CAPÍTULO 23

Lo prometido es deuda: aquí tenéis los dos capítulos de vuestra historia favorita. Gracias por vuestra espera y por todos los ánimos que me habéis estado dando hasta ahora. Nos vemos pronto y ¡feliz Navidad!

~ La Pulga.


<< Y quiero llorar, quiero enamorarme... >>

TOM ODELL


Ace se cubrió la cabeza con las sábanas cuando escuchó que alguien golpeaba la puerta de su cuarto, se encogió sobre el colchón y se secó los ojos con el dorso de las manos.

-- Ace, ¿puedo pasar? -- la voz de Sabo transmitía preocupación.

-- No -- respondió Ace cuando consiguió que su respiración se acompasara.

Sabo dejó escapar un profundo suspiro de resignación, puso los ojos en blanco y abrió la puerta para entrar al dormitorio de su hermano. Se alegró de ver que el pecoso no había vuelto a la rutina ermitaña durante la que se pasaba todo el día a oscuras; el cuarto estaba impecable, la colección de películas de Marvel bien colocada en una de las estanterías que ocupaban las paredes y el portátil abierto en una página web en la que podía comprobarse los resultados del último partido de la NBA. De fondo sonaba una melodía que Sabo no tardó en reconocer: Can't help falling in love, de Elvis Presley. 

-- ¿Por qué coño me pides permiso si al final vas a hacer lo que te salga de los huevos? -- gruñó Ace desde debajo de las sábanas, molesto por la intrusión de Sabo.

El rubio clavó sus ojos en el enorme bulto que se escondía bajo las mantas y compuso una sonrisa nostálgica, atravesó la sala de dos zancadas y se sentó sobre el colchón teniendo cuidado de no aplastar la cánula nasal que conectaba con la botella de oxígeno que había bajo la cama. 

-- ¿Te has tomado las pastillas? -- preguntó al tiempo que clocaba una mano sobre el hombro de su hermano.

-- Sí.

-- ¿Has cenado?

-- Sí.

-- ¿Por qué estás así?

-- ¿Por qué no me dejas en paz y te vas a hacer algo productivo con tu vida? -- le espetó el pecoso al tiempo que se quitaba las sábanas de encima para lanzarle al rubio una mirada fulminante.

Sabo no se molestó en fingir que no había reparado en los ojos hinchados de Ace.

-- ¿Has estado llorando? -- y su voz volvió a sonar un tanto preocupada.

-- Yo no lloro.

-- Perdona, se me había olvidado que eras Dios -- respondió el rubio al tiempo que ponía los ojos en blanco, molesto.

Ace se incorporó sobre el colchón y se separó un poco de su hermano, se rodeó las piernas con los brazos y apoyó la frente sobre las rodillas. La música dejó de sonar y se hizo el silencio entre ellos. 

-- ¿Puedes ponerla otra vez? -- murmuró el pecoso, y se encogió un poco más.

Sabo compuso una expresión taciturna, se levantó del colchón para dirigirse al viejo equipo de música de Ace y colocó la aguja en el extremo del disco de vinilo, que comenzó a girar para reproducir aquella canción de nuevo.

-- ¿Estás bien? -- preguntó Sabo cuando volvió a sentarse junto a Ace --. Me dijiste que tuviste una pelea con Marco.

-- No fue una discusión -- respondió el pelinegro --. Solo dejamos claras algunas cosas..., pero ya está.

-- Entonces estás así por la cita, ¿no?

Ace giró levemente la cabeza para lanzarle una mirada fulminante a su hermano. Tras unos instantes se encogió de hombros, suspiró y volvió a enterrar la cara en las rodillas.

-- Sí, supongo que es por eso -- reconoció.

-- ¿Qué pasó?

Ace se removió incomodado por el interrogatorio de Sabo, y sintió que se le hacía un nudo en el pecho. El rubio, por su parte, sabía perfectamente lo que aquello quería decir.

-- Te declaraste... -- sonrió con dulzura. Entonces le dio unas palmaditas en la espalda y le alborotó el pelo, risueño --. ¡Eso es genial, Ace! Ya iba siendo hora; empezaba a pensar que sería yo quien tendría que decírselo o algo...

-- Calla... -- murmuró, serio.

-- ¿Y qué pasó?

-- Nada.

Sabo arqueó las cejas, sorprendido.

-- ¿Cómo que "nada"?

-- ¡Joder, Sabo! ¿Qué es lo que no entiendes? -- gruñó Ace.

-- ¿No te respondió?

-- No.

-- Pero..., no lo entiendo, ¿entonces qué pasó? 

-- ¡Que volvimos al puto coche y la llevé a su casa! -- rugió Ace --. ¡Eso fue justo lo que pasó!

El pecoso hizo la cabeza hacia atrás, tomó una bocanada de aire y volvió a tumbarse, dándole la espalda a Sabo. El rubio, por su parte, meditó las palabras de su hermano.

-- Ace..., han pasado dos días.

-- ¿Y qué? -- le espetó el moreno.

-- ¿Te ha llamado?

Ace sintió que algo se rompía en su interior, se abrazó el estómago y se encogió un poco más.

-- Seis veces...

Sabo no se contuvo y se golpeó la frente con la palma de la mano, incrédulo. ¿Cómo podía tener un hermano tan estúpido? Sin embargo, pese a que sentía ganas de estrangularlo, decidió tener paciencia con él. De hecho, su relación con Ace se basaba fundamentalmente en la paciencia.

-- No quiero hablar con ella, Sabo -- se apresuró a aclarar Ace cuando vio que su hermano hacía ademán de decir algo --. Ojalá no se lo hubiera dicho...

-- Vamos, no digas eso -- rió Sabo --. Ya has pasado la prueba más difícil, ¿cuál es el problema?

Ace sintió que se le humedecían los ojos, y se alegró de estar de espaldas al rubio; lo último que quería es que su hermano lo viera llorar. 

-- Yo soy el problema, Sabo... -- y la voz se le quebró cuando se le hizo un nudo en la garganta --. No sabe que tengo cáncer, no sabe que ya estoy medio muerto, y no quiero que se enamore de mí y ver cómo se le parte el corazón cuando esté moribundo en alguna camilla del hospital... ¡Mierda, Sabo! -- maldijo, y las lágrimas le arañaron las mejillas --. Ojalá no la hubiese conocido.

El rubio se llevó una mano al pecho tras escuchar las palabras de su hermano, y tuvo que hacer un acopio de toda su fuerza de voluntad para que la confesión del pecoso no lo afectara; si Ace lo veía flaquear, no podría seguir considerándose el pilar que servía de soporte a la estima del moreno. 

-- Ace -- comenzó Sabo tras aclararse la garganta --, creo que lo estás enfocando desde el punto de vista equivocado.

El pecoso se sorbió la nariz y se giró un poco para cruzar miradas con su hermano, dispuesto a escuchar su propuesta.

-- Tu primera sesión de quimio será la semana que viene, y el festival es pasado mañana. Si ____ se ha molestado tanto en intentar contactarte debe ser porque le interesa hablar contigo del tema.

-- Ya, pero...

-- Calla y escucha -- bufó Sabo --. Por lo que sé y por lo que me has contado, dudo que ella vaya a seguir con Marco pase lo que pase. Ven con nosotros al festival, llévatela a un sitio algo más privado y habla con ella. Cuéntale lo del cáncer, lo de la narcolepsia y todas tus movidas chungas. 

-- ¡Venga ya, Sabo! ¿Quién coño querría estar con un canceroso? -- gruñó Ace.

-- Tu madre.

El moreno tensó la mandíbula y fulminó a Sabo con la mirada.

-- Te has pasado.

-- ¿A caso es mentira? -- insistió Sabo --. Tu madre se quedó al lado de tu...

-- No quiero seguir hablando del tema -- declaró Ace, y volvió a girarse para cubrirse el cuerpo entero con las sábanas. 

Sabo dejó escapar un suspiro de resignación y se rascó la nuca, rendido. Quería que Ace recuperase la confianza que tenía antes de que los médicos le hubieran diagnosticado cáncer, pero empezaba a quedarse escaso de recursos. 

<< Haz que se sienta seguro >> la voz de Koala volvió a aparecer en su mente cuando más la necesitaba. << Es como un niño dando sus primeros pasos; tienes que ser paciente y darle todos tus ánimos >>.

-- No te entiendo, Ace, en serio -- suspiró Sabo, optando por otro método --. Creía que eras un tío dispuesto y que no te acobardarías por cosas como esta. De todas formas, ¿qué coño puede gustarte de ella? ¿A caso no eran tu prototipo las rubias de tetas grandes y piernas kilométricas?

Ace frunció el ceño, pero no se molestó en responder. Sabo, por su parte, se levantó de la cama, fingiendo que se marchaba.

-- Yo no le veo la dificultad por ninguna parte, sobretodo teniendo en cuenta que no sería la primera vez que te acercas a una chica y la alabas por su increíble delantera -- se encogió de hombros e hizo un ademán para quitarle importancia --. Siempre te ha funcionado: vas, les hablas y te las tiras.

Ace se incorporó tan bruscamente sobre el colchón que sintió un pinchazo en el pecho, las sábanas cayeron a un lado de la cama y Sabo tuvo que contenerse para no apartar los ojos de la mirada iracunda del pecoso.

-- No vuelvas a hablar de algo de lo que no tienes ni puta idea -- lo advirtió Ace.

-- Perdona, tío, pero no entiendo por qué...

-- No pretendo follármela, Sabo; lo que siento por ella es lo más sincero que he sentido nunca.

-- ¡Pues deja de hacer el gilipollas y lucha por ella!

-- ¡No sé cómo hacerlo, Sabo! ¡Está saliendo con Marco, tengo que confesarle que no di positivo tras la operación y me da vergüenza hablar con ella de mis sentimientos!

El rubio puso los ojos en blanco, se pasó una mano por la cara y clavó la mirada en la de su hermano al tiempo que lo sujetaba por los hombros.

-- ¿Me quiere Koala?

-- Sí.

-- ¿Ha puesto pegas a que solo veo por un ojo?

-- No...

-- ¿Cuánto llevamos?

-- Cuatro años.

-- Pues ya está -- concluyó Sabo, y se cruzó de brazos.

Ace se rascó la cabeza y desvió la mirada hacia la almohada, pensativo. Quizá Sabo tuviera razón y estaba haciendo un océano de una gota de agua, pero tenía demasiados sentimientos encontrados tratando de hacerse con el control de su raciocinio: quería estar con ____, pero no deseaba enfrentarse con Marco; quería ser sincero con ella, pero temía que la muchacha lo rechazase; quería enamorarla, pero no pretendía ver cómo se le partía el corazón cuando él estuviera en sus últimas.

-- Mierda, Sabo... -- gimoteó Ace al tiempo que se inclinaba hacia el rubio para apoyar la cabeza en su hombro --. Quiero enamorarme...

-- Ya estás enamorado... -- bufó Sabo, mordaz.

-- No. Quiero lo que tú tienes con Koala, lo que Luffy tiene con Nami o...

-- Espera, ¿Luffy está liado con Nami? -- interrumpió Sabo, incrédulo.

Ace sonrió de lado.

-- Por fin me entero de algo antes que tú...

-- Espera, espera, espera... -- murmuró el rubio, y se aclaró la garganta tras tomar aire --. ¿Me estás diciendo que Luffy... ¡Luffy!, está saliendo con Nami?

-- Tiene buen ojo, el capullo, ¿verdad? -- rió Ace.

-- ¡Ace, coño! -- gruñó Sabo, y apartó al pecoso de un empujón --. ¡Esas cosas tienes que contármelas!

-- ¿Qué? -- gimoteó al tiempo que se encogía de hombros --. A mí no me lo ha tenido que decir nadie.

-- No seas...

-- ¿Estás bien, Ace?

Sabo y el pecoso hicieron a un lado su pequeña discusión para mirar a Luffy, quien acababa de apoyarse en el marco de la puerta. Sabo achicó los ojos y frunció el ceño.

-- ¿Y tú de dónde vienes a estas horas? -- gruñó.

Luffy casi se sobresaltó cuando percibió el tono acusador de su hermano. Se quitó los guantes y el chaquetón y se rascó la nuca. Tenía el pelo húmedo debido a la nieve.

-- Pues de casa de Nami -- respondió, resuelto, y el rubio abrió los ojos como platos --. ¿De qué te sorprendes, si has sido tú quien ha insistido para que me diera una vuelta?

-- ¿Has hecho deporte, como te dije? -- preguntó Ace con una sonrisa.

Sabo le propinó al pecoso una colleja para silenciar sus intenciones sugestivas.

-- ¡Sí, la verdad es que ha estado genial! -- sonrió Luffy, eufórico --. Hemos quedado el martes para repetirlo. Ojalá se convierta en una rutina.

-- ¡¡Luffy!! -- exclamó Sabo, escandalizado.

-- ¿Qué? Es bueno para la salud; Sabo, deberías probar a hacer deporte con Koala.

El rubio tensó la mandíbula y les lanzó una mirada de advertencia a los dos morenos, pero si hubo a alguien a quien fulminó con los ojos, fue a Ace. Afortunadamente para el pecoso, el teléfono comenzó a sonar y Sabo se puso en pie para dirigirse a la cocina.

-- Ya tendremos tú y yo una charla sobre las malas influencias -- le dijo a Ace, entonces se giró hacia Luffy, molesto --. Y que sepas que yo he hecho más deporte con Koala de lo que haréis vosotros en vuestras vidas.

-- ¿Y a este qué le pasa? -- gruñó Luffy cuando el sonido de los pasos de Sabo se desvaneció en el pasillo.

-- Déjalo, está sensible porque se le ha roto la escoba -- sonrió Ace --. Ven, siéntate. ¿Cómo te ha ido?

-- ¡Ha sido genial, Ace! -- canturreó Luffy al tiempo se dejaba caer en el colchón junto a su hermano, rendido --. Deberías hacer zumba tú también, seguro que así mejorarías pronto.

-- Oh, quizás me apunte a algún cursillo -- sonrió Ace al tiempo que le alborotaba el pelo con una mano.

-- El problema es que las pesas de Nami son demasiado ligeras; solo pesan dos kilos -- suspiró Luffy.

-- Bueno, pues el próximo día llévate las tuyas y ya está.

-- ¿Y a ti qué te pasa? Parece que hayas estado llorando -- murmuró.

-- Bueno..., ya sabes.

-- ¿Todavía no has hablado con ella? -- inquirió Luffy.

-- ¿Y cómo sugieres que lo haga? Fue la confesión más estúpida y asquerosamente cursi que se me haya ocurrido jamás -- bufó Ace al tiempo que se pasaba una mano por la cara, frustrado.

-- Yo de ti aprovechaba para hablar con ella en el festival. 

-- Eso me ha dicho Sabo, pero creo que prefiero fingir que no pasó nada -- reconoció el pecoso.

Luffy se encogió de hombros y se tumbó en la cama con aire despreocupado.

-- Creo que le gustas.

-- No me jodas... -- gruñó Ace, e hizo un ademán para quitarle importancia.

-- Puedes leer mis conversaciones de WhatsApp si no me crees -- sugirió su hermano --. Antes solo lo sospechaba, pero lo tengo mucho más claro ahora que no ha dejado de preguntarme por ti desde el viernes.

-- Eres consciente de que eres su mejor amigo y que no deberías decirme estas cosas, ¿verdad? - inquirió Ace al tiempo que alzaba una ceja.

Luffy le lanzó una mirada de advertencia.

-- ¿Te he dicho algo?

-- No -- respondió Ace.

-- Así me gusta -- sonrió él. Se puso en pie de un salto, recogió su abrigo de la cama y se encaminó hacia la salida --. Mira, si quieres hablar con ella, ve al festival, daos una vuelta en el coche de Sabo y hablad de lo que tengáis que hablar.

Ace asintió con la cabeza levemente mientras barajaba la sugerencia de Luffy. Debía reconocer que su hermano sabía de lo que se hablaba a pesar de que no aparentaba tener muchas luces.

-- Y Ace... -- añadió antes de cerrar la puerta --, bésala de una vez.


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____ sonrió cuando Nami terminó de colocarle la corona de plumas sobre la cabeza. Por fin había llegado la noche del festival, el momento de que la pelirroja cumpliera su propósito de superar el ridículo disfraz de los chicos.

Ambas jóvenes habían quedado en casa de ____ para vestirse con los trajes que les había cosido Koala y para terminar de maquillarse. ____se limitaba a ponerse todos los complementos que le ofrecía su amiga, y aunque en un principio no le había interesado competir contra el vestuario de Luffy y los otros, debía reconocer que el entusiasmo de Nami era contagioso. 

Nami se plantó frente al espejo de cuerpo entero que ocupaba una puerta del armario para terminar de ajustarse el escote, el cual era bastante pronunciado y acababa en pico. Los dobladillos de las mangas y de la camiseta terminaban en flecos, y en los pantalones había bordados dibujos de relieve verde, rojo y blanco. Sin embargo, el trabajo no había sido solo de Koala: Nami se había preocupado en buscar varios pares de botines viejos que Nojiko y ella ya no utilizaban y los había decorado con flecos marrones; Robin se había encargado de hacer las coronas de plumas; y ____ había hecho unos colgantes con pequeñas piezas que recordaban al marfil, y unas pulseras de cuerda que había terminado de trenzar minutos antes de que Nami se presentase en su casa.

-- Ya le he enviado a Robin un mensaje para decirle que vamos a recogerla -- sonrió la muchacha.

-- Estupendo. Solo falta maquillarte un poco -- respondió la pelirroja al tiempo que cogía de su estuche unos lápices para pintar la cara --. ¿Cuál prefieres? ¿El rojo o el blanco?

-- Blanco -- respondió ella, y cerró los párpados para que Nami pudiera maquillarla cómodamente.

La pelirroja dibujó unos puntos alrededor de los ojos de su amiga, después trazó una línea vertical sobre el punte de su nariz y la barbilla, y finalmente siguió un patrón que había sacado de Internet para dibujarle varios símbolos en ambas mejillas. Nami le dijo a ____ que abriera los ojos una vez hubo acabado, y cuando la joven se miró en el espejo no pudo evitar sonreír; desde luego, la pelirroja tenía talento para aquello.

-- Vaya, qué indias más guapas...

Las chicas se giraron para ver quién les hablaba desde la puerta del dormitorio, y ambas rieron cuando vieron a la señora ____ con una bayeta al hombro y unos guantes de hornear.

-- Esta vez te has superado con el maquillaje, Nami -- reconoció la mujer con una sonrisa de complicidad.

-- Aún está a tiempo de venirse, señora ____.

-- ¡Qué va! -- rió ella --. He quedado con unas amigas para cenar. Van a flipar con mi postre: un bizcocho de tres pisos de dos chocolates.

-- ¿Vais a poder comeros todo eso? -- inquirió ____ al tiempo que arqueaba una ceja.

Su madre se encogió de hombros para quitarle importancia.

-- Bueno, podemos llamar a Luffy si sobra algo, que para eso está el zagal.

-- ¿Seguro que no quiere venir? -- insistió Nami, y una sonrisa ladina le cruzó el rostro --. Sabo también estará allí...

La señora ____ clavó inmediatamente sus ojos en los de la pelirroja, pero tuvo que hacer un acopio de fuerza de voluntad para no suplicarle que la llevaran con ellas. De todas formas, la mirada que le lanzó su hija fue motivo suficiente para rechazar la oferta de Nami.

-- Qué va. No puedo perder contra las carcamales -- respondió, resuelta --. ¿Vosotras os vais ya?

-- Sí -- dijo Nami al tiempo que metía el estuche de maquillaje en una mochila --. Por cierto, ¿puede quedarse ____ a dormir en mi casa?

La expresión de la señora ____ cambió de risueña a amenazante en lo que se tarda en pestañear, y fulminó a ambas muchachas con la mirada.

-- La última vez que me preguntaste eso despertasteis en casa de los D, y para variar, tuve que ir a recogeros al hospital -- les recordó mientras las amenazaba con un dedo acusador.

Nami se retorció las manos, nerviosa, y no pudo evitar sentir una punzada de culpa comprimiéndole el pecho.

-- Mamá, por favor... -- insistió la chica --, he sacado sobresaliente en todas las asignaturas, y ya no tengo que preocuparme de los exámenes hasta después de vacaciones.

La mujer dejó escapar un suspiro de resignación, se quitó los guantes y se quedó mirando a ambas jóvenes durante unos instantes.

-- De acuerdo..., pero como me entere de que has estado en otro sitio, despídete de tus salidas -- condicionó al tiempo que señalaba a su hija.

-- ¡Gracias, señora ____! -- canturreó Nami, y saltó hacia ella para darle un abrazo.

La mujer le dio unas palmaditas en la espalda.

-- Venga, marchaos de una vez, que me vais a llenar el suelo de plumas -- las despidió la madre de la joven, y besó a su hija en la frente cuando pasó a su lado.

Nami dejó la mochila en los asientos traseros del coche, arrancó el motor cuando ____ hubo ocupado su lugar como copiloto y condujo hasta la casa de Robin. La muchacha las esperaba sentada en el portal del edificio, un piso de cuatro plantas donde se aglomeraban la mayoría de universitarios. 

Robin estudiaba historia en la misma facultad que ____, pero debido a que la morena estudiaba y trabajaba a la vez, apenas sacaba algo de tiempo para quedar con sus amigos. Robin trabajaba de camarera en un bar en el centro de la ciudad, pero los fines de semana hacía de niñera. ¿De dónde sacaba tiempo para estudiar, entonces? Nadie lo sabía.

-- Buenas noches, chicas -- saludó la morena tras acomodarse en uno de los asientos traseros del coche.

-- Hola, Robin -- canturreó ____ --. Vaya, qué bien te has maquillado.

-- Nami me ha dado un cursillo esta mañana -- rió ella.

-- Para que veas qué amiga más aplicada tienes -- respondió Nami --. Los chicos se van a cagar.

-- ¿Os han enviado alguna foto? -- inquirió ____.

-- ¿A parte del estropicio que se hicieron en la cara? No -- rió la pelirroja.

-- Este año se lo han tomado mucho más en serio -- comentó Robin --. ¿Estaremos a la altura?

Nami le lanzó una mirada reprochante desde el espejo retrovisor.

-- La pregunta es: ¿estarán ellos a la altura? -- Nami detuvo el coche frente a un semáforo en rojo --. Por cierto, ____, ¿al final sabes si va a venir Marco?

-- Me dijo que entrenaría un poco...

-- Cómo no... -- resopló Nami.

-- Pero también dijo que vendría más tarde y que estuviera pendiente del móvil.

-- ¿Le has contado lo de Ace? -- preguntó Robin.

-- ¡Qué va, señor! -- suspiró la muchacha, frustrada --. A saber qué numerito montaría...

-- Tiene razones para molestarse...

-- ¡Robin! -- le regañó Nami --. No le hagas caso, ____; Marco es un interesado. Él se desvive por el baloncesto, pero es incapaz de darse cuenta de que su novia también merece algo de atención.

El festival de disfraces siempre tenía lugar a las afueras de la ciudad, donde se cercaba una enorme parcela para montar varios mercadillos en relación con la temática del evento. Había juegos y concursos de todo tipo, pero si había algo que volviera locos a ____ y a Luffy, era el concierto que Soul King organizaba todos los años. El año pasado ambos habían tenido la oportunidad de conocer al cantante en persona, incluso había aceptado a acompañarlos a tomar algo después de la actuación; este año, los muchachos esperaban que fuese igual.

El aparcamiento estaba saturado de vehículos y la pelirroja tuvo que dar varias vueltas para encontrar una plaza libre. Dieron con una tras varios minutos de búsqueda, bajaron del coche con cuidado de no resbalar con la nieve y se dieron el visto bueno entre ellas. Caminaron hasta la entrada del festival mientras hablaban de las ideas que tenían pensadas para aquella noche, y Nami y ____ aprovecharon para planificar su noche de pijamas.

Junto a la entrada las esperaban varias personas, entre ellas destacaba la hiperactividad de Luffy, pues había comenzado a agitar los brazos en cuanto hubo reconocido a las chicas. Nami sonrió con dulzura, pero aquella expresión desapareció tras recordar cuál era el propósito de aquel encuentro: ver quién se había currado el mejor disfraz. Robin, a su vez, se fijó en que Zoro y Sanji habían comenzado a discutir por algo, y se llevó una mano a la boca para esconder una risita que consiguió llamar la atención del peliverde. ____ estaba asombrada con el trabajo que había hecho Usopp al maquillar a los chicos, por no decir que el narigudo parecía un auténtico miembro de los Pieles Rojas. Sin embargo, si hubo algo que realmente llamó la atención de la muchacha, no fue el maquillaje de los chicos, ni la discusión que mantenían Luffy y Nami, ni la forma en la que Zoro miraba a Robin; sino un vaquero que la observaba atentamente desde su silla de ruedas.

La primera pregunta que le pasó por la cabeza a ____ fue: ¿qué demonios hace él aquí? Luffy le había confirmado hacía dos días que el pecoso no se presentaría en el festival, pero allí estaba, y vestido en un atractivo disfraz de vaquero, ni más ni menos. Ace se la quedó mirando hasta que fue consciente de que lo estaba haciendo, entonces desvió los ojos hacia otra parte y le dijo a Sabo algo que solo el rubio pudo escuchar. 

-- Bueno, ¿entramos ya? -- sugirió Luffy --. Tenemos que coger sitio para ver a Soul King.

Nami le dio la razón, y quitándose a Sanji de encima con un guantazo eficaz, comenzó a encabezar la marcha. Luffy se acercó a ____ y la fundió en un fuerte abrazo.

-- Me alegro de que hayas venido. Pensaba que los exámenes te habían vuelto una ermitaña -- reconoció con una sonrisa a modo de disculpa.

-- Casi, pero Nami siempre se encarga de que no sea así -- respondió la muchacha al tiempo que hacía un ademán para quitarle importancia.

Luffy soltó una carcajada y ____ no pudo evitar imitarlo.

-- ¿Soy yo, o Sabo y Koala van a juego? -- susurró ella mientras señalaba con la cabeza a la pareja de vaqueros que paseaba frente a ellos.

-- Tienes razón. Parecen Ken y Barbie -- rió Luffy. Entonces el moreno observó el rostro de su amiga con el ceño fruncido --. Oye, tienes algo debajo de la nariz...

-- ¡Luffy, vamos! -- gritó Nami desde el frente.

-- ¡Voy ya! -- rió Luffy al tiempo que salía corriendo hacia ella.

-- ¡Espera, Luffy! ¿Qué es lo que...?

____ volvió a pasarse la mano por encima del labio superior, pero no notó nada. ¿Sería que Nami se había pasado con el maquillaje y se había extendido? Se pasó de nuevo los dedos por debajo de la nariz, pero cuando se miró las manos no había rastro de pintura. ¿Le habría gastado Luffy una broma?

-- A-Ace...

El pecoso, quien se había quedado atrás y avanzaba lentamente con aire distraído, alzó la vista para mirar a la muchacha, pero se arrepintió al instante: el corazón comenzó a taladrarle el pecho y su respiración se descontroló. Mierda, ¿recordaría lo que le había dicho aquella noche en el mirador?

-- ¿T-Tengo algo debajo de la nariz? -- murmuró ____, y sintió cómo le subían los colores.

Ace puso los ojos en blanco y la sombra de una sonrisa se insinuó en su rostro; la actitud de la muchacha le resultaba enternecedora. 

-- Sí: una sonrisa preciosa. No la pierdas nunca -- y dicho aquello giró la silla de ruedas y se dispuso a seguir al resto.

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