𝟎𝟔.

❝*⁰⁶. ᵈᵉⁿⁱᵃˡ ᵃⁿᵈ ᵃᶜᶜᵉᵖᵗᵃⁿᶜᵉ

𝟏𝟗 𝒅𝒆 𝑺𝒆𝒑𝒕𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂

𝐋𝐀 𝐕𝐔𝐄𝐋𝐓𝐀 𝐀 𝐂𝐀𝐒𝐀 estuvo llena de vítores por parte de Darío.

En la parte trasera del coche se encontraban Gavi y Giorgia —cada uno en un extremo—, que escuchaban en silencio las numerosas felicitaciones por parte del representante del futbolista. El sevillano se encontraba sereno; la verdad es que pasaba del tema. Llevaba sus AirPods puestos, siendo escondidos por la capucha de su sudadera para que Darío no le regañara por no estar escuchando nada de lo que él decía. Mientras tanto, la actriz se encontraba perdida en sus pensamientos. No le hacía falta ningún auricular inalámbrico para no tener que escuchar al hombre, porque ahora mismo todo era un eco a su alrededor.

De reojo miraba al joven de su derecha, que miraba a la ventana con despreocupación. Parecía tan relajado que le daba envidia. Porque mientras a él parecía no parecía importarle nada, ella tenía la respiración acelerada y el corazón a mil. Intentaba esconder sus manos temblorosas en algún sitio para que no notara sus nervios. Era como si la presencia del deportista le quitara la tranquilidad. Sus mejillas sonrojadas por recordar lo ocurrido la hacían sentir humillada por el hecho de que aquella tonta actuación había significado un cambio para ella. El hecho era que Gavi había logrado capturar su atención sin darse cuenta y ahora el estúpido lado romántico de la rubia tenía sus ojos puesto en él.

Por ello tenía tantas ganas de salir de aquel coche lo antes posible y aclarar sus ideas: aquellos pensamientos tenían que irse de una forma u otra. Y no es que no le apeteciera. Quería saber más de él, quería hablar con él y pasar más tiempo con él de manera inconsciente. Tal y como cuando te atrae una persona, como magnetos. Pero, esta vez, tenía que ir en contra de sus deseos y ser profesional aunque no le gustase. Sentimientos podrían acarrear muchos problemas.

Gavi no le podía gustar.

Ver cómo el coche se paraba finalmente frente a su gran casa la hizo suspirar de alivio. La actriz estaba sudando a mares a pesar del fuerte aire acondicionado del coche y eso la ponía aún más histérica. Intentó disimular sus ganas de irse de allí al abrir la puerta y sonreír al sentir que podía respirar mejor. Darío decía algo, pero ella ni siquiera le estaba escuchando.

—Gracias por traerme —balbuceó, evitando mirar al futbolista—. Nos vemos pronto.

Y sin más, cerró la puerta, dejando a los otros dos bastante confundidos por su extraño comportamiento.

—¿Qué le pasa a esta chica ahora? —preguntó Blas, viendo cómo la joven se alejaba del coche con un semblante lleno de pavor, sin poner el vehículo en marcha todavía.

Gavi se encogió de hombros.

—A saber.

Por otro lado, Giorgia empezó a buscar las llaves de su hogar justo en el instante en el que el coche negro empezaba a desaparecer a medida que avanzaba por la calle. Tenía un nudo en la garganta que la ahogaban junto a la desesperación. La oscuridad de la noche le hizo dificultoso el trabajo de encontrar sus llaves, y cuando finalmente estuvo dentro de su casa y cerró la puerta tras de sí, sintió que volvía a respirar.

Le daba igual que fuera un crush temporal, como ella pensaba. No le gustaba que le atrajese de ninguna manera su compañero de trabajo.

—¡Ya has llegado!

La voz de su madre la sacó de su nube y de su objetivo de llegar a su cuarto para dormir y distanciar pensamientos al cruzar el salón. Frenó sus pasos en seco y miró a la mujer que se encontraba en el sofá viendo una película con su marido.

—¿Cómo ha ido todo? —le preguntó con una dulce sonrisa; mientras tanto, su padre la miraba con atención mientras comía pipas.

—Bien —inmutó, actuando como mejor sabía hacer ante ellos. Y es que era verdad: el plan había salido perfectamente bien; en cambio, nada en ella estaba bien en esos momentos. Lamentablemente, sabía que no estaba actuando, y mentirle a sus padres era algo que no le gustaba. Pero sabía que era necesario en aquellos momentos: si decía ante su padre lo que le ocurría este le diría que llevaba la razón cuando le dijo que no podría llevar ese tremendo contrato lleno de enredos—. El plan ha ido genial.

—Pues perfecto entonces, ¿no? —intervino Alessandro con una leve sonrisa.

—Sí —suspiró—. Mañana hablamos, ¿vale? Estoy cansada de tanto movimiento y me duele la cabeza.

—Claro, cariño —respondió su madre tras mirarla con detenimiento. Podía actuar con ella, pero al fin y al cabo era su madre—. Ve y descansa.

—Buenas noches. Os amo.

Subió las escaleras con suma rapidez y se encerró en su cuarto. Apoyó la espalda en la puerta mientras lanzaba a la cama su bolso y la camiseta que le había dado el futbolista. Se tapó la cara con ambas manos y soltó un suspiro frustrante. Ahora sí que se encontraba enfadada consigo misma.

No quería admitir que el chico le atraía, que le empezaba a gustar. Ya no solo por el trabajo, sino porque no podía llegar a sentir nada, ni si quiera atracción por aquel futbolista. Nada saldría bien de ello.

Su solución en aquellos instantes para aquella crisis existencial tan dramática de ella era abrir la mini nevera de su cuarto y sacar de allí su tarro de helado de nube. Tras unas cucharadas se dormiría y estaba segura de que esos pensamientos al día siguiente no existirían.










𝟐𝟎 𝒅𝒆 𝑺𝒆𝒑𝒕𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂

Los miércoles de Tay era algo sagrado para Giorgia Corberó.

La rubia ha escuchado a Taylor Swift desde muy muy niña, pero fue de adolescente cuando implantó Los Miércoles de Tay. Estos consisten en repasarse los álbumes de su querida cantante, escuchando sus canciones preferidas de cada uno. Podría llevarse dos horas, o hasta tres. Parecía un ritual, como si de aquella manera le estuviera transmitiendo su apoyo a la mujer desde la lejanía. Su familia lo sabía, y tenían clarísimo que a ella no se le podía molestar ni interrumpir en su Miércoles de Tay.

De todos modos, se había olvidado de cómo era su hermano menor y que, cuando le prometías algo te iba a seguir insistiendo hasta que finalmente lo cumplieras. Le daba igual lo que interrumpiese. Por ello, el menor de los Corberó Ricci no tuvo problema alguno en ni si quisiera llamar a la puerta para interrumpir el gran cántico de su hermana mayor. La chica dejó de cantar a toda voz Daylight y paró la música para mirarlo con ganas de asesinarlo.

¿Qué se pensaba que hacía?

—Mattia, estoy en mi...

—Miércoles de Tay, lo sé —la interrumpió, entrando libremente por su habitación—. Pero me prometiste que me ibas a llevar a conocer a los jugadores del equipo y así podría tener la firma de Ferran. Te toca cumplir.

La actriz se llevó sus dedos al puente de su nariz y suspiró para intentar mantener la cordura. ¿No podía haber interrumpido para esa cosa en otro momento?

—Está bien —farfulló finalmente mientras cerraba su portátil, dando así su Miércoles de Tay por terminado—. Hablaré con Gavi para ver si podemos ir a lo largo de esta semana...

—No, vamos hoy. —habló, tajante.

La mayor alzó una de sus cejas en señal de incredulidad y analizó a su familiar. Ya llevaba puesta su camiseta del Barça junto a la bufanda. ¿De dónde había sacado ese niño aquella exigencia? Seguro del empresario de su padre.

—Matty, dame tiempo. A penas fue ayer cuando te lo dije.

—Pero hoy es el día perfecto —se cruzó de brazos—. Sé que entrenan dentro de poco y es la oportunidad perfecta para conocerlos y verlos entrenar en exclusiva.

—A ver, no sé si podré hacer eso —hizo una mueca—. No vamos a ir a incordiar, ¿sabes?

—Bueno, tú pregunta —dijo en un tonto firme, agarrando el teléfono de su hermana ubicado en el escritorio, y así mismo, dándoselo—. Gavi es tu novio. ¿Por qué no podrías?

«¿Porque se supone que solo lo debo de ver para fingir y cumplir con el contrato?»

—Tienes razón —suspiró—. De todos modos, los directivos o sus superiores, a lo mejor, no lo dejan.

—Que síii —rodó los ojos con pesadez—. Llámalo de una vez.

Y así acabó con el móvil en la oreja, esperando a que el futbolista cogiera. Y sorprendentemente, lo hizo bastante rápido.

—Hey, Gio. ¿Qué ocurre? —preguntó de manera amistosa el chico tras coger la llamada.

Tragó saliva. Su voz con el leve acento andaluz que aún formaba parte de sus cuerdas vocales le arrebató la respiración. Por unos instantes, quería dejar de ser tan ella e implantar frialdad en sus pensamientos, en su corazón y en cualquier parte de su organismo. ¿A caso se había vuelto loca? Era sumamente imposible que sintiera algo por él por el bonito escenario en el jardín y por el momento —totalmente actuado por parte de él— donde le entregaba su camiseta con una sonrisa mientras le decía cosas bonitas.

¿A caso se podía ser más cursi y boba?

«Vale, Gio. Céntrate.»

—Nada, lo que pasa es que.... —miró a su hermano, buscando motivación. Aquello le iba a hacer muy feliz—. ¿Vas a entrenar ahora?

—Sí, ¿por qué?

—Es que ayer mi hermano no pudo ir al partido y pues Darío le prometió que haría que conociera al resto del equipo —empezó a explicar—. La cosa es que mi hermano quiere ir al entrenamiento y conocer a los demás.

Hubo unos tres segundos de silencio. Pocos, pero los suficientes como para que la actriz asumiera que le acababa de poner en un compromiso.

—Déjalo, tendría que haberlo consultado con Darío primero. —balbuceó con rapidez, empezando a ponerse nerviosa.

—Gio. —la llamó.

—Perdón si te he dejado en un compromiso. De verdad, lo sien...

—¡Gio!

—¿¡Qué!?

—Déjame hablar, por favor. —rió.

—Uy, sí. Perdón.

—Te iba a decir que sí, que puedes venir al entrenamiento con tu hermano —en seguida, la rubia miró a su familiar y le levantó el pulgar para indicar que el plan iba en marcha, haciendo que este empezara a celebrar silenciosamente—. De hecho, os voy a recoger y así nos ahorramos más vueltas, ¿vale?

—No hace falta, Gavi...

—No me cuesta nada, Gio.

—Gavi, no...

—Te recojo dentro de veinte minutos.

Y sin más, colgó la llamada.

—Qué cabezón. —comentó en voz alta con una sonrisa tonta que borró de su rostro en cuanto se dio cuenta de que la llevaba.

—¿Entonces? ¡Coge las llaves de tu coche y vámonos ya! —habló Mattia, impaciente, saltando de emoción.

—No hace falta, nos va a recoger él.

Los ojos azules del niño brillaron como nunca antes.

—¡Qué guay! Se lo voy a decir a papá. —dijo, saliendo del cuarto para empezar a correr por el pasillo—. ¡Este es el mejor día de mi vida!

Así que, como se dijo, veinte minutos después Gavi ya estaba esperándoles fuera. Sí, Georgia ya había visto los mensajes del chico diciéndole que ya se encontraba abajo. Y sí, ya había escuchado el claxon del coche desde dentro de su casa. Pero todavía se estaba aplicando la máscara de pestañas. No podía arreglarse a tiempo ni con tranquilidad con tan solo los veinte minutos que el futbolista le había dado.

—¡Gigi, vámonos ya! —su hermano, mientras tanto, se exasperaba—. Nos está esperando.

—Perdón, perdón. —balbuceó, dejando el rimmel en el tocador y agarrando su bolso.

Bajaron las escaleras a trotes, y tras despedirse de sus padres de manera rápida, salieron de su casa. Y ahí estaba el sevillano con sus gafas de sol tan tranquilo apoyado en su coche blanco; mientras, Giorgia veía cómo su hermano se acercaba a abrazarle y él sonreía de manera sumamente hermosa. Ahí se preguntó cómo alguien podía verse tan encantador. Su pelo castaño quedaba perfectamente peinado, haciéndolo parecer sedoso, como siempre, y la camiseta blanca que llevaba le sentaba demasiado bien como para que la rubia tuviera que tan solo mirarlo por unos segundos.

Entonces, tras abrazar de vuelta a su hermano, la miró con la sonrisa más preciosa que había visto jamás. Por ello sintió cómo se le cortó la respiración.

¿A caso no se daba cuenta de lo que provocaba con ni siquiera sonreír? Tenía que parar.

Más bien, ella tenía que parar.

—Hola, Gio —la saludó, sin quitar aquella sonrisa arrebatadora—. Vamos, monta.

La actriz parpadeó, saliendo de aquella burbuja romántica. Ni siguiera se dio cuenta de que Mattia ya había empezado a subirse al coche mientras ella se había mantenido parada como una verdadera tonta. Carraspeó y se abofeteó mentalmente. Tenía que aclarar sus estúpidas ideas de una vez por todas, y teniendo al mismo Gavi a su lado podría ayudar a poder pasar aquella prueba. Aquella prueba que haría que volviera a la normalidad, donde ambos se llevaban bien pero sin más.

Finalmente, se montó en el asiento copiloto con un rostro neutro. El deportista se sentó en su respectivo asiento y, tras abrocharse el cinturón, se acercó sumamente a Giorgia para susurrarle en el oído.

—Si tu hermano no sabe que esto es falso, recuerda que tenemos que actuar ante él. —dijo, apoyando su mano más próxima en el muslo descubierto de ella.

Asintió.

En esos momentos, con su corazón a mil por hora, la rubia maldecía el momento en el que firmó el dichoso contrato. Después de unos pocos segundos —segundos que a ella le parecieron horas—, el chico alejó su imponente rostro del de ella y arrancó el coche. De repente, sentía una calor terrible. Y sí, todavía la calor no se había ido de Barcelona, pero no era tanta como para que estuviera sudando como pollos.

Y así fueron pasando los minutos, que transcurrieron entre una animada charla entre su hermano y él, con la dichosa mano sin despegarse de su extremidad. No tuvo de otra que empezar a abanicarse con sus propias manos. Desde que el futbolista le empezó a atraer de manera mágica, estaba sudando todo lo que no había sudado en todo el verano. ¿Podría ser el asunto más desagradable? Solo deseaba llegar ya a la Ciudad Deportiva.

—¿Tienes calor?

Abrió bien los ojos al escuchar la pregunta que le acababa de lanzar el sevillano.

—No es nada, solo estoy algo acalorada. —le quitó importancia, sin mirarle. Parecía que sus dotes de actuación, en la vida real y no dentro de un set de rodaje, se iban cuando más los necesitaba.

—Pero si estás sudando.

«Qué vergüenza.»

—Y estás roja —complementó, después—. Además, se te ha erizado la piel —murmuró con apuro, acariciando su muslo para sentir la textura de su piel de gallina—. ¿Tienes fiebre, tal vez?

«A lo mejor esto no me estuviera pasando si no tuvieras tu querida mano sobre mi muslo.»

Si pensaba que en esos días no se podía haber sentido más tonta, estaba plenamente equivocada. Se había puesto en ese estado por una simple mano en el muslo. En esos momentos se replanteaba seriamente lo necesitada que parecía estar.

—Es que creo que hace mucha calor, ¿no? —balbuceó, finalmente.

—Bueno, un poco sí —asintió mientras encendía el aire del coche, algo preocupado por el estado de su novia falsa—. Pero te veo muy muy acalorada para la temperatura que hace.

—Es que soy muy calurosa.

—Pero... —su hermano iba a intervenir, ya que ella era más bien friolera. Pero la actriz sabiendo lo que iba a largar, decidió intervenir.

—MUY calurosa. —zanjó con una exagerada sonrisa.

Mattia la miró como si le hubieran salido tres cabezas, pero decidió no comentar nada al respecto. Él conocía muy bien a su querida hermana y sabía que estaba extraña. Pero qué iba a saber él de los efectos que tiene amor y el tener pareja.

Llegar a la Ciudad Deportiva resultó ser un brote de alegría para ambos hermanos finalmente, aunque por distintas razones: Mattia había llegado al momento más esperado de su vida, mientras que Giorgia había visto por fin la salida para poner varios palmos de distancia con el futbolista. Pero parecía que la cosa no pintaba a su favor, ya que nada más cruzar las puertas de las instalaciones, el sevillano le agarró de la mano para caminar a su lado.

—Mis compañeros de equipo se creen que en serio salimos. Menos Pedri, claro. —le explicó la razón de su acto en un susurro a penas audible.

Ella se limitó a asentir con la mandíbula tensa mientras sentía el suave tacto de la mano del chico. Era suave y encajaba a la perfección con la suya... De nuevo parecía perder la cordura. ¿Por qué debía de estar tan cerca? ¿Por qué no hubo otro modo para solucionar su reputación?

A la misma vez, su hermano andaba alegremente frente a ellos con una sonrisa que, definitivamente, no se le iba a borrar en una semana. Por lo menos estaba haciendo feliz a su familiar.

Finalmente, entraron al gimnasio, encontrándose con el resto de la plantilla. El pequeño de los Corberó abrió su boca de par en par, analizando a cada uno de los presentes. Parecía el niño más feliz del mundo.

—Tíos, os he traído a un verdadero crack —la voz de Gavi se hizo paso en la sala, con este soltando la mano de su «novia» y posicionándose detrás del niño para poner ambas manos en sus pequeños hombros—. Es mi cuñado, hermano de mi novia aquí presente —comentó, lanzándole una mirada a Giorgia, que se mantuvo quieta y callada en su sitio, ignorando lo que este acababa de decir—. Tenía muchas ganas de conoceros.

Y tan rápido como un parpadeo, el niño estaba en su nube, rodeado de los jugadores de su club favorito. Giorgia no pudo evitar sonreír al ver a Matty tan feliz, conversando con los deportistas. Por esto mismo, se dispuso a grabar el momento con su teléfono y a sacar varias fotos. Estaba tan ensimismada viendo la escena, que ni siquiera se dio cuenta de que el futbolista se puso al lado suya a observar cómo grababa. Muy de cerca.

—Tengo el mejor cuñado falso, definitivamente. —habló en voz baja este, muy cerca de su oído, sobresaltando a la actriz.

Esta dejó de grabar rápidamente mientras carraspeaba.

—Sí, es el mejor. —asintió con la mejor sonrisa que tenía en aquellos instantes.

Entonces, el castaño empezó a despotricar. Y ella tenía enormes ganas de escucharle con gusto, pero necesitaba distancia para mantener aquella profesionalidad que caracterizaba su trabajo. Aunque en esa ocasión no quisiese. Así que empezó a buscar una salida. Una persona a la que saludar o algo así. Sus ojos buscaron por instinto a Fer, tal vez se encontraba allí por su hermano; en cambio, encontró a la encantadora Mara, que en ese instante fue como rayo de luz para ella.

—Giorgia, ¿me estás escuchando?

La chica carraspeó.

—Perdón, Gavi. Ahora vuelvo, tengo algo importante que hacer. —balbuceó para echar a andar con rapidez hacia la castaña.

El deportista se quedó muy confundido por aquella actitud. Y es que no era tonto, veía que la rubia se encontraba rara desde la vuelta a casa del día anterior. Ya empezaba a atar cabos y se encontraba aturdido. Algo no andaba bien entre ellos. Pensaba que los malos rollos se habían disipado y que ahora ambos se llevaban bien. ¿Por qué parecía que huía de su presencia?

Iba a ir a por ella para pedir explicaciones, pero justo en ese momento, Xavi decidió que hora de ir al campo.

—Vamos, chicos. A entrenar —el técnico abrió la puerta para que los jugadores fueran desfilando por el pasillo—. Ven, Mattia. Vas a ver el entreno conmigo, ¿te parece?

El hermano de la rubia asintió con rapidez y tomó la mano del de Terrassa. Gavi, sin más remedio, se marchó con los demás. Pero tenía claro que iba a hablar con ella luego para aclarar lo que estuviese sucediendo.

Y sí, claro que Giorgia se sentía mal por haberlo dejado así mientras veía cómo se marchaba. Pero necesitaba hablar con alguien que estuviera enterada de aquella farsa para una segunda opinión que le pueda servir para ver todo más claro. Y como estaba claro, la indicada era Mara.

—¿Te sucede algo? —le preguntó la chica, tomándola del brazo cuando el gimnasio quedó vacío. Solo con ellas dos.

—Necesito contarte algo —empezó—. Y tú eres la indicada porque, no solo eres mi amiga, sino que también sabes que lo mío con Gavi es totalmente falso.

—Miedo me das —suspiró—. Pero primero vamos a las gradas a ver a los chicos entrenar y ahí me comentas tranquilamente.

Y así fue. Se sentaron en las gradas mientras los demás habitaban el césped. Gio observó a su hermano posicionado al lado de Xavi, viendo cómo los demás corrían por el campo. Sus ojos no pudieron evitar colocarse durante unos segundos sobre el futbolista sevillano, ya con su vestimenta de entreno, pero rápidamente los apartó fijándolos en la hija de Xavi, que ya la miraba expectante, esperando el chisme.

—Creo que me empieza a gustar Gavi. Gustarme de verdad. —soltó sin rodeos.

A Mara casi se le salen los ojos de las orbitas, y su mandíbula casi se descoloca al abrir su boca de la impresión.

—¿Qué acabas de decir? —le preguntó, atónita.

Giorgia tragó saliva y se tapó la cara con ambas manos, sintiendo ganas de llorar. ¿Ya había dicho que odiaba aquella humillante situación?

—Es que no sé cómo ha sucedido. De repente, me atrae, quiero saber todo de él sin que tenga nada que ver el contrato —sus ojos andaban llorosos mientras explicaba su situación—. Me niego a aceptar que me empieza a gustar, me niego. De hecho, eso no puede pasar. Yo soy una persona profesional y esto que me sucede tiene que pasar porque no puede tener lugar. Es totalmente incoherente y sin sentido. Ahora lo único que hago es evitarlo de cualquier manera porque solo con mirarlo me pongo nerviosa y siento que no respiro. Y creo que se está dando cuenta porque estoy siendo demasiado evidente...

Hernández suspiró y agarró sus manos con empatía. La miró bien a los ojos y le regaló una sonrisa que hizo que sus latidos veloces se tranquilizaran en seguida.

—Giorgia, creo que te estás comiendo demasiado la cabeza con este desliz.

—¿Desliz? ¡He cambiado la ruta para llegar al destino por completo! —se siguió recriminando.

—Sigo pensando que le estás dando muchas vueltas —insistió—. Los sentimientos son algo que no se pueden controlar. Y te aseguro que, mientras más intentes reprimir ese sentimiento más grande y fuerte se va a hacer. Este plan de relación falsa es muy de novela, pero si sucede, la posibilidad de que ambos os enamoréis al tener que pasar tiempo juntos es real.

La actriz se quedó callada y simplemente se dispuso a escuchar.

—Eres humana, y por más que tu trabajo sea actuar, no todo lo podrás ocultar —volvió a hablar, acentuando su sonrisa—. Además, eres brillante. Eres preciosa, tienes una personalidad magnífica, talento, carisma, y por lo que conozco de ti, percibo que tienes un gran corazón. Puedes conquistar a Gavi y a cualquier ser masculino de este mundo sin dudas. Ahora estás en la etapa de negación, y estás en tu derecho. Pero si tienes la valentía de aceptar lo que sientes en algún momento, estaré para ayudarte con ello.

La Swiftie ya estaba llorando por sus lindas palabras. No tuvo más remedio que envolverla entre sus brazos y susurrarle un «gracias».

—No me las des —le pidió—. Solo te digo que me da a mí que sí se ha dado cuenta de que algo te ocurre. Y Gavi no deja un tema sin recibir explicaciones.










Y como dijo Mara, Gavi no se iba a ir sin explicaciones.

Al finalizar el entrenamiento —y por supuesto, ducharse—, el sevillano se encargó de que el hermano menor de la rubia se quedara unos minutos con Pedri y Ferran para tener tan solo unos instantes a solas con la chica. La agarró delicadamente de una de sus muñecas y la alejó de la hija de Xavi Hernández, que parecía que ahora eran uña y carne. La actriz al inicio se mostró sorprendida ante su arrebato, pero parecía que sabía el motivo del porqué Gavi quería hablar con ella.

—Quiero hablar contigo. —dijo, finalmente, después de encontrar un lugar a solas dentro de la Ciudad Deportiva.

—Mi hermano...

—Está en buenas manos, con Pedri y Ferran, no te preocupes. Solo, escúchame. Por favor. —le pidió con un semblante serio.

La catalana no pudo sostenerle la mirada, aquellos iris la atrapaban a su antojo, y no quería llegar a ese nivel. Así que se limitó a asentir y a mirar sus zapatos como si fuera la cosa más interesante del planeta.

—¿Va todo bien entre nosotros?

Un silencio incómodo e interminable se instaló entre ambos. ¿Qué le tendría que responder ella ahora? Él no había hecho nada mal, al contrario. El problema estaba en ella, solo en ella. Y en el fondo, a pesar de todos esos pensamientos que le decían que sentir aquello estaba mal, no quería solucionar nada.

—Sí, va todo bien. —respondió, tras unos segundos, atreviéndose a mirarle a la cara para que le creyera.

—¿Estás segura? Es que parece que huyes de mí. Que no estás tranquila a mi lado —se expresó, frunciendo el ceño—. Pensaba que habíamos acordado dejar el mal rollo y llevarnos bien. Tú lo planteaste. Y la verdad, creo que no he hecho nada mal.

Gio lo miró con ternura. Parecía que aquella situación le había afectado un tanto en el orgullo y la manera en la que su rostro lo expresaba con aquel ceño fruncido y rasgos típicos de un Angry Bird era bastante cómica. Así que decidió hacer un cambio en su conducta.

—Va todo bien, Gavi. Solo estoy algo... tensa, estresada. Pero no es por ti —mintió, pero con una sonrisa verdadera. De verdad quería dejarlo tranquilo—. Somos cómplices en esto, ¿o no?

Entonces el futbolista sonrió. Sonrió de verdad. Una sonrisa preciosa de dientes que le regaló unos bonitos colores en las mejillas a la chica. Era tan guapo que le daba coraje. Con esos ojos, con aquella sonrisa que en esos momentos la dejaba KO... Aquel hombre parecía ser una hermosa obra de arte.

—Por supuesto que sí.

Entonces la abrazó. La abrazó dejándola sin palabras y haciendo que su cara pareciera más bien como la de un tomate. Tras unos segundos, Gio le devolvió el abrazo, envolviéndolo entre sus brazos mientras sentía cómo su pecho se hinchaba de una extraña ilusión y su nariz percibía aquel aroma varonil que le envolvía. Su corazón latía a una velocidad desmesurada, pero no estaba dispuesta a separarse.

El deportista soltó una leve risa, percibiendo un gracioso tintineo constante pegado a su pecho: —Te late el corazón súper fuerte.

Corberó suspiró temblorosamente, hundiendo sus dedos en la tela de su camiseta.

—Sí, debe de ser la ansiedad. —rió, atrapando su labio inferior entre sus dientes.

Y justo ahí, Giorgia Corberó dejó atrás la fase de negación para aceptar la realidad: Gavi le gustaba. Era un hecho.


















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HOLAAAA.

Subiendo cap de vuelta por fin. No saben lo que me costó, pero aquí estamos.

Sé que este capítulo en concreto se les ha podido hacer pesado, pero es necesario para que los sentimientos de Gio tengan sentido. No se puede aceptar algo así tan abiertamente, menos siendo ella😂

Pero bueno, no recuerden votar y comentar todo los que se les cruce por la mente a leer. Que me encanta cada comentario que me dejan en mis historias.

Nos vemos pronto prontito. Os amo🫶🏼

ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺( )

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