrullo que le entregaba su madre, meciéndolo como si fuese aun un cachorro— Te amo tanto—le dijo acercándose a su pecho para sentir su olor, aquel que le calmaba cuando todo le sobrepasaba.

Ella le besó la sien, no pudiendo evitar que un nudo se instalara en su garganta y más lágrimas bajaran desde sus ojos. Soltando aquel dolor que durante meses había arrancado parte de ella—Te amo más hijo mío. Mi pequeño cachorro.

Aquella noche le había pedido a su madre que se quedase con él. Donde se durmió acurrucado sobre su pecho y con las rodillas recogidas. Solo concentrándose en la respiración calma de ella.

Le dijo que haría lo correcto, que no le decepcionaría.

—Taehyung te estoy hablando— si embargo, estaba haciendo todo mal. Terriblemente mal—¿Estás bien?— Seulgi a su lado le miraba expectante. Sus ojos ojerosos que hacían resaltar su piel y su cabello intensamente azabache. La chica había empeorado durante su ausencia y le estaba resultando muy complicado el recuperarse de aquello.

Fue entonces que consideró esperar un tiempo más. Esperar que su salud se volviese estable para hablar con ella —Yo lo siento....solo pensaba— ella le miró un poco incrédula, por lo que deslizó su mano por sobre su rostro. Para tranquilizarle y de alguna forma hacerle creer que nada andaba mal.

Pero nada lo hacía.

Había sentido al castaño desde el primer día, percibiendo su dolor a través del lazo y de algún modo, el transmitiéndole el propio. Pero de la nada aquella sensación había desaparecido semanas atrás, como si Jungkook se hubiese desvanecido luego de llevar prácticamente tres meses lejos de él.

Se sintió morir. Clavándose en él, el perceptible puñal de la culpa y el miedo.

No me dejes.

La tristeza se apoderó de él, causándole una nueva crisis que le hizo hablar con Jung luego de aquello. Contándole absolutamente todo e implorándole que le ayudase a traer al castaño.

Diciéndole que había cometido un error al dejarle.

Y el había accedido a hacerlo. Enviando a sus mejores hombres por él y no entregándoles demasiados detalles por lo compleja de la situación con Taehyung. Ya que si bien ya el trono no le pertenecía, él había marcado a un omega aun estando comprometido.

Y aquello sería un gran escándalo. Que incluso podría se utilizado en contra del reino en época de conflicto.

Solo le restaba esperar.

Su estómago formando aguijones sobre él, preso del terror que le producía perderle. Su madre diciéndole que era normal sentir aquello, pues se había alejado de su omega, solo a días de haberle marcado.

Y sobre todo se había distanciado de la persona que amaba.

Quédate, quédate.

—¿Te parece si entramos? Está comenzando a hacer frío— le habló Seulgi, sentada en su silla de ruedas.

El asintió, aun un tanto perdido — Vamos— tomando de la silla y empujándole hacia el interior del palacio.

Porque solo debía esperar

¿No es así?

Su hermoso castaño debía de estar esperando, porque él le prometió volver.

Porque ese sentimiento agrio que se vaciaba sobre él solo era pasajero

¿Verdad?
















—No entiendo la razón de haber enviado precisamente a esos soldados hacia las montañas Hoseok— el rubio alfa habló mientras no dejaba de dar vueltas al interior del salón— A mi padre no le agradará esta situación, es decir, son tus hombres más confiables.

—Estoy al tanto de eso Jimin, por algo les he enviado a a ellos— le respondió tranquilo, a la vez que se afirmaba en el marco de la puerta —Es por eso que debo hablar con él ¿Aun se encuentra en su despacho?

Jimin asintió, deteniéndose momentáneamente a mirarle — Me pregunto ¿Qué escondes Jung? Digo, estamos a nada de iniciar una guerra y tu estás tomando aquella decisión —Se acercó un poco más a él— ¿Quién te ha autorizado?

Jung le quedó mirando. Sus facciones siendo tan hermosas como siempre. Aquellos ojos miel tan característicos de la familia Kim, que le habían drogado cuando el chico apenas tenía dieciséis años. Y aunque prácticamente le doblaba la edad en aquel entonces, no había dudado en dejarse caer por él.

Junto a él.

—Pensé que estaba autorizado a tomar esas decisiones alteza Kim — quitandole la mirada, pasó por su lado para alejarse de él. Ya que la cercanía de aquel joven alfa le afectaba demasiado.

Algo que había jurado que no volvería a ocurrir.

—¿O ahora dudará de aquello? — le insistió con dureza Jung, volteándose para una vez mas para enfrentarle. Encontrándose con la espalda del rubio, quien comenzaba a girarse hacia él.

—No quise ofenderlo. Pero usted sabe que luego de lo de Taehyung, debemos dudar de quien sea — hizo una pausa observándole de forma fría— Incluso de quienes más confiamos. O en algún momento lo hicimos.

Sus palabras habían salido amargas desde su boca, captando enseguida él, la gran cantidad de significados que tenían al ser pronunciadas.

— Yo jamás traicionaría a Yeoreum —le respondió Jung. Un tanto exaltado por el enjuiciamiento del chico.

—¿Pero si traicionaría no es así? — Jimin le habló con su voz mostrando indicios de querer romperse—Si lo harías.

—Yo no te he traicionado Jimin— le respondió con franqueza. Un tanto asustado por la facilidad con la bajaba sus fuegos delante del chico —Jamás lo he hecho, ni jamás lo haría—tocó la orilla de sus ojos, donde podía ver que se comenzaban a humedecer.

El rubio bajó la cabeza, sintiéndose derrumbar ¿Por qué todas sus conversaciones debían acabar así? ¿Por qué los años no cubrían lo que tanto dolía?

El sabía que debía sacarlo de su cabeza. De su corazón. Sin embargo y a medida que el tiempo pasaba, parecía que el alfa se le metía más bajo la piel.

Su relación estaba prohibida. Algo que nunca podría ser. Aun así, ahí estaba él anhelandole.

Necesitandole.

Jimin levantó su mirada, apreciando aquellos ojos cafés tan profundos como el alma misma de Jung. El hombre siempre había sido tan enigmático, quizas eso mismo le atrajo de él.

Había deseado descubrirlo. Soltar sus amarres y que él solo se dejase liberar.

Se dejase amar.

Se fijó en que el alfa comenzaba a respirar agitado al igual que él, con aquella necesidad de salir huyendo frente al miedo. Dudando tal vez si decir lo que su pecho tanto pedía, se acercó un poco más hacia él —Hoseok y-yo...

—¡¿Jimin?!— una voz femenina retumbó por la línea del pasillo, desatandolos a ambos del silencio que habían creado. Separándose rápidamente.

Una bella joven de cabellos castaños y piel albina, entraba por la puerta a aquel salón —Acá estabas cariño.

El rubio la miró, dedicándole una leve sonrisa— Claro, te he dicho que iría donde mi padre—ella le devolvió el gesto y se aproximó hacia él para tomarle de la mano— General Jung ella es Sooyoung, mi esposa.

Aquel era la primera vez que le veía, marcándose la realidad de que ya el rubio no le pertenecía— Un gusto su alteza— le respondió inclinadose respetuosamente hacia ella.

—El gusto es mío general Jung. Me han hablado mucho de usted — ella le sonrió reclinando su cuerpo del mismo modo.

La chica era preciosa. Sus ojos cafés a tonalidad con su cabello y unos labios que solo evidenciaban gentileza. Parecía ser la compañera adecuada para el joven alfa.

—¡General Jung! — unos fuertes gritos y pisadas que se acercaban, la hicieron girarse hacia la puerta. Dos jóvenes y agotados soldados aparecieron en ella—Disculpe su alteza— ambos se inclinaron hacia el alfa mas joven —General debe venir ahora mismo.

Jung les miró un poco aturdido y en alerta por las repentinas palabras—¿Qué está pasando soldados?

—Es urgente— le dijo uno de ellos. Sin desear ahondar en el tema. Por lo que supuso era algo delicado de tratar ahí.

—Está bien. Con permiso a ambos— habló para luego salir disparado por el pasillo junto a los otros alfas. Pequeños murmullos perdiéndose entre las paredes.

Dejando a un Jimin perplejo por la situación.

—Es más apuesto de lo que dijiste— oyó la voz de su mujer a su lado. Quien le sonreía cuando el volteó a mirarla.












Su cuerpo giraba sobre la cama buscando el sueño. De alguna manera aquella noche le estaba resultando realmente difícil hacerlo, queriendo llorar de forma ilógica y gritar sin razón aparente.

Cansado de aquella situación se sentó en el borde de la cama, encendiendo la lámpara que se encontraba sobre el velador de madera. Sacudiendo un poco su cabeza, para acomodar su vista a la repentina luz.

Dirigió una de sus manos sobre su pecho, sintiendo su corazón latir con opresión bajo este.

¿Te encuentras bien?

Dolía y de un modo en particular en aquel momento. Percibiendo que sus extremidades temblaban un poco producto de aquello.

Su respiración se aceleró, una sensación de repentina angustia instalándose en él.

Debía tomar aire, debía hacerlo. Pues una nueva crisis amenazaba con aparecer.

Aun estremeciéndose abrió la puerta de su habitación de forma rápida, saliendo de ella estableciéndose a mitad del pasillo. No siendo muy consciente de sus actos.

Y le sintió.

Aquel aroma tan dulce y voraz que se había incrustado en él poderosamente, tornándose desmesuradamente amargo.

Y sin siquiera pensarlo corrió, sin pensar en las ropas de cama que vestía y sin un rumbo definido. Solo guiado por la ambrosía suave de aquel chico.

Alfa.

Corriendo por entre los pasillos de ese gran palacio y descendiendo escaleras que parecían desconocidas para él. Aun cuando las había pisado cientos de veces desde pequeño.

Aguarda corazón.

A medida que avanzaba le sentía mas palpable, mas cerca. Debiendo controlar su instinto de lobo y el deseo de adquirir su forma animal. Todo por llegar lo mas pronto posible hacia donde se encontraba el chico.

De pronto se encontró en un subterráneo, donde ribetes de acero formaba pequeñas jaulas en uno de los costados.

Su oído se agudizó, escuchando pequeñas risas en una de las jaulas al fondo de aquel lugar. Por lo que se acercó despacio y alerta.

—El general Jung nos dijo que le cuidáramos ¿Pero no sería mejor si nos divirtiésemos un rato?— la voz de un hombre llegó hasta Taehyung, quien seguía avanzando hasta donde provenían las voces.

—Pues claro. Míralo, es un omega. Nunca había visto uno y su aroma me resulta delicioso. Y mira sus ojos.

Taehyung gruñó débilmente, aquello no le había agradado para nada. Ubicándose frente a la gran jaula y observando a dos alfas al interior de ella.

Y apreciandolo a él. Sentado y tomando sus rodillas con sus brazos, descalzo y vistiendo solo una delgada camisa blanca. Sus hermosos ojos azules reflejando miedo, sin embargo, no parecían haber llorado. Pequeño valiente. Su cuerpo más delgado que nunca, pero marcando ligeramente una pequeña curva sobre su abdomen.

Omega.

—¿Me pregunto que se sentirá estar con un omega?—dijo uno de los alfas, acercándose mas a la altura del castaño— Y este apenas habla, mejor aún— dijo para luego reír.

Taehyung sintió su sangre hervir, bastante seguro de querer romperles la garganta a aquellos alfas.

—No hablará pero bien que ya está preñado— el segundo de los alfas se aproximó mas hacia él, deseando tocarlo— ¿Bien que te ha gustado no? ¿Quieres que te lo hagan otra vez?

Aquello fue suficiente, cuando aquel soldado sintió que algo le tomaba por la espalda brutalmente y le hacía voltearse. Confrontando a un par de ojos miel que le miraban incendiados de furia.

No lo toques.

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