01.




CAPITULO UNO
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FREYA CONROY no era nueva en saber que la familia Hargreeves era un poco rara. Puede que nadie lo supiera; ella suponía que todo el mundo sabía lo que podían hacer, qué tipo de poderes poseían. Pero el tipo de rareza a la que Freya se refería era la familia en sí misma. Cómo no se habían hablado en años. Cómo la muerte del padre de ambos era lo único que podía volver a unirlos.

Ese era el tipo de rareza que estaba oculta al público. Tal vez era el tipo de conocimiento que debería haber sido ocultado de ella, también, pero Klaus Hargreeves no podía mantener su maldita boca cerrada.

Freya tenía once años cuando lo conoció. Le parecía raro que tuviera las piernas raspadas; se reía de él por no saber andar en bicicleta. Él se había quedado callado y mirándola desde la acera, y entonces, abrió la boca, y no la había vuelto a cerrar desde entonces.

Desde entonces, la había metido a escondidas en su mansión innumerables veces, nunca le permitía pasear cuando el sol aún no se había ocultado. A la mayoría de los chicos les daba miedo la oscuridad, pero Klaus hacía que ella la esperara con impaciencia, porque era entonces cuando salían de su habitación para husmear por el resto del edificio.

Fue en una noche en particular que habían sido atrapados. Freya temblaba tanto a su lado que, de alguna manera, después de que Grace los hubiera atrapado, encendió una llama en sus manos y casi incendió el papel higiénico.

Ella ya sabía que los Hargreeve tenían poderes, pero lo que no sabía era lo que ocurría a puerta cerrada para que ellos pudieran desarrollar dichos poderes. Recordó cómo los ojos de Klaus se pusieron grandes como platos, cómo murmuró que no tenía ni idea de que hubiera más como ellos, y lo rápido que se le había caído la sonrisa traviesa. Freya nunca lo había visto tan serio.

—No dejes que nadie te descubra—,le dijo.—Especialmente mi padre—.

Eso no era un problema ahora, supuso. Era un pensamiento cruel, pero real. Ya no se escondía ahora que él se había ido. Klaus parecía encantado cuando la llamó esa mañana para darle la noticia.

De hecho, ella iba en camino a recogerlo. Probablemente a Klaus le habían prohibido conducir en todos los estados, lo que la convertía en su chófer.

Freya no había estado en la casa en años, cuando ella y Klaus se distanciaron al ir a la universidad, sólo lo había visitado una o dos veces. Ambas veces, se ganó una dura mirada de Diego, pero eso no era nada nuevo. En ese momento, ya no sabía si su rivalidad era siquiera una broma.

Klaus se rió en su cara cuando ella se lo contó. Ella estaba sentada en su cama, confundida, pero él siguió riéndose.

El interior de la casa no cambió mucho, se dio cuenta al entrar. Freya no podía nombrar una sola cosa que pareciera diferente. El anticuado papel pintado seguía intacto, las cabezas de animales seguían siendo tan espeluznantes como siempre y toda la casa seguía poniéndole los pelos de punta. No era de extrañar que los Hargreeve se hubieran ido en cuanto pudieron. La mayoría, al menos.

Giró la cabeza al oír el crujido de una tabla del suelo detrás de ella y se encontró con una cara conocida.—Allison—,exclamó, con una sonrisa en los labios, mientras se acercaba a ella.

Allison la envolvió en un fuerte abrazo, y Freya se lo devolvió con la misma fuerza.—Me alegro de verte. Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? Sinceramente, no pensé que Klaus fuera a aparecer—.

—Sí—,Freya se encogió de hombros.—Yo tampoco pensé que lo haría. ¿Está listo para irse?—

—¿Irse?—Allison repitió.—La ceremonia ni siquiera ha empezado todavía—.

Hijo de puta. Ella mataría a Klaus uno de estos días.  Freya intentó mantener la sonrisa en su rostro.—Oh, tal vez leí mal su texto entonces—.

—Está bien—,Allison se encogió de hombros.—Cuantos más, mejor, ¿verdad?—

—Cierto—,aceptó Freya, pensando en una docena de formas diferentes de cometer un asesinato. Realmente había mentido para que ella sufriera con él, ¿verdad? Idiota.

Se dirigieron a la sala de estar, Freya llamó la atención de Diego antes de que tuviera la oportunidad de buscar a Klaus. Su ceja se levantó.

—¿Qué pasa con el traje?—Preguntó, sonriendo. Meterse con Diego era probablemente su pasatiempo favorito. Lo único era que a él también parecía gustarle. Tal vez ambos eran demasiado tercos, o tal vez era posible que él lo disfrutara tanto como ella, pero si alguno de los dos lo admitía, probablemente se acabaría el mundo.—¿Vas a robar un banco o algo así?—

—No—,respondió secamente desde su lugar en el sofá.—¿Por qué parece que acabas de salir de un libro de Nancy Drew?—.

Ella lo miró con el ceño fruncido, pero no pudo responder al sonido de la voz de Klaus.—¡Freya!—Gritó alegremente, levantando el vaso en sus manos en el aire, el líquido en el interior derramando por todo el escritorio.—¡Qué hay, perra!—

—Estás a punto de estarlo cuando te cuelgue de esa cabeza de ciervo por los calzoncillos—,contestó ella, fulminándolo con la mirada mientras ocupaba el sitio libre junto a Vanya.—Hola—.

—Hola—,respondió Vanya en voz baja, Luther entró en el lugar y la habitación se quedó en silencio. Los seis se sentaron en un silencio incómodo, el único sonido era el de Klaus sirviéndose de forma odiosa su bebida desde unos metros detrás de ellos.

Luther se levantó tras otro momento de silencio.—Empecemos con esto. Se me ocurrió hacer una especie de funeral. En el patio al atardecer. Decir unas palabras en el lugar favorito de papá—.

—¿Tenía un lugar favorito?—preguntó Allison, y Freya se removió en los cojines del sofá.

Luther suspiró.—Sí. Claro, bajo el roble—.Cuando nadie dijo nada, miró a su alrededor, confuso.—Yo siempre me sentaba ahí junto a él. ¿Ustedes no?—

—¿Habrá servicio de comida?—se preguntó Klaus, agitando el cigarrillo en sus manos, y se puso delante de Freya, bloqueando temporalmente su vista de los demás. Rápidamente se hizo a un lado mientras continuaba hablando.—¿Té? ¿Galletas? Los sándwiches de pepino nunca fallan—.

—¿Qué? No. Y apaga eso—,exigió Luther, señalando el cigarrillo que tenía en las manos.—Papá no dejaba fumar aquí—.

—Lástima que esté muerto—,señaló Freya, ganándose un choque de manos de Klaus y una mirada fulminante de Luther.—¿Por qué te alteras ahora? ¿Mentí?—

—¿Ésa es mi falda?—interrumpió Allison, con las cejas levantadas mientras miraba a Klaus.

—¿Qué? Ah, sí. La encontré en tu cuarto. Es anticuada, lo sé. Pero es me mantiene fresco ahí... abajo—.

Freya resopló con fuerza, olvidando rápidamente su molestia, y Luther volvió a hablar.—Escúchenme. Quedan cosas importantes que hay que resolver—

—¿Como qué?—Preguntó Diego.

—La forma en que murió—.

—Y aquí vamos—,murmuró Diego, bajando la cabeza con fastidio.—Nancy Drew ya encontró a su compañero—.

—Diego estás a un corte de cabello de quedarte calvo—,Freya se cruzó de brazos.—No me tientes—.

—Pero, no entiendo—,confesó Vania, y Klaus se dejó caer en el sofá junto a ella.—Dijeron que fue un infarto—.

—Sí, según el forense—.

—¿No es el experto?—.

—En teoría.—

—¿En teoría?—Allison repitió, reflejando los pensamientos de Freya.

—Solamente digo que, como mínimo, algo pasó. La última vez que hablé con papá, se oía raro—.

—¡Oh!—Klaus gorgoteó su bebida en la boca, inclinando la cabeza hacia atrás para que su voz sonara distorsionada, y ella contuvo otra carcajada—¡Quelle surprise!

—Siempre sonaba raro—,dijo Freya.—Desde que lo vi las diez veces. Era un hombre muy, muy extraño. Vamos, Luther. Escúchate ahora mismo—.

Allison suspiró.—¿Raro, cómo?—

—Se oía intranquilo,—Luther respondió.—Me dijo que no tenía que confiar en cualquiera—.

—Luther—,cortó Diego, empujándose fuera del sillón.—Era un viejo paranoico que estaba perdiendo la poca razón que le quedaba—.

—No, debió saber que algo iba a pasar—.Luther se giró hacia Klaus.—Oye, sé que no te gusta hacerlo, pero tienes que hablar con papá—.

Klaus puso los ojos en blanco dramáticamente, y se sentó.—No puedo llamar a papá al más allá y decirle: 'Oye, ¿quieres dejar de jugar tenis con Hitler por un momento y atenderme?—.

—¿Desde cuándo? Es lo tuyo—.

—Mi estado mental... no es el adecuado.—

—¿Estás drogada?—Allison acusó.

Klaus se rió.—¡Sí, sí! ¿Cómo es que ustedes no escuchando estas tonterías?—.

—Sí, bueno, ¿cómo crees que me siento? Me acaban de obligar a asistir a un funeral—,dijo Freya.

Luther puso los ojos en blanco.—Pues, ponte sobrio. Es importante. Y también está el asunto del monóculo—.

—¿A quién le importa el estúpido monóculo?—murmuró Diego.

—Exacto—,dijo Luther, y todos lo miraron sorprendidos.—No vale nada. El que se lo llevó, lo hizo por algo personal. Fue alguien cercano a él... que le tenía rencor—.

—¿A dónde quieres llegar?—Klaus se preguntó.

—¿No es obvio, Klaus?—preguntó Diego, girándose para mirar a Luther con los ojos entrecerrados.—Cree que lo mató uno de nosotros. Yo apuesto por Freya. Ella siempre tuvo esa vibra asesina, ¿no crees?—.

Freya lo miró fijamente.—No vayas a exponer mis secretos. Puede que tenga que matarte a ti también—.

—¿Realmente piensas eso, Luther?—

—¿Pero cómo se te ocurre?—

—¿Lo dices en serio?—

—Así se hace, Luther,—Diego felicitó sarcásticamente.—Qué gran líder—.

—Yo no estoy diciendo...—

—Estás loco, viejo—,le dijo Klaus, antes de impulsarse y salir de la habitación.—Estás loco—.

—Sigo pensando que es Freya. Es una psicópata. Si vas a culpar a alguien aquí, cúlpala a ella. Ella es la que puede provocar incendios con su cerebro. Así se comporta una asesina—.

—Eres un idiota—,dijo Freya sacudiendo la cabeza, y se dirigió al baño de invitados en el primer piso. Podía sentir el parpadeo familiar de molestia. Siempre le pasaba lo mismo con Diego. La irritaba tanto. Siempre lo llevaba demasiado lejos.

Tenía trece años la noche en que los demás descubrieron sus poderes. Diego la bombardeó con un montón de preguntas sobre su nuevo novio (que, por cierto, se había inventado para impresionar a Allison, que estaba tonteando con Luther, y ella también quería parecer genial), pero se había portado como un imbécil y la había molestado tanto que accidentalmente le quemó los pantalones.

Después de eso, fue increíblemente difícil convencerlos de que ella era normal. Especialmente con Diego diciendo por ahí que Freya era una chimenea andante.

Se dirigió al lavamanos, abriendo el grifo. Freya se mojó las manos con agua fría, salpicándose un poco en la cara. Lo hizo varias veces antes de tomar una toalla de la puerta y secarse. Freya suspiró y se sentó encima de la tapa del inodoro.

Una canción sonó de repente desde el piso de arriba, la música se extendió por toda la casa, y ella recordó los días en que eran más jóvenes, las veces que se había escabullido y había bailado en la parte superior de la cama de Allison. Freya reconoció la canción inmediatamente.

Antes de que se diera cuenta, Freya estaba girando alrededor del baño dramáticamente, sus sneakers chirriando contra el suelo de baldosas. Tomó un cepillo para el pelo de la encimera y fingió que era un micrófono mientras cantaba en él.

El momento se interrumpió con un fuerte estruendo procedente del exterior y las luces parpadearon dos veces antes de apagarse por completo. Un trueno sacudió la casa y Freya abrió rápidamente la palma de la mano, de la que salía una pequeña llama. Abrió la puerta del baño con el brazo libre y se reunió con el resto de los Hargreeve en el pasillo.

Se dirigieron curiosos hacia el patio, con la única luz de la mano de Freya. Ella cerró la palma una vez que llegaron afuera, la llama desapareció inmediatamente. Freya miró boquiabierta la cosa azul brillante que flotaba en el patio, se alejó un paso, la energía que desprendía la hacía sentir mareada.

—¿Qué es?—Vanya preguntó, su voz se elevó en un grito para que todos pudieran oírla.

—¡No se acerquen!—advirtió Allison, extendiendo un brazo para impedir que siguieran caminando.

—¡Sí, gran idea!—

—Parece una especie de anomalía temporal—,reflexionó Luther.—Eso o un mini agujero negro. Una de dos.—

—¡Hay una gran diferencia, Mole con Patas!—gritó Diego, el viento de la luz azul soplando su manto hacia atrás, y Freya tuvo que alejarlo constantemente para que no le diera en la cara. Juraba que lo hacía a propósito.

—¡Aun lado!—ordenó Klaus, y ella se giró para verlo con un extintor. Lo lanzó a las nubes azules, sin que la acción tuviera efecto alguno.

—¡¿Y eso para qué?!—

—¡Yo que sé!—admitió, encogiéndose de hombros.—¿Tienes una mejor idea?—

La electricidad crujió, enviando otra ráfaga de energía a través del suelo, y los poderes de Freya instintivamente se dispararon en respuesta, las enredaderas crecieron alrededor de sus piernas, antes de respirar profundamente, y se encogieron de nuevo en el suelo.

—¡Cúbranse detrás de mí!—ordenó Luther, empujando a Klaus en dirección al grupo.

—¡Sí!—Diego estuvo de acuerdo.—Detrás de nosotros—.

Un rostro apareció de repente en la luz azul, y parpadeó entre un anciano, y un chico más joven, que Freya rápidamente se dio cuenta de quién era. Un pequeño cuerpo cayó, y aterrizó en el suelo. Poco después, la luz eléctrica desapareció y los seis se miraron sorprendidos.

Se quedó boquiabierta al ver al niño tirado en el suelo delante de ellos. Era una sola persona. Un nombre, una sola palabra que logró escapar de los labios de Freya.—¿Cinco?

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