CAPÍTULO 28
<< Todo el mundo tiene una historia. Y no hay dos iguales >>
SERGE TOVAH. FAIRY GONE
Es doloroso aceptar que la persona que te quita el sueño no siente lo mismo por ti, y es más difícil aún tratar de ignorar a tu corazón. El desamor nos recuerda que somos frágiles, que la soledad es dolorosa y abrumadora, y que, al mismo tiempo, somos maravillosos: tenemos la capacidad de amar tanto que hasta duele. Queremos dar tanto que de pronto sentimos que no tenemos nada que ofrecer.
Es horriblemente maravilloso estar enamorado: un día te sientes imparable, completo y afortunado, pero conforme avanza el tiempo, comienzan a aparecer las inquietudes, el miedo al rechazo, a la soledad...
La inmensa cantidad de sentimientos encontrados es abrumadora, y parece que, si no podemos estar con esa persona, ya no nos queda nada. Nos volvemos dependientes y necesitados, y todos nuestros esquemas mentales se hacen añicos frente a nuestros ojos. No podemos dormir, no logramos concentrarnos y solo anhelamos estar con esa persona.
Sí, estar enamorado es el sentimiento más puro, doloroso y magnífico que podamos experimentar. Por esa razón, el amor es...
-- Una puta mierda -- gruñó Ace al tiempo que cerraba el libro con un golpe sordo y echaba la cabeza hacia atrás, recostándose en el respaldo de la silla.
Había cogido un volumen de una de las colecciones que Sabo atesoraba en su cuarto solo para matar el tiempo antes de que Luffy volviera de casa de ____, pero definitivamente no esperaba encontrarse con semejante cursilería. Aquel había sido, sin lugar a dudas, el peor intento de descripción de "amor" que había visto en su vida.
Si Ace hubiera tenido que definir la palabra "amor", quizás no hubiese sabido cómo empezar, pero desde luego lo habría comparado con un cáncer: un tumor que comienza a la altura del pecho y que se va extendiendo por todo tu cuerpo hasta que ya no sientes nada más que los latidos del corazón taladrándote los oídos. Algo que no se puede controlar. Que no se puede evitar. Que no tiene cura.
Arrastró la silla para levantarse y arrastró sus pies descalzos hasta el cuarto de baño. Le dolía el cuerpo y se sentía un poco mareado, y aunque la sensación no era agradable, Ace ya estaba familiarizado con los efectos de la quimioterapia. Sus ojos se posaron en el espejo y vio a un tipo de mirada cansada y labios resecos observándolo de arriba abajo.
Tenía mal aspecto, pero no podía quejarse: había pasado una semana encerrado en su habitación sin hacer otra cosa más que escuchar a Ritchie Valens y leer novelas ligeras. Solo había consultado el móvil un par de veces para recibir noticias de Marco y para hablar con ____, y aunque la muchacha le había propuesto más de una vez encontrarse, Ace había aprovechado cualquier excusa para rechazar su oferta. Se negaba a que la chica lo viera en aquel estado deplorable.
Por suerte para él, aquella noche no la pasaría solo: Luffy le había prometido una maratón de "Los Vengadores" en cuanto llegase a casa, palomitas y unas latas de cerveza. Ace había aceptado encantado a pesar de que Law le había repetido cientos de veces que evitase las bebidas alcohólicas, y aunque Sabo solía recordárselo regularmente, aquella noche podría hacer lo que le diese la gana, ya que el rubio pensaba pasar el resto del día en casa de Koala.
Bajó las escaleras despacio, arrastrando con él la mochila donde guardaba la botella de oxígeno a la que iba conectada su cánula nasal, se tumbó en el sofá y comenzó a pasar los canales de televisión hasta que dio con una de las famosas películas de Nicolas Cage: "El motorista fantasma". Otro clásico de Marvel.
El reloj dio las ocho y Ace compuso una sonrisa cuando escuchó abrirse una puerta en el pasillo. No obstante, acabó torciendo el gesto y frunciendo el ceño tras advertir otra risa a parte de la de su hermano: la característica risa de Deuce.
En el cerebro del pecoso comenzaron a sonar alarmas de emergencia por todos lados, y ya se podían ver a millones de diminutos Aces corriendo alborotados por todos lados, escandalizados:
¡Esto no es un simulacro! ¡Repito: no es un simulacro! ~ anunció un mini Ace de mirada nerviosa por megafonía, inquieto.
¡Preparen los cañones con las mentiras, señores! ¡Esperen mi orden para abrir fuego! Esto se va a poner interesante... ~ sonrió otro mini Ace bigotudo vestido en su uniforme militar.
¡Retirada! ¡Retirada!
¡Sal de ahí idiota!
El pecoso no se lo pensó dos veces: agarró su mochila con ruedas y se dispuso a esconderse antes de ser descubierto. No le apetecía que nadie le viera en aquel estado. Torció levemente el gesto cuando sintió un débil pinchazo a la altura del pecho y se apoyó en el marco de la puerta que daba hacia el pasillo, una segunda salida del salón que pensaba aprovechar para no cruzarse con Deuce por el camino.
-- Oh, así que estás aquí, Ace... -- canturreó Luffy tras entrar al salón desde la cocina --. Tienes visita.
¡Mierda, nos han descubierto!
Ace hizo amago de indicarle a su hermano con un gesto de la mano que no se encontraba en condiciones de atender a nadie, pero desistió de ello cuando reconoció la cabeza de Deuce asomando desde la cocina, sonriente. Se había recogido la melena azul en una coleta baja y vestía unas gafas azules y una sudadera de LGBT en la que los vivos colores de la letra G destacaban en un fondo negro.
-- ¡Hey, Ace! ¿Cómo estás?
¡Fuego! ~ rugió con voz atronadora el Ace del bigote a sus batallones, que prendieron las mechas de los cañones y se agacharon al tiempo que se tapaban los oídos con las manos para protegerse del ruido.
-- Bien -- mintió, y en su rostro apareció la sombra de una sonrisa cansada.
Deuce frunció el ceño tras examinar la expresión del pecoso, y es que dudaba que su respuesta casara con aquel rostro pajizo, los labios agrietados y la mirada exhausta que le ofrecía. Parecía que lo estuvieran demoliendo por dentro hueso a hueso.
-- Permíteme que lo dude -- objetó --. Estás para el arrastre. ¿Te apetece hablar o quieres que me vaya?
Ace suavizó la expresión un tanto, culpable. Casi había olvidado que Deuce no era como el resto de personas a las que había tenido que hacer frente a lo largo de su vida: no era asfixiante y respetaba que no tuviese ganas de dar explicaciones, no lo machacaba con preguntas ni hacía comentarios que pudieran ofenderlo. Aquella vez esbozó una sonrisa sincera, agradecido de que al menos se hubiera molestado en hacerlo elegir. No obstante, sabía que Deuce no se conformaría con un "mejor hablamos luego".
-- Claro -- murmuró, y terminó de girarse para chocar puños con él --. ¿Te importa si hablamos en la cocina?
Deuce negó con la cabeza, y aunque trató de ocultar sus sentimientos, no pudo evitar componer una expresión de tristeza cuando comprendió que Ace no se encontraba en condiciones de subir las escaleras para llegar a su cuarto. Observó sus movimientos mientras cruzaban el salón para llegar a la cocina: arrastraba los pies y tiraba de la mochila con dificultad a pesar de que tenía ruedas.
Luffy todavía estaba dando vueltas por la cocina cuando ambos muchachos tomaron asiento frente a la mesa redonda que ocupaba el centro de la habitación. El menor de los D estaba escondiendo por los armarios unas magdalenas que ____ había horneado aquella misma tarde para él. Ace sonrió de lado.
-- ¿Qué se supone que estás haciendo?
-- La última vez te las comiste todas. Animal -- gruñó Luffy al tiempo que hacía un mohín, molesto --. Solo me aseguro de que aguantan hasta después de la cena.
Deuce y el pecoso intercambiaron una mirada de complicidad. Definitivamente, aquellas magdalenas no sobrevivirían cinco minutos después de que Luffy desapareciera de la cocina. El muchacho terminó de esconder el botín, se lavó las manos y consultó un papel que Sabo había dejado anteriormente en el frigorífico. Entonces se puso de puntillas y abrió el armario de las medicinas.
-- ¿Qué diablos haces? -- bufó su hermano, que no veía hora de que Luffy se marchara.
-- Sabo dijo que debías tomarte tu medicación a las ocho y cuarto.
-- ¿Y qué hace Sabo diciéndote esas cosas a ti? -- definitivamente se estaba empezando a molestar. Le había repetido al rubio como una docena de veces que mantuviera a Luffy al margen de sus asuntos.
-- A lo mejor si fueras lo suficientemente responsable como para tomártelas solo, no tendría que encargarme yo.
Ace abrió la boca para replicar algo, pero desistió de ello cuando Deuce le hizo un gesto con la mano para quitarle importancia al asunto, y es que, en cierta parte, su hermano tenía razón. Si por él fuera, pasaría olímpicamente de tener que tragarse un par de pastillas que le atrofiasen el sentido del gusto y acabasen con su apetito.
Ace frunció el ceño cuando Luffy plantó dos pastillas y un vaso de agua frente a él. Se sentía como un niño pequeño al que estuvieran obligando a terminar de comerse las verduras.
-- ¿Para qué sirven? -- se aventuró a preguntar.
Ace se mordió los carillos, nervioso. Aquella era una de las razones por las que advertía a Sabo que no involucrase a Luffy en asuntos de interés médico, y menos con los medicamentos: los nombres de los fármacos eran pista más que suficiente para que Luffy buscase las causas de su uso en Internet y descubriera toda su tapadera.
-- Un protector de estómago y un estimulante para el sistema inmunológico -- se limitó a responder. No era una mentira, pero sus efectos no se reducían únicamente a lo que acababa de describir.
Luffy asintió con la cabeza, pensativo, le dio unas palmaditas a su hermano a modo de despedida y salió de la cocina Cuando ambos muchachos dejaron de escuchar el sonido de sus pasos subiendo las escaleras, Ace y Deuce cruzaron miradas, asintieron con la cabeza y se pusieron en pie para robar las magdalenas de Luffy.
-- Veo que estás en buenas manos -- sonrió Deuce mientras terminaba de examinar el contenido de uno de los armarios.
Ace puso los ojos en blanco, molesto. Detestaba que estuvieran pendiente de él las veinticuatro horas del día. Aquello solo lo hacía sentirse completamente dependiente del resto. Un inútil que no era capaz ni de respirar sin ayuda de una puta cánula nasal.
-- No soy un crío, Deuce...
El peliazul asintió con la cabeza y observó atentamente cómo Ace se tomaba las pastillas junto con un trago de agua y un trozo de magdalena.
-- ¿Dónde coño las ha comprado? ¡Están buenísimas! -- exclamó Deuce.
-- Baja la voz si no quieres que baje Luffy a meterte una paliza -- respondió el pecoso a la par que se llevaba un dedo a los labios --. Las ha hecho ____.
-- Esa cría es Jesucristo.
Ace soltó una risita y decidió que la visita de Deuce no era del todo indeseada.
-- Has empezado con el primer ciclo, ¿cierto? No tienes muy buena cara.
El moreno se encogió de hombros para restarle importancia, pero debía reconocer que el aspecto que se había visto al mirarse en el espejo no era ni mucho menos agradable.
-- Oye, yo también he pasado por eso, Ace. Sabes que puedes contarme cualquier cosa... -- comenzó Deuce al tiempo que se inclinaba sobre el tablero, su rostro adoptando una expresión preocupada --. Has estado encerrado en casa prácticamente desde que saliste del hospital, no hablas con nadie del tema y Marco ya no está para recordarte que no es malo si lloras de vez en cuando.
Ace dejó de masticar para lanzarle una mirada de advertencia a su amigo, pero Deuce no vaciló ni un instante, firme.
-- ¿A qué coño has venido?
-- Soy plenamente consciente de que la quimio es complicada, pero puedo asegurarte de que es mucho más difícil intentar sobrellevarla solo que en compañía de tu familia...
-- Deuce, si has venido para soltarme el mismo sermón que los médicos, agradecería que te fueras. No tengo ganas de escuchar gilipolleces ahora mismo, sinceramente.
-- No he venido a darte por culo, Ace -- replicó el peliazul, ofendido --. Mañana vuelvo a Maryland.
El pecoso alzó la cabeza para cruzar miradas con su amigo, sorprendido. Estudió minuciosamente cada uno de sus movimientos, esperando que se tratase de una broma de mal gusto y Deuce se echase a reír de un momento a otro.
-- No me has dicho nada... -- murmuró. Casi se sentía dolido porque Deuce no se lo hubiese comunicado antes.
-- Lo hubiera hecho con gusto, pero no te ha salido de los huevos responder mis mensajes ni atender mis llamadas.
Ace desvió la vista y se mordió el labio inferior en un deje de culpabilidad. Era cierto que había procurado mantener contacto con el menor número de gente posible y que había ignorado los mensajes de Thatch y varios del equipo de baloncesto, pero no esperaba que Deuce hubiera decidido volver tan pronto.
Sin Marco a su lado, Deuce se había convertido en el único pilar en el que Ace podía encontrar apoyo. Sabía que el peliazul había compartido el sufrimiento de la quimioterapia junto a él cuando lo operaron en Maryland hacía un año y que podía confiar en que entendería el cóctel de sentimientos enfrentados que lo abordaban ahora mismo.
Por ese motivo, Ace sintió que otra parte de su mundo se desmoronaba de nuevo. ¿Qué le quedaba sin Marco ni Deuce como sus principales puntos de apoyo?
-- No puedes irte -- fue todo lo que acertó a decir.
-- "No puedo abandonar a mi familia"..., eso fue lo que le dijiste a los médicos de Maryland cuando insististe en que te concediesen el alta -- dijo al tiempo que por su rostro desfilaba una sonrisa colmada de ternura --. Sabes lo importante que es cuidar de los tuyos.
Ace rodó los ojos y se recostó en el respaldo de la silla. Se sentía profundamente traicionado, y abandonado, una emoción nueva que añadir a la lista de motivos por los que no salir de su cuarto.
-- Escucha, Ace. Sé que es difícil y que te estás esforzando todo lo que puedes. Pero también debes pensar que nadie te ha obligado a escoger la quimioterapia. Ha sido decisión tuya, y sabiendo las consecuencias que tiene, no puedes encerrarte en una burbuja y evitar a todo el mundo.
-- No estoy evitando a nadie -- gruñó el pecoso, molesto.
-- Claro que sí. No quieres hablar del tema con nadie y tratas de fingir que todo va perfectamente -- Deuce hizo una pausa para estudiar la reacción evasiva de su amigo. Suspiró profundamente por la nariz --. Sé que lo haces para evitar que la gente a la que quieres sufre, pero es precisamente en ella en la que debes confiar para superar todo esto. ¿Cómo coño vas a hacerlo si no?
-- Me las apañé bastante bien yo solo en Maryland -- se defendió Ace.
Deuce frunció el ceño y observó a su amigo severamente por encima de la montura azul de sus gafas.
-- Tienes que confiar en tu familia, Ace. Tienen derecho a ayudarte. Y el primer paso es decírselo a Luffy.
Ace hizo ademán de decir algo, pero se interrumpió cuando escuchó unos pasos a sus espaldas. Ni si quiera lo había oído bajar las escaleras.
-- ¿Decirme el qué? -- preguntó Luffy desde la puerta de la cocina, y en sus ojos aparecieron la sombra de las lágrimas rompiendo contra el límite de sus ojos.
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Este capítulo está dedicado a:
Hi_Ana_C: feliz cumpleaños, tesoro. Espero que pases un día estupendo rodeada de la gente a la que más le importas ♥
assilem710: gracias por compartir con nosotros este fanart de "El hermano de mi mejor amigo". ¡Sigue dibujando y haciendo lo que más te apasiona!
Aún estás a tiempo de participar en la entrega de fanarts. La fecha límite es el 01.11.2019. ¡Anímate y comparte tus dibujos con nosotros! ♥
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