02.
CAPITULO DOS
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FREYA NO SABÍA mucho sobre Cinco, pero descubrió algunos datos sobre él en sólo un par de minutos. Era mandón, arrogante y adicto al café. Cuando se hizo amiga de Klaus por primera vez, hablar de él era un tema prohibido, sin embargo, a medida que se iban acercando, Klaus le había contado una cosa:
Cinco Hargreeves habían discutido con su padre, se habían ido de casa y nunca habían vuelto. Llevaba diecisiete años desaparecido. Y de algún modo, de pie ante ellos, seguía teniendo la misma edad que cuando se fue. Ella lo había reconocido inmediatamente, sólo por su enorme retrato colgado sobre la chimenea del salón. Era difícil no verlo, y era difícil no quedarse mirando.
—¿Qué fecha es hoy?—preguntó Cinco una vez que estuvieron todos dentro de la casa. Rebuscó en los armarios de la cocina y sacó un bote de mantequilla de maní.—¿La fecha exacta?—
—Veinticuatro—,contestó Vanya, con la voz aún nublada por la incredulidad. Los seis se sentaron y observaron cómo preparaba un sándwich, levantando la vista para mirarlos.
—¿De qué?—
—De marzo—.
Asintió levemente.—Bien.—
—Y, ¿vamos a hablar de lo que pasó?—.Preguntó Luther, inclinándose hacia delante en su asiento.—Han pasado diecisiete años—.
Con una burla, Cinco entrecerró los ojos hacia él.—Paso mucho más que eso—.
Se teletransportó a otra parte de la cocina, haciendo suspirar a Luther.—No extrañaba eso—.
—¿ A dónde fuiste?—preguntó Diego, y Cinco apareció de nuevo en la mesa.
—Al futuro. Y es una mierda, por cierto—.
—Espera—,interrumpió Freya.—¿Sigue sin haber autos voladores?—.
—Creo que esos se llaman aviones—,le dijo Klaus, haciendo que Freya le frunciera el ceño en respuesta.—Pero, ¡se los dije! Sabía que el futuro sería una mierda—.
—Debí hacerle caso al viejo—,reflexionó Cinco.—Ya saben, viajar en el espacio es una cosa, pero viajar en el tiempo es una lotería—.De repente dejó de hablar, sus ojos se posaron en Klaus, que estaba sentado encima de la mesa.—Linda falda—.
—¡Oh, Danke!—
—¿Cómo volviste?—se preguntó Vanya, y Freya apoyó los antebrazos en la mesa mientras esperaba su respuesta.
—Al final tuve que proyectar mi conciencia hacia una versión suspendida en estado cuántico de mí mismo que existe en cada posible instancia de tiempo—.
—Eso no tiene sentido—,dijo Diego.
—Si fueras más listo, lo tendría—,replicó Cinco, dando un mordisco a su bocadillo. Diego se levantó, pero el brazo de Luther salió disparado inmediatamente para evitar que fuera a alguna parte. Freya puso los ojos en blanco y jaló de la manga a Diego, haciendo que volviera a sentarse en su silla. Podía sentir su mirada quemándole la nuca, pero lo ignoró por completo y mantuvo la vista fija en el chico que tenía delante.
—Cuarenta y cinco años. Más o menos—.
Un pesado silencio se apoderó del grupo, antes de que Luther volviera a hablar.—¿Dices que tienes... cincuenta y ocho?—
—¿Cómo puede ser eso? Todavía eres tan pequeño—.Freya comentó descaradamente, ganándose una mirada sucia de Cinco.
—Mi conciencia tiene cincuenta y ocho años. Mi cuerpo, al parecer, tiene trece otra vez—.
—¿Cómo puede ser eso?—reflexionó Vanya.
—Delores insistía en que las ecuaciones estaban mal. Eh—,Cinco se encogió de hombros, y los demás compartieron miradas confusas ante el nombre desconocido.—Ahora debe estar riendose—.
—¿Delores?—
—Hmm—,murmuró él, ignorándola mientras tomaba un periódico de la mesa.—Me perdí el funeral—.
—¿Cómo sabes eso?—.
—Es del futuro—,le recordó Freya a Luther con un giro de ojos.—Cerebro de mierda—.
—Un infarto, ¿eh?—
—Sí...—
—...No,—Luther cortó a Diego.
—Bueno, creo que todo sigue igual—,dijo Cinco mientras empezaba a salir de la cocina.
—¿Ya esta?—preguntó Allison.—¿Es todo lo que diras?—.
—¿Qué más quieres que diga? Asi es la vida—.
—Vaya—,reflexionó Freya.—Es intenso—.
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Salieron al exterior en completo silencio. La lluvia que golpeaba el paraguas de Freya era casi apropiada para la situación en la que se encontraban. Hacía frío y de repente se alegró de haber decidido ponerse otra capa de ropa, aunque eso la hiciera parecer Nancy Drew.
Le lanzó una mirada a Diego, pero él no se la devolvió.
Luther estaba delante, con la urna de su padre en las manos y la mirada triste en el suelo. Por lo que sabía, Luther siempre había sido un niño de papá. Lo que le sorprendió fue lo disgustados que estaban los demás. Ella pensaba que Reginald era un padre horrible, Klaus lo había hecho parecer así, pero por sus expresiones, cada uno parecía haber perdido a alguien a quien amaba.
Freya no sabía nada de padres y madres. Siempre había vivido con su tío. Era divertido, extrovertido y siempre tenía algo que decir sobre su pelo. Pero era un borracho. Freya podía contar con una mano cuántas veces lo había visto sobrio. Fue duro, crecer. Sentía como si ella lo hubiera criado a él en lugar de viceversa. Estaba harta de esperar las llamadas de los hospitales cuando él desaparecía durante unos días. Ahora ya no tenía que preocuparse por eso.
Las familias eran algo complicado. Freya no tenía derecho ni lugar para juzgar.
—¿Pasó algo malo?—Grace preguntó, mirando a su alrededor con una sonrisa en su rostro.
—¿No recuerdas?—,dijo Allison lentamente.—Murió papá—
Grace parpadeó.—Ah, sí. Por supuesto—.
—¿Mamá está bien?—
—Sí—,se defendió Diego.—Sí, está bien. Está cansada. Necesita carga—.
Pogo apareció por el rabillo del ojo, y ella levantó la vista para verlo mirando fijamente a Luther. Esa era otra de las cosas que estremecían a Freya cuando era más joven. Los Hargreeves tenían un simio. Un simio que habla.—Cuando tú estés listo, muchacho—.
Luther tragó saliva, sus ojos recorrieron el grupo, antes de quitar la tapa y voltear el objeto que tenía en la mano. Las cenizas empezaron a caer, pero parecía que la urna sólo estaba llena hasta la mitad, y todas cayeron en el mismo sitio.—Habría sido mejor con viento—,comentó.
—¿Alguno desea decir unas palabras?—preguntó Pogo, y ninguno contestó.—Muy bien. En todo sentido, Sir Reginald Hargreeves me convirtió en lo que soy ahora. Sólo por eso, mantendré siempre una gran deuda con él. Era mi amo y mi gran amigo, y lo voy a echar mucho de menos. Con su partida deja un complicado legado...—
—Era un monstruo—,interrumpió Diego, haciendo que todas las cabezas se giraran en su dirección. Klaus soltó una exclamación junto a Freya, y ella le dio un codazo en las costillas para que se callara.—Una mala persona, y un peor padre. Y el mundo está mejor sin él—.
—Diego—,advirtió Allison.
—Mi nombre, es Número Dos. ¿Sabes por qué? Porque nuestro padre no se molestó en ponernos nombres reales. Mamá tuvo que hacerlo—.
—¿Quisieran algo de comer?—Preguntó Grace, y Freya frunció el ceño preocupada.
—No, está bien mamá—,aseguró Vanya.
—Oh, okay—.
—Mira—,continuó Diego.—Si quieren presentar tus respetos. Adelante. Pero reconozcan la clase de persona que era—.
—Deja de hablar ya—,dijo Luther en voz baja.
—Tú más que nadie deberías estar de mi lado en esto, Número Uno—.
—Te lo advierto...—
—¿Después de todo lo que te hizo? Tuvo que enviarte a un millón de kilómetros—.
—Que dejes de hablar, Diego—,ordenó Luther.
—¡Todo porque no soportaba el hecho de verte!—.
De repente, Luther se abalanzó sobre Diego, el otro chico se agachó rápidamente bajo su brazo, sólo para volver a levantarse y lanzar su propio puñetazo. El resto del grupo dio unos pasos cautelosos hacia atrás, una mirada molesta jugó en la cara de Freya.
—¡Muchachos!—Gritó Pogo.—Deténganse ahora mismo—.
Diego esquivó por los pelos otro de los puñetazos de Luther, y golpeó a duras penas sobre su espalda, sólo para ser golpeado en el estómago.
—¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!—Klaus vitoreó ruidosamente, y Freya resopló.
Luther empujó a Diego al suelo, pero el moreno se levantó rápidamente y consiguió darle unas cuantas patadas y puñetazos, antes de que Luther lo agarrara del brazo.—¡Suéltame!—ordenó Diego, forcejeando contra su agarre.
—No tengo tiempo para esto—,anunció Cinco, girando sobre sus talones para volver al interior de la casa.
—¡Ven, fortachón!—gritó Diego, apartándose de un salto cuando el puño de Luther casi chocó contra su cara. En lugar de eso, golpeó una estatua. La estatua de Ben.
—¡Diego, no!—Vanya gritó de repente, y Freya dirigió su atención de nuevo a la lucha justo a tiempo para ver a Diego agarrar uno de sus cuchillos.
El arma pasó volando junto a ellos, raspando el brazo de Luther, que jadeó de dolor, agarrándose la nueva herida. Entró furioso, cerrando la puerta tras de sí.—No sabes cuándo parar, ¿cierto?—
Diego negó con la cabeza, inclinándose para quedar a la altura de sus ojos.—¿Ya tienes material para la secuela?—.
—También era mi padre—,dijo Vanya en voz baja, y se encaminó hacia la casa.
—Vaya—,reflexionó Freya desde la banca.—Este ha sido el funeral con más acción en el que he estado—.
—Sí—,coincidió Klaus, asintiendo con la cabeza, y rodeándole el hombro con un brazo para guiarla de vuelta al interior.—El mejor funeral de la historia—.
yo no escribo esta historia, yo solo la traduzco, okay? gracias (:
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