CAPÍTULO 36
<< Nos vamos a quedar sin voz por callarnos todo lo que no nos hemos dicho >>.
ANNE INVIERNS
Law hizo una breve pausa y apuró el chocolate que le quedaba en la taza, se limpió las comisuras de los labios con una servilleta y estudió la expresión de la muchacha con especial atención, analizándola con sus ojos plomizos.
____ tenía la mirada fija en ninguna parte, meditativa: sabía por boca de otros las malas costumbres que tenía Ace hacía un par de años, pero no imaginaba que hubiese sido responsable de la cicatriz que había desfigurado a Sabo, ni tampoco que su comportamiento petulante y buscapleitos le hubiese costado una expulsión de la universidad.
Inspiró profundamente y estiró las piernas por debajo de la mesa en un intento de descargar la tensión que le agarrotaba el cuerpo, y cruzó miradas con Law, esperando que continuase.
El médico frunció los labios hasta que estos fueron solo una delgada línea, asintiendo levemente con la cabeza, y entrelazó los dedos sobre la mesa al tiempo que se inclinaba hacia delante. Carraspeó un tanto para aclararse la garganta y bajó la vista hacia los tatuajes de sus manos.
— Sí, supongo que es bastante complicado— reconoció con abatimiento—. Pero la vida sigue para todo el mundo.
Ella asintió y cruzó los brazos, acariciándose la piel mientras trataba de no pensar demasiado en lo que acababa de contarle Law. Él, por su parte, sabía que la joven debía de estar atravesando un debate mental del que prefería no saber nada.
— Lo cierto es que las cosas cambiaron mucho después de que Ace le estrechara la mano en la consulta a quien, por aquel entonces, era mi instructor y uno de los mejores oncólogos del hospital donde trabajo a día a de hoy.
— Con "las cosas", ¿te refieres a Ace?— subrayó la muchacha, alzando una ceja.
Law vaciló un instante antes de fruncir los labios y, de nuevo, asintió levemente antes de continuar.
Como he dicho, yo solo era un estudiante de prácticas cuando reconocí a Portgas-ya junto a Marco en la sala de espera de la planta de oncología. Lo primero que pensé es que pretendían visitar a un conocido, o algo por el estilo. A fin de cuentas, el médico que hacía de mi mentor estaba tratando a un atleta, y no me hubiese extrañado que fueran amigos.
Los médicos conocemos médicos y los deportistas conocen deportistas.
Dentro de la consulta, yo permanecía sentado junto al doctor y tomaba apuntes en una pequeña libreta de lo que creía que me serviría para mi trabajo de fin de grado. El médico Hiriluk tenía un expediente un tanto extravagante, pero la forma en que trataba y se volcaba por sus pacientes decía mucho más de él que todas sus certificaciones académicas.
Era un hombre viejo, pero enérgico, y siempre defendía sus afirmaciones con una sonrisa. A mí me parecía un soñador, pero tuve que acostumbrarme a su euforia y al bombardeo de anécdotas con el que me avasallaba en cada descanso.
Hiriluk se había especializado en cirugía oncológica y llevaba más de cuarenta años en la profesión. Había pasado por varios hospitales, predicando una ideología que nunca terminé de compartir y dándole a la gente segundas y terceras oportunidades. A veces, hasta cuartas...
Me gustaba verlo en acción, analizando con sus ojos a todo paciente que entrase por la puerta, pero cuando fue Portgas D Ace quien pasó a la consulta, fue imposible concentrarme en algo que no fuese su expresión cansada y preocupada.
Él también se sorprendió de verme allí sentado con un cuaderno en la mano, y de hecho, juraría que se planteó si cerrar la puerta tras él o dar media vuelta. Hiriluk fue testigo de cómo la atmósfera de la consulta se condensaba bajo la intensidad de aquel cruce de miradas que nos tenía tan inquietos, y golpeó suavemente el expediente médico de Ace en la mesa, simulando que trataba de organizar el papeleo para desviar su atención hacia él.
"Portgas D Ace, ¿cierto...?" inquirió amablemente, dejando los documentos a un lado del escritorio.
Él asintió y terminó de cerrar la puerta, aunque sus ojos todavía delataban una duda propia de un tipo que nunca ha confiado en nadie.
"Ponte cómodo" añadió Hiriluk al tiempo que señalaba con una mano las dos sillas que había al otro lado de la mesa.
Yo desvié la vista hacia mi cuaderno mientras fingía que tomaba notas: Ace estaba nervioso, y sabía de sobra que mi presencia en la consulta no ayudaba en lo más mínimo, así que me pareció sensato fingir que no le prestaba mucha atención.
Se sentó frente a Hiriluk, pero no se molestó en recostarse en el respaldo de la silla. Estaba tenso, tenía la espalda recta y los dedos entrelazados en su regazo. Comenzó a mover una pierna y supe que su nerviosismo empezaba a ir en aumento. El médico también se percató de ello.
"Bueno, Ace. Vamos a ver los resultados de ese TAC... Law, ¿serías tan amable de pasarme el sobre con la tomografía?
Yo dejé el cuaderno en el escritorio y me levanté para dirigirme a un archivador que había a la derecha de la sala. Hiriluk tenía costumbre de no prepararse el material para que me familiarizase con la consulta, y después de varios meses con él, yo ya conocía todos los rincones que pudieran haber entre aquellas cuatro paredes.
"Imagino que la doctora Kureha te informó de que iba a jubilarse y que yo me encargaría del resto" continuó con tono tranquilo. Ace asintió. "Y supongo que habrás estado tomándote los analgésicos que te recetó". Él volvió a asentir y Hiriluk sonrió, conforme. "Bien. ¿Y has notado algún cambio?"
Hubo un breve silencio en el que sentí los ojos de Portgas-ya taladrándome la nuca, y por primera vez desde que empecé mis prácticas con Hiriluk, comencé a plantearme seriamente pedirle que me dejase salir de la consulta. Sin embargo, él no parecía dispuesto a permitir que su alumno perdiese la oportunidad de enfrentarse a un caso clínico como aquel.
"Descuida" trató de tranquilizarlo con una sonrisa. "Law es uno de mis mejores estudiantes y, como todos, está sujeto a la Ley Orgánica de Protección de Datos. Si tienes algún problema con él, dímelo y me aseguraré de que no pise un hospital nunca más."
La declaración del viejo consiguió relajar a Ace, pero a mí empezó a recorrerme un sudor frío por la espalda y tuve que hacer un acopio de fuerza de voluntad para no fulminarlo con la mirada, ofendido.
"Las pastillas me han aliviado bastante, pero sigo teniendo dolencias" respondió finalmente.
Hiriluk asintió con la cabeza y abrió el sobre que acababa de entregarle, sacando cuidadosamente dos imágenes del TAC que, al parecer, le habían hecho a Ace hacía un par de días. Se trataba de un corte axial del tórax a la altura del cayado aórtico, y un corte coronal desde el que se podían apreciar los pulmones en toda su longitud.
Permanecí de pie detrás de la silla de Hiriluk para poder estudiar las imágenes por encima de su hombro, frunciendo el ceño. El hecho de estar en la planta de oncología ya era una pista lo suficientemente sólida para que sospechase de las consecuencias que implicaban el hecho de que le hubiesen realizado un TAC, puesto que es una de las pruebas más sensibles a la hora de detectar cáncer durante las etapas más tempranas de su desarrollo. Pero, si había tenido alguna duda al respecto, se disipó tan rápido como vi un par de puntos blancos en un espacio donde se suponía que debía haber solo negro.
Unas solidificaciones donde debería haber aire.
Hiriluk chasqueó la lengua y se frotó el mentón con una mano antes de dejar las imágenes sobre el escritorio para mostrárselas a Ace.
"Kureha dice que esas molestias tuyas empezaron hace cosa de una semana..." murmuró Hiriluk mientras ojeaba el expediente médico de Portgas-ya, "pero esos nódulos tienen pinta de estar ahí un par de meses. ¿Tú qué piensas, Law?"
Me puse tenso bajo el súbito análisis de Ace, quien había empezado a observarme con especial detenimiento. Yo traté de fingir que no me importaba y me incliné sobre el escritorio para estudiar los TAC mientras escogía las palabras que iba a decir a continuación.
"Solo está afectado el pulmón derecho. Hay varios nódulos, pero son pequeños y están concentrados en la misma zona. Debería poder solucionarse con una operación. Incluso con radioterapia" medité.
Hiriluk compuso una sonrisa y asintió con aprobación. Ace, por su parte, no parecía tan convencido.
"¿Una operación?" inquirió al tiempo que sus ojos saltaban de mi rostro hacia el del médico. "Imposible. Eso me dejaría fuera de la temporada y los partidos serios empiezan la semana que viene".
Yo crucé miradas con Hiriluk y tuve que hacer un esfuerzo para no encogerme de hombros. Yo ya conocía su actitud egoísta y prepotente y había tenido que lidiar con ella un par de veces, pero para el viejo, aquella contestación fue como una patada contra su orgullo de médico, sobre todo teniendo en cuenta que parte del trabajo de toda su vida había sido encontrar una cura a todas las enfermedades.
"También podemos optar por la quimioterapia" sugirió. "Te curarías en un par de meses aproximadamente, pero te incapacitaría del deporte de todos modos".
Casi me pareció divertida la expresión de horror que compuso Ace. La idea de no participar en uno de los partidos parecía desquiciarlo. Parecía un crío.
"¿No hay otra alternativa?" insistió.
Hiriluk suspiró profundamente y se recostó en el respaldo de su asiento al tiempo que se encogía de hombros.
"Bueno, podemos recurrir al chamanismo. Creo que tengo un libro en casa al que podría echarle mano..." bromeó.
Yo fruncí el ceño, disconforme. Detestaba que Hiriluk usase su sardónica ironía en situaciones como aquella. No obstante, su comentario infantil pareció relajar a Ace.
"Descuida. Estamos hablando de una operación sencilla, y además te la cubriría el seguro. Te extirparíamos el nódulo y te mandaríamos una medicación que te permitiría compaginarla con el deporte. Quizás no puedas participar en los primeros partidos. Pero en dos semanas y media deberías estar en condiciones" explicó Hiriluk.
Ace vaciló un instante antes de asentir con la cabeza. La idea de incorporarse casi a mitad de temporada le parecía mejor opción que verse obligado a permanecer en el banquillo debido a que la molestia que sentía en el pecho no lo dejaba respirar con normalidad.
"Está bien" sonrió, más animado. "¿Cuándo sería la operación?"
"Eso es algo que tengo que mirar todavía" dijo Hiriluk al tiempo que se ponía en pie y se pasaba las manos por su bata blanca, "pero te llamaré esta semana. No te preocupes."
"Muchas gracias" sonrió Ace, y él también se levantó para estrecharle la mano al médico.
Hiriluk lo acompañó hasta la puerta y cerró una vez que Ace salió de la consulta. Eran las dos de la tarde, así que el cirujano se deshizo de la bata y la colgó en un perchero que había adherido a la pared, dispuesto a disfrutar de su descanso.
"¿Por qué le has dicho eso?" gruñí, imitándolo.
"¿El qué?" canturreó, haciéndose el inocente.
"Que es una operación sencilla. Que en dos semanas y media va a estar en condiciones de jugar. Que puede compaginar la medicación con el deporte..." le espeté, molesto.
Hiriluk puso los ojos en blanco y se dirigió al escritorio para archivar los documentos.
"Dime, Law. ¿Qué hubieses hecho tú para convencerlo de que hay que tomar medidas inmediatamente?"
Guardé silencio durante unos instantes en los que descubrí que yo tampoco hubiese recurrido a métodos ortodoxos. Al fin y al cabo, Ace era un cabezota integral con el que no se podía discutir.
"De todas formas, tampoco creo que esté en condiciones de quejarse" prosiguió el médico mientras ojeaba una última vez el expediente de Portgas-ya. "Le dijo a Kureha que había empezado a notar molestias hace una semana. Pero esos nódulos tienen pinta de estar causando problemas por lo menos un mes. Además, ven aquí. Fíjate en esto."
Yo obedecí, colocándome a su lado y sujetando una de las tomografías que acababa de pasarme.
"Dime, ¿qué ves?" sonrió, observando mi expresión.
"Cáncer."
"Obvio" gruñó al tiempo que ponía los ojos en blanco. "¿Algo más con lo que tu avanzada sapiencia pueda iluminarme?"
Chasqueé la lengua. Detestaba que Hiriluk me pusiese a prueba, sobre todo cuando se quedaba a mi lado para intimidarme con sus dos metros de altura. Yo no estaba especializado en imágenes radiológicas. De hecho, reconocer anomalías era una de las cosas que más me habían costado de la carrera. A fin de cuentas, no solo hacía falta tener buen ojo para encontrar alguna alteración en la imagen, sino que además era necesario saber de qué se trataba.
Fruncí el ceño, molesto.
"Fíjate en esto" repitió Hiriluk, y señaló una mancha blanquecina que bordeaba a un par de nódulos, casi imperceptible.
"¿Sangre?" cuestioné, agradecido de que me hubiese echado una mano.
Él asintió con la cabeza, aunque no parecía muy satisfecho con mi agudeza visual. Le tendí el TAC y él lo guardó en el sobre antes de devolverlo al archivador, junto al expediente de Ace.
"El ya ha tenido una experiencia desagradable..." murmuré al recordar el incidente de su último partido.
"Un paciente que no es sincero con algo tan serio, es un paciente problemático" declaró Hiriluk al tiempo que se giraba hacia mí. "Y a los pacientes problemáticos no se los puede tratar con condescendencia."
Asentí con la cabeza: aquella era una de las pocas cosas en las que mi mentor y yo coincidíamos. Se vistió en la capa oscura que siempre llevaba consigo, cogió su maletín y me ofreció una sonrisa radiante que le llenó la cara de arrugas.
"Bueno, dejando el tema de lado... Hoy invitas tú a la ronda, ¿no?"
No volví a ver a Portgas-ya hasta una semana después.
Hiriluk ya me había avisado de que Ace ingresaría en el hospital el lunes para ser operado miércoles a primera hora de la mañana. El viejo decidió que sería yo quien se pasaría a explicarle el procedimiento, así que fui a su habitación poco después de tomarme un café con el que poder empezar la jornada.
En la sala había dos camillas y dos butacas, pero solo estaban Marco y Portgas-ya. Me sorprendió no ver a Sabo, pero decidí no preguntar nada. Si me paraba a pensarlo, yo tampoco me hubiese molestado en acompañar a un imbécil que me dejó más tirado que una colilla cuando lo estaba pasando mal. Marco estaba durmiendo en la butaca que había pegada a la ventana, con la cabeza apoyada en un puño y las rodillas encogidas. Ace, por su parte, parecía que intentaba relajarse mientras escuchaba a Paul Anka y su"Put your head on my shoulder".
Alcé una ceja involuntariamente: ignoraba que Ace tuviese gustos tan... tradicionales. Sentí que una sonrisa nostálgica se me dibujaba en la boca cuando el recuerdo de Corazón volvió a materializarse en mi mente. Él también sentía debilidad por las canciones de antes.
"No sabía que te gustaba Paul Anka" murmuré mientras me acercaba a la camilla, sobresaltándolo, "aunque yo soy más de Frank Sinatra."
Ace se apresuró a pausar la canción y esquivó mi mirada. Era la primera vez que lo veía avergonzado por algo. Aquello me hizo sonreír: al parecer había descubierto uno de esos secretillos que tanto podrían afectar a su intocable reputación.
"Hiriluk está esperándote en planta. ¿Estás listo?"
Él lanzó una mirada furtiva hacia donde se encontraba Marco, quien todavía seguía babeando sobre su propia mano.
"Sí, pero no lo despiertes" respondió finalmente. "Ha pasado toda la noche dando vueltas."
Yo me encogí de hombros e hice entrar a dos enfermeras que le quitaron los frenos a la camilla y la sacaron de la habitación. Solo entonces, me dirigí hacia donde el rubio y le di unos toquecitos en el hombro para desvelarlo un poco y decirle que íbamos a operar a Portgas-ya.
"Te avisaré en cuanto salga de quirófano. Así que ve a casa y descansa un poco. No puedes quedarte aquí."
Tras asegurarme de que Marco estaba lo suficientemente despierto como para haberme entendido, salí de la habitación y alcancé a paso ligero la camilla en la que llevaban a Ace a planta.
"¿Quién va a operarme?" preguntó. Por el débil tono de su voz, supe que era su primera vez y que estaba nervioso.
Decidí sacar partido de la situación.
"Yo, por supuesto" sonreí al tiempo que le lanzaba una mirada ladina. Él no parecía muy convencido. "Tranquilo, intentaré que no se me caiga un moco."
"Imbécil."
Me parecía fascinante la facilidad con la que podía sacarlo de quicio. Me encogí de hombros y me adelanté para llamar al ascensor que había al final del pasillo. Burlarme de Ace era una de las pocas cosas que podrían haberme calmado aquel día: era la primera vez que formaría parte activamente de una intervención quirúrgica y estaba tan nervioso como emocionado.
"¿Y has hecho esto alguna vez?" me preguntó cuando estuvimos dentro del ascensor.
"Por supuesto" mentí con mi mejor sonrisa.
Sentí la mirada recriminante de una de las enfermeras, una mujer más voluminosa que un tonel con la que me había llevado mal desde que supimos que estábamos compartiendo el mismo aire. La ignoré para ofrecerle a Ace una sonrisa que, más que tranquilizadora, era sardónica.
"Descuida. Si estás nervioso, siempre puedo pedir que pongan de fondo a Paul Anka" canturreé.
Ace hizo un amago de incorporarse en la camilla, apuesto que para propinarme un golpe, pero la otra enfermera lo sujetó por los hombros y lo recostó con cuidado. Tuve que hacer un esfuerzo para no sonreír.
Definitivamente, adoraba tocarle los cojones.
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