──── 𝐩𝐫𝐨́𝐥𝐨𝐠𝐨.
( 00. prólogo )
Nunca me gustó el silencio. En cada momento de mi vida, había algún sonido, algo para romper aquella falta que una habitación tranquila dejaba. Pero desde ese día todo lo que me queda es el silencio.
Es increíble cómo no valoramos las cosas antes de perderlas: simplemente podía escuchar, y no había nada tan fantástico en ello. Muchas personas podían oír y yo sólo formaba parte de ellas. A los cinco, cuando empecé a tocar el piano, la audición era muy útil. Yo memorizaba canciones sólo escuchando, tomaba las notas en el aire y las convertía en canciones con mis propios dedos.
Mamá y papá quedaron fascinados. Yo era una prodigio, después de todo. A los diez, ya tocaba composiciones intrincadas y dejé de lado el piano. Mi nueva pasión era el violonchelo. Había ido a una presentación clásica y la forma como la musicista se movía con el arco, como sentía la música y la transpasaba por las cuerdas del instrumento, me dejó fascinada como ninguna otra cosa jamás me había dejado.
Cuando empecé las clases de violonchelo, fue como si finalmente me encontrara a mí misma.
A los quince, volviendo de una presentación, sufrí el accidente. Estaba en un taxi, hablando por teléfono con mi madre y de repente todo empezó a girar y todo lo que podía oír era un zumbido molesto en los oídos. Y luego vino la oscuridad y el silencio.
Cuando me desperté, estaba en la cama de un hospital. Y todo estaba tan... tranquilo. La ausencia del sonido era ensordecedor, y yo deseé que alguien gritara cerca de mi oído. Mi madre estaba acostada a mi lado, incómoda en un sillón, y empecé a gritar por ella.
Pero simplemente no podía oír mis gritos. Mi voz parecía no salir, aunque sentía las cuerdas vocales vibrando a cada grito.
El médico llegó poco después. Pérdida total de la audición. Él escribió en un papel, ya que yo no conseguía entender lo que él hablaba. El accidente acabó causándote un daño neurológico, y los nervios en tus oídos fueron dañados.
Estaba sorda. Ese fue el peor día de mi vida.
Para alguien apasionada por la música, como yo, nunca más poder escuchar era como bajar al infierno y hacer morada allí. Y lo hice. Viví en el infierno durante tres años, hasta que decidimos mudarnos a una ciudad pequeña y tranquila.
Y luego el infierno de Paul pareció coincidir con el mío, y después de todo, nos quemariamos juntos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top