𝟏𝟏.
❝*¹¹. ⁱᶜᵉ ᶜʳᵉᵃᵐ
𝟏𝟎 𝒅𝒆 𝑶𝒄𝒕𝒖𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
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𝐄𝐋 𝐃𝐈́𝐀 𝐒𝐎𝐋𝐄𝐀𝐃𝐎 𝐐𝐔𝐄 transcurría en Barcelona era algo ideal para acompañar la visita que Pedri había recibido de su madre aquel día. Amaba cuando llegaba el medio día y su progenitora empezaba a inundar la casa con los olores de sus comidas. Sentía su barriga rugir desde el interior de su estómago mientras cambiaba canales para intentar despegar su atención del hambre que tenía viendo algo de tele.
Pero entonces, su hermano interrumpió en la escena tan tranquila que estaba viviendo con cara de molestia y móvil en mano.
—Te lo juro que tengo ganas de arrancar cabezas. —fue lo primero que dijo Fer al llegar frente a su hermano.
Pedri chasqueó con su lengua, imaginándose por lo que su familiar venía tan molesto. Echó la cabeza hacia atrás para apoyarla en el respaldar del sofá y bufó rendido.
—No me digas que me han vuelto a echar novia por TikTok. —farfulló, mordiendo su labio inferior para esperar la respuesta de su hermano.
—No, peor —el futbolista lo miró con terror—. Gigi está viviendo la peor ola de hate de su carrera por culpa de las fans locas de Gavi.
El canario tensó la mandíbula ante las palabras de Fer y chasqueó. Siendo él otro famoso que, como Gavi, que tenía a miles de niñas detrás de él, sabía lo molestas que podrían resultar ser algunas. Hacía unos tres días, después de que Gavi y Giorgia fueran a cenar y subieran fotos de aquello, un revuelo se apegó a cada zona de internet. La amiga actriz del isleño empezó a recibir un acoso masivo de parte de las fans tóxicas, y él nada más enterarse, se preocupó e intentó contactar con ella. Pero fue imposible. Así que Pedri, siendo el buen amigo de la famosa que es, sabía que se había evadido —como solía hacer siempre en aquellos casos.
Ya se la imaginaba comiendo helado mientras escuchaba Taylor Swift.
—Sí, lo he visto. —asintió.
—Pues yo lo acabo de ver y ahora tengo ganas de sacar la antigua catana de papá y hacer una masacre. —habló, pasándole el móvil a Pedri.
El pelinegro era una persona que desde la fama solía entrar muy poco en redes, no le gustaba ver las cosas que se podrían decir de él o de un ser querido. Así que no le gustó sorprenderse al ver en el teléfono de su hermano que el odio se había extendido desde la última vez que lo vio y que estaban creando hasta cuentas para «exponer» a la propia Giorgia.
—Joder...
—Eso digo yo: joder —alegó, sentándose a su lado—. ¿Has hablado con ella?
—Lo he intentado —aseguró—. La he llamado y le he enviado un mensaje hace unos dos días, pero no me ha respondido. Así que supongo que está aislada, como le suele pasar.
—Pues tenemos que hacer algo —sentenció el mayor de los hermanos González, mirándolo con seriedad—. No voy a dejar pasar que Giorgia se vuelva a hundir. Que la conozco bien, y esta niña con lo sentimental que es, en estos casos, es fácil que le den buenos bajones. En plan, ¿Gavi no va a hacer nada? Este hate es por él.
Pedri se paró a pensar. Últimamente veía a la rubia algo distinta. Desde que empezó a salir con Gavi, la veía más risueña y la mirada le brillaba más. Sabía que la chica era una romántica empedernida, así que en el fondo, sabía que se había enamorado del palaciego de verdad. No comentó nada, sabía que tarde o temprano ella se lo contaría, pero en aquella situación sabía que el sevillano tenía la clave para levantarle los ánimos. De todos modos, no podía decirle aquellos pensamientos a su hermano tal cual: él pensaba que ambos salían de verdad.
Así que decidió ponerle filtro.
—Esa es la clave: Gavi.
Fernando frunció el ceño.
—Sí, bueno; su novio puede ayudarla bastante si deja de hacerse el remolón —asintió—. Pero supongo que a lo mejor ha ido a visitarla, ¿no? Es su novio, habrá tenido que verla o hablar con ella en estos días.
—Pues eso es lo que voy a averiguar. —dijo, levantándose mientras tomaba su propio teléfono.
Se alejó de su hermano mientras marcaba a su amigo y se colocó en el pasillo más alejado para poder hablar cómodamente y sin ataduras con él. Como solía pasar, Pablo le contestó con rapidez. Y estaba claro que el canario no iba a tardar en descargar su enfado con él.
—Pablo Martín Páez Gavira, dime que has ido a ver a Giorgia o has hablado con ella. —soltó nada más la llamada comenzó.
Un silencio se agolpó durante unos segundos.
—Hola a ti también, eh.
Pedri rodó los ojos.
—No me vengas con tonterías ahora, hermano. Respóndeme. —le exigió.
Gavi suspiró.
—No, no he tenido tiem...
—No me jodas, Gavi —le interrumpió—. Los titulares están llenos del nombre de Giorgia Corberó, hablando de la mayor ola de odio que ha recibido en su carrera por tus fans locas. Y tú estás ahí, tan pancho.
—¿Pero qué culpa tengo yo de tener a fans así?
La pregunta hizo que González casi cogiera las llaves de su coche para ir a pegarle unos buenos puños a su amigo.
—Tío, ¿tú eres tonto o qué? —inquirió—. Ya sé que el odio que recibe no lo controlas tú, pero creo que no hace falta ser muy listo para saber que Gio no estará muy bien ahora mismo, ¿no? Un mensaje o algo preguntando cómo está sería un detalle.
Un silencio volvió a reinar la llamada entre suspiros del andaluz.
—Sé que eres su novio falso, pero el hate es por ti —señaló, caminando un mismo recorrido por el pasillo—. Hazme el favor y fíjate un poco más a tu alrededor. Que sé que eres muy pasota, pero ella es mi amiga también y si le muestras que empatizas aunque sea un poco por el odio que le está cayendo por salvarte el culo a ti con una relación falsa estaría de locos. Recuerda que ella está atrapada en un contrato donde ganas más tú que ella, porque a pesar de que tu reputación ya está perfecta, ella la tiene aún peor desde que está contigo. Piensa un poco, hermano.
—No lo había pensado... Si es que tienes razón.
Justo entonces, Rosy llamó a sus hijos para que fueran a comer: la comida estaba lista.
—Pues claro que la tengo —obvió con un bufido divertido—. Tío, te tengo que dejar. Apunta esto: a Gio le encanta que la visiten y le gusta comer helado cuando le dan bajones. Haz algo por la patria.
Y sin despedirse, colgó: la comida de su madre le esperaba. Caminó hacia el comedor, y cuando llegó, la comida estaba ya servida. Le sonrió a su madre y se acercó a ella para dejarle un beso en la frente antes de sentarse junto a su hermano.
—¿Qué te ha dicho Gavi? —le preguntó Fer, empezando a comer.
—Ni siquiera ha hablado con ella —suspiró—. Irá a visitarla hoy.
Su hermano abrió los ojos con sorpresa y después negó con la cabeza. Su madre se sentó junto a ellos, escuchando la conversación.
—Este tío es increíble, es que ni siquiera se preocupa, hermano. —chasqueó, enfadado por la situación.
—Os he estado escuchando, una disculpa —rió Rosy, ganándose una mirada divertida de sus dos varones—. Y si os digo la verdad, se nota de lejos que ella está mucho más enamorada que él. Las relaciones son de cincuenta y cincuenta, no vale que solo uno coseche. Así que le tenéis que decir a Gavi que espabile, porque a esa chica la pierde.
Entonces, mientras Fer se limitó a asentir, Pedri se quedó pensando. Temía el camino que aquella farsa tomaba.
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Giorgia no sabía qué daño le había hecho ella al universo exactamente. Cuando pensaba que la cosa mejoraba, venía algo que destrozaba todo; y cuando creía que la cosa no podía ir a peor, averiguaba que sí, que sí que podía ir a peor.
Se suponía que el destino se encargaba de premiar a las personas de buen corazón, y ella considerándose una de ellas, siempre veía calabazas por doquier. Desde que conoció al que ella considera ahora el amor de su vida —o sea, Gavi—, irónicamente ha ido todo cuesta abajo. No bastaba con tener que estar sufriendo su amor por ahora totalmente no correspondido, sino que ahora tenía que lidiar con la mayor camada de hate que había vivido en toda su carrera, justamente proveniente de las fans de su novio falso.
Le había dejado a todo el mundo en claro que se encontraba bien, pero lo cierto era que no. En los últimos días se había aislado, no solo pensando en la segunda salida fallida con el sevillano, sino en cómo la retrataban por todos lados de cosas horribles solo por salir con un chico. Había visto aquellas situaciones antes, pero desde fuera: donde una chica se tragaba todo el acoso de las fans del famoso con el que estaba saliendo. Y aunque siempre vio aquella situación desagradable y desafortunada —siendo ella la persona más empática que alguien podría conocer—, nunca imaginó que fuera tan dificil de sobre llevar, y aun menos, que ella llegara a vivirla.
Porque en parte sentía que estaba haciendo daños a sus principios dejándose pisotear de aquella manera por un hombre. Ella siempre había dicho al ver aquellas situaciones que, si mantenía en un futuro una relación que le hacía daño y lastimaba su integridad como persona, lo dejaría antes de que ella misma se pudriera. Pero claro, eso lo dijo antes de saber lo que era enamorarse y de experimentar cómo el corazón se te podía acelerar en tan solo milésimas de segundo con solo una mirada. Ahora, sintiendo pesar al visualizarlo en su mente, estaba dispuesta a aguantar todo aquello con tal de poder seguir teniendo al castaño a su lado.
Aún así, siendo su novio al fin y al cabo, nunca lo sentía cerca. Habían pasado alrededor de tres días desde que empezó la bomba de hate y no había recibido ni un mensaje del futbolista. Había recibido de Pedri, de João, de Fermín, incluso de Darío. Pero de él nada. Quería mantener la esperanza de que no se había metido en redes o ni había visto la tele o cosas así, pero en el fondo sabía que aquello era mentira por más que su corazón quisiera engañarla. En el fondo sabía que no le había ni enviado un mensaje porque él en sí era un ser pasota, y aunque la chica sabía que el hate no era su culpa, era por él. Y ella estaba aguantado todo eso por él.
Así que ahora lloraba en su cuarto, sentada en su cama con la espalda apoyada en el cabecero mientras escuchaba Taylor Swift. El helado se le había agotado en esos días, y no quería salir a la calle ni para comprar más. Estaba enfadada porque se sentía engañada con el contrato: Gavi ya tenía su imagen impoluta mientras la suya cada vez iba a peor solo por salir con él. Se había dado cuenta de que el que realmente ganaba con todo aquello era él, pero no era eso lo que le molestaba en sí, lo que le molestaba era que parecía que al futbolista aquello parecía no importarle. Como si ni siquiera se diera cuenta de lo que ella soportaba. Y era frustrante, tan frustrante que lo único que podía hacer era llorar para tratar de calmar aquella frustración.
Lloraba por los insultos diarios que recibía, por saber que en el contrato ella estaba perdiendo más que ganando, por el pasotismo de Gavi, por no ser correspondida amorosamente y porque no le quedaba helado. Todo era un cúmulo de emociones.
Pero entonces, justo cuando se retiró las últimas lágrimas que sus ojos habían soltado, sintió movimiento en su tranquila casa. Le pareció raro porque sabía que hoy no había visita, pero justo cuando paró una de las canciones de Evermore que se reproducía en su teléfono, la puerta de su cuarto se abrió.
La chica mentiría si dijera que no se sorprendió al ver al mismísimo Gavi parado en su puerta.
—¿Gavi?
El chico adoptaba un rostro decaído, tenia sus manos tras su espalda, como si estuviera escondiendo algo, y la miraba con una timidez que la sorprendía. Por la tensión en su rostro, parecía hasta culpable, y por la manera en la que cerró la puerta detrás de él tras inmutar un «hola», sabía que no se sentía bien con la situación. Las mariposas empezaron a revolotear dentro de Giorgia, que intentaba reprimir una sonrisa al ver al chico que le gustaba en su habitación con notoria preocupación.
—¿Cómo has entrado? —preguntó aturdida, sonriendo como una completa boba.
—Tu madre me ha abierto la puerta. Y creo que se ha puesto bastante feliz al verme —respondió con una leve sonrisa—. ¿Cómo estás?
El ambiente se convirtió en algo más serio. Gio apretó sus labios mientras sentía cómo la cama se hundía al futbolista sentarse en ella. La presencia de él la hacía sentir nerviosa y en alerta constante, pero le encantaba. Su romántico corazón se ablandaba al pensar que él tomó la iniciativa de ir hasta su casa para ver cómo estaba. Hacía a penas unos segundos pensaba en que el chico que ahora tenía en frente podía ser hasta retorcido, pero había mostrado un acto tan caballeroso presentándose allí que solo hizo que quisiera comérselo a besos allí mismo.
—Bueno, te podría decir que estupendamente, pero la realidad es que no —rió sin gracia, manteniendo su sonrisa aun así—. Ver cómo hay tanta gente en contra mía, diciéndome cosas horribles como desearme la muerte, solo por salir... contigo, la verdad es que no es plato de buen gusto. Pero así es la fama, y cuando decidí meterme en esta farsa sabía las cosas que podía conllevar.
Gavi le sonrió con empatía y era cierto que sintió pena. A menudo le solían decir que era muy despistado, que solo se fijaba en él y nada más. Y él sabía que era cierto. Supuso que era porque el fútbol le había enseñado eso: centrarse solo en lo suyo. Y ahora se sentía mal por no haberse preocupado por ella antes. Le daba gracias a Pedri por enseñarle algo de consideración.
—La verdad es que me siento bastante culpable —admitió—. Es por mí por lo que estás recibiendo hate sin sentido alguno. Y sé que a lo mejor por más que yo te diga a ti algo no va a cambiar nada, pero te aseguro que ya quisieran todas ellas ser tú. Y no porque salgas conmigo, sino porque eres una chica con un corazón enorme Giorgia, y en el poco tiempo que te conozco me has demostrado que eres capaz de mantener los pies en la tierra y la humildad ante todo aunque seas una de las mejores actrices que tiene este país. Eres talentosa y tienes lo que todo el mundo puede envidiar: corazón y talento.
Los ojos de la actriz brillaron con intensidad, como si miles de estrellas cubrieran sus iris. Su corazón latía a una velocidad con la que nunca había imaginado y quiso en ese instante hasta llorar de la emoción. Aquellas palabras habían despertado miles de sensaciones en ella, y el único impulso que se pudo permitir cumplir fue darle una abrazo. Al futbolista eso le pilló desprevenido, pero correspondió en seguida.
—Gracias —le susurró—. Necesitaba estas palabras.
Gavi se separó de ella con una sonrisa cálida y negó con la cabeza.
—No es nada, sabía que podrías necesitarlo.
Gio sonrió, dejado ver sus hermosas líneas de expresión.
—Pues déjame decirte que ya tenemos algo en común los dos —dejó saber la actriz, haciendo que el castaño frunciera el ceño intrigado—. Tú también tienes lo que todo el mundo puede envidiar: corazón y talento. Y déjame decirte como culé que soy que es normal que la gente te envidie tanto. Porque duela a quien le duela, tú Pablo Gavi, eres un futbolista excelente.
Sorprendentemente, fue esta vez el deportista quien la abrazó, abalanzándose hacia sus brazos y permitiendo que ella pudiera hipnotizarse de vuelta con su aroma masculino. Gio se sentía como en una nube cada vez que lo abrazaba, pero de todos modos procuró no pegar sus pechos para que él no percibiera los fuertes latidos de su corazón.
—Gracias, Gio —dijo con sinceridad al separarse nuevamente de ella—. Pero, tengo que decirte, que he venido a animarte y un pajarito me ha dicho que te gusta mucho el helado y más en estos momentos de bajón.
Entonces, ahí fue cuando el sevillano sacó su has bajo la manga y le mostró la tarrina de tarta de queso que tenía guardada. La rubia soltó un grito ahogado y sonrió como una loca, cogiendo su preciado postre.
—¡No te creo! ¡Gracias! —exclamó—. ¿Quién te lo contó?
—Pedri —respondió con una sonrisa al ver su ilusión—. Puede ser un gran abridor de mentes cuando lo necesitas y la verdad es que me ha hecho darme cuenta de muchas cosas.
De repente, un miedo repentino y lleno de inseguridad le cruzó a Corberó al escuchar aquello. Era intuitiva como su signo indicaba, y también sobre pensaba mucho. Y la idea de que fuera Pedri quien le dijera a su amigo que fuera a su casa no fue muy descabellada. De hecho, le cuadraba bastante.
—¿Pedri te dijo que vinieras? —preguntó con un rostro entristecido.
Gavi tragó saliva, temiendo lo peor. La actriz había dado en el clavo y se aterrorizó al ver que aquella ilusión que estaba sintiendo ella se apagara. Era cierto que fue Pedri quien le dijo que lo hiciera y que no fue él quien tomó la iniciativa, pero ahora el palaciego agradecía infinitamente haberlo hecho. Extrañamente, estaba disfrutando del agradable tiempo que estaba pasando con ella, y ciertamente, estaba muy a gusto con su compañía. Meses antes no habría ni imaginado lo satisfactorio que era pasar el rato con ella. Era evidente que él no quería salir de aquella burbuja.
—¡No, claro que no! —negó con rapidez—. Lo que pasa es que llevaba días queriendo venir a verte, y como no sabía qué traerte para subirte los ánimos, pues le pedí consejo a él. Nada más.
Giorgia suspiró aliviada y asintió, recuperando su sonrisa.
—Pues muchas gracias, en serio —dijo, mirándole a los ojos de manera anonadada—. Ha sido muy bonito detalle.
—No es nada. He venido a pasar el rato contigo para que te despejaras, aprovechando que mañana me voy por la tarde a Granada por un partido —habló, satisfecho con su hazaña—. Dime, ¿qué estabas haciendo antes de que viniera?
La fémina sonrió ante su pregunta.
—Estaba escuchando a mi rubia favorita. —respondió.
—Déjame adivinar: Taylor Swift. —dijo, divertido.
Gio asintió contenta.
—Exactamente —asintió—. Es la que me ayuda a evadirme con su música.
—¿Sabes? Cuando era pequeño la escuchaba bastante. Es una gran cantante —comentó, acomodándose en la cama. La rubia le transmitía una extraña y temprana confianza, era como si pudiera contarle cualquier cosa sin que terminara siendo juzgado, y aquella sensación le agradaba—. Aunque mi favorito es Coldplay, igualmente disfruto cuando la escucho.
—¿En serio? —inquirió emocionada, haciendo que él asintiera con convicción—. Pues eso significa que tienes un gran gusto musical. También me gusta Coldplay, mi canción favorita es Clocks.
—Fíjate qué casualidad, esa también es mi favorita. —ahora era Pablo quien sonaba emocionado de verdad.
Gio esbozó una sonrisa de oreja a oreja, sintiendo cómo su corazón martilleaba sin ningún descanso desde que él entró por la puerta. No había ningún plan de Gigi tras aquella escena, y a diferencia de otras veces donde los había habido, estaba saliendo todo estupendamente. Y es que parecía que no se daba cuenta de que siendo ella misma era donde mejor encajaba con el futbolista. Donde las cosas fluían de verdad. Porque desde que se enamoro perdidamente de él, era la primera vez que, sorprendentemente, sentía un avance. Como si las tornas del juego estuvieran cambiando y el universo le diera señales. En ese momento, todo era ideal.
—Pues mira, ¿qué te parece si escuchamos a Taylor Swift y me enseñas tus canciones favoritas de ella —propuso él—. Me hablas de ellas y así de mientras nos comemos el helado que te he traído. Me saltaré la dieta, pero sería divertido.
En ese momento, en la mente de Giorgia solo rondaba una pregunta: ¿Cómo no se enamoraría de él?
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𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
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Pedri sabía que, si Giorgia lo había llamado después de que Gavi fuera a visitarla, era porque quería hablarle de él. Estaba muy seguro —pondría las manos en el fuego, de hecho— de que iba a confesarle sus sentimientos por el sevillano cuando lo citó en su casa.
Hacía bastante que el canario no visitaba la casa Corberó, y con hace bastante nos podemos remontar a antes de la pelea entre Gavi y Giorgia. Llamó a la puerta con tranquilidad y fue el hermano pequeño de la rubia quien le abrió.
—Hey, pequeño. ¿Me dejas pasar? —lo saludó con su típica sonrisa cálida.
Al niño le brillaron los ojos al ver al ocho del Barcelona posado en su puerta. El pequeño sabía que él era amigo de su hermana y que había venido antes, pero aunque lo conoció en el entrenamiento donde lo llevó Gavi, nunca coincidió con él en las veces que había ido a su casa. No supo hacer otra cosa que abrazarlo.
—¡Claro que sí, Pedri! Eres de mis favoritos junto a Ferran y Gavi —dijo ilusionado mientras el futbolista le devolvía el abrazo con mimo—. ¿Vas a jugar al balón conmigo?
El joven iba a responder, pero otra cabellera rubia se interpuso en la escena: Bruna Ricci, la madre.
—No, Mattia, hoy no. Pedri ha venido por tu hermana. —le dijo con suavidad, haciendo que el niño hiciera un mohín.
—No es justo, todas las visitas son siempre para Gigi. —farfulló.
González se agachó a su altura y le sonrió con dulzura.
—Te prometo que a la próxima vendré a jugar contigo, pero ahora tengo que hablar de algo importante con Gigi, ¿vale? —habló, acariciando su pelo.
Tras unos segundos, Mattia asintió.
—Gracias, Pedri —le dijo Bruna, agarrando la mano de su hijo cuando el futbolista se levantó—. Me alegro de verte.
Sin más que decir, y tras dedicarle una última sonrisa a la madre de su amiga, se adentró dentro de aquella gran y bonita casa. Sabía a la perfección dónde estaba el cuarto de Giorgia, así que no le hizo falta preguntar. Subió las escaleras con la costumbre de su rapidez y agilidad y tras analizar un poco aquel largo pasillo, llamó a la puerta de su amiga. No tardó ni tres segundos en abrirla, dejándose ver con uno de los pijamas que tenía de Taylor Swift y con un moño a lo alto de su cabeza algo mal hecho.
—¡Hola! —le saludó con su característica alegría—. Ya era hora de que vinieras.
El canario le dio un rápido abrazo y se adentró en la habitación. Giorgia lo había citado para decirle que ella realmente estaba enamorada de Gavi. No podía ocultarle más aquello a Pedri, y no solo sabía que él no le diría nada al castaño a pesar de ser su amigo también, sino que creía que le podría ser de ayuda.
—Vale —suspiró el pelinegro, sentándose en el borde de la cama—, ¿para qué me has traído? —le preguntó, a pesar de que ya sospechaba el porqué.
La actriz agarró su silla de escritorio y la llevo al frente de Pedri para sentarse en ella dándole la cara a él. Sonrió tímida.
—Vale, la verdad es que no sé cómo te puedes tomar esto, pero...
—Suéltalo de una vez. —le interrumpió él, indispuesto a escuchar pamplinas.
—Creo que estoy enamorada de Gavi. —dijo sin más entonces.
Entonces, Pedri la miró, ella lo miró. Un silenció se palpó entre ellos donde el canario parecía estar asimilando la situación. Parecía que no tenía pensamiento de hablar mientras asentía para sí mismo, como entendiendo las cosas.
—¿Alguna idea? —inquirió Corberó al no ver ninguna palabra proveniente de su amigo.
—Y oraciones —rió el canario entonces, haciendo que ella frunciera el ceño—. Vas a necesitarlas.
Gio le metió un pequeño empujón mientras él reía.
—No es gracioso: esto es serio. —refunfuñó mientras el otro dejaba de reír.
—Me río porque ya sabía que estabas enamorada de él. Lo sabe hasta mi madre, y eso que no le he dicho nada; lo ha averiguado ella solita —dejó saber, haciendo que ella abriera los ojos en par en par—. Pero te lo digo en serio eso de que vas a necesitar algunas oraciones. Con Gavi vas a tener que rezar día y noche.
—Joder, ¿tan malo es enamorarse de él? —preguntó, algo atemorizada.
—Pregúntaselo a media España —respondió con una sonrisa daleada—. Gavi es un chico que va a lo rápido y evita a toda costa lo serio. Si está en una relación contigo es porque ha sido obligado. Y sé que puede fastidiarte lo que digo, pero es verdad. Gavi solo mira por...
—Por él, solo mira por él —suspiró la fémina, mirando a otro lugar algo desanimada—. Todo el mundo me lo dice.
—Te iba a decir que solo mira por su trasero, pero sí. Lo mismo es. —asintió el otro con convicción.
—¿Pero sabes qué? —comenzó a decir la rubia—. Ayer vino a verme y pasamos toda la tarde juntos comiendo helado. Se saltó la dieta por mí —contó, mirando al techo como si estuviera recordando todo con una sonrisa de enamorada—. Me contó que tú le dijiste lo del helado, así que gracias.
—Oh, de nada.
Pedri frunció el ceño momentáneamente. Había algo que no le estaba quedando claro. ¿Gavi le dijo que fue él el que le dijo que fuera a verla o solo le dijo que fue él el que le aconsejó que le llevara helado? Aquella duda paseaba por su mente, y aunque estuvo pensando en cómo sonsacar aquello de manera indirecta, no le hizo falta cuando Giorgia volvió a hablar.
—Fue una tarde mágica, Pedri —aseguró con una sonrisa de oreja a oreja, parecía muy emocionada e ilusionada—. Me parece increíble el hecho de que haya venido a mi casa por estar preocupado por mí para distraerme. Encima te pide consejo a ti, su amigo, para traerme algo. Es un detalle precioso, ¿a que sí?
Pedri tragó saliva. Había una parte de él que quería decirle la verdad para que no se ilusionara de aquella forma. Quería decirle que aquello no había salido de Gavi, que había sido expresamente él el que le había pedido que lo hiciera. Que si no fuera porque lo llamó, ni siquiera le habría envidado un mensaje. Pero la veía tan emocionada que se veía incapaz de quitarle aquella emoción. Porque, ¿quién era él para hacer aquello?
—Sí, bueno —carraspeó, intentando esbozar su mejor sonrisa—. Es un bonito detalle.
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HOLAAAA.
MADRE MÍA. No sé cómo habéis tenido este capítulo a tiempo porque quedaban siete votos para que llegarais a la meta y yo todavía no había empezado a escribir esto.
Para los que no me sigáis o simplemente no hayáis leído mi tablero, me estoy mudando. Me despedí de mis seres queridos y estoy bastante ocupada.
También, por si no lo habéis notado, he quitado las metas. La explicación del porqué lo he hecho es porque simplemente voy a empezar bachiller y no voy a estar tan pendiente a ellas como para cumplir con ella al pie de la letra. Entonces escribiré y publicaré en cuanto lo tenga (que normalmente tengo los capítulos ya escritos antes de que lleguéis, no como esta vez). Así que nada, por ahora las metas desaparecen.
¡Hasta pronto!
ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺ᕕ( ᐛ )ᕗ
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