𝐐𝐔𝐀𝐓𝐑𝐄
Ahora en el rio, los cuatro reyes, Leah y el fanfarrón enano; navegaban entre la brecha que había atravesado al bosque, en el pequeño barco enemigo.
—Que quietos están. —Llamó la atención, Lu. Que contemplaba como el recuerdo de los árboles que danzaban a su reina, se había esfumado.
—Son árboles, ¿qué esperabas? —respondió el enano. Su respuesta hizo que Edmund lo viera fijamente.
—Solían danzar. —Una mueca desanimada se asomó por el rostro de la joven reina, mientras veía el mismo reflejo de tristeza en el agua.
Leah observaba todo el paisaje hipnotizándose con la melancolía que navegaba por el aire. Para ella era hermoso, para ellos era un recuerdo de como su reino había sido corrompido.
Dejo caer una de sus manos al agua refrescante dejando que empapara sus dedos, liberando así un suspiro entre sus labios. Mantenía la vista al lado opuesto del Justo; no había olvidado como le había hablado hace sólo unas horas.
—Poco después de que se fueron, los telmarinos nos invadieron... —Hablaba desde el extremo del bote, el enano—. Los sobrevivientes se ocultaron en el bosque, y los árboles... Ellos se sumieron en un sueño profundo del que no han vuelto a despertar.
—No lo entiendo, ¿Aslan dejo que esto pasara? —murmuró lo suficientemente alto, Lucy; para que el enano la escuchara.
—¿Aslan? —sonó disgustado ante la mención—. Nos abandonó al mismo tiempo que ustedes —soltó.
—No quisimos abandonarlos —confeso Peter. Mientras seguía remando el bote.
—Pero eso no cambia las cosas, ¿o sí? —Susan no pudo mantener la cabeza al frente ante la respuesta del enano Trumpkin.
—Llévanos con los narnianos —dijo El Magnífico sin dirigirle la mirada—. Eso sí.
Leah saco su mano húmeda del rio para dejarla en sus piernas. La espada que reposaba en su cintura chocaba ocasionalmente con la pierna del azabache a su lado. Tomo el mango de la espada para mantenerla junto a ella. En ese intento, logro rozar la mano pálida del Justo, que descansaba en su propia pierna. Corinne no pudo evitar sobresaltarse por el pequeño roce, le había causado una sensación que sacudió cada uno de sus sentidos, y solo rogaba que el chico a su lado no se hubiera percatado de esto.
Si bien, El Justo no era alguien fácil de perturbar, ella lo había conseguido con el pequeño encuentro de sus dedos con su piel; Edmund intentaba justificarse a si mismo con la razón de lo poco que disfrutaba del afecto de terceros, físicamente. La gota que abandonó la azabache en el Rey, comenzó a navegar hasta llegar a su muñeca. El pelinegro pudo sentir una fuerza tirar de su pecho, llevándolo a los rincones de su mente. Parpadeo múltiples veces para salir de aquel trance, y reprimió cualquier emoción que le pudo causar la francesa.
Siguieron navegando hasta llegar a la bahía rumbo al bosque Tembloroso, el primero en bajar fue Trumpkin para colocar el ancla en la tierra, seguido bajo Lucy y los demás. Peter estiro una mano para Leah, quien con vagancia la tomo. Mientras ayudaban a jalar el bote, Lucy comenzó a caminar alejándose de ellos.
—¡Hola! ¿Qué tal? —El saludo de Lucy llamo la atención de todos en la orilla. Observaron como un oso negro se paraba en dos patas a unos cuantos metros de distancia.
La primera reacción de Leah fue asustarse, nunca había visto a un oso, y menos a una peligrosa cercanía. Lo que la obligo a caminar con lentitud a la dirección de la castaña.
—No te asustes, ¡Somos amigos! —dijo animadamente, La Valiente. Sin detener su paso hacia el paradero del animal.
—¡No se mueva, majestad! —grito Trumpkin.
—Lucy —le llamo Leah, quien aun estaba a una considerable distancia de la reina.
La Valiente dio la espalda al oso ante las advertencias, ignorando que este se dirigía a ella a gran velocidad en cuatro patas. Trumpkin se escabullo hasta el barco con apuro, mientras que los reyes desenfundaban sus armas; estaban lo bastante lejos para no alcanzar a bloquear algún ataque. Susan tenso una flecha y ordeno al oso —¡Aléjate de inmediato! —Su mandato fue ignorado por el animal, quien seguía persiguiendo a la joven reina, quien corría hacia sus hermanos con desespero.
Leah corrió hacia Lu, mientras que con torpeza sacaba su espada, —Tal vez la podría alcanzar a comparación de ellos —pensó.
Lucy tropezó sin tiempo para levantarse, Leah derrapo cubriendo con su cuerpo a la pequeña, apuntando con la espada al oso frente a ella; suponía que debía mantener firme el arma si esperaba que esta atravesara al animal, quería pensar que sabía lo que hacía.
—¡Dispara, Susan! ¡Dispara! —pidió Edmund, mientras corría a la dirección de ambas chicas.
El oso rugió para alzarse en dos patas; Lucy grito mientras que, Corinne con terror cerro sus ojos apartando la mirada, sin dejar de empuñar la espada. Los rugidos del oso cesaron abruptamente; Leah abrió sus ojos, había una flecha blanca clavada en el pecho del animal, que no tardo en desplomarse al suelo.
Tanto Lucy como Leah, voltearon a sus espaldas. La flecha de Trumpkin les había salvado la vida.
—¿Por qué el oso no se detuvo? —le pregunto Susan, dejando de tensar su flecha roja en el arco.
—Creo que el hambre no lo dejo. —El enano avanzo hasta las féminas.
—¿Estas bien? —No tardo Leah en preguntar para estar envuelta en los brazos de Lucy.
—Si. Gracias, Leah —le dijo al oído, mientras se abrazaban aun en el suelo. Corinne no pudo evitar comparar la calidez de su abrazo con los que alguna vez recibió de su pequeña hermana, Alizee —. Estas temblando —le dijo la castaña.
—Tu no. —Se dio cuenta al tomarla de los hombros—. ¿Has pasado por esto antes? —pregunto sobresaltada. La Valiente, solo se encogió de hombros como respuesta.
Rápidamente sus hermanos llegaron junto a ella, haciendo que Peter la levantara de un solo movimiento; Lucy rodeó con sus brazos la cintura de su hermano mayor. El Gran Rey no dejaba de apuntar con su espada al animal inmóvil en el suelo, mientras acariciaba el cabello de su pequeña reina. Edmund ayudo a Leah a levantarse, quien aun temblando acepto la ayuda.
—Gracias —le dijo Lucy a Trumpkin.
—Era salvaje —dijo Edmund, al ver como lo examinaba. Mientras, pasaba su mano por el cabello de Lucy, quien con solo una mirada entendió su pregunta para responder, —Estoy bien —sonriéndole.
—Creo que ya no era inteligente —respondió su hermano, a su lado.
—¿Hay animales que no son salvajes? —le pregunto Corinne a Edmund.
—Antes de nuestra partida, solía haberlos —respondió desanimado.
—Cuando te tratan como un animal, en eso te conviertes. —Susan se limitó a agachar la mirada—. Nada es como lo recuerdan. Narnia es mucho más salvaje. —Clavo su cuchillo en el oso para obtener provisiones.
Leah dio un brinco ante un pequeño reflejo que soltó el oso; un chillido. La sensación la hizo envolverse en escalofríos.
Esta sensación solo le ayudo a remontarse a las épocas donde vivía con su padre, si bien fue hace solo algunos años, habían sensaciones que le eran imposible olvidar. Recordaba ver a su padre resonar la mano en la mesa, cuando la frustración se desbordaba de su poca paciencia. La madre de Leah solo cerraba sus ojos, nunca le había puesto una mano encima, pero no significaba que no fuera violento.
—No siempre es violento... O malo. —Era uno de los pensamientos de Corinne al querer justificar el delicado temperamento.
Caminaba con la mirada vacía a su habitación, cerrando la puerta detrás suyo, mirando a la nada. Para escuchar chillar a su querido compañero; Nilo.
—¿Que haces...? —Salió en un hilo al asomar la cabeza por la ventana, al ver a su padre patear a su compañero de aventuras, de tristezas, el único que no la hacía sentir como una intrusa en casa, el único que no la hacía sentir ajena, el único que la hacía sentir amada.
Nilo lo soportaba, chillaba de dolor al recibir la frustración humana de la que no era consiente en su pequeño cuerpo. Había veces en las que se quedaba acostado en el césped, Corinne intentaba levantarlo y al chillar de dolor, solo deseaba quedarse ahí recibiendo el sol. Leah se acostaba y abrazaba su frágil cuerpo al de ella, mientras lloraba sobre su suave pelaje castaño. Esa fue la primera y única mascota que Corinne pudo disfrutar, que más que un animal, era su único y mejor amigo. Después de que se recuperara como de costumbre, Nilo jugaba de nuevo como si nada hubiese pasado. Algunas veces Corinne sospechaba que lo hacía para ya no hacerla llorar.
Esa fue la última vez que su padre golpeó a Nilo, al darlo en adopción y de que falleciera tiempo después por daños internos en su frágil cuerpo lleno de amor.
El quejido de Lucy la hizo volver en si, haciendo que la adrenalina drenara por sus extremidades haciéndola temblar. Además, del sudor interminable por su espalda y cuello, y su mirada pálida amarillento solo delataba su falso bienestar.
—¿Te sientes bien? —le pregunto, Edmund. Por tercera vez.
Leah asintió con los ojos arrugados innumerables veces.
—Bebe un poco. —Puso en sus labios la cantimplora de calabaza, para recibir agua fresca. Mientras tomaba su mentón para elevarlo.
—Gracias. —Limpio sus húmedos labios con la manga de su vestido.
Se encontraban sentados en una roca, mientras Peter discutía con Trumpkin la ruta a cursar.
—Gracias por proteger a Lucy —llamó la atención de la azabache, el Justo.
—Lo haría siempre que sea necesario. No tienes que agradecer. —Comió una baya dulce recolectadas antes de cruzar el rio. Obsequiadas por el Gran Rey al ver su estado.
—Espero que no sea necesario de nuevo —respondió, mientras observaba al rio andar.
Leah separó sus labios con intención de responder, pero lo que sus ojos observaban solo hizo que su respiración se aferrara a permanecer dentro.
Pudo apreciar con detalle los rasgos del Justo Rey; su cabello azabache lucia más largo a comparación del último vistazo que dio hacia él en la estación. Sus pestañas abundantes formaban un arco perfecto dándole un aspecto tierno y delicado. Que contrastaban con las cicatrices que atesoraba su rostro, y se adornaban de las finas pecas en sus mejillas.
Edmund llevo la cantimplora a sus labios, dando suaves y abundantes sorbos. Corinne observó las pequeñas gotas traicioneras correr por su cuello, y el movimiento de su garganta ante la incesante sed, pudo ver una larga cicatriz bajando desde atrás de su oreja hasta su cuello, tomando parte de su espalda que se escondía en las distinguidas ropas narnianas.
—¡Leah! —Hicieron saltar a la azabache, sacándola de la exploración en el joven Rey.
Observó a Susan y Lucy, que con diversión la veían y susurraban entre sí. Leah se levantó de la incómoda piedra dejando al azabache intrigado ante el fuerte llamado.
A mitad del camino, escuchó unas ramas crujir. Sus sentidos alterados no pudieron pasarlo desapercibido, fijando su vista en el verde manto que ocultaba al interior del bosque.
—¿Todo bien? —Se acercó, Peter.
—Creo que escuche algo... —Dejo vagar su vista hacia el sonido.
—Debió ser un animal, tranquila. —Sobo un poco su hombro para no darle mayor importancia a su preocupación.
Haciendo así que comenzarán la ruta elegida por el Gran Rey, rumbo al Bosque Tembloroso.
Mientras tanto, el Príncipe Telmarino. En una persecución parecía adentrarse mas a las fuerzas narnianas, con nuevos aleados dispuestos... Y otros no tanto, ha ayudarlo para recuperar su reino. La noticia del Príncipe Caspian llamando a los Reyes de la Era Dorada circuló por cada rincón del bosque, llegando a los oídos de los desesperanzados; alentándolos a unirse a la resistencia. No sin antes, esperar la llegada de los Reyes de Antaño. Esto además llamó la atención del diligente grupo de Valcas. Esto les daba una esperanza a que aferrarse, tal vez finalmente reciban a su princesa prometida.
Muchas historias vagaban sobre su llegada; muchos decían que llegaría en un gran resplandor. Que sol, bosque y cielo se inclinarían ante su prometida. Muchos otros se inclinaban a predicciones más oscuras, como el hecho de que surgiría del mal por sobre todas las cosas. Las Valcas mantenían que la llegada de su heredera fuera una bendición, y no una maldición.
Tal vez incluso sus propios reyes podrían ayudarles.
Pero para ello, necesitaban encontrarlos primero. Y la abstinencia del Gran Rey, no parecía facilitar la tarea.
—No recuerdo este camino —dijo Susan, mientras se adentraban en el bosque bajo las muy exigentes órdenes de su hermano mayor.
—No retienen mapas en la cabeza, es lo malo de las chicas —bufo Peter, al frente del camino, guiándolos.
Corinne no pudo evitar enfadarse ante el comentario, durante todo el camino, no era el primero que salía de los labios del Monarca. Cuando estaba por confrontar, Lucy gano la palabra.
—Eso es porque ya tenemos algo en la cabeza. —No pudo evitar sonreír, no era necesario decir nada más.
Mientras tanto, Edmund solo se limitó a enmarcar una sonrisa por la respuesta de su hermana menor. Se había mantenido atrás de las féminas, velando su seguridad.
—Desearía que escuchara a Q.A de vez en cuando —dijo Susan para las dos chicas a su lado.
—Su ego no se lo permite —respondió Corinne.
—¿Q.A? —pregunto Edmund, que caminaba a sus espaldas.
—Querido Amiguito —respondió Lucy, para que las tres chicas no pudieran contener una risa.
Edmund miro con diversión a Trumpkin, quien no tardo en dirigirse a las chicas frente a el —Eso si que no es muy considerado, ¿o sí? —Dejo escapar una pequeña sonrisa.
—No me perdí —dijo para si mismo Peter, mientras los demás llegaban a un callejón de rocas sin salida.
—No, solo tomaste el equipo equivocado —le dijo Q.A.
—Dejaste a Caspian en el Bosque Tembloroso, y el camino mas rápido es cruzando el Rio del Torrente.
—Pero si no me equivoco, no hallaras un cruce en estos peñascos.
—Entonces eso lo explica. Te equivocas Q.A. —Se dio la vuelta Peter avanzando por los peñascos.
Mientras avanzaban, Edmund iba a la par con su hermano mayor. Durante una extensa charla mientras se abrían paso al próximo bosque, una pregunta lo hizo prestar mayor atención:
—¿Que opinas de Leah? —preguntó repentinamente su hermano, Peter.
—¿Exactamente sobre que? —preguntó confundido.
—¿No te parece algo, extraña? —susurro en su hombro.
—La acabó de conocer, igual que tú —fijaba la vista para no tropezar con las rocas del camino.
—Bueno, esperaba una escena más paranoica al entrar en Narnia —imitó el cuidado de su hermano.
—No se si recuerdas la primera vez que entramos, estábamos más que maravillados. Además, fue más sencillo que lo viera por ella misma. —Se refería a las ruinas de Cair Paravel.
—Hubiera sido mejor que viera el castillo en su mejor momento. —Agachó la cabeza.
—Está bien, Peter. —Tomó el hombro de su hermano—. Yo también extraño a lo que solíamos llamar hogar.
—Nunca dejó de serlo —sonrió. Después, se llevó toda la atención de los reyes el acantilado frente a ellos.
—Es que, con el tiempo el agua erosiona la tierra haciendo más profunda el... —comenzó a explicar Susan.
—Agh, cierra la boca —dijo fastidiado, Peter.
—¿Hay alguna forma de bajar? —cuestionó Edmund a Trumpkin.
—Si, cayendo.
—Pero aún se donde estoy —soltó más como puchero el Gran Rey.
—Hay un vado cerca de Beruna, si nadar no les molesta —propuso Q.A.
—Es mejor que caminar —suspiro Leah.
—¿Aslan? —Lucy se perdió en el otro lado de bosque que separaba la gran brecha—. ¡Es Aslan, por allá! —gritó llamando la atención de todos.
—¿Que buscamos? —susurro Leah a Susan.
—¿No lo ven? Esta... —Su sonrisa se esfumó—. Ahí.
—¿Ahora lo estás viendo? —preguntó Q.A.
—Yo lo vi ahí, no estoy loca. Quería que lo siguiéramos —se alteró Lucy. Distinguía el tono de poca credibilidad y cordura hacia ella.
—Te aseguró que este bosque está lleno de leones y osos también —respondió su hermano, Peter.
—Creo que se reconocer a Aslan cuando lo veo —confrontó con tono imponente.
—Oigan, no voy a saltar a un precipicio por alguien que no existe —enfado Trumpkin.
—La ultima vez que no le creí a Lucy, quede como un idiota —interpuso Edmund, ante las acusaciones.
—¿Por que yo no lo vi? —dijo tímido, Peter.
—Tal vez no querías hacerlo. —Se limitó a responder, Lucy.
—Perdóname. Lo siento. —Dio la espalda a su hermana para seguir la ruta de Q.A.
Lucy observó por última vez donde aguardaba Aslan, con los ojos húmedos. Su hermano Edmund y Leah esperaban por ella.
Edmund ladeó su cabeza, su hermana menor entendió y avanzó para alcanzar al resto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top