『20』
El áspero suelo raspaba su piel. La arrastraban por el pelo, con una sensación de ardor que la dolía.
Su mente era inconstante; recuperaba la razón durante un segundo y luego se desvanecía al instante, el susodicho bucle una y otra vez. Ni uno de los nervios de su cuerpo obedecía.
Después de lo que le pareció una eternidad, oyó que se abría una puerta. Un olor a cloro entró en sus fosas nasales y el sonido de agua cayendo la despertó.
Recuperando fragmentos de su fuerza, utilizó ambas manos para agarrar la muñeca de la persona que la arrastraba, retorciéndola con todas sus fuerzas. El hombre cayó provocando un ruido seco.
Discretamente, como una ladrona, robó la daga del hombre de la funda de su cintura, no tiene ningún sentido blandirlo contra ellos, la usará para otro propósito.
─Quedan siete minutos, jefa─ dijo uno de los hombres que estaban bajo su mando a través del auricular. Apretando los dientes por la conmoción que lo abrumaba.
Inesperadamente, le tiraron de la cabeza hacia atrás con violencia, y sus mechones blancos fueron agarrados con dureza por una mano masculina. Sintió que algo frío le tocaba la sien.
Una pistola.
Prácticamente podía tocar la superficie del agua inmóvil porque estaba cerca del borde de la piscina.
─¿Eh? Si es el segundo líder de Bishamonten─ El comandante de Daikokuten habló. ─Te diré algo, aún no ha terminado─
¿Qué?
─Arruinaré a Bishamonten. Arruinaré sus vidas─ Gruñó, haciéndolo a propósito al final de su diálogo. ─Haré que su grupo se extinga─ Divulgó.
El comandante de Daikokuten le propinó una patada, con cuya fuerza casi hizo temblar su frágil cráneo.
De nuevo, el pie de él se estrelló contra su caja torácica. Puñetazo tras puñetazo, patada tras patada, el dolor estalló en su interior.
Su respiración se volvió agitada, no por el dolor, sino por el hecho de que no podía mover su cuerpo y luchar contra ese mierda.
Las ronchas y los moretones cubrían su cuerpo, sus labios estaban ensangrentados y los ojos le lagrimeaban por los puñetazos en la nariz.
Pero ella es fuerte, siempre lo ha sido.
─Quedan tres minutos. Tienes que salir de ahí─
─Lástima, nunca recibiste mi advertencia─ El comandante le apretó la barbilla, obligándola a mirarle. Shiroi abrió los ojos tras tal acción. ─Deberías haber sabido que los yakuzas no deben hacerle nada a las bandas inferiores. Pero eras demasiado terca, así que inculpé a las bandas que tanto querías─ Explicó. Los había inculpado y luego los había denunciado anónimamente a la policía.
─Te escondiste detrás de ese novio tuyo durante tanto tiempo...─
La ira hervía aún más en su interior.
Y en ese momento una lágrima rodó por su mejilla, era pura angustia y remordimiento entrelazados.
─¡Sesenta segundos! Salid de ahí, joder!─ Las llamadas de socorro bombardearon su tímpano, a la otra persona al final de la línea no le importó lanzar blasfemias a su jefa.
─¿Qué crees que diría tu novio cuando se entere de que eres la causa de su caída y la de sus compañeros delincuentes?─ En sus ojos no había más que maldad.
─Quedan trece putos segundos... ¡no vas a sobrevivir a estas alturas!─
─¡Tres segundos...!─
─¡Un segundo!─
Tomando cada onza de oxígeno que pudo, contuvo la respiración. Usando la cuchilla que había robado, se cortó profundamente las palmas de las manos, esperando que la incomodidad despertara de algún modo fragmentos de sus nervios.
Hizo una mueca de dolor, acumulando un poco de fuerzas antes de presionar el pie en el suelo para empujarse en la piscina, descendiendo lentamente hasta el fondo.
Ahogarse es menos doloroso que ser estrangulado con veneno. La sensación de la asfixia corría por su cuerpo, pero estar bajo el agua era agradable. Sumergiéndose más y más en el agua tranquila, se hundía con gracia.
Pero luego está la visión borrosa de Daikokuten tosiendo sangre, teniendo convulsiones, gritos ahogados, perdiendo la conciencia y luego muriendo.
Mikey...
─¿Mikey...?─ trató de gritar, aunque su voz sólo resonaba en su cabeza. ─No...─ No era Mikey, estaba alucinando.
Uno de sus hombres con máscara la estaba salvando, subiéndola hacia la tierra, pero ya se había desmayado antes de volver a sentir el aire.
══════════ •『 ✿ 』• ═════════
¡RING!
─Mañana empezaremos a practicar para la graduación. Se acabó la clase. Buenas tardes─ Anunció la profesora, recogiendo sus objetos para luego salir.
Mikey se encogió en su silla como lo había hecho durante unos días seguidos.
Para él, si alguna vez Shiroi vuelve, tal vez sea en clase.
Pero aún no ha llegado.
Pensar demasiado le quitaba energía y le robaba el sueño, hasta su apetito por el dorayaki había disminuido un poco. Podrían haberle pasado tantas cosas.
Hasta que... Pudo divisar la silueta de esa chica que tanto ha estado esperando.
Sacudió la cabeza y pestañeo varias veces para darse cuenta de que solo era su imaginación.
─Deja de alucinar...─ Mikey, alguien que no quiere fingir sus esperanzas murmuró para sí mismo mientras fruncía las cejas con la vista al suelo.
-Ella no está aquí...-
-Tal vez ya se fue para siempre...-
─¿Esto es tuyo? Lo encontré en tu casillero─ Congelado en su lugar, se quedó mirando el oso rosa que colgaba justo delante de su cara.
Su silla patinó por la velocidad cuando se levantó, empujándola hacia atrás.
Su presencia se acercó a la de ella. Cerrando los ojos, sus sentidos se concentraron en el rastro de su olor que inundaba sus fosas nasales.
Los escalofríos recorrieron su cuerpo cuando los suaves labios de él se unieron con los suyos, su mano se dirigió a sus mejillas y las acarició con suavidad. Podía escuchar cada latido de su corazón.
Las mariposas revolotearon en su estómago mientras prolongaban su beso, moviéndose con completa concordancia.
Separándose lentamente, sus ojos se encontraron antes de que él se moviera rápidamente, apoyando su cabeza en el hombro de ella, dejando a Shiroi asombrada.
─No me dejes otra vez, Shiroi-chin...─
-¿Está... está llorando?-
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