CAPÍTULO 11
<< ¿Lo recuerdas amor? Tocar la Luna era solo pisar un charco. >>
CHRIS PUEYO
Una gruesa masa de nubes grises se movía perezosa por encima de los tejados de los edificios, empujada por las suaves caricias del viento que se había pronosticado para la mañana de aquel viernes.
____ hinchó los mofletes y apretó el paso cuando sintió varias gotas de agua tamborileándole la piel. Adoraba los días de lluvia, pero solo cuando tenía la oportunidad de observar el torrencial desde la ventana de su cuarto.
Agachó la cabeza para evitar que el agua le salpicase la cara y estrujó la mochila contra su pecho, deseando llegar a la facultad para poder resguardarse de la llovizna y el viento. Nami también aceleró el paso, cubriéndose la cabeza con su bolso.
-- A este paso se me va a encrespar el pelo -- maldijo la pelirroja.
____ esbozó una sonrisa y siguió concentrada en esquivar los pequeños charcos que se estaban formando en el suelo.
-- Oye, ¿te pasa algo? -- inquirió Nami, pegándose a la joven.
Ella pareció salir de un trance. Agitó la cabeza para espantar los recuerdos de su mente y cruzó miradas con su amiga.
-- Perdona, ¿qué has dicho? -- compuso una sonrisa nerviosa a modo de disculpa.
-- Estás muy distante... ¿Es que me he perdido algo interesante? -- preguntó, hincándole el codo en las costillas a ____ mientras una sonrisa ladina se hacía con el control de sus labios.
-- ¿Qué? ¡No! -- se apresuró a responder ella.
Y volvió a pensar en la extraña atmósfera que los había envuelto al pecoso y a ella la última vez que se vieron.
-- Entonces..., ¿todo bien entre vosotros?
-- Claro -- tardó en responder --. Ya sabes que es complicado que las cosas vayan mal con Marco.
Nami se encogió de hombros. Miró al frente y frunció el ceño cuando divisó el campus de la facultad.
-- El infierno... -- murmuró entre dientes.
____ dejó escapar una risotada y atrajo más la mochila a su cuerpo. Estaba ansiosa por volver a comenzar las prácticas de disección con Law.
-- ¿Al final qué vas a hacer? -- preguntó Nami tras un pequeño silencio.
-- ¿A qué te refieres? -- ____ arqueó las cejas, inquisitiva.
-- ¡A la fiesta de Ace, lógicamente! -- exclamó al tiempo que agitaba una mano en el aire.
____ volvió a clavar su mirada en la punta de sus deportivas blancas para esconder sus arreboles de la pelirroja. Casi había olvidado que la fiesta sería al día siguiente, y aunque en un principio había decidido ir para estar con sus amigos, ahora no estaba tan segura de querer hacerlo. No después de lo último que había pasado entre ellos.
Entonce recordó el momento en que sus ojos se habían encontrado por última vez con los del pecoso, el tacto de la mano del muchacho sujetándola por la muñeca y aquellos labios ligeramente separados que habían llegado a estar a tan solo un palmo de los suyos.
-- ¿Me estás escuchando? -- Nami chasqueó los dedos varias veces frente a la nariz de la chica.
-- Lo siento, ¿decías? -- volvió a disculparse.
-- ¿Lo ves? ¡Estás en las nubes! -- suspiró ella, rendida.
____ esbozó una sonrisa nerviosa, pero procuró evitar el tema de la fiesta. No le apetecía seguir pensando en el pelinegro de ojos tristes.
Luffy esperaba a las chicas apoyado en uno de los pilares que sostenían el pequeño saliente que cubría la puerta principal de la universidad. Sonrió y las saludó a amabas cuando las vio subiendo las escaleras.
-- Habéis tardado mucho -- gimoteó él, cansado de haber esperado tanto.
-- ¿Se puede saber qué haces que no estás en clase? -- le espetó Nami tras comprobar que las clases comenzaron hacía diez minutos.
-- Torao me ha mandado a tomar vientos, así que he salido a que me dé el fresco -- sonrió.
____ carcajeó y Nami le propinó un golpe en la cabeza a Luffy, dispuesta a no aguantar ninguna otra tontería.
-- A propósito, Luffy -- dijo ____ mientras observaba divertida cómo el pelinegro se sobaba la cabeza --. ¿Te gustaron los dulces que te preparé?
Luffy inclinó la cabeza hacia un lado y se cruzó de brazos al tiempo que torcía el gesto, como si tratase de recordar.
-- ¿Qué dulces? -- frunció el ceño, concentrado.
-- Los que le dejé a Ace para que... -- ____ se interrumpió cuando las piezas encajaron en su cabeza.
Lo más probable es que el pecoso se hubiera zampado los dulces que tanto le había costado preparar para el glotón de Luffy.
-- ¡¿QUE ACE SE LOS HA COMIDO?! -- exclamó el muchacho, airado --. ¡¡LE VOY A PATEAR EL TRASERO!!
La muchacha dejó escapar una suave risa y se le ocurrió una forma de que Luffy no amenazara a Ace con cortarle la cabeza por haberse comido sus dulces.
-- ¿Qué tal si preparo otros y te los llevo mañana a casa? -- le colocó una mano en el hombro para calmar a su amigo --. Así me aseguraré de dártelos en persona.
A Luffy pareció gustarle la idea, pero a Nami le pareció brillante. No solo porque la chica acabaría acudiendo a la fiesta, sino porque también podría asegurarse de que sus sospechas sobre el extraño comportamiento de su amiga eran ciertas.
Cada uno volvió a sus respectivas clases y así comenzó otra monótona jornada en la facultad. ____ dejó que su mirada se perdiera en la lluvia que se precipitaba al otro lado de la ventana junto a la que estaba sentada, recordando el momento en que Marco la había arropado bajo su paraguas. Se sonrojó inevitablemente, pero su mente volvió a evocar la imagen de Ace, justo cuando el pelinegro había caído sobre ella mientras trataban de golpearse con los cojines de su cuarto.
La expresión de su rostro cuando le apartó la almohada de la cara; su leve sonrojo al percatarse de la peligrosa proximidad de sus labios; la forma en la que él había estudiado el perfil de los suyos; el tacto de sus manos entrelazándose; el momento en el que había sentido las pulsaciones del muchacho en su espalda; el calor corporal que la protegía del frío cada vez que iban en moto; sus intentos de provocarla; la atmósfera que los había envuelto en el umbral de su casa.
____ no se dio cuenta de que había estado aguantando la respiración hasta que sus pulmones comenzaron a pedir oxígeno a gritos. Giró la cabeza inmediatamente para mirar la pizarra y se encontró con la horrible escena del profesor borrando toda la explicación que acababa de enseñar.
Estaba a punto de replicar cuando escuchó la sirena que anunciaba el fin de la lección. Se puso en pie, recogió sus cosas y salió disparada hacia su taquilla para coger el macuto en el que guardaba su ropa de deporte.
Se reunió con Nami en los vestuarios y se prepararon para su clase de educación física, pero a la pelirroja no le pasó desapercibida la triste expresión de la muchacha.
-- ¿Ha pasado algo?
____ negó con la cabeza y terminó de atarse las cordoneras de sus deportivas.
-- No consigo concentrarme en clase -- suspiró ella, rendida.
-- Eso es porque trabajas demasiado -- rió la pelirroja --. Te exiges demasiado tanto aquí como en casa, y no vas lo suficientemente descansada. Date un respiro de vez en cuando.
____ asintió con la cabeza y le ofreció una sonrisa a modo de agradecimiento. Salieron de los vestuarios al pabellón de deportes e hicieron piña junto a sus compañeras frente al profesor de educación física, Edward Newgate.
Las clases de educación física no eran como el resto, sino que separaban a los chicos de las chicas, de modo que ____ asistía a una clase femenina. Por un lado le parecía aburrido, ya que no podía presenciar las tonterías que tuviera que decir Luffy; por otro lado, agradecía que las clases fueran separadas, pues aunque Newgate era bastante exigente, con los chicos podía ser todo un monstruo entregado al sudor y al sacrificio.
El profesor comenzó a explicar cuál era el objetivo del día y empezó a escribir con un permanente azul en una pequeña pizarra magnética, trazando líneas para acompañar las palabras que iban saliendo de su boca.
Las alumnas escuchaban atentas las explicaciones del profesor, observando la pizarra con las piernas cruzadas y sentadas en el suelo de la pista. Nami se removió incómoda y se acercó a ____ para susurrarle en el oído.
-- Oye, ¿no se está pasando? -- cuestionó la pelirroja, mirando con recelo las actividades que Newgate había dibujado en la pizarra.
-- Lo peor no es esto, sino las agujetas que tendremos mañana -- declaró la muchacha, dándole la razón a su amiga.
El profesor terminó de explicar los ejercicios y las chicas ya se habían puesto en pie para ponerse manos a la obra, cuando la puerta del pabellón de deportes se abrió con un quejoso chirrido. Las alumnas lo ignoraron, hasta que se percataron de la expresión sorprendida de su profesor.
-- ¡Ace! -- rió Newgate con una enorme sonrisa.
A ____ casi le da un ataque al corazón, y se giró a la velocidad del rayo para comprobar que todo aquello solo era una broma de mal gusto. No obstante, sus ojos se toparon con la melena alborotada del pelinegro y con el grueso abrigo oscuro que solía llevar a todas partes. Sintió un fuerte nudo en el pecho que comenzó a exprimirle el aire de los pulmones. La chica se escondió entre el resto de sus compañeras y estudió con recelo cómo Ace se reunía con Newgate.
-- ¿Qué narices haces? -- preguntó Nami, cansada del sospechoso comportamiento de su amiga.
-- Que no me vea, que no me vea, que no me vea... -- comenzó a rezar ____, colocando a la pelirroja frente a ella para ocultarse lo mejor posible.
-- ¿Cómo estás, muchacho? -- preguntó Newgate cuando el pecoso se situó a su lado.
Ace se encogió de hombros, compuso una sonrisa nerviosa y le estrechó la mano a su antiguo entrenador de baloncesto.
-- Quería veros a los chicos y a ti esta tarde, pero Sabo me ha insistido que viniera hoy a primera hora -- se excusó, escondiendo las manos en los bolsillos de su abrigo --. ¿Te pillo en mal momento? -- Ace señaló al grupo de alumnas con los ojos y ____ escondió la cabeza tras la espalda de Nami.
-- No, no hay problema -- rió Newgate.
-- Esto es una pesadilla, ¿qué hace él aquí? -- gimoteó ____ en voz baja.
Nami arqueó las cejas y sonrió de lado.
-- ¡Hola, Ace! -- la pelirroja agitó el brazo en el aire para llamar la atención del pelinegro --. Hace tiempo que no nos vemos.
Sus compañeras se giraron para mirarla, asombradas por la familiaridad con la que había saludado al chico más popular de la historia del equipo de baloncesto de la facultad.
-- ¡Hey, Nami! -- saludó el pecoso, sorprendido --. No esperaba encontrar... -- se interrumpió cuando advirtió la presencia de otra persona detrás de la pelirroja --. Anda, si la enana también está aquí...
____ sintió cómo la rabia le fluía por las venas. Se incorporó después de que todas sus compañeras se hubieran girando para mirarla, le ofreció una mirada de reproche a Nami y sus ojos se encontraron con los del pelinegro.
El tono provocativo con el que se había vuelto a referir a ella la estaba sacando de quicio.
-- Buenos días a ti también, grosero -- le espetó, cruzándose de brazos y ofreciéndole una sonrisa irónica.
Ace le devolvió el gesto y unas chispas invisibles saltaron cuando chocaron sus miradas desafiantes. Ahora no solo estaban sorprendidas las compañeras de la joven, sino la pelirroja y el propio entrenador, quien no imaginaba que Marco hubiera tenido tiempo de presentarle a su novia al pecoso.
-- Vaya, no sabía que os conocierais -- rió Newgate.
-- Claro que nos conocemos -- sonrió Ace sin apartar sus ojos de los de ____ --. Es mi novia.
Unos ahogados gritos de sorpresa hicieron eco en el pabellón de deportes. Las chicas comenzaron a cuchichear entre ellas; Nami se llevó ambas manos a la boca y miró a ____, pasmada; Newgate abrió mucho los ojos, sin terminar de entender cómo aquello podía ser posible.
La rabia de ____ se tornó en vergüenza en cuestión de segundos, y agradeció infinitamente que Marco no hubiera estado delante para escuchar las locas ocurrencias del pecoso. Sintió cómo el rojo se hacía con el control de sus mejillas y agachó la cabeza al tiempo que comenzaba a retorcerse los dedos, deseando que el suelo del pabellón de deportes se la tragara hasta el mismísimo centro de la Tierra.
Ace estudió con satisfacción la adorable reacción de la muchacha y sintió que su corazón volvía a latir con fuerza. Sabía que no debería haber llevado su juego tan lejos en presencia de la gente de su entorno, pero no pudo evitar pensar lo mucho que desearía que aquello que acababa de decir tuviera algo de verdad.
El muchacho advirtió las minuciosas miradas que le lanzaba la gente y decidió que era hora de poner fin a su pequeña fantasía. Esbozó su mejor sonrisa e hizo un gesto con la mano para quitarle importancia al asunto.
-- Era broma, era broma -- rió él, causando la consternación en las compañeras de la joven, que ya estaban ansiando tener sus móviles a mano para difundir la noticia.
Newgate fue el único que carcajeó ante sus palabras, pues conocía de primera mano el irritante humor del pecoso. Le dio unas palmaditas en el hombro y le invitó a sentarse en uno de los banquillos que había a sus espaldas.
Ace asintió con la cabeza. Estaba a punto de girarse cuando advirtió por el rabillo del ojo cómo ____ se llevaba ambas manos a los ojos. Observó cómo Nami sujetaba la cabeza de su amiga y le limpiaba un par de lágrimas con los pulgares.
Aquella imagen hizo estragos en los sentimientos encontrados del pecoso. Por un lado, había querido darle un escarmiento al presumido comportamiento de la muchacha, pero ahora se odiaba por haberla hecho llorar.
Las vio alejarse para unirse a sus compañeras de clase, agitó la cabeza para deshacerse de los pensamientos que le embozaban la mente y siguió a su entrenador hasta los banquillos.
Tomó asiento junto a él a una distancia prudencial, entrelazó los dedos sobre sus rodillas y dejó que su mirada se perdiera en las líneas de colores del suelo, pensando inevitablemente en lo que acababa de ver. Newgate observó al muchacho con sincera preocupación.
-- ¿Cómo te ha ido, Ace? -- las palabras pesaban en su boca.
-- No me puedo quejar, supongo... -- el pecoso se encogió de hombros.
Ace quiso añadir algo más, pero de repente sintió como si todas las fuerzas le hubieran abandonado. se removió incómodo en el banquillo y descansó la espalda en la pared que había tras ellos, respirando con dificultad.
-- Marco me lo ha contado todo -- declaró el entrenador --. Ha sido un golpe duro.
-- Marco... -- murmuró con una sonrisa incrédula dibujada en sus labios.
De haber tenido al rubio delante, quizás hubiera reunido la fuerza suficiente para explicarle un par de cosas, pero se alegró de que hubiera tenido el detalle de contarle a Newgate cómo los médicos le habían pronosticado su pequeña esperanza de vida, pues no se sentía con ánimos para hacerlo. A pesar de que Marco había prometido no decir nada.
-- Solo lo saben Sabo y Marco, y no pretendo difundirlo más -- sentenció el pelinegro --. La enfermedad provoca rechazo, y todavía quiero que la gente me vea como a uno más.
El entrenador asintió con la cabeza y se cruzó de brazos, su mirada perdida en los cordones de sus deportivas grises.
-- ¿Y tu hermano? El pequeño.
-- Aun estoy pensando cómo decírselo -- escondió la cara en las manos y apretó los labios, exhausto --. Piensa que estoy perfectamente y que voy a tardar relativamente poco en recuperar mi anterior ritmo de vida. Está tan entusiasmado con la idea que incluso se está ofreciendo voluntario para prepararme el desayuno y limpiarme el cuarto... Se va a llevar un batacazo...
Newgate exhaló profundamente por la boca y negó levemente con la cabeza.
-- Debiste decírselo en cuanto llegaste -- declaró.
-- ¿Y haberle borrado de un tirón aquella sonrisa de la cara? -- Ace negó con la cabeza --. No se merece eso.
-- Esto tampoco.
Hubo un silencio entre ambos y Ace sintió que volvía a escocerle el pecho. Se encogió un poco en el banquillo en busca de un alivio inmediato, se llevó una mano al bolsillo del abrigo y sacó un pequeño envase de pastillas. Cogió dos y se las llevó a la boca, esperando que pasaran los diez minutos en los que las píldoras harían su súbito efecto.
-- Te apuesto lo que quieras a que muero intoxicado antes de que me asfixie con mi propia sangre -- bromeó el pecoso, pero Newgate lo fulminó con la mirada.
-- Eso ha estado de más -- le regañó --. Deberías tomarte tu condición con más madurez.
Ace frunció el ceño y se puso en pie inmediatamente, ignorando los intermitentes pinchazos que aun sentía en el pecho. Estaba cansado de no cumplir con las expectativas de la gente: Sabo quería que fuera más alegre; Newgate, que se lo tomase con más seriedad; Marco, que saliera más; los médicos, que guardara reposo.
-- Tienes razón... -- respondió, lo mismo que a todos con los que habían tratado de aconsejarle qué hacer --. Si me disculpas, tengo que ver a alguien más.
Y se alejó a paso tranquilo con las manos escondidas en los bolsillos, dejando a Newgate con las palabras en la boca y una extraña presión en el corazón.
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____ introdujo la punta del bisturí en el surco anterior del pequeño corazón que había colocado anteriormente sobre la bandeja de disección, procurando olvidar cómo Ace la había dejado en ridículo de tanta gente.
-- ¿Y qué hiciste? -- preguntó su instructor, estudiando los movimientos de la joven desde el otro lado de la mesa.
-- M-me puse a llorar... -- reconoció ella con un hilo de voz, avergonzada.
____ no se atrevió a cruzar miradas con su maestro por miedo a que aquellos ojos grises le lanzaran una mirada de reproche. Se concentró en abrir el órgano con el que estaba trabando, separó en dos el corazón y tomó notas de lo que podía observar en un pequeño cuaderno que había a su derecha.
-- Eres demasiado sensible... -- suspiró él, tamborileando la mesa con los dedos.
-- Se ha pasado, y lo sabes -- sentenció ella, molesta.
-- No es para tanto.
-- No me puedo creer que lo estés defendiendo -- dejó con pesadez el bisturí en la bandeja de disecciones y fulminó a su tutor con la mirada.
-- No estoy defendiendo a nadie -- se encogió de hombros --. Tú eres demasiado sensible y él, un idiota sin consideración. Si tanto te molesta, díselo a Marco.
Aquello hizo que ____ soltara una risa de incredulidad.
-- Law... -- trató de hacerle entrar en razón --. Quiero que pare, no que le rompan el cuello.
El ojigris sonrió de lado y negó con la cabeza.
-- A mí me da que estás bastante acorde con la actitud de Portgas-ya -- le ofreció una mirada de complicidad --. Es más, creo que estás deseando toparte con él otra vez.
-- ¿Qué? ¡No! -- se apresuró a negar ella.
-- ¿Ah, no? -- Law se encogió de hombros y se quitó con lentitud los guantes de látex que ocultaban los tatuajes de sus manos --. ¿Y por qué estás roja? -- sonrió.
____ hizo un mohín, apretó los labios y se limitó a continuar con la disección. Trató de no ponerse más nerviosa cuando el ojigris rodeó la mesa para situarse junto a ella y examinar su trabajo desde cerca.
-- Me pones nerviosa -- acabó reconociendo.
-- Pues te jodes.
-- ¿Por qué eres tan descarado? -- le reprochó, girándose para toparse son sus ojos grises.
-- ¿Me dices a mí? -- rió.
-- ¿Y a quién si no? -- se cruzó de brazos --. Hoy he visto a Luffy y me ha dicho que lo has mandado a tomar vientos.
Law arrugó la nariz cuando escuchó el nombre del mocoso saliendo de la boca de la muchacha. Se llevó una mano a las sienes, como si el recuerdo de Luffy le produjera jaquecas.
-- ¿Qué ocurre? -- preguntó ____, preocupada.
-- Te quejas de Portgas-ya, pero al otro también hay que darle de comer a parte -- declaró Law, tomando asiento en un taburete que había a su izquierda.
____ soltó una risita y siguió tomando notas. Sintió la mirada de Law clavada en ella y volvió a sentirse nerviosa.
-- ¿Puedes mirar a otro lado? -- inquirió ella.
-- ¿A dónde? ¿A la pared? Si quieres me doy la vuelta -- bromeó el muchacho.
-- Hoy estás muy gracioso -- insinuó ____, acostumbrada a recibir silencios por respuesta de parte del pelinegro.
Law se encogió de hombros y apoyó un brazo en la mesa.
-- ¿Vas a ir a la fiesta de bienvenida de mañana? -- preguntó ____ tras unos minutos de silencio.
-- No.
-- ¿Por qué? -- gimoteó ella --. Estaremos todos, va a ser divertido y...
-- Por eso.
-- Amargado.
-- Y a mí que me importa... -- volvió a encogerse de hombros. Estiró el cuello para mirar el trabajo de la muchacha y frunció el ceño --. Ey, ey, ey..., ¿qué haces? ¿Escribir la Biblia?
____ dejó de escribir y se quitó los guantes de látex salpicados de sangre. Comprobando que no hubiera ninguna falta ortográfica en el cuaderno. Lo cogió y se lo entregó a Law por la página indicada, quien lo examinó con el ceño fruncido y una expresión de concentración.
-- Vas mejorando -- reconoció con un hilo de voz. Cerró el cuaderno y lo dejó sobre la mesa --. Lo corregiré cuando vuelva a casa.
-- Muchas gracias, Law -- ____ le ofreció una sonrisa y se apresuró a recoger sus cosas para irse a la próxima clase.
-- Nada de agradecimientos. Ya te dije que las clases no son gratis -- le recordó, poniéndose en pie.
-- Y yo te dije que no tengo dinero suficiente.
-- No tienes porqué pagarme con dinero -- sugirió, ofreciéndole una media sonrisa y una mirada ladina.
____ frunció el ceño cuando reconoció su tono provocativo. Se ajustó el asa de la mochila al hombro y le sacó la lengua a su instructor.
-- Pervertido... -- murmuró la chica entre dientes.
-- Estoy amargado, ¿no? -- rió él, encogiéndose de hombros --. Es lo menos que puedes hacer por mí.
-- ¡Imbécil! -- le espetó, enfadada por su propuesta.
Law negó con la cabeza y una sonrisa sincera se formó en sus labios. Volvió a colocarse unos guantes de látex en las manos y se dispuso a recoger y a limpiar el material de disección.
-- Bueno... supongo que me conformaré con un "gracias" -- sonrió --. De todas formas, de entre todos los aspirantes a médico que hay en esta facultad, tú eres mi ojito derecho. No debería cobrarte.
-- Pero lo harás -- ____ torció el gesto.
-- Qué malo es conocerse -- reconoció el ojigris.
____ se despidió de Law y salió disparada hacia la siguiente clase. Consultó su reloj de pulsera y calculó que aun quedaban diez minutos para que los pasillos volvieran a saturarse de gente hasta convertirse en una enorme lata de sardinas.
Sintió la boca seca y decidió que aprovecharía para comprar una botella en la cantina que había dos pasillos a la izquierda. Apretó el paso con los ojos puestos en las monedas que sujetaba en la mano, asegurándose de que la calderilla le llegara para comprar una botella pequeña.
Estaba a punto de volver a guardarse las monedas en el bolsillo cuando giró en uno de los pasillos y chocó de bruces contra alguien que la sujetó por el brazo para evitar la caída de la muchacha.
-- Mira que eres torpe, joder -- le espetó una voz tremendamente familiar.
Ace tiró de ella para asegurar que ____ no caería al suelo en cuanto la soltara y sintió las alocadas pulsaciones de la chica golpeándole la palma de la mano.
Ella, que lo último que quería era volver a tener que entablar una conversación con el pecoso, se zafó de su agarre con un movimiento brusco, se ajustó el asa de la mochila al hombro y pasó de largo.
-- Ey, ¿dónde está la chica agradecida que sonríe allá donde vaya? -- elevó la voz mientras veía cómo se alejaba, molesto.
-- Has acabado con ella esta mañana -- sentenció ____ con el mismo tono, acelerando el paso.
-- ¿Ahora me hablas pero no me miras? -- bufó Ace --. ¿Quién de los dos es el más grosero?
____ se detuvo en seco y sintió que se le hacía un nudo en el pecho, pero no se giró. No quería volver a mirar al pecoso a la cara. Empezó a tener sentimientos encontrados: una parte de ella quería volver a sacar a relucir el lado socarrón del pelinegro; la otra parte solo quería reprocharle su comportamiento en el pabellón de deportes.
-- Oye..., lo siento.
____ se estremeció cuando sintió el roce de la piel de Ace en su mano. Se le disparó el corazón y sintió la respiración más pesada que nunca. Necesitaba irse de allí si no quería volverse loca, pero el pecoso pareció leer sus intenciones, y entrelazó su mano con la de la muchacha.
Se sentía estúpido. De hecho, sabía que estaba cometiendo la estupidez de su vida, pero le había estado dando tantas vueltas a los motivos por los que pudo ponerse tan nervioso la última vez que la acompañó a su casa, que ya se estaba empezando a dar por rendido.
Y es que no podía evitarlo.
Debido al silencio de la muchacha y al miedo a perder su confianza con ella, los nervios comenzaron a apoderarse de él. Comenzó a masajear lentamente la mano de la chica con el pulgar, intentando perderse en el reconfortante tacto de su piel.
<< Estoy perdiendo la cabeza >> se dijo a sí mismo.
____ se mordió el labio inferior y sintió cómo sus mejillas volvían a encenderse a causa de las caricias de Ace. No, no podía enfadarse con él.
La muchacha hizo acopio de valor y se giró para mirarle a los ojos, esperando no arrepentirse de ello. Se topó con la mirada del pecoso, la cual estaba solo a unos centímetros de ella, y sintió que el corazón se le iba a salir del pecho.
<< Mierda >> maldijo en sus pensamientos cuando sintió que su cuerpo se estaba transformando en un flan.
Si a Ace ya le costaba respirar, aquel encuentro de miradas lo dejó sin aire. Se quedó estudiando las facciones de la chica unos instantes, y para cuando quiso darse cuenta, ya había vuelto a sujetarla por la muñeca y a pegarla a su cuerpo.
Sus respiraciones se entremezclaron y Ace comprendió que su vida había sido un simulacro. En un último acto de valentía, acarició los labios de ____ con la mano que tenía libre. Ella se removió bajo el tacto de su piel, incómoda.
-- A-ace, no... -- comenzó a decir, pero se interrumpió cuando sus ojos se fijaron en lo peligrosamente cerca que se encontraban los labios del pecoso.
El corazón y la mente de Ace comenzaron a tener un debate que tenía pinta de durar siglos, pero el pelinegro deseaba deshacerse de la horrible presión que le comprimía el pecho. Apretó la mandíbula e inspiró profundamente cuando decidió quien había salido vencedor de aquella lucha de sentimientos.
Cerró los ojos casi por puro instinto y dejó que su cuerpo hiciera el resto.
-- ¿Ace? -- escuchó una voz a sus espaldas.
El pecoso se detuvo en seco y sintió cómo se le aceleraba el corazón. No quería creerlo, pero la expresión de susto que tenía ____ le dijo que no se equivocaba. Ace soltó disimuladamente a la chica y se obligó a tomar aire antes de girarse.
-- Hola, Marco.
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