『14』

La mano de Mikey se extendió para tomar el vaso frío que contenía helado.

Ahora se encontraban en una heladería que fue abierta recientemente, la variedad de sabores era enorme.

─¡Aquí tienes!─ les dió el trabajador, potes llenos de helado, con sabor a menta para Mikey, y el de frambuesa para la de ojos rojos.

Al probarlo, se adormeció su lengua, enviando escalofríos a su ya frío cuerpo. ─Cuida mis cosas por mí. Voy a ir al baño rápido─ le pidió el favor, dejando su teléfono sobre la mesa.

─Mnkay─ respondió, sin molestarse en dejar de devorar su helado.

Un timbre proveniente del teléfono de la chica, hizo que sus ojos se fijaron en el identificador de llamadas. Alcanzando el teléfono, deslizó el botón verde para aceptar la llamada. Podría ser importante, así que no le importó hacerlo, ni pensó que a ella le importaría.

Antes de poder decir algo, la persona en la otra línea habló, su voz resonó con frialdad. ─Kobayashi, quedamos mañana en el Yoyogi Kaikan─

Su tono de por sí ya era amenazante y Yoyogi Kaikan es un edificio abandonado.

Sus seño se frunció, preguntándose por qué demonios querrían encontrarse con Shiroi en un lugar así.

─Asegúrate de que ir sola─ dijo esa persona, como si estuviera echando humo. ─Tú y tu estúpido hermano seréis la razón de nuestra caída. Así que si no quieres que esto vaya más allá, cumple─

─...─ Con eso, la llamada finalizó.

La figura de Shiroi llegó a su vista mientras se dirigía a su asiento. ─Hola─

─Tu helado se va a derretir─ dice despreocupadamente, volviendo a su propio helado.

Bajo su voz carismática y su sonrisa brillante se esconde un comportamiento lúgubre, y ella lo sabe.

Después de todo, se convirtió en una de las pocas personas que pueden ver a través de su fachada como si fuera un cristal.

Terminaron la noche después del helado, yendo directamente a la cama al llegar a casa.

Como cualquier otro día, todo fue normal. O al menos hasta que se despertó de madrugada por el fuerte timbre de su teléfono, el cuál tras 5 segundos que contestó.

─Kobayashi─ le gritó la persona que llamaba.

─¿Chifuyu?─

─Mikey se dirige a Yoyogi Kaikan con Toman, dijo que alguien llamó a tu teléfono y quería que te dirigieras allí. Ahora quiere averiguar quiénes son─

Yoyogi Kaikan es el territorio de Daikokuten. Es una ruina y está lleno de chatarra porque... solían bombardearlo.

─¿Eh? Chifuyu, ¿qué quieres decir? Mikey está durmiendo aquí conmigo...─ sus palabras cayeron cuando sus ojos se posaron en una cama vacía.

Abriendo ligeramente la boca mientras una capa de sorpresa cubría su rostro. ─Sal de ahí, Chifuyu─

Es una trampa preparada para ella, y Mikey va a caer.

Mikey puede sentir como las miradas llenas de malicia se clavan en su piel y en la de los líderes de Toman. Sin embargo, la mayoría de su atención se centró en lo que parece ser el jefe, y sólo fragmentos de su atención se dirigieron al resto.

Sólo él, Draken y los capitanes iban con él.

Se encontraban en un edificio con unos frágiles cimientos que podrían derrumbarse en cualquier momento, rodeados de escombros y desechos.

Ahora lo entiende, estos hombres que seguían a Shiroi todo el tiempo y le hacían la vida imposible son los de Daikokuten, una de las yakuzas más peligrosas de todo Japón.

Tal vez sólo sea un yakuza que desea alimentar sus ansias sádicas.

Recordó las palabras de su abuelo: El hermano de Shiroi, Kazuya, quería ser detective.

Juntando las dos cosas, finalmente se dio cuenta. La conexión de Shiroi con un detective es fuerte, ese detective es su hermano; un detective está en contra de la yakuza más ilegal, así que por eso quieren capturarla para amenazar a su hermano, pensó.

─¿Eh? ¿Qué hace el ganado de Shiroi aquí y no cumpliendo con mi petición?─

─Ya veo. Suenas realmente como una mierda al preparar a todo un grupo para emboscar a una sola chica inocente─ respondió Mikey.

─Estás protegiendo a alguien que ni siquiera te está diciendo la verdad─ se rió el hombre de traje.

─¿La verdad? Yo también quería saberla, por eso he venido aquí─

Chifuyu se acercó más a Mikey mientras susurraba desesperado por sacarlos de allí, pero Mikey no parecía ceder pase lo que pase. ─Mikey, ellos tienen ventaja con sus armas─

Esos ojos negros y penetrantes giraron, divisando docenas de armas apuntando a todos ellos. Pero los capitanes de Toman se mantuvieron quietos como el acero, sin pensar en el hecho de que se están metiendo con los yakuzas.

─No vamos a luchar. Dejad de involucrar a Shiroi en vuestros crímenes, o Toman no se aguantará de luchar contra ustedes, seáis yakuzas o no─

El hombre sonríe al escuchar tal ironía. ─¿Seguro que no cambiarás después de saber la verdad?─

Eso fue lo último que se escuchó antes de que alguien gritara su nombre desde lejos. ─¡Mikey!─

Y eso ocurrió un segundo antes de que una gran explosión detonara. El estallido ocurrió en aquella dirección donde Mikey había sido nombrado. Por suerte a los demás sólo les causó heridas leves.

Una enorme pared de llamas abrasadoras y humo se formó.

La sangre en sí hervía y apenas podía oír un inquietante zumbido que le ensordecía aún más.

─¡No... Shiroi-chin!─

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