( 04. melodia )

Tuve que levantarme temprano ese lunes. Papá, durante la cena de anoche, dijo que había contratado a la hija del jefe de policía de la ciudad para ayudarme con los estudios, ya que él estaría ocupado durante los primeros meses de nuestro traslado.

Después del accidente, mamá y papá tomaron las riendas de mis estudios, ya que no me sentí cómoda volviendo a la escuela. Solo de pensarlo era bastante incómodo para atacarme la ansiedad. Entonces, preocupados, comencé a tomar clases en casa con profesores calificados y que sabían comunicarse por la lengua de los signos, o que solo tenían paciencia para lidiar con una recién sorda.

Me lavé la cara y me cepillé los dientes, mirándome en el espejo por un momento. Mi rostro estaba pálido y mi cabello rubio parecía sin vida, seco y solo de pensar en intentar hacer algo para que se vea más hermoso, me hace querer acostarme en la cama y quedarme allí hasta morir. Me pongo un conjunto de chándal y me pongo el pelo en un moño desordenado, ya que no saldría de mi casa de todos modos.

Mamá ya me estaba esperando para el desayuno y, después de comer, el mayordomo vino a avisarme que Isabella Swan ya estaba en la biblioteca, esperándome para empezar. Cuando llegué a la habitación, me enfrenté a la figura de mi nueva compañera de estudios. Ella parecía curiosa, mientras miraba todo a su alrededor y pasaba los dedos por el lomo de los libros, viendo qué títulos teníamos.

Limpié la garganta, llamando su atención. Isabella me miró asustada, dando un salto y poniendo la mano en el pecho. Avergonzada, sus mejillas se sonrojaron y ella comenzó a pedir disculpas, hablando demasiado rápido para que yo pudiera seguir.

Levanté la mano frente a su cara, deteniendo su incomprensible parloteo.

— Despacio—He hablado bajo, punteando cada sílaba de la frase para que fuera entendida. Swan ya sabía de mi discapacidad, y debería haber tenido un poco más de noción al hablar conmigo.

— Discúlpame! — Ella habló otra vez, de forma más lenta, mientras venía hacia mí y extendía la mano.

La tomé, en un corto saludo.

— Está bien, Isabella.

—Solo Bella, por favor

Asentí, y retiro mi mano de la suya, yendo hasta la mesa que estaba al centro de la biblioteca. Me senté en la silla de la punta, esperando que ella viniera pronto a sentarse a mi lado. Después de recoger mis cosas y encender mi portátil, la miré para saber qué estudiaríamos esa mañana.

Luciendo más cómoda, Bella Swan comenzó con los estudios.

Cuando todo terminó, ya estaba cerca de la hora del almuerzo. El mayordomo había venido a llamar a la puerta y decir que la comida estaba siendo puesta a la mesa, y que mamá había pedido que Bella se quedara y comiera con nosotros.

Cuando nos sentamos a la mesa, Bella parece tímida con las preguntas de mamá y, para desconectarme de todo aquello, apenas bajo la cabeza y presto atención a mi comida. Me mordí los labios, pensando en el hombre de ayer en el supermercado. Había algo en él que me llamó la atención y no había sido los hombros anchos y físico de dar envidia - para ser sincera, aquello también había llamado mi atención. La forma en que me miró, completamente adorado y deslumbrado, y luego huyó, eso me intrigó de manera que nadie me había intrigado antes.

Levanté los ojos para Bella y una vez más mordí mis labios. Bella estaba en la ciudad hace algún tiempo, por lo que había comentado. Ella probablemente sabe quién es ese chico - hombre, me corrigió. No parecía ser un chico en absoluto.

Después de que terminemos de almorzar, acompaño a Bella a su vieja camioneta naranja. Cuando veo que estamos solas, llamo su atención, mientras llevo una mano a la garganta.

Maldita sea la curiosidad, haciéndome hablar.

— ¿Conoces a un hombre alto, de piel rojiza y fuerte? — Pregunto cuando sus ojos me están prestando atención, y ella parece sorprendida. — Él... —Toso, tratando de dejar el tono de mi voz neutral. — Me topé con él en el mercado, pero antes de que pudiera decir nada, se escapó.

-—A decir verdad, conozco a varios con esa descripción— Ella se ríe. —Acabas de describir a los chicos de la reserva.

¿Reserva? ¿Había una reserva allí? Frunzo las cejas. Maldición. Varios con esa descripción, ¿cómo podría encontrarlo y matar esa curiosidad sobre por qué huyó?

—Él tiene esa altura más o menos— Levanto el brazo, mostrando unos treinta centímetros más alto que yo. — ¿Eso ayuda a diferenciar?

—Un poco. Quil, Embry y Seth son más bajos, así que no encajan.

Vale, no eran Quil, Embry y Seth. incluso si no sé quiénes son Quil, Embry y Seth. Me rindo. Asintiendo, me alejo un paso de ella, dando espacio para que entre en el coche.

— Bien. No creo que pueda encontrarlo de todos modos. Gracias, Bella—Sonrío sin mostrar los dientes. Bella me mira inexpresivamente y, antes de subir al auto, apoya su mano en mi brazo llamando mi atención.

— Podemos ir a La Push mañana. Es una playa vacía, te gustará. Y con suerte, quizás podamos encontrar a tu hombre alto de piel rojiza y fuerte. ¿Qué te parece?

Sonrió animada. ¡Una playa, en esta ciudad tan pequeña! Asiento, agradeciéndola una vez más. Bella entra en el coche diciendo que iríamos mañana después de los estudios y, ansiosa, consigo apenas asentir para ella, saludando con la mano.

Era extraño. Solo el simple pensamiento de tal vez reunirme con él, parece hacer que todo mi estómago gire de emoción, y mi cuerpo parecía cada vez más ansioso. Como si... como si fuera el destino. o algo premeditado.

Sacudo la cabeza, las cejas frunciendo el ceño mientras una melodía me viene a la mente. Era extraño, como si la música estuviera dentro de mi cabeza todo el tiempo y aún así no puedo reconocerla. Curiosa, subo hasta mi cuarto y tomo un cuaderno donde anotaba algunas melodías que compuse.

Y, después de casi tres años ignorando cualquier cosa relacionada con la música, me veo escribiendo una composición para alguien que no sabía ni su nombre.

                                                                                                  ♦

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