CAPÍTULO 9


<< Solo los sacerdotes y los locos no le tienen miedo a nada, y yo nunca me he llevado muy bien con Dios >>

PATRICK ROTHFUSS


El corazón comenzó a latirle con fuerza sin justificación alguna cuando escuchó el timbre de casa. ____ terminó de recogerse el pelo en una coleta alta, cogió la mochila de su habitación y volvió a comprobar que había metido su cuaderno, el libro y unos cuantos dulces que pensaba darle a Luffy.

-- ¡____, te están esperando! -- la avisó su madre desde las escaleras. 

-- ¡Enseguida bajo!

Se calzó unas botas marrones con un poco de tacón, se envolvió en una chaqueta ancha de lana y sacó rápidamente de la cómoda de su habitación una bufanda blanca que se enrolló al cuello mientras bajaba las escaleras lo más rápido que le permitían sus piernas. 

La chica encontró a su madre y a Ace hablando en el salón, sentados uno frente al otro en los sofás de cuero blanco que quedaban separados por una pequeña mesa de cristal. Le sorprendió la cordialidad con la que su madre le sonreía al pecoso, pues sabía que ella no era una mujer que confiase fácilmente a nadie la protección de su única hija.

Ace sintió la presencia de la muchacha y se puso inmediatamente en pie, sus ojos cruzando miradas instintivamente. El pelinegro escondió las manos en los bolsillos de su chaquetón oscuro y se retorció los dedos, nervioso.

-- Oh, ¿estás ya? -- preguntó su madre, levantándose también del sofá.

____ asintió con una tímida sonrisa. Deslizó los dedos por los tirantes de la mochila que llevaba colgada a la espalda y se balanceó hacia delante y atrás a la espera de la respuesta del ojinegro. 

-- ¡Ace! -- llamó ella, sacándolo del trance en el que el chico llevaba sumido desde que sus ojos se habían perdido en la forma en que los vaqueros se ajustaban a las piernas de la muchacha. El pecoso parpadeó varias veces, sacudió levemente la cabeza y esbozó una sonrisa nerviosa.

-- Ha sido un placer, señora ____ -- se despidió Ace de la mujer, que los miraba con picardía.

-- Igualmente, Ace -- sonrió.

Ace se detuvo al lado de ____, colocó la mano en la espalda de la chica para conducirla hacia la salida y trató de poner en orden sus pensamientos.

--Estará aquí a las once -- informó él antes de cerrar la puerta.

____ sintió cómo se le helaban las manos conforme se iban alejando del umbral de la casa y miró a Ace, confusa.

-- ¿Cómo has conseguido que me deje hasta tan tarde? -- lo escrutó con la mirada.

Ace sonrió de lado, alzó un poco la cabeza en señal de seguridad y espió a la muchacha por el rabillo del ojo, socarrón.

Avanzaron a paso rápido por la avenida en un vano intento por dejar atrás el frío desgarrador que anunciaba la llegada del invierno, nerviosos por el silencio que se había establecido entre ellos, hasta que finalmente encontraron la moto roja que había aparcada cerca de la parada de autobús.

-- Ten -- dijo Ace al tiempo que le ofrecía su casco a la muchacha.

-- ¿Y tú?

-- Oh, no te preocupes -- y subió a la moto --. Prefiero correr el riesgo de llevarme un golpe a tener que enfrentarme a tu madre -- rió, socarrón.

____ sintió cómo le subían los colores, aunque procuró ocultar sus arreboles del pelinegro escondiendo la cara en la bufanda que le rodeaba el cuello.

La chica se ajustó las asas de la mochila a los hombros y subió con cuidado detrás de Ace, rodeándole tímidamente la cintura como el muchacho le había enseñado anteriormente.

Él se aferró con fuerza a los manillares de la moto y tensó la mandíbula cuando sintió el cuerpo de la joven pegado al suyo, nervioso. Sus ojos oscuros se desviaron lentamente hacia las manos de _____, cuyos dedos entrelazados a la altura de su regazo le parecieron una vista adorable. Sonrió.

-- Últimamente ya no me duele tanto -- explicó él --, así que puedes sujetarte normal si te sientes incómoda -- y aunque quiso conducir las manos de la chica hasta su pecho, no consiguió reunir el valor para hacerlo.

____ negó con la cabeza y apoyó la frente en la espalda de Ace en busca de su calor corporal, ocultando su rostro del viento que le arañaba la piel. Se hubiera atrevido a rodear el pecho del muchacho con resolución de no ser por el miedo que le invadió el cuerpo cuando recordó el gemido lastimero que había gruñido Ace la última vez que ella había decidido abrazarse a él.

El pecoso arqueó las cejas y se encogió de hombros al tiempo que ponía en marcha el motor de la moto, quitándole importancia al asunto. Inclinó el cuerpo hacia delante y aumentó la velocidad sin poder evitar que sus labios compusieran una sonrisa.

Aun intentaba buscar una explicación al estúpido sentimiento de despreocupación que sentía cuando la chica estaba a su lado. No obstante, aquella tarde decidió dejar de darle vueltas al asunto y dejarse llevar. 

-- No te estarás durmiendo otra vez, ¿verdad? -- sonrió de lado mientras espiaba a la chica por el espejo retrovisor. 

-- ¡Cállate! -- exigió ____, avergonzada, al tiempo que escondía más el rostro en la espalda de Ace.

Aquello solo consiguió que la curva de los labios del pelinegro se pronunciara. Algo en su interior latió con fuerza y Ace supo al instante que ningún medicamento lograría emular aquel sentimiento que amenazaba con comprimirle el pecho.

____ se mordió los carillos mientras hacía un intento por regular su respiración descompasada. Su corazón había comenzado a desbocarse cuando el agradable olor del perfume del joven había invadido sus fosas nasales, y por si fuera poco, los comentarios del pecoso solo conseguían hacerla sentir más nerviosa. 



____ sintió que se hacía cada vez más pequeña a medida que avanzaba a paso lento y vacilante por el estrecho pasillo de la casa. Se retorció los dedos disimuladamente y esperó nerviosa a que el joven entrara en el domicilio. 

Él dejó escapar una bocanada de aire cuando la puerta detuvo el gélido viento que ya llevaba tiempo helándole las manos, se deshizo de su abrigo negro y lo colgó con despreocupación en el perchero que colgaba de la pared. Se frotó las manos para entrar en calor y cruzó miradas con la chica.

-- Espérame arriba -- le ofreció una sonrisa y se adelantó para desaparecer en la cocina --. Enseguida subo.

____ apretó los labios, deslizó sus pulgares por las asas de la mochila que llevaba colgada a la espalda y se dispuso a subir la pequeña escalinata que conducía a la segunda planta. No necesitó esperar a que el pecoso le hiciera ninguna guía turística; conocía aquella casa como la palma de su mano. 

La chica dejó que sus pasos la condujeran hasta el final de la galería, el único lugar de la casa que no había tenido la oportunidad de explorar debido a la ausencia de Ace. Se sorprendió al encontrarse la puerta astillada de la habitación apoyada en la pared del pasillo, aunque su asombro no hizo más que ir en aumento cuando descubrió toda una exposición de trofeos y medallas luciendo sobre las estanterías del dormitorio del pecoso.

La muchacha activó el interruptor de la luz y separó los labios en una expresión de admiración cuando sus ojos recorrieron expectantes las paredes del cuarto, reparando en las fotos, posters, y figuritas de acción que se exponía sobre los estantes.

____ dejó que sus ojos curiosos se pasearan por la habitación del pecoso. Había un escritorio de madera de pino bajo una pequeña ventana, por cuyas cortinas se filtraba la tenue luz que se puede esperar de un día nublado. Varios estantes repletos de trofeos y fotos, y algunos posters de Marvel y Bruce Springsteen decoraban las paredes blancas del dormitorio. Un pequeño equipo de música descansaba al lado de una cama ancha que había pegada a la pared y el fresco olor a ambientador le daba a la habitación un aire más hogareño.

La muchacha dejó con cuidado su mochila sobre el escritorio y clavó su meticulosa mirada en un pequeño cofre de plata que había sobre la mesita de noche. Le llamó especialmente la atención el tallado que decoraba la tapa de la caja, aunque no consiguió distinguir el perfil de flores y hojas hasta que la tuvo en sus manos.

-- Es mejor que no la abras -- le advirtió una voz a sus espaldas.

A ____ casi se le cayó la caja de las manos y tuvo que hacer un esfuerzo para que su corazón no sufriera una taquicardia. Dejó inmediatamente el cofre en su lugar y se giró avergonzada, preparada para hacerle frente a la mirada de reproche del pecoso. No obstante, se relajó cuando se encontró con una sonrisa socarrona por su parte.

-- L-Lo siento... -- balbuceó ella.

Ace se encogió hombros, atravesó la habitación con la bandeja que sujetaba entre las manos y dejó la merienda sobre el escritorio. ____ apretó los labios y se reunió con él, tomando asiento a su lado. Sus ojos saltaron de los apetitosos sándwiches a una pequeña bolsa de plástico en la que figuraba el logo de una farmacia. 

-- En realidad no es nada importante -- le dedicó una mirada y sonrisa jocosas --, solo son mis revistas guarras...

Ace no tuvo tiempo de hacer otro comentario, pues enseguida tuvo que centrar su atención en protegerse de los incesantes golpes que la chica descargó contra su cabeza. ____, abochornada por la insinuación del pecoso, apretó la mandíbula y desvió la mirada mientras trataba de apagar las contagiosas carcajadas del pelinegro.

-- ¡Es broma, es broma! -- rió él. 

La chica cerró los puños y se cruzó de brazos antes de que una tos seca silenciara al muchacho. Ace se llevó la mano a la boca, giró la cabeza para esconderse de los ojos de la joven y esperó a que su respiración se acompasara.

-- Tranquila, no es nada -- se apresuró a sonreírle antes de que ____ tuviera tiempo de hacerle ninguna pregunta. 

La muchacha suavizó la mirada y asintió con la cabeza a pesar de que sintió un atisbo de preocupación brotando en su interior. Ace simplemente ignoró su inquietud.

-- Bien, enana -- se obligó a sonreír para quitarle importancia al asunto, aunque torció levemente el gesto cuando sintió una punzada de dolor en el pecho --, ¿quieres oír el plan para esta tarde?

-- Espero que sea bueno -- ___ le ofreció una sonrisa y mirada ladinas.

-- Pues bien... -- Ace le devolvió el gesto. Apoyó el codo derecho sobre el tablero del escritorio y se inclinó hacia la chica --. Nos tomamos los bocatas, finiquitamos matemáticas y vemos una película -- señaló con la cabeza el televisor que había frente a su cama. Hizo una pausa y entrecerró los ojos al tiempo que la curva de sus labios se pronunciaba --. Pero te lo advierto, sobrevivir a una tarde conmigo no es nada fácil...

-- ¿Me estás retando, Portgas D Ace? -- ____ también se inclinó hacia delante, provocativa. Cruzó miradas con el pecoso y juraría que distinguió una luz apagada en los suyos.

Ace se encogió de hombros sin perder la sonrisa, se recostó en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos, desafiante. 

-- Es posible...

-- No me das miedo -- rió ella.

Aquel gesto consiguió extinguir el intermitente dolor que taladraba el pecho del pelinegro. 

Se pusieron manos a la obra enseguida, dispuestos a olvidarse de la universidad lo antes posible y disfrutar del resto de la tarde. ____ extrajo sus apuntes de la mochila y le explicó al pelinegro tres dudas que la habían vuelto loca durante dos semanas enteras. 

Ace se deshizo de su chaqueta, hizo crujir sus nudillos y cruzó los brazos sobre el escritorio al tiempo que su rostro adoptaba un aire más serio. ____ estudió la expresión concentrada del muchacho con minuciosidad, reparando en su mirada penetrante y en la forma en la que el chico tensaba la mandíbula. 

Dejó que sus ojos acariciaran la piel de Ace, observando sus finos labios y la forma en la que las pecas le daban un aire infantil. Su respiración comenzó a volverse más pesada, y tuvo que estrujarse los dedos disimuladamente para obligarse a poner los pies en la tierra. 

Sí, Luffy le había descrito varias veces cómo era su hermano. Incluso le había llegado a enseñar un par de fotos. Pero aquel chico de ojos brillantes que habían fotografiado no tenía nada que ver con el muchacho de mirada ausente que ahora se encontraba sentado a su lado.

-- Vale, ya recuerdo cómo se hace esto -- murmuró él, sacándola de su ensimismamiento --. Mira...

Ace se hizo a un lado e invitó a ____ a acercarse para que se quedara con todos los pasos que comenzó a explicarle para resolver las ecuaciones. La joven no tardó demasiado en entenderlo todo, es más, consiguió corregir al pecoso en un par de ocasiones, lo cual hizo que Ace frunciera el ceño varias veces.

-- Creía que necesitabas ayuda, pero ya veo que lo tienes todo controlado -- rió, incrédulo.

____ esbozó una sonrisa tímida y apretó los labios al tiempo que se retorcía los dedos por debajo de la mesa, nerviosa. Sintió la mirada del pelinegro recorriéndola de arriba abajo, y tuvo que hacer acopio de su fuerza de voluntad para no sonrojarse.

Ace estiró el brazo y cogió uno de los bocadillos que había sobre la bandeja a un lado del escritorio. Le dio un bocado al sándwich y extrajo de la bolsa que había junto a los platos un pequeño envase de pastillas, cosa que llamó la atención de la muchacha.

-- ¿Es por tu operación? -- se atrevió a preguntar ella.

-- No, esas me las tomo a las seis -- se llevó dos píldoras a la boca, le pasó el envase a la chica y bebió de un vaso de agua --. Estas son para la narcolepsia.

-- ¿Tienes narcolepsia? -- aquello la sorprendió bastante.

-- Creo que eres la primera persona a la que no voy a tener que explicarle lo que significa -- rió, asombrado --. La gente suele poner caras raras cada vez que me escuchan decir eso.

-- ¿Por qué todavía no te he visto en la universidad? -- ____ decidió cambiar de tema. Dejó el medicamento sobre el escritorio y observó a Ace, expectante.

-- Porque dejé de ir en cuanto me mandaron a Maryland para abrirme el pecho -- respondió con tono sarcástico --. No he vuelto a pisar la facultad desde entonces.

-- ¿No piensas volver? -- la muchacha arqueó las cejas.

-- Lo dudo -- se encogió de hombros --. La única razón por la que hincaba los codos, era para que me permitieran jugar en el equipo de baloncesto -- señaló los trofeos que había sobre los estantes que tenía tras él --. Y ya ves para lo que me ha servido...

-- ¿Para quedarte en casa y dedicarte a destrozar la puerta de tu cuarto? -- se burló ____, aludiendo a la puerta astillada que había encontrado antes en el pasillo.

-- ¡Fue Sabo, lo juro! -- se excusó, molesto --. Esta mañana se ha vuelto loco...

-- ¿Y eso? -- la muchacha no pudo reprimir una risita al imaginarse al rubio cargándose la puerta.

-- Creía que iba a suici... -- El pelinegro se interrumpió cuando escuchó el tono de llamada de su móvil. Adoptó una expresión más seria y se puso en pie --. Dame un segundo.

____ asintió con la cabeza y decidió guardar todos los apuntes en su mochila. Sacó la bolsa de dulces que pensaba darle a Luffy y se giró a tiempo para ver cómo Ace desconectaba su móvil del cargador.

Ace frunció los labios cuando sus ojos leyeron el nombre del tipo que intentaba contactarle. Había estado evitando sus llamadas a lo largo de la semana y no se había molestado en recibirlo cada vez que el muchacho se había presentado en su casa. No obstante, aquella tarde se encontraba de buen humor y decidió responderle.

-- ¡Hey, dónde demonios estabas! -- tuvo que separarse el móvil del oído para que la voz de Marco no terminara de reventarle el tímpano --. ¡Empezaba a pensar que tendría que buscarte en el cementerio!

-- Tranquilo, tío, estoy bien -- rió Ace, sorprendido ante la declaración del rubio --. He estado un poco ocupado estos últimos días... -- y no pudo evitar lanzarle una mirada furtiva a ____.

-- Ya, Sabo me lo ha contado..., al parecer, has desarrollado una preocupante adicción por las sábanas, la oscuridad y estás en huelga de tomar antidepresivos.

-- ¡Que no estoy depresivo, joder! -- gruñó molesto, aunque sonrió inevitablemente al escuchar una risita proveniente de ____, que lo observaba con curiosidad mientras devoraba su merienda.

-- ¿Te apetece que echemos unas canastas? -- sugirió Marco --. He mejorado bastante desde nuestro último partido. Estoy seguro de que esta vez voy a superarte.

Ace cruzó la habitación para  situarse junto a la muchacha y se sentó sobre el tablero del escritorio. Sus ojos se desviaron inmediatamente a la bolsa de dulces que la chica había dejado en la bandeja. Sonrió.

-- Ahora no puedo, tío -- y buscó los ojos de ____ --, estoy ocupado.

-- Espera, no me lo digas... -- Marco hizo una pausa, como si meditara una explicación razonable --. Te estás viendo Juego de Tronos otra vez.

Ace soltó una pequeña carcajada y se rascó el cuello, agradecido de que Marco no fuera tan persistente.

-- En realidad estoy en una cita -- y comprobó por el rabillo del ojo cómo la muchacha se ponía colorada.

-- N-No es una cita... -- le recordó ella con un hilo de voz. 

Ace le guiñó un ojo y compuso una sonrisa de ternura.

Se escuchó un silencio al otro lado de la línea y Ace esbozó una sonrisa, imaginando la cara que debió poner Marco.

-- Vale, ahora sí que quiero explicaciones -- exigió, aunque Ace le respondió con otra carcajada --. No, no, Ace. En serio. ¿Cómo cojones lo haces sin ni siquiera salir de tu casa?

-- Son poderes de pecosos que tú nunca conocerás -- se encogió de hombros al tiempo que le ofrecía una mirada de complicidad a ____.

-- Vamos tío, háblame de ella -- insistió el rubio --. ¿Es guapa? 

Ace se llevó una mano al mentón, entrecerró los ojos y frunció los labios mientras sus orbes oscuros se paseaban divertidos por el cuerpo de la joven, quien trataba de terminarse el bocadillo y reprimía las ganas de lanzárselo al pelinegro.

-- No es modelo, pero me encanta -- respondió tras una fingida reflexión.

____ sintió cómo se le aceleraba el corazón y su respiración se volvió más pesada. Alzó lentamente la cabeza para cruzar miradas con el pecoso, el cual desvió la vista antes de que se le pasara por la cabeza decir otra estupidez. 

-- ¿Ya está? -- protestó el rubio --. Eres demasiado escueto, Ace. ¿Cuántos años tiene? ¿Es del barrio? ¿Tiene Instagram

-- ¡Yo que sé! No me atosigues, Marco... -- gruñó el pecoso con una media sonrisa. 

____ tragó involuntariamente un trozo de pan al escuchar el nombre de Marco y comenzó a toser al tiempo que se daba golpecitos en el torso para deshacer el nudo asfixiante que se le había formado a la altura del pecho. Ace se inclinó hacia delante inmediatamente y la preocupación se manifestó en su rostro.

-- Ey, ¿estás bien? -- murmuró, frotándole la espalda. 

El pelinegro llenó inmediatamente un vaso de agua y se lo tendió a la chica, que lo apuró de dos tragos escasos. ____ volvió a toser para aclararse la garganta y Ace le acarició la cabeza, advirtiéndola de que llevara cuidado.

-- Perdona, Marco, ¿decías...? -- preguntó tras volver a llevarse el móvil al oído.

-- Que me digas cómo se llama -- repitió él con voz cansina.

-- ¿Su nombre? -- Ace cruzó miradas con la chica, la cual agitó la mano a la altura del cuello, suplicándole que finalizara la llamada --. Eh... Marco, ahora me pillas en mal momento. Luego te llamo, lo prometo.

El pelinegro no le dio la oportunidad de responder, sino que colgó la llamada y dejó el móvil sobre el escritorio. Ace apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia delante, estudiando minuciosamente la expresión nerviosa de la chica. Sonrió.

-- Vale, creo que he descubierto quién es "Piña-man"...

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