🎼 capítulo 02.



( 02. destino )

Cuando abrí los ojos y encontré el techo blanco de mi habitación, deseé, por un momento, dormir eternamente. Parecía lo correcto, ya que la vida perderá la gracia de todos modos. Pero antes de que pudiera profundizar más en este pensamiento, mi celular vibró junto a mi almohada, llamando mi atención.

Tomé el aparato en mano y lo desbloqueé, viendo un mensaje de mamá llamándome para desayunar. No tenía hambre, pero sabía que si ignoraba su mensaje, pronto estaría golpeando la puerta de mi habitación y llamándome.

Me levanté de la cama y fui al baño, lavándome la cara para despertar de la somnolencia que todavía parecía pesar bajo mi cuerpo. Después de un poco más despierta, salgo de la habitación y bajo hasta el comedor. La mesa está puesta, con variadas comidas y bebidas. Mamá estaba sentada a la derecha de mi padre, que ocupaba el lugar al extremo de la mesa.

Al verme, papá abre una sonrisa y empuja a mi mamá, que se gira en mi dirección.

— Buenos días, mi amor— Por su rostro animado, consigo casi imaginar su voz amable y acogedora. Respondo bajo su saludo, dando un beso en su rostro antes de ocupar mi lugar en el lado izquierdo de la punta.

— ¿Dormiste bien? —Papá preguntó, la sonrisa parecía ansiosa y me pregunté qué había pasado. Fruncí el ceño, asintiendo. — Lo siento, muñeca, no lo entiendo. ¿Podrías hablar esta vez?

Bufe, volteando los ojos. 

— Sí. 

—¿Sí qué? — Insiste. 

— Sí, papá, dormí bien. Gracias por preguntar.

Él sonríe aún más al oír mi voz y me jala para darme un beso en la frente. No puedo sostener una sonrisa pequeña que se escapa con su alegría al verme hablar. Casi conmovida.

Mamá llama mi atención, agitando la mano delante de mi cara para llamarme. La miro, prestando atención a sus labios y esperando que ella hable.

—Tengo algo para ti— Ella me empuja una caja de tamaño mediano, gris. —Tu tío la mandó, la compró en China. Ábrela.

¿Tío James? Sonrío, emocionada. Tío James siempre tenía los mejores regalos. Abro la caja, y frunzo el ceño con lo que veo. Tres relojes idénticos, negros. En lugar de un puntero, hay una pequeña pantalla negra.

Subo mis ojos a papá, esperando que me explicara qué era aquello. Él entiende el mensaje y toma dos pulseras, poniendo una en mi brazo y una en su brazo.

— Son relojes inteligentes— Papá dice, encendiendo el mío y el de él. — Además de mostrar la hora, hay también un GPS en cada uno. Y además... — Él da tres toques a la pantalla de su reloj y, sorprendida, doy un salto de susto al sentir mi reloj vibrar en la muñeca. — El tuyo también hace el nuestro vibrar—y pone el suyo en mi brazo y da un toque a la pantalla de mi reloj, y el de él enseguida suelta una vibración. — Es para que podamos hablar sin tener que agitar las manos. Un toque para mí, dos para tu madre y tres para ti. Las vibraciones también cambian por persona. Una vibración para mí, dos para tu madre y tres para ti. Así sabremos quién quiere hablar.

Abro  la boca, sorprendida con la tecnología. Pruebo dando dos toques a la pantalla y el reloj que aún estaba en la caja vibra tres veces

—Eso es maravilloso, papá! —Digo emocionada y, sintiendo que mi garganta vibró más de lo correcto, sé que acabo de gritar.

Me pongo roja, avergonzada por no saber lidiar con mi tono con ellos, incluso después de tres años. Cierro los ojos, ignorando cualquier mirada que papá y mamá tengan para mí. Pero, siento el reloj vibrar dos veces. Abro los ojos y veo a mamá sonreírme.

— Voy a ir al mercado. ¿Quieres ir conmigo?

Mercado... Me encanta ir al mercado. Asiento, queriendo salir y estirar las piernas un poco. Termino mi desayuno y subo a mi habitación, cepillándome los dientes y cambiándome de ropa.

Cuando estoy satisfecha con el overol de mezclilla y la camiseta de manga larga azul que uso, me pongo los pantalones y me ato el cabello. Mi reloj vibra dos veces y sonrío, sabiendo que mamá ya me estaba esperando.

El camino hasta el único mercado en la concurrida red de Forks es un poco largo, ya que nuestra casa está alejada, pero paso todo el tiempo mirando el paisaje.

Forks era hermoso. Lleno de árboles grandes y majestuosos, con una gran vegetación. Siempre me han gustado los bosques. Cuando todavía escuchaba, papá y yo hacíamos senderismo todos los fines de semana.

Cuando llegamos al mercado, me separo de mamá, yendo directamente al corredor de chucherias. Miro todo con curiosidad, prestando más atención en los estantes que en mi frente y, por eso, termino dando de encuentro con una pared de músculos.

Me alejo, sorprendida, y levanto las dos manos en disculpas, susurrando un lamento mucho. El hombre frente a mí empieza a hablar y, avergonzada por hacerse la sorda en mi primera vez en la ciudad, levanto los ojos a sus labios.

— Disculpa. ¿Puedes repetir? — Hablo bajo, llevando las manos a la garganta, intentando controlar el tono de voz.

Noto extrañez por un momento y respiro hondo. Cuando levanto los ojos de su boca, mirando sus ojos, siento el aire que tenía en los pulmones ser extraído con fuerza.

Nunca fui muy creyente en el destino. Parecía una idea cursi para cosas que sucederían queriendo o no. Pero al mirar a los ojos oscuros de aquel completo extraño, sentí como si, de alguna forma, fuera destino.

Y él también lo sintió, ya que se quedó parado por algunos segundos, mirándome como si yo fuera una diosa entre los mortales.

Mi reloj vibra dos veces y lo miro, asustada, olvidando por un momento que estaba en mi muñeca. Cuando levanto los ojos hacia adelante, buscando al extraño que, de alguna forma, me parecía familiar, no encuentro nada.

Solamente el vacío del pasillo del mercado. Frunzo las cejas, confundida. Él estaba aquí ahorita mismo, ¿hacia dónde había ido?

Hago pico, frustrada por no haber preguntado ni el nombre de aquel extraño. Pero luego me distraigo, viendo a mamá al final del pasillo saludando con la mano.

*×*

Gracias por leer, siguiente capitulo 50 votos!! :)

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