CAPÍTULO 16

<< No puedes cambiar lo que es alguien sin destruir lo que fue. >>

EL EFECTO MARIPOSA

Ace soltó una bocanada de aire al tiempo que rodaba los ojos con una distinguible sonrisa apareciendo en su rostro. Se removió en los enormes cojines que había colocado en el cabezal de la cama y acomodó el portátil sobre sus piernas.

Marco aun carcajeaba al otro lado de la pantalla desde su iluminada habitación, en la cual penetraban los últimos rayos de sol, aportando un tono anaranjado a la estancia. El rubio se pasó un dedo por el ojo para borrar una lágrima imaginaria y volvió a mirar a Ace.

-- Deberías intentarlo, creo que nunca lo había visto tan molesto -- volvió a reír.

-- Sabes perfectamente que meterse con el tupé de Thatch es pecado -- sonrió Ace --. Aunque quizás me permita alguna herejía.

Marco sonrió y asintió con la cabeza, satisfecho con la decisión de su amigo. Ace estuvo a punto de añadir algo, pero un estridente coro de carcajadas provenientes de la habitación contigua le interrumpieron. El pecoso frunció el ceño y se pasó una mano por la cara, verdaderamente molesto. 

-- ¿Cuántas veces tengo que recordarle a ese idiota que las paredes son de papel?

Ace había decidido encerrarse en su cuarto después de haber descargado su ira incondicional con Luffy a causa de la traicionera bola de nieve que había impactado contra su cara nada más abrir la puerta. Había pensado en terminar la película de Cargo que había empezado a ver hacía un par de días, sin embargo, el inconfundible sonido de una llamada de Skype le había parecido mucho más interesante.

Se escuchó un grito agudo al otro lado de la pared acompañado de varias carcajadas y Ace sintió cómo se le hinchaban las venas de las sienes; después de un largo día de pruebas en el hospital solo quería descansar tranquilamente en casa.

-- ¿No debería estar tu hermano dirigiendo alguna fiesta en una casa ajena? -- inquirió Marco, jocoso.

-- Pues sí, pero están todos de exámenes y hoy se ve que la fiesta la da aquí -- Ace se masajeó las sienes con los dedos y soltó una bocanada de aire, rendido --. Aunque se le va a acabar el cuento a partir de ahora. 

-- Eso me recuerda que tengo que ponerme a estudiar -- rió el rubio --. No entiendo cómo se las apaña tu hermano para no dar pie con bola y luego aprobar.

Ace sonrió, pero antes de que pudiera hacer amago de responder, otra carcajada le taladró el tímpano. El pecoso apretó el puño y golpeó la pared varias veces, provocando el silencio inmediato en la habitación de Luffy.

-- ¡Como tenga que repetiros que os calléis, esta noche dormís en la calle!

-- Uh, qué agresividad -- bromeó Marco --. Te recomiendo una tila.

-- Argh, te juro que de no ser ilegal, los metía a los tres en el maletero y los abandonaba en un contenedor --suspiró Ace, masajeándose el dorso del puño con la otra mano.

-- Ah, ¿que solo son tres? Parecen doscientos.

-- Ya, ¿y sabes qué? Adivina quien está aquí.

Marco arqueó una ceja cuando reconoció el tono sugestivo de Ace. Se quedó un momento pensando, hasta que sus ojos se abrieron todo lo que le permitieron sus párpados y sus labios se separaron.

-- ¿Está ahí?

-- Sí, ¿no te lo ha dicho? -- Ace frunció el ceño.

-- Llevamos sin hablar desde la semana pasada -- reconoció Marco con un deje de pesar en la voz --. Ni siquiera responde los mensajes.

-- Tiene razones para hacerlo -- suspiró Ace.

-- Entiendo que esté cabreada, pero...

-- Marco, toda la universidad sabe que estuviste restregándole el nabo a cualquier pava que se te insinuase un poco, y también que le metiste mano a ____. Hasta Luffy, que no se entera nunca de nada, me vino preguntando si yo sabía algo.

Marco desvió la mirada y se pasó amabas manos por la cara, desesperado. 

-- No sé qué esperabas -- prosiguió Ace --. Yo tampoco me molestaría en hablarte de estar en su lugar. Lo que me extraña es que no nos haya mandado a la mierda; a ti por descontrolarte y a mí por emborracharte.

Marco negó suavemente con la cabeza, su mirada perdida en algún punto más allá de la webcam de su ordenador. Tras unos minutos de silencio, Ace decidió echarle un cable a su amigo.

-- ¿Le has pedido ya disculpas?

-- La he llamado y le he mandado...

-- Digo en persona, crac -- gruñó Ace. Marco se encogió en su silla y negó tímidamente con la cabeza --. Pues es lo primordial.

-- ¿Y si me ignora o me manda a tomar por culo? -- lloriqueó él, alborotándose el pelo.

-- Pues eso ya es problema suyo -- el pecoso hizo un ademán con la mano para quitarle importancia --. Pero como no empieces a mostrar interés, te vas a arrepentir. Ahora es el momento en el que pone a prueba tu lealtad, y te va montar pollos para ver hasta dónde estás dispuesto a llegar por ella. Demuéstrale que de verdad te arrepientes. Y si tienes que arrastrarte una semana o dos, hazlo.

-- ¿Desde cuándo sabes de tías? -- Marco estudió la expresión sonriente de Ace, intentando leer sus pensamientos.

-- Desde que Sabo me llora sus penas con Koala -- reconoció el pecoso.

Marco compuso una sonrisa y Ace reconoció el alivio que expresó Marco tras dejar escapar un profundo suspiro. 

-- ¿Y qué te han dicho los médicos? 

Ace entristeció la mirada y desvió los ojos hacia la ventana de su cuarto, por la cual apenas se filtraba el sol del atardecer.

-- Perdona, no debería haber preguntado -- se apresuró a decir Marco.

-- Bah, no te preocupes -- Ace se encogió de hombros --. Al fin y al cabo siempre es lo mismo: reposo, medicamentos y hacer vida normal.

-- Tiene que ser desesperante...

-- Ni te lo imaginas -- suspiró Ace --. ¿Hacer vida normal? Estarán de coña..., ¿cómo coño voy a follar tranquilo con un pulmón y medio?

-- Oye, no es mala idea -- intervino Marco, devolviéndole a su amigo una sonrisa ladina --. Igual hasta te ponen en el libro de los récords.

-- Ya me veo: "El primer tío con cáncer terminal que consigue hacer vida normal" -- rió Ace.

-- No sé..., yo pensaba algo más a lo: "El primer tío con cáncer que sigue follando a la velocidad de Usain Bolt".

Ace soltó una carcajada tan fuerte que incluso llegó a pensar que llevaba años sin reír. Marco esbozó una sonrisa de ternura cuando reconoció aquella risa, aquel sonido que llevaba sin oír más de dos años.

-- No recuerdo haber follado a la velocidad de Usain Bolt -- sonrió el pecoso, enjugándose con un dedo las pocas lágrimas que se le habían acumulado en un ojo de la risa.

-- ¿Qué te vas a acordar, si siempre ibas como una cuba?

Ace dejó escapar una risita y negó levemente con la cabeza, admitiendo la razón que llevaba su amigo.

-- No te voy a mentir. Lo que más me dolió cuando me diagnosticaron cáncer, fue que me prohibieran el alcohol.

-- Lo que no sé es cómo no hiciste las maletas para fugarte con tu preciada botella de vodka -- canturreó Marco al tiempo que se abrazaba a sí mismo para darle un tono burlesco a sus palabras.

-- No. Perdona. Yo me tiraba para el ron. Tú eres el tío del vodka -- lo corrigió Ace.

Marco se encogió de hombros e hizo un gesto con la mano para quitarle importancia. Entonces el brillo de una mirada ladina apareció en sus ojos y el rubio se acercó más a la webcam. Ace frunció el ceño.

-- ¿Qué?

-- He encontrado una tía que puede interesarte -- susurró Marco, como si alguien estuviera espiando su conversación desde la puerta de su cuarto --. No me des las gracias.

-- Por supuesto que no. Eres el único que tiene huevos a plantarme a una más fea que las piedras y quedarte tan pancho.

-- Que no, que no... -- insistió Marco --. Es más, me he asegurado de que reuniera todos los requisitos para que te guste.

Ace arqueó una ceja, sin poder ocultar su visible interés de la mirada expectante de Marco. El pecoso apretó los labios, frunció levemente el ceño y se rascó la cabeza, pensativo. Se acomodó el portátil sobre las rodillas y esperó a que el rubio continuara con su proposición.

-- Es alta, con una personalidad explosiva y tiene unas curvas deliciosas -- canturreó al tiempo que trazaba con las manos olas verticales en el aire. 

Ace sonrió de lado y volvió a arquear una ceja, socarrón. Desvió los ojos a los estantes donde descansaban las fotos que se habían sacado en su último partido de baloncesto. Se contempló a sí mismo, sonriente a pesar de saber que le acababan de diagnosticar cáncer y que dentro de poco le someterían a una operación. 

<< Hacer vida normal... >> y pensó en las noches de juerga, en las salidas con los amigos, en las chicas y en la universidad. << ¿Y por qué no? >>

-- Dime el nombre -- dijo por fin.

-- No, no. Ni de coña, que luego la buscas por Instagram y me jodes la sorpresa -- gruñó Marco.

-- Paso de quedar con una tía a la que no he visto en la vida.

-- La conoces, al menos de vista -- Marco guardó silencio cuando se percató de la suspicacia que irradiaban los ojos de Ace --. ¡Confía en mí, hombre! 

-- ¿Y cómo dices que tiene de grandes las tetas? -- preguntó Ace con un hilo de voz, tratando de hacer que Marco siguiera desembuchando.

-- Vas a necesitar las dos manos para atender a una sola, pero eso ya lo comprobarás tú mismo -- repuso Marco con una sonrisa --. ¿Qué te parece el martes por la tarde? Sabo estará trabajando, Luffy seguramente quede con Zoro y tú no tienes cita con el médico. Así, si no te convence salir de casa, puedes conocerla en la intimidad de tu...

-- Nadie entra a mi cuarto -- respondió Ace, tajante --, y menos una persona a la que no conozco de nada. 

-- Vale, pues en el Baratie entonces. A los chicos les gustaría verte camelando a una mujer después de tanto tiempo -- Marco alzó ambas cejas y le ofreció a su amigo una sonrisa ladina.

-- Estoy algo oxidado.

-- ¡No te preocupes por eso, hombre, que yo te pongo al día! -- rió el rubio.

Ace soltó una carcajada y se removió en la cama para acomodarse sobre los cojines. Permaneció unos segundos en silencio, barajando sus opciones.

-- ¿Y bien? -- inquirió Marco, impaciente.

Ace compuso una sonrisa y le lanzó una mirada de complicidad a su amigo.

-- Tú ganas, Marco. Iré para comprobar si esos pechos son tan grandes como dices.

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____ escondió la cabeza tras la protección de un enorme cojín después de volver a ver a través de la pantalla del ordenador cómo un hombre cogía de nuevo la motosierra con la que ya había amputado el brazo de una mujer completamente inmovilizada.

No es que le dieran miedo las películas de terror ni mucho menos; simplemente no podía con los vídeos snuff. Era incapaz de lidiar con las expresiones de sufrimiento de las víctimas a manos de unos desalmados que se dedicaban a torturar a las personas por puro placer y grababan las reacciones de los secuestrados. Les cortaban una pierna, los desangraban, les obligaban a comerse sus propias desmembraciones, o los quemaban con hierros incandescentes.

-- Ey, ____, vamos, que tampoco es para tanto.

-- Aun no me creo que me hayas arrastrado hasta aquí para ver estas cosas -- repuso la chica al tiempo que le lanzaba una mirada de reproche a su amiga.

--  Has perdido la apuesta -- sonrió Luffy.

-- Y encima te hemos dado a elegir entre esta opción y la otra -- suspiró Nami. -- Así que no seas desagradecida.

-- ¿Y qué demonios esperabas qué hiciera? -- gruñó la joven, molesta --. No pensarás que de verdad iba a plantarme frente al cuarto de Ace y decirle que me la canastase...

-- ¿Y qué tiene de malo? Yo he jugado con él y Sabo al baloncesto y lo hemos pasado genial -- añadió Luffy.

Nami y ____ interrumpieron su pequeña discusión para mirar al pelinegro, quien parecía no haber pillado la indirecta.

-- ¡Dios, Luffy, cállate! -- gimoteó ____ al tiempo que enterraba de nuevo la cara en el cojín para esconder su sonrojo de sus amigos.

Luffy frunció el ceño sin terminar de comprender la reacción de la chica y Nami soltó una carcajada. 

-- Venga, que solo te quedan tres minutos -- canturreó Luffy.

-- Exacto, anímate un poco -- Nami acarició la espalda de su amiga y le arrancó el cojín de las manos --. Así que venga, nena.

____ sintió arcadas cuando entre sus ojos y la pantalla dejó de haber cualquier tipo de barrera. Se abrazó las piernas y decidió no despegar la vista del portátil, aunque siempre cerraba los ojos con fuerza cuando auguraba algún tipo de agresión.

Luffy y Nami intercambiaron una mirada de complicidad y el pelinegro se acercó a ____ por detrás, aprovechando la ventaja que le proporcionaba la penumbra de la habitación y que la joven estaba demasiado concentrada en esquivar las imágenes de la pantalla como para percatarse de una presencia detrás de ella. 

Luffy extendió el brazo y deslizó sus uñas lentamente por la espalda de la chica, quien dio un brinco sobre la cama y dejó escapar un grito agudo antes de cubrirse completamente con las sábanas. 

Nami y Luffy soltaron una carcajada que acabó molestando a ____, quien se apresuró a levantarse, calzarse unas zapatillas con forma de conejitos que había traído de su casa e hizo ademán de salir del cuarto, molesta.

-- ¡Espera, espera! -- suplicó Luffy tras sujetar a la muchacha por la muñeca, sin terminar de conseguir calmar su risa --. Lo siento, de verdad. No lo volveré a hacer, lo prometo.

-- Ay, no te enfades, ____ -- gimoteó Nami --. Venga, siéntate con nosotros y juguemos a otra cosa.

____ fulminó a ambos jóvenes con la mirada. Finalmente rodó los ojos y volvió a sentarse en la cama. Luffy cerró el portátil y encendió la lámpara de su mesita de noche antes de ponerse en pie para buscar algún juego de mesa en los cajones de su armario.

-- Por cierto, chicas, tengo una pegunta.

____ y la pelirroja se giraron para observar al pelinegro, expectantes.

-- Ace me está escondiendo algo -- prosiguió Luffy, serio --. No sé qué es, pero no me hace gracia.

-- ¿A qué te refieres? -- Nami frunció el ceño.

____ sintió cómo la desazón iba instalándose en su pecho a medida que el silencio iba estableciéndose entre ellos. Aún recordaba aquella noche en la que había encontrado al pecoso sentado en un banco del parque con la mirada perdida en alguna parte de sus pensamientos. No habían hablado de nada cuando él se ofreció a acompañarla a casa, ni tampoco después, y aunque ____ sabía que no debía inmiscuirse, intuía que algo entristecía a Ace.

No le había contado nada a nadie, ni siquiera a Nami, una de sus mejores amigas. Sin embargo, aquella noche esperaba descubrir algo más a cerca de la extraña actitud del mayor de los D.

-- Veréis... -- comenzó Luffy al tiempo que tomaba asiento frente a ambas chicas --, esta tarde hemos estado hablando y no dejaba de responderme con evasivas: le preguntaba que porqué no podía invitar a dormir a una chica, y me contestaba nosequé de troncos y ejercicio; le decía que era una amiga, y me contestaba que no a menos que fuera mi novia; le preguntaba que porqué no me dejaba invitar a una chica si él y Sabo habían invitado a muchas, y me respondía que ellos no quedaban para charlar y ver películas, que quedaban para hacer ejercicio. Y eso es mentira porque ni siquiera tienen un par de pesas en sus habitaciones.

Luffy hizo una pausa para estudiar la expresión de desconcierto en el rostro de sus amigas.

-- No sé qué me está escondiendo, pero lo del ejercicio es solo una escusa, y pienso averiguarlo -- sentenció, decidido.

____ y Nami permanecieron en silencio unos minutos, observando incrédulas cómo Luffy cogía el último trozo de pizza que quedaba en la caja que habían dejado en medio de la cama. 

-- ¿Qué? -- gruñó el pelinegro cuando se sintió intimidado por la atenta mirada de las chicas.

Nami y ____ dejaron de prestarle atención y cruzaron miradas antes de soltar una enérgica carcajada. Definitivamente, Luffy era demasiado inocente como para poder hacerse una idea de a qué se refería su hermano con "hacer ejercicio".

-- ¡Cómo tenga que repetiros que os calléis, esta noche dormís en la calle! -- gritó la voz de Ace desde el otro lado de la pared.

Luffy mandó callar a las chicas al instante, sus ojos acechando la puerta, temeroso de que su hermano irrumpiera en su cuarto de un momento a otro.

-- Últimamente se molesta por nada, y está insoportable -- suspiró el moreno --. Aunque en realidad es lo más normal del mundo; yo también me pondría de mala leche si llevara una semana sin comer carne. 

Nami abrió los ojos como platos, incrédula.

-- ¿También le han prohibido comer carne? -- preguntó.

-- ¡Qué va! Pero dice que no tiene hambre y lleva toda la semana subsistiendo a base de zumos y sopas -- Luffy sacó la lengua en señal de asco --. No me extraña que Sabo lo lleve tanto al médico. ¡Nadie puede vivir de zumo y sopa!

____ se llevó una mano a la boca para esconder su sonrisa de Luffy y poco después de un par de historias de terror bastante improvisadas, los tres decidieron chafar la oreja. Por supuesto, Luffy se había negado en un principio, pero ambas chicas le recordaron que tenían un examen importante el lunes siguiente y que debían madrugar para volver a sus casas y estudiar. 

El colchón que Luffy extrajo de debajo de su cama se sorteó a piedra, papel o tijera, y como si se tratara de una conspiración, Nami volvió a salir victoriosa y se escondió bajo las sábanas con una sonrisa triunfante. ____ hizo un mohín; la última vez que había dormido con Luffy, la voz adormilada de su amigo la había despertado exigiendo carne en sueños. 

Casi cayeron del tirón, aunque era de esperar teniendo en cuenta la de cosas que habían hecho desde que las chicas habían llegado. Luffy dormía pegado a la pared, separado de ____ por una gruesa almohada que la joven se había encargado de instalar entre ellos para evitar que el chico volviera a abrazarse a ella como una lapa. Por otro lado, Nami descansaba tranquila en el colchón del suelo, enrollada en las sábanas.

En algún momento de la noche, una sutil patada y una caída al suelo arrancó a ____ de los brazos de Morfeo. La muchacha se sobó la cabeza e inspiró profundamente, al tiempo que alzaba la vista para comprobar qué la había lanzado de la cama, aunque no fue necesario el título de detective para deducir qué es lo que había pasado cuando vio la pierna de Luffy asomando desde lo alto del colchón.

El chico estaba abrazado a la almohada y le había propinado una patada a ____ que había conseguido desplazarla hasta el frío parquet del suelo. La joven se puso en pie para estudiar el panorama en penumbra. Nami estaba profundamente dormida en el estrecho colchón que Luffy había sacado para ella, y el moreno se había adueñado de toda la cama, así que ____ decidió que dormiría en el sofá.

Le arrancó a Luffy la almohada que abrazaba con ansia y sacó una sábana del armario de su amigo, procurando hacer el menor ruido posible. A continuación se calzó sus zapatillas con forma de conejo y bajó las escaleras, casi arrastrando los pies.

Se las arregló para llegar al salón y se tumbó en el sofá más grande, el cual era lo suficientemente largo como para que sus pies no sobresalieran por encima del reposabrazos. Descansó la cabeza en la almohada y se tapó hasta el cuello, pues hacía bastante frío. Miró hacia la ventana y sonrió cuando reconoció la hipnótica danza que trazaban los copos de nieve que se precipitaban desde el cielo. No obstante, por mucho que le gustara ver aquel baile entre la nieve y el viento, decidió correr las cortinas para evitar que el frío siguiera filtrándose a través del cristal.

Se puso de rodillas sobre el sofá y descubrió que algo oponía resistencia al recorrido que debían trazar las cortinas, de modo que miró hacia abajo y descubrió en el suelo la manta de lana que Nami le había regalado a Luffy por su cumpleaños.

-- ¿Pero cómo puede ser tan descuidado? -- suspiró, resignada. 

Cogió la manta, cerró las cortinas, y se cobijó bajo la lana, buscando el calor en cada uno de los puntos que Nami había tejido.

Estaba a punto de volver a quedarse dormida cuando escuchó unos pasos y poco después se encendió la luz de la cocina, lo cual la obligó a parpadear varias veces para que sus ojos se acostumbrasen a la claridad que procedía de la sala adyacente.

____ achicó los ojos y distinguió una sombra deteniéndose frente a la nevera. Suspiró, se encogió bajo la manta de lana y trató de volver a dormirse, suponiendo que Luffy había vuelto a despertarse en medio de la noche para picar algo.

La luz de la cocina se apagó después, y el sonido de un caminar lento y pesado volvió a escucharse en el pasillo, no obstante, justo cuando la muchacha pensaba que podría descansar tranquila, los pasos se detuvieron a la entrada del salón, y poco después los escuchó dirigirse hacia ella.

____ se limitó a cerrar los ojos con fuerza y fingió estar dormida, deseando que el sueño acabara venciéndola de un momento a otro. Sintió que unas manos la arropaban con delicadeza y le rozaban la frente para comprobar su temperatura. Un aroma familiar le acarició las fosas nasales y se instaló en sus pulmones, sacándola repentinamente de su adormecimiento.

No era Nami ni Luffy; conocía a la perfección el empalagoso olor a perfume que desprendía su amiga y la esencia a carne que emanaba la piel de Luffy, por lo que dedujo que debía ser Ace. La muchacha sintió dos dedos deslizándose por su rostro para colocarle un mechón de pelo tras la oreja y tuvo que hacer un esfuerzo para no estremecerse ante el roce de su piel.

Volvió a escuchar unos pasos, el sonido de las cortinas al correrse y notó que alguien se sentaba en el reposabrazos del sofá que había a sus pies. ____ sintió que su respiración se hacía más pesada y  se pellizcó los brazos por debajo de la manta para obligarse a mantener los ojos cerrados, no obstante, aquella batalla interna acabó ganándola la curiosidad, y la muchacha abrió lentamente un ojo para espiar al chico que se había sentado al otro lado del sofá.

Ace había corrido una de las cortinas para estudiar el baile que trazaban los copos de nieve en el aire, y la joven observó la forma en la que la débil luz blanquecina de las farolas de la calle acariciaba el rostro melancólico del muchacho. 

Hacía una semana que no lo veía, pero su mirada distraída no había cambiado lo más mínimo, y la chica se preguntó qué tenían en común Ace y el chico al que habían fotografiado tras su último partido. ¿Dónde había ido a parar aquella sonrisa?

Ace se llevó una pastilla a la boca y bebió del vaso de agua que sujetaba en la mano. No había conseguido dormir tras la conversación que había tenido con Law poco después de que finalizara su videollamada con Marco. El médico lo había llamado para asegurarse de que Ace ya había tomado una decisión a cerca de la propuesta que el ojeroso le había hecho en la universidad. 

Ace solo se había limitado a pedir un poco más de tiempo; ni siquiera había consultado el tema con Sabo. De todas formas, la idea de someterse a quimioterapia le parecía agotadora. Él ya sabía de primera mano lo que era convivir con la quimio, y no estaba dispuesto a pasar por aquel infierno dos veces.

El pecoso decidió apartar esos pensamientos de su mente, se puso en pie al tiempo que apuraba el agua que quedaba en el vaso e hizo ademán de volver a su habitación, no obstante, la penetrante mirada de un par de ojos espiándolo consiguió detenerlo en seco.

Se giró hacia el sofá con los mofletes aún hinchados por el agua y comprobó que la joven a la que había dado por dormida estaba observándolo. Tragó con dificultad y se sonrojó violentamente: ¿se habría dado cuenta de que la había tocado?

Ella, al darse por descubierta, contuvo la respiración y se incorporó  lentamente sobre el sofá, dejando espacio para que Ace pudiera sentarse. Sentía la necesidad de hablar con él desde su último encuentro, aunque no sabía qué era exactamente de lo que quería hablar. 

Ace, por otro lado, no quería seguir relacionándose con ella. Siempre que estaba con la chica, acababa sometiéndose a un debate mental en el que la imprudencia tenía todas las de ganar, y el alcohol ya no estaba de por medio para opacar las posibles consecuencias que eso podría conllevar. Y aun sabiendo todo aquello, y que posiblemente cometería la mayor insensatez de su vida, dejó el vaso vacío sobre una mesa y se sentó junto a la chica.

Como era de esperar, un silencio sepulcral se estableció entre ambos, y ____ se preguntó si hubiera sido mejor fingir que estaba dormida. 

-- S-Siento lo de antes... -- murmuró finalmente con un hilo de voz, sus ojos fijos en la lana que le cubría las piernas --, lo de la bola de nieve, me refiero.

El pecoso sonrió levemente, aunque aquel gesto se debía más al hecho de haber escuchado la voz de la joven que por lo que había dicho, pues todavía estaba demasiado abstraído en la conversación que había tenido con Law como para entender sus palabras. Hubo otro silencio y ____ se removió inquieta bajo la manta de lana, planteándose la opción de volver al cuarto de Luffy para escapar de aquella incómoda situación.

-- ¿Por qué estás aquí abajo? -- la profunda voz de Ace casi consiguió que la muchacha diera un respingo.

-- Pues...

-- Hoy habéis estado increíblemente ruidosos... -- continuó él, interrumpiéndola.

-- B-Bueno...

-- Deja que adivine..., Luffy ha vuelto a poner vídeos snuff, estás asustada y ahora no puedes dormir, ¿cierto? -- la miró a los ojos con una sonrisa ladina, buscando las palabras detonantes para poder provocarla.

-- ¿Qué? ¡No! -- ____ frunció el ceño, molesta --. Tu hermano me ha echado de la cama a patadas.

-- Vaya, pobrecilla -- Ace extendió los brazos a lo largo del respaldo del sofá y miró hacia otro lado para esconder su sonrisa divertida de la muchacha --. ¿Y por qué no has venido a mi habitación? Podríamos haber dormido juntos.

____ se sonrojó violentamente. Había detectado el cambio de tono del pecoso, y aunque sabía que estaba intentando provocarla, no supo cómo tomarse aquello. Giró la cabeza para cruzar miradas con él y se percató de lo cerca que estaban sus rostros. Su corazón se disparó.

-- ¿H-Hablas en serio?

Ace arqueó una ceja y sus labios se curvaron en una sonrisa ladina. Acentuó aquel gesto al tiempo que la mano que pasaba por detrás de la muchacha comenzaba a juguetear con el cabello que tenía a su alcance. Sentenció que aquello no era suficiente, y se inclinó un poco para reducir la distancia que la separaba de ella, decidido a sacar a la joven de sus casillas.

No se detuvo hasta que quedó satisfecho con el visible sonrojo y tembleque que había provocado en ella, y entonces sus labios dejaron de sonreír de lado para componer su mejor sonrisa, la misma que ____ había visto en las fotos de su cuarto. Se separó de ella riendo por lo bajo y retiró los brazos del respaldo del sofá, campante.

-- Bah, te hubiera lanzado un cojín a la cara y te hubiera dicho que durmieras en la alfombra -- bromeó él, retomando la conversación.

____ le propinó un puñetazo en el hombro, molesta. Aún no sabía si por su comentario o por el cúmulo de sentimientos a los que se había enfrentado por la repentina proximidad del pecoso. Ella hinchó los mofletes.

-- Eres imbécil.

-- Y tú una enana -- y sintió ganas de besarla, pero no lo hizo.

Otro silencio se estableció entre ellos y ambos compusieron una sonrisa, sin terminar de creerse lo que acababa de pasar.

-- ¿Por qué siempre haces eso? -- rió ____.

-- ¿Hacer el qué?

-- Abordarme de esa manera.

-- ¿Y tú por qué te pones tan nerviosa cuando lo hago? -- Ace sonrió de lado y la miró a los ojos.

-- Así que no lo niegas...

-- ¿El qué?

-- ¡Que me abordas!

-- Ni tú que te pongo nerviosa...

____ sintió que su respiración se hacía más pesada y desvió la mirada, azorada. Por otro lado, Ace decidió aprovechar aquella oportunidad para volver a provocarla.

-- ¿Algo que quieras confesarme? -- canturreó, guasón.

____ puso los ojos en blanco y una sonrisa incrédula desfiló por sus labios. ¿Cómo demonios podía estar acusándola de ponerla nerviosa? ¿Acaso era para menos? ¿No se pondría él nervioso si una chica se le acercara a menos de un palmo de sus labios?

-- No. ¿Y tú? -- le lanzó la misma mirada retadora con que la miraba él.

-- Sí.

____ abrió los ojos todo lo que le permitieron sus párpados, sorprendida. Sabía que Ace podía ser un buen adversario cuando se lo proponía, ¿pero hasta dónde pensaba llevar su juego aquella noche?

-- Lo cierto es que llevo un tiempo queriendo decirte, algo... -- Ace entrelazó las manos y apoyó los codos en las rodillas, sus ojos fijos en el parquet del suelo --, pero no he encontrado el momento ideal para hablar. Ni siquiera sé si tengo derecho a hablar de esto contigo.

La joven se estrujó los dedos bajo la manta de lana y trató de acompasar su respiración entrecortada, nerviosa. Esperó en silencio a que Ace continuara, estudiando la seriedad que componía su rostro.

-- Es Marco... -- dijo al tiempo que buscaba sus ojos --. Sé que no tengo derecho a meterme en vuestros asuntos, pero...

-- ¿Te ha pedido que hables conmigo? -- ella frunció el ceño, molesta.

-- ¡NO! -- entonces recordó que había gente durmiendo en la planta de arriba y se tapó la boca con ambas manos. Bajó el tono --. Quiero decir no. No... 

____ arqueó una ceja al tiempo que le ofrecía una mirada recelosa al pecoso, sin embargo, sintió una oleada de alivio cuando descifró la verdad en los ojos de Ace.

-- Sé que no soy nadie para meterme en esto -- continuó el pelinegro --, y sé que tienes todo el derecho del mundo a estar enfadada con él, pero quiero que sepas que Marco no es ningún capullo.

La muchacha entristeció la mirada y se mordió el labio inferior, recordando todos los intentos que el rubio había hecho por contactarla y cómo ella se había negado a hablar con él. Estaba muy enfadada con él, y no era para menos. Al fin y al cabo, sabía perfectamente que Marco había estado tonteando con varias chicas durante la fiesta, y por si fuera poco, también la había manoseado delante de todo el mundo. 

-- Es más, estoy seguro de que ahora mismo estará despierto pensando en la mejor manera de enmendar las cosas -- continuó Ace con una sonrisa sincera --. Marco es un tipo increíble, y no te imaginas lo importante que eres para él; jamás te haría daño, no a propósito. Sé que estaba borracho y que eso no es excusa, pero no era consciente de las cosas.

Ace hizo una pausa y se planteó poner el punto y final ahí, sin embargo, sabía perfectamente que aquello no era justo, y que él también tenía que hacer frente a las consecuencias de sus actos.

-- Sé que no es asunto mío, pero me siento responsable de todo... 

-- ¿A qué te refieres? -- ____ arqueó una ceja, curiosa.

-- Bueno... -- comenzó Ace al tiempo que se rascaba la cabeza, nervioso --, yendo al grano, fui yo quien estuvo llenando el vaso de Marco..., así que en parte, la culpa es mía.

Ace alzó la cabeza e hizo acopio de valor para cruzar miradas con la muchacha, quien lo observaba con desaprobación.

-- Ya le he pedido disculpas, pero aquello te perjudicó a ti más que a nadie y, bueno..., necesitaba disculparme también contigo.

____ entristeció la mirada y se sintió estúpida por haber ignorado todas las llamadas de Marco. Había agradecido a Ace que la salvara de su novio aquella noche, pero ahora entendía por qué el pecoso había intervenido con tanta urgencia y había arrastrado al rubio lejos de ella.

Miró a Ace con el ceño fruncido y sintió ganas de gritarle lo mal que lo había pasado durante la última semana, la de burlas que había tenido que aguantar en la universidad y lo duro que había sido no dirigirle la palabra a Marco durante todo ese tiempo. Por otro lado, tampoco creyó que Ace lo hubiera hecho a malas.

El pecoso dejó escapar un suspiro de alivio y se puso en pie lentamente, apoyándose en las rodillas. Inspiró profundamente y se alegró de saber que la pastilla había hecho efecto y ya no le dolería más el pecho aquella noche. Eso, sumado al alivio que le había supuesto revelarle a la chica lo que había ocurrido realmente en la fiesta, le hizo pensar que por fin podría dormir tranquilo.

Recogió el vaso que había dejado en la mesa y se giró para observar a ____, quien tenía la mirada fija en algún punto del suelo. Le dio las buenas noches y salió del salón, dejándola sola con sus pensamientos.

____ vio cómo Ace desaparecía en el pasillo y decidió que hablaría con Marco al día siguiente. Volvió a correr la cortina para que la oscuridad invadiera de nuevo el salón y se escondió bajo la manta de lana, deseando que Ace estuviera allí para arroparla otra vez.

La chica abrió los ojos cuando el sonido de unos golpes la sacaron de su ensoñación. Apenas se filtraba luz a través de la cortina, por lo que la muchacha dedujo que debía ser bastante temprano. Bostezo y volvió a acomodarse en el sofá, dispuesta a conciliar el sueño, cuando volvió a escuchar unos golpes en el piso de arriba.

____ frunció el ceño y distinguió la voz de Luffy gritando algo, aunque no supo distinguir el qué. Se levantó del sofá, se calzó sus zapatillas de conejo y arrastró los pies hasta la escalera para averiguar qué hacía Luffy armando tanto jaleo a aquellas horas de la mañana.

Lo encontró arriba, golpeando con el puño la puerta del cuarto de baño, notablemente enfadado.

-- ¡¡Nami!! -- rugió el pelinegro

____ arqueó las cejas, ¿acaso era posible que Luffy estuviera montando un pollo porque le había entrado un apretón después de haberse zampado tres pizzas enteras la noche anterior y Nami no salía del baño?

-- ¡¡Nami, date prisa ya, joder!!

-- ¡No lo coge, Luffy! -- respondió Nami desde el dormitorio del moreno.

-- ¡¡Pues sigue intentándolo!! -- bramó él, histérico, y siguió golpeando la puerta.

____ hizo ademán de preguntar que estaba ocurriendo cuando la interrumpió una tos seca proveniente del interior del cuarto de baño, lo que alteró más a Luffy, que comenzó a golpear la puerta con más fuerza.

-- ¡¡Ace, abre la puerta o la tiro abajo!! ¿¡Me has oído!? -- entonces sus ojos se fijaron en ____, como si acabara de percatarse de su presencia --. Ve a ayudar a Nami, por favor.

____ asintió con la cabeza y se reunió con su amiga en la habitación de Luffy, donde la encontró andando de un lado para otro con el móvil del moreno pegado a la oreja.

-- Ay..., cógelo, cógelo, cógelo, cógelo... -- repetía angustiada.

-- Nami, ¿qué pasa?

La pelirroja alzó un dedo para silenciarla cuando escuchó la voz adormilada de Sabo al otro lado de la línea.

-- ¿Sabo? ¡Ay, menos mal que has respondido! -- y en sus ojos se acumularon las lágrimas que había estado reteniendo hasta el momento --. Soy Nami. Necesito que vengas ahora mismo, deprisa.

____ siguió a Nami hasta el pasillo, donde se encontraba Luffy intentando tirar abajo la puerta con el hombro. Al otro lado aún se escuchaba una tos incesante y seca.

-- Se ha encerrado en el baño y no deja de toser -- continuó la pelirroja --. Nos ha despertado hace unos diez minutos, Luffy está intentando tirar la puerta abajo, está todo el suelo perdido de sangre y...

Nami se interrumpió para tomar aire e intentar calmarse mientras ____ desviaba su mirada al suelo y comprobaba que su amiga llevaba razón. El pasillo estaba surcado por un discontinuo camino escarlata que salía del cuarto de baño y llegaba hasta la habitación de Luffy. La muchacha volvió al dormitorio de su amigo y se detuvo en la entrada, estudiando la sangre del suelo.

-- S-Sí, ya hemos llamado a emergencias... -- continuó la voz llorosa de Nami.

____ volvió sobre sus pasos, siguiendo el rastro de sangre que conducía hasta la habitación adyacente, pero no llegó a entrar. Se quedó estática ante la puerta y sintió que el corazón se le saldría del pecho de un momento a otro.

-- Sabo estará aquí enseguida -- informó Nami, despegándose el teléfono de la oreja, sus manos temblando.

____ extendió el brazo y su mano se cerró en torno a la manivela de la puerta. La giró y empujó la puerta hacia dentro para estudiar el panorama.

-- ¡¡Ace, abre la puerta!!

Y las sábanas teñidas de rojo que cubrían la cama del pecoso fue lo último que vio antes de desmayarse.

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