||• ¿𝑼𝒏𝒂 𝒑𝒓𝒐𝒔𝒕𝒊𝒕𝒖𝒕𝒂?

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Mis pensamientos eran un caos, completamente envueltos en culpa y deseo. Estaba sentada en la cocina, jugando nerviosamente con el borde de mi camiseta mientras esperaba que Namjoon bajara.

La rutina de cada noche era la misma: él me llevaba al club, me despedía con un beso en la frente, y yo desaparecía en la oscuridad de mi doble vida. Pero hoy algo se sentía diferente, y sabía perfectamente por qué. Jungkook. Ese nombre me quemaba en la piel como una marca.

Lo peor de todo era que ni siquiera entendía por qué me estaba comportando así. ¿Por qué me atraía tanto? Sabía que estaba mal, sabía que me estaba metiendo en un terreno peligroso, pero cuando estábamos juntos, se sentía como si el mundo desapareciera. Y no había nada más.

Escuché pasos detrás de mí. Sabía quién era antes de voltear. Podía sentirlo. Mi cuerpo reaccionaba a su cercanía de una manera que no lograba controlar. Jungkook estaba en el umbral de la cocina, con la mirada fija en mí.

Sabíamos que debíamos parar, pero ambos éramos demasiado tercos, demasiado impulsivos para hacerlo.

—Crystal… —Su voz era baja, apenas un susurro, pero me hizo estremecer.

No podía dejar de mirarlo. Era como si algo invisible me empujara hacia él, una fuerza que no podía explicar. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y mi mente gritaba que me detuviera, pero mi cuerpo ya había decidido por mí.

—No deberíamos… —murmuré, sabiendo que no iba a hacer nada para detener lo que estaba a punto de pasar.

Jungkook cerró la distancia entre nosotros, y antes de que pudiera siquiera respirar, sentí sus manos en mi cintura, fuertes y decididas. Su mirada estaba oscura, cargada de esa misma confusión que yo sentía.

Era evidente que ninguno de los dos tenía respuestas a lo que estaba ocurriendo, pero en ese momento, no importaba.

—Sé que está mal —dijo, su aliento rozando mi piel—, pero no puedo dejar de pensarte.

Sus palabras se clavaron en mí como una espina. Mi respiración se aceleró mientras sus labios se acercaban peligrosamente a los míos. No debía dejar que esto continuara, no con Namjoon tan cerca, confiando ciegamente en ambos. Pero la tentación era demasiada.

Cuando nuestros labios finalmente se encontraron, todo lo demás dejó de importar. No había culpa en ese momento, solo el calor de su cuerpo contra el mío, la urgencia en cada movimiento.

Me aferré a él como si fuera lo único que me mantenía en pie, y por unos breves segundos, me permití olvidarlo todo.

Pero la realidad nos golpeó tan rápido como había comenzado. Nos separamos bruscamente al escuchar pasos acercándose. Jungkook retrocedió, pasando una mano por su cabello, visiblemente frustrado.

—No podemos seguir así —dije, mi voz más firme de lo que me sentía por dentro—. Esto está mal, Jungkook.

—Lo sé —respondió él, su voz cargada de frustración—, pero no puedo evitarlo.

Nos miramos en silencio, y en ese momento supe que estábamos destinados a fallar. Ninguno de los dos tenía la fuerza suficiente para detener esto.

Antes de que pudiera responder, Namjoon entró en la cocina, completamente ajeno a la tensión entre nosotros. Me sonrió, pero en ese instante, la culpa me golpeó con fuerza.

—Crystal, tengo un problema. —Namjoon se rascó la cabeza, mostrando su habitual gesto de preocupación—. No voy a poder llevarte a tu trabajo esta noche, el manager me acaba de llamar con algo urgente. Pero Jin puede llevarte.

Mi estómago se hundió.

Jin.

El único del grupo que no hacía ningún esfuerzo por ocultar su desagrado hacia mí. Siempre mirándome con mala cara, observándome con una mezcla de escepticismo y frialdad.

Había veces en que se comportaba amable, pero muchas otras solo se notaba su mirada juzgadora.

Sabía que me soportaba solo porque Namjoon insistía, pero en el fondo, era evidente que no me consideraba parte de su círculo.

—¿Está bien para ti? —preguntó Namjoon, buscando mi aprobación.

No tenía opción. La casa de los chicos Bangtan quedaba en las afueras de la ciudad, así que asentí en silencio, forzando una sonrisa que no llegó a mis ojos.

—Claro, está bien.

El camino al club fue incómodo. Jin no dijo ni una sola palabra desde que salimos de la casa, y yo tampoco hice el esfuerzo de iniciar una conversación. Sabía que no le agradaba. Su desdén era evidente, y no necesitaba que lo dijera en voz alta para sentirlo.

Sabía que tarde o temprano los demás se enterarían de dónde trabajaba, pero no esperaba que fuera de esta manera. Namjoon me había conocido en ese club, en una de esas noches donde bailaba como si el mundo no existiera. Nunca me juzgó, pero los demás… no lo entenderían.

Jin no lo entendería.

Cuando finalmente llegamos, el silencio en el coche era tan pesado que casi podía sentirlo en mi piel. Jin se estacionó frente al club y me miró con una expresión indescifrable.

—¿Aquí es donde trabajas? —preguntó, aunque sonaba más como una acusación que una simple pregunta.

Asentí, sintiendo que la culpa volvía a aparecer.

—Sí. Aquí trabajo.

Jin me miró fijamente, como si intentara desentrañar algo en mi expresión.

—¿Qué haces aquí exactamente? —preguntó con un tono que hizo que se me erizara la piel.

—Bailo —respondí, tratando de mantener la compostura—. Solo bailo.

Él soltó una risa seca, incrédula. Su mirada recorría el exterior del club, como si buscara algo que justificara su escepticismo.

—¿Solo eso? —repitió, claramente dudando de mis palabras—. ¿O hay algo más que deberíamos saber?

—Solo bailo —insistí.

La verdad es que sabía que a los ojos de alguien como Jin, bailar en un club nocturno no era solo "bailar". Lo había visto en su mirada desde el principio, esa sospecha, esa desaprobación.

—Sabes que Namjoon confía en ti, ¿verdad? —preguntó Jin, su tono más frío—. Si le estás ocultando algo, deberías decírselo.

Sentí como si me hubieran golpeado en el estómago. Claro que Namjoon confiaba en mí, pero la forma en que Jin lo decía me hacía dudar de todo.

—No le oculto nada —murmuré, mintiendo.

Jin no respondió. Simplemente salió del coche y me siguió mientras se colocaba un cubrebocas y una gorra.

El lugar estaba casi lleno, con la música resonando y las luces parpadeando en cada rincón. Me dirigí a los vestuarios para cambiarme, consciente de que Jin me estaba observando como un halcón.

Cuando salí a la pista, con mi sexy vestuario, lo vi de pie cerca de la barra, con los brazos cruzados y una expresión severa en sus ojos.

Parecía fuera de lugar, como si estuviera en un mundo completamente ajeno al suyo. Pero no me importaba. Una vez que la música comenzó, todo lo demás desapareció.

Mis movimientos se volvieron fluidos, naturales. Bailar era lo único que siempre me hacía sentir libre, como si pudiera escapar de todo por un rato.

Pero esta noche, algo era diferente.

Sentía la mirada de Jin clavada en mí, y no era solo la suya. Los otros ojos que solían seguirme cada noche ahora se mezclaban con la presión de saber que uno de los amigos más cercanos de Namjoon me estaba juzgando.

Cuando la música se apagó y me detuve, sentí una oleada de ansiedad. Al girarme, vi a Jin aún parado en el mismo lugar, pero su expresión había cambiado. Ya no era solo frialdad lo que veía en su rostro; ahora había algo más, algo que me hizo sentir expuesta, vulnerable.

Se acercó a mí lentamente, sus ojos analizando cada detalle, cada movimiento que había hecho minutos antes. Cuando finalmente estuvo lo suficientemente cerca, su voz fue baja, pero cargada de una mezcla de asombro y juicio.

—¿Eres... una prostituta? —las palabras salieron de su boca como un dardo envenenado, y sentí como si el aire fuera arrancado de mis pulmones.

Me quedé helada. La ira y la humillación me envolvieron al instante, y antes de poder controlarme, las palabras salieron de mi boca con fuerza.

—No vuelvas a decir eso —dije, dando un paso hacia él. —¡¿Qué demonios te pasa, Jin?! Solo porque trabajo en un club nocturno no significa que soy una prostituta.

Jin me miró sin inmutarse, sin retroceder ni un paso, como si hubiera esperado esa reacción. No parecía afectado por mi enojo, y eso solo me enfureció más.

—Namjoon confía en ti —repitió, esta vez con una calma que me dejó temblando de frustración.

Sentí como si las paredes del club se cerraran sobre mí. La culpa volvió a invadirme, pero no por lo que Jin estaba insinuando, sino por lo que realmente estaba ocurriendo con Jungkook. Jin no sabía la verdad, pero si lo supiera, si cualquiera de ellos lo supiera…

—No soy lo que piensas —murmuré, sin encontrar las fuerzas para mirarlo a los ojos—. Solo bailo. Eso es todo.

Hubo un largo silencio antes de que Jin hablara de nuevo.

—Entonces espero que eso sea suficiente para Namjoon. —Su tono era frío, pero detrás de esa dureza podía sentir la advertencia. No era solo una opinión lo que estaba expresando; era una amenaza.

Sin decir más, se dio la vuelta y yo recogí mis cosas para seguirlo e irnos de vuelta a su casa.

Me sentí más expuesta que nunca, y sabía que tarde o temprano todo iba a estallar. Pero no estaba conciente de eso, no aún.

Lo que no me esperaba al llegar, era a mi "casi algo" peleando con quien tengo furtivos encuentros estos días.

Genial. La noche será larga.

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Jejejejejeje....espero que esto les guste 😀
Crys, te tengo envidia, yo también quiero andar con Bangtan haciendo cosas sucias 🤧🤧🤧🤧🤧
Jajajajaaj, ok no :v osea, si, pero no 😆😆😆

Besitos en la cola :3

learmy01

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