𝟎𝟒.

❝*⁰⁴. ᶠᵃˢᵉ ᵘⁿᵒ

𝟏𝟖 𝒅𝒆 𝑺𝒆𝒑𝒕𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆, 𝟐𝟎𝟐𝟑
𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂

𝐆𝐈𝐎𝐑𝐆𝐈𝐀 𝐒𝐔𝐒𝐏𝐈𝐑𝐎́ 𝐂𝐎𝐍 fuerza por decimoquinta vez y cerró los ojos con ímpetu para intentar retener la paciencia que, al final de cuentas, estaba escaseando en ella.

—¿¡Cómo has firmado algo tan precipitado, Giorgia!?

Sí, su padre había abandonado su idioma natal para hablar en español. Y eso significaba que estaba realmente enojado, o más bien en este caso, apavorado. A lo mejor es que el italiano pensaba que así se enteraría mejor de lo que le estaba diciendo.

—Papá, no va a pasar nada...

—¿Y si sí? —inquirió pasando sus dedos entre sus cabellos rubios, ya un poco canosos, de manera exasperada—. No puedes firmar cosas sin estar yo delante. Soy tu representante y tengo un máster en abogacía, sé perfectamente cuando un contrato te conviene o no con solo leerlo una vez. A saber lo que has firmado...

—Qué irresponsable, señorita Giorgia. —añadió Mattia, su hermano, con una sonrisa divertida. El chico se encontraba sentado al otro lado de la isla de la cocina, comiendo unos Cheetos mientras se divertía viendo el drama familiar.

La rubia le dirigió una mirada de ojos entre cerrados mientras le arrebataba el paquete de Cheetos de las manos, y mientras se metía uno a la boca tras introducir la mano en el grasoso paquete, miró a su padre de manera inocente mientras un puchero se plasmaba en sus labios.

—Papi...

—Ni se te ocurra, Giorgia Corberó Ricci —le interrumpió el hombre, señalándole en modo de advertencia con su dedo índice—. Tus actuaciones y chantajes conmigo no te sirven. Soy tu padre.

El rostro de la actriz decayó a uno pasota mientras formaba una línea en sus labios. Se llevó otro Cheeto a la boca y su madre, que se encontraba al lado de su hermano leyendo una revista de moda mientras pasaba un poco del tema, la miró por encima de sus pequeñas gafas de lectura.

—Gigi, no te pases con los Cheetos, ¿vale? —balbuceó la mujer, posando sus orbes nuevamente en su querida revista—. Recuerda que las modelos estamos en constante dieta...

Alessandro miró indignado a su esposa mientras colocaba sus brazos en forma de jarra. Giorgia simplemente reprimió la sonrisa que se plasmaba en sus labios, atrapando su labio inferior entre sus dientes mientras dejaba el paquete de Cheetos en la encimera de la isla, siendo este arrebatado por su hermano. Sabía que su madre la iba a defender.

—¿No crees que ahora mismo no es momento para hablar de dietas? —preguntó el ojiazul, sin despegar la mirada de Bruna.

Esta rodó los ojos de manera divertida mientras dejaba a un lado su revista y se quitaba las gafas de lectura para dejarlas colgando de su cuello gracias a la cuerda que tenía atada a ellas.

—No es tan mala idea, Alessandro.

—¿Ves? —rebatió Gio gracias a las palabras de su madre, señalándola con su mano—. Además, leí todo el contrato antes de firmarlo. Sin olvidarme de la letra pequeña, claro está.

Su padre siguió mirándola con cara seria y brazos cruzados, pero esta vez no dijo nada.

—¿Pero de qué contrato estamos hablando? —habló el pequeño Mattia nuevamente, bastante perdido. El pobre no sabía en lo que su hermana había decidido adentrarse con tal de recuperar su limpia e impoluta reputación.

—No tiene importancia, cariño. —le tranquilizó su madre, acariciando los pelos rubios de su cabellera.

—Claro que la tiene, si no papá no estaría así. —señaló, enojado porque su familia le ocultara cosas.

Giorgia, apenada por no haberle contado aquello a su querido hermano, hizo amagado de hablar para explicarle lo que estaba sucediendo, pero su padre se lo impidió al ver sus intenciones.

—Son temas de mayores, Matty —habló con suavidad el hombre—. Sube a tu cuarto un momento, ¿vale?

El niño bufó molesto, y con su ceño fruncido, se bajó del taburete donde estaba sentado mientras le dedicaba una mirada de enfado a cada uno de los presentes. Giorgia lo miró marchar con pena. No quería que su hermano se sintiera apartado o algo por el estilo. Le haría sentir mal que parte de ello fuera su culpa.

—¿Por qué no se lo decimos a Matty? Me sienta mal por él, no quiero que se sienta apartado... —le murmuró a sus padres, mirándolos con ojos de corderito.

—Es mejor así, princesa. —le aseguró Alessandro, apoyando una mano en su hombro.

—Pero Mattia no va a decir nada. Es discreto.

—Pero es mejor mantenerlo alejado de estos temas —intervino esta vez su madre—. Es pequeño, mejor no marearlo. Mientras menos personas lo sepan mejor. Si vas a hacerlo, que salga bien entonces.

Gio asintió, finalmente. Su madre tenía razón: mientras menos personas lo supieran, mejor.

—Entonces, vas a seguir adelante con esa locura que parece sacada de una novela. —suspiró el varón.

Giorgia lo miró con reproche: —Ya firmé el contrato y di mi palabra. Y yo siempre cumplo. Además, es la manera más viable de limpiar mi imagen. No he visto otra. Amo actuar, actuar es mi vida. No puedo dejar que mi carrera se hunda porque aquella discusión —clavó sus ojos en los azules de su progenitor, transmitiéndole la sinceridad de sus palabras—. Papá, ya no me llegan ofertas de trabajo por mi actual imagen. Esto no puede seguir así.

Su padre suspiró, y en eso en lo que él pensaba en todo, su hija siguió hablando.

—Sabré llevarlo bien —aseguró, confiada—. Es como si actuara para otra película. Solo tengo que fingir. No saldrá mal.

—Además —volvió a meterse Bruna—, el chico es muy guapo y es un futbolista del mismo FC Barcelona. No hay mejor yerno falso que ese. Quién sabe, hasta se convierte en nuestro yerno de verdad...

—¡Mamá! No digas tonterías...

—Eso, Bruna, no digas tonterías...

Giorgia le dirigió una mirada sorprendida al hombre con vestimenta de traje y abrió los ojos como platos. Esa cara larga que mantenía su padre en sus facciones le sonaba de algo.

—Papá, ¿estás celoso? —preguntó de manera divertida, pero el hombre no pudo ni responder ya que el timbre de la gran casa retumbó por cada una de las paredes.

Un silencio se instaló entre los tres.

—¿Esperáis a alguien? —Alessandro frunció el ceño.

—No, yo al final le dije a mi manicurista que viniera mañana. —respondió su esposa, dirigiendo ahora su mirada interrogante hacia su hija.

—Voy a abrir. —suspiró la menor, bajándose del taburete de la isla para dirigirse con pasos vagos hacia la puerta.

Soltó un bostezo cuando ya se encontraba frente a esta —estaba en sus días vagos— y abrió el gran portón para encontrarse a una gran sorpresa. Una mueca nerviosa, parecida a la cara de un pato estreñido, se formó en su cara al ver a Gavi y a su representante, Darío si no recordaba mal, parados frente a su puerta. Mirándola con ojos expectantes.

—Oh. —fue lo único que logró inmutar.

Darío tragó saliva, algo incómodo, al ver cómo la rubia lo único que hacía era intercalar su mirada confundida entre él y su cliente, manteniendo aquella mueca graciosa de persona realmente perdida. Irónicamente, a Gavi le estaban entrando verdaderas ganas de reírse.

—Hola...

—¿Qué hacen aquí? —interrumpió a Darío, y rápidamente, se llevó una mano a la boca al haberse escuchado tan irrespetuosa. Carraspeó y sonrió, algo forzado a decir verdad—. Perdón, qué maleducada —rió, nerviosamente—. Digo... Hola, ¿qué hacen aquí?

El pelinegro miró a la actriz cómo si se tratara de un bicho raro; por otro lado, el palaciego solo trataba de no reírse de lo graciosa y extraña que se veía la gran Giorgia Corberó.

—Te envié un mensaje hace cuatro horas diciéndote que me pasaría hoy a las ocho por tu casa con Gavi para cuadrar algunas cosas —respondió—, y tú me dijiste que no había problema, que tú día de la semana donde repasabas todos los álbumes de Taylor Swift eran los miércoles.

La rubia abrió los ojos enormemente y se llevó una mano a la boca. ¿A caso esa conversación no la había soñado en su siesta de esa tarde? ¿Cómo que había ocurrido en la realidad? Desbloqueó su teléfono, ubicado en su mano, y entró en sus chats. Efectivamente, esa conversación era real y no producto del sueño que había tenido echando la siesta. Definitivamente, no volvería a responder mensajes medio dormida nada más despertarse de su siesta diaria.

—Vale... —volvió a reír—, un momento.

Cerró la puerta y salió a correr hacia la cocina. Ahí seguían sus padres, del mismo modo como los dejó, y la miraron confundidos al verla tan alterada.

—¿Qué pasa?

—Gavi está ahí con su representante. —chilló, pero susurrando, haciendo una mueca de desesperación.

—¿¡Y cómo no has dicho que venían!? —preguntó su padre con el mismo tono.

—¡Porque no me acordaba!

—Pues deja que entren, ¡corre!

Giorgia acató las palabras de su madre y salió a correr hacia la puerta nuevamente. Se paró frente a esta y se arregló su desordenado cabello con los dedos para después alisar su camiseta con sus manos. Frunció el ceño y miró su atuendo. Llevaba su pijama de Taylor Swift con la cara de la cantante en gigante en todo el pecho. Qué presentable.

Sacudió su cabeza —no tenía tiempo para entretenerse— y abrió la puerta con su mejor sonrisa. Como si no tuviera ganas de que la Tierra la tragara. Acababa de quedar como una tremenda rarita que tenía de ritual escucharse cada uno de los álbumes de Taylor Swift cada Miércoles, todas las semanas.

Qué gran día, ¿no?

—Pasen, por favor. —murmuró con la mayor educación posible, mientras observaba las caras confundidas de los recién llegados.

Ambos se adentraron al hogar de los Corberó Ricci, observando todo a su alrededor. El techo alto, las paredes beige, el suelo de mármol... Todo parecía sumamente delicado. La chica los guió hasta el salón y allí se sentaron en el sofá marrón de cuero de manera silenciosa. Aquella situación era algo incomoda: por un lado, Gavi y Darío se encontraban algo tensos por estar en la tremenda casa, o mejor dicho, mansión de la actriz; y por otra parte, Giorgia, de manera culpable, deseaba que se fueran lo antes posible para poder ahogar sus penas chillándole a la almohada. Porque parecía que todo la cogía desprevenida y mal. Realmente, no le interesaba que cualquiera al que no le tenía absoluta confianza la viera con esas pintas, con el pijama de su rubia favorita, desgastado de tanto usarlo, y sabiendo que estaban enterados sobre su ritual de miércoles de Tay.

Eso era algo de absoluta intimidad. Pero bueno, poco podía hacer a esas alturas.

—Bueno —fue el mayor de los tres quién rompió el silencio—, queremos cuadrar las cosas que tendréis que hacer en vuestra relación falsa para engañar al público. Antes que nada, os voy a pedir que intentéis que lo sepan el mínimo número de personas, por favor. Estaría bien que no se lo contarais ni a la familia.

—Tarde. —inmutó el futbolista ante sus palabras.

—Muy tarde. —apoyó la fémina con una mueca.

Darío soltó un suspiro y cerró los ojos: —¿Quién lo sabe?

—En mi caso, solo mi hermana. Y bueno, Pedri también. —habló primero el deportista.

—En el mío, mis padres nada más, contando con que mi padre es mi representante.

El ojinegro asintió y apretó los labios.

—Pues no se lo contéis a nadie más. Menos riesgo de que el público se llegue a enterar —sentenció este, y después, se inclinó hacia delante, apoyando sus ante brazos en sus rodillas—. Ahora, tenemos que realizar la primera fase de nuestro plan: hacer sospechar al público.

—¿No es muy rápido? —inquirió la modelo, arrascando su nuca con inquietud. Confiaba en poder actuar y llevar aquel plan perfectamente bien, pero nunca pensó en empezar a ejecutar ese plan tan rápido.

—No, porque mañana tendremos que empezar la fase dos —los dos protagonistas abrieron los ojos como platos al escucharle—. Chicos, tenemos que empezar esto lo antes posible, ¿entienden? No podemos tardadnos ni un día más. Cada día que pasa sois más miserables en el mundo mediático, y caeréis en el olvido de mala forma como esto no se arregle.

Las facciones serias del hombre asustaban a los jóvenes que lo miraban con total terror. Darío hacía sonar aquello más tétrico de lo que ya era.

—Así que bueno —sonrió, exageradamente—, ya sabéis: si tú —habló, señalando al futbolista— no quieres dejar de firmar camisetitas de fútbol e inspirar a niños pequeños con tu juego y tú —señaló esta vez a la actriz— no quieres dejar de lloriquear, reír o lo que sea frente a una cámara, hacer lo que os digo.

Los involucrados tragaron saliva, y tras echarse una mirada, asintieron rendidos. ¿Qué más podían hacer? Aquello salvaría su mal momento social. Aquello era necesario. Y no solo eso, ya habían aceptado y no podían echarse a atrás. Tenían que cumplir. En el caso de Gavi, el orgullo era el que no le dejaría retroceder sus decisiones, y en el caso de Gio, sería su voluminoso sentimiento de lealtad hacia cualquier cosa. Hablaba en serio cuando decía que era una mujer de palabra.

—Bien —farfulló la fémina, hastiada—, ¿de qué se trata la fase uno?

—Es la más sencilla por ahora —señaló el representante, mirando a ambos de manera muy detallada—. Lo único que tendrán que hacer es seguirse mutuamente por Instagram, dar like al último post del otro y comentar algo cursi. Que deje ver que algo pasa entre ustedes.

—¿De verdad?

La pregunta del jugador del Barça hizo que el hombre rodara los ojos: —No, de broma.

—¿Pero qué le pongo? —balbuceó, sacando su móvil al igual que Giorgia.

—Un emoji romanticón o lo que sea. —espetó, cruzando sus brazos.

Y mientras aquellos dos debatían sobre qué poner en el último post de Corberó, ella se dedicó a stalkear de manera silenciosa y disimulada al futbolista que tenía en frente tras darle follow back. Como era obvio, todo era fútbol. No había ni un mísero post de otra cosa distinta. Se topó con una foto de el chico con un gracioso casco, vestido con la roja equipación de su país. Ya tendría tiempo de preguntarle porqué jugaba con aquello puesto. También se topó con una foto de él besando el trofeo de la Nation's League cuando ganó con España y otra donde sostenía la copa de La Liga ganada junto al Barça. Todo un señorón. Su última publicación se trataba de él subido al hombro de Lewandoski, supuso que celebrando un gol. Bufó. ¿A caso se trataba de un mono?

De todas maneras, la rubia no pudo evitar preguntarse a sí misma cómo lo haría el deportista para salir bien en cada una de aquellas fotos. Aunque saliera corriendo y sudoroso, salía bien.

«Eso tiene que ser catalogado como un don nato de verdad», pensó mientras dejaba un comentario y un me gusta en el post como Darío le había indicado.

—Bien, ¿lo has hecho ya, Giorgia?

—Sí, ya está —apagó su teléfono—. Aunque no estay muy segura de que esto alerte o haga sospechar al público de que algo pasa entre nosotros...

—Yo tampoco, la verdad. —se sinceró Gavi.

—¡Por supuesto que lo hará! Vuestros fans están pendientes de todo. Va a ser cuestión de minutos —aseguró un muy confiado Darío, quien esbozó una sonrisa maléfica y se frotó las manos de manera malévola. Los dos jóvenes lo miraron con miedo—. Ahora os voy a decir lo que vamos a hacer en la segunda fase.

—Verás... —suspiró el castaño.

—Dejaremos aún más obvio que hay algo entre ustedes dos, pero delante de todos en persona. Va a ser tan evidente que nadie va a pensar lo contrario.

—Suéltalo ya, Darío. —la rubia quería arrancarse el pelo del estrés.

—Okay, irás al partido de mañana contra el Antwerp a ver a tu queridísimo novio. —soltó sin más, pero ninguno de los dos comentó nada, simplemente, se echaron miradas entre ellos.

La actriz frunció el ceño, el chico parecía incómodo con su presencia, y no solo eso, todavía sentía la repulsión que este tenía por ella. ¿A caso todavía no había olvidado la discusión en Montjuic y seguía resentido?

Da igual, ella no se tenía que comer la cabeza por su rencor.

—Vale... —bufó la fémina—. Supongo que tendré que llevar la camiseta con su dorsal y todo eso.

—No —los sorprendió el pelinegro—, porque te la dará él.

—Explícate mejor. —pidió el sevillano.

—A ver —chasqueó con su lengua—, Giorgia irá al partido, donde nos encargaremos que esté en primera fila. Así que, por favor, procura no pegarle otro balonazo —la sangre se le subió a las mejillas a la modelo al recordar ese vergonzoso momento—. Gio tendrá que procurar meterse muy bien en el papel de una verdadera novia de futbolista: debes de estar animada, pendiente de tu novio... —la señaló y volvió a dirigirse hacia el muchacho—. Y cuando finalice el partido, tú tendrás que acercarte a ella, quitarte la camiseta y dársela, de paso le das un besito en la mejilla, para que quede todo más bonito. Y así creáis una súper escena romántica delante de todos. ¿No es genial?

La sonrisa del varón mostraba que él se encontraba mil veces más entusiasmado que los otros dos. Llegaba a parecer que, en realidad, ese plan había sido formado para beneficiarle a él. En cambio, los dos verdaderos protagonistas tenían una cara llena de pavor e incredulidad que no se la quitaban por más que quisieran.

—¿De quién ha sido la idea? —logró preguntar la chica.

—Ha sido mía —respondió al segundo, con una mega sonrisa cargada de orgullo—. Bueno, Laporta me ha ayudado con algunos detalles, pero ha sido principalmente mía.

Genial, ahora tenían que hacer una escenita románticamente cursi delante de todo un público. Aquello parecía sacado de un mal chiste. Ahora Giorgia no sabía qué iba a dar más vergüenza: el pelotazo que le propinaron en toda la cara semanas atrás, o la escena pegajosa que tendrá que compartir con Gavi el día de mañana.

—¿No tenemos otra opción, verdad?

—Nop —sonrió, exageradamente—. Disculpa, Giorgia. ¿El baño?

—Hay uno en la primera planta, en el pasillo este —comentó, señalando una salida pegada al mismo salón—. Tercera puerta a la derecha.

El hombre asintió y corrió de allí. Ahora Giorgia se encontraba a solas con el jugador, y por ello parecía que ahora todo se había vuelto aún más incómodo. Miró al castaño. Él ya la estaba mirando, pero al haber sido pillado, desvió la mirada sin quitar aquel ceño fruncido y aquella cara de amargado. ¿A caso no sabía sonreír? Porque desde que lo conocía no lo había visto sonreír nunca, por lo menos de manera genuina. Parecía que el palaciego seguía molesto con ella y ese mismo hecho hacía que ella se molestara también. ¿Cómo podía ser alguien tan rencoroso? De igual forma, sentía que ya no podía seguir ignorándolo: si quería que aquello saliera bien, tenían que tornar las cosas para que fueran más llevaderas. Tenía que reducir tensiones.

—Va a ser movidito el día de mañana, ¿eh? —rió, intentando ser lo más amable que sabía para quitarle leña al fuego.

Gavi la miró mal, verdaderamente mal. Tan mal que hizo que que Giorgia se replanteara si, en vez de haberlo dicho eso, se había metido con su madre en realidad. La había mirado como si le hubiera pegado un chicle en el pelo, y eso la hizo enojar. ¿A caso no podía dejar de ser tan desagradable ni siquiera por un segundo?

—¿Te hace gracia? —preguntó de manera retorcida, sin despegar su mirada chispeante de enfado de ella.

La rubia abrió la boca de par en par, totalmente ofendida.

«¿Pero este tío?»

—¿Pero a ti qué carajos te pasa, colega? —preguntó con histeria.

—¿A mí?

—Sí, a ti —asintió y se levantó del sofá de un sopetón. Él hizo lo mismo, plantándose frente a ella. Gavi era más alto, pero no con tanta diferencia—. Estoy intentando ser amable contigo para que esto sea más llevadero para los dos, y tú lo único que haces es pasearte con esa cara de amargado, mirándome como si hubiera envenenado a tu hámster. Sé que tuvimos nuestros conflictos, pero no puedes guardarme ese rencor hasta el día en el que te mueras. Olvídalo ya, joder.

La fémina suspiró mientras el deportista la miraba sorprendido. Debería de parar o acabaría llorando de la impotencia frente a él, porque en esos instantes lo único que le apetecía era pegarle una guantada y pedirle por favor que superara aquello de una vez y a ver si así dejaba de comportarse como un niño pequeño.

El día en el que Giorgia Corberó pueda discutir y pelear sin acabar llorando, el mundo temblará. Está claro.

—Mira, no espero que entiendas lo que es llevarse bien, por lo menos conmigo —suspiró, rendida, cerrando los ojos en un intento de relajarse—. Yo quiero poner de mi parte, pero no puedo hacer todo sola —miró al castaño, y al ver que este seguía sin inmutar palabra, negó con la cabeza—. Da igual, haz lo que quieras.

No esperó más y salió del salón, dándole igual en esos momentos dejarlo allí solo. Entró a su amplia cocina, y como supuso, sus padres ya no se encontraban allí. Abrió el frigorífico con fuerza, tanta que este tambaleó. De allí sacó una jarra de agua fría y se sirvió en un vaso. Bebía un sorbo y tomaba una respiración profunda, bebía un sorbo y tomaba una respiración profunda. Así repetidas veces hasta que consiguió relajarse. No iba a soportar la desagradable actitud de aquel futbolista con constante mal humor.

Miró a su lado derecho, justo a las cristaleras que daban al patio. La noche ya había caído en Barcelona y la luna parecía brillar más que nunca. Embelesada por el cielo estrellado, decidió abrir la puerta corredera de cristal para adentrarse a su enorme patio. Aquella podía ser una buena forma de terminar de relajarse del todo.

El refrescante aire de finales de verano azotó sus delicadas facciones. Tomó una bocanada de aire y se quedó allí plantada, observando la hermosa luna. Dejó llevarse por el silencio, únicamente interrumpido por las cigarras que chillaban para informar sobre la próxima y cercana ola de calor. No supo cuántos minutos se llevó así, pero su trance de relajación fue interrumpido cuando escuchó el ruido de la puerta corredera abrirse tras ella. Giró su cabeza con la esperanza de que fuera su madre, ella siempre sabía lo que decirle cuando se encontraba perdida, pero no fue así. Pablo Gavi se posicionó al lado suya después de cerrar la puerta tras sí, arrebatándole toda la relajación que había obtenido en esos últimos minutos.

—Darío sigue sin regresar del baño. —inmutó el castaño, disponiéndose a observar lo mismo que ella.

—Y vienes aquí porque no quieres quedarte solo, ¿no? No vaya a ser que te vayas a encontrar a mí gato y te vaya a comer. —bufó con ironía sin mirarlo, pero pareció verlo sonreír levemente.

Por el rabillo del ojo, logró observar cómo al andaluz giraba tan solo su cabeza para observarla, mientras ella mantenía sus ojos fijos en el satélite natural. La mirada intensa del chico quemaba su perfil derecho, pero no comentó nada.

—En realidad, venía a disculparme.

Los ojos de la actriz se abrieron con sorpresa al escuchar las palabras del varón. Movió su cabeza y lo miró fijamente. Los torsos de ambos seguían dándole la cara al cielo estrellado, haciendo que el brazo derecho de ella rozara con el izquierdo de él, aún así, sus facciones se estaban dando la cara.

—He estado pensando en lo que me has dicho, y aunque me cueste admitir mis errores, debo de decir que tienes razón. No he estado poniendo de mi parte para que tú y yo podamos llevarnos bien y... de algún modo poder llevar esto mejor —habló con las manos metidas en los bolsillos mientras desviaba la mirada, dejando de confrontar los ojos marrones de la actriz. Parecía algo tímido—. Soy muy enfadica y muy orgulloso, así que... espero que estés apreciando el esfuerzo que estoy haciendo para decirte esto.

Giorgia no pudo evitar reír de manera risueña cuando el chico la volvió a mirar y este tenía una expresión muy parecida al pájaro rojo de Andry Bird. Realmente, parecía un niño pequeño cuando su madre le obligaba a pedir disculpas. Uno muy mono, por cierto.

—Entonces, ¿empezamos de cero? —preguntó, estirando su brazo.

La rubia asintió con una amplia sonrisa y no dudó en estrecharle la mano que él le brindaba. Volvió a dirigir su mirada a la cara del chico tras posarla en aquel apretón de manos, y sorprendentemente, lo vio sonreír. Sonreír de verdad, enseñando aquellos bellos dientes blancos y todo. La chica entre abrió sus carnosos labios mientras lo miraba. Aquella sonrisa era preciosa y aparentaba ser perfecta. Sin duda, una de las más bonitas que había visto en toda su vida. Se tomó el tiempo de apreciarlo. Su pelo castaño se encontraba algo desordenado por la brisa, tenía unas bellas cejas pobladas y unos ojos... unos ojos que, aunque ya se había fijado en ellos, hasta ahora no los había visto tan bonitos. En sus iris color miel se reflejaba el brillo de la luna y ella ya empezaba a sentir cómo su estómago se encogía. ¿A caso lo que estaba sintiendo eran las famosas mariposas revoloteando por su pecho?

No lo sabía. Pero algo estaba claro, la romanticona de Giorgia había quedado embelesada por el jugador del Barcelona, aunque ella se empeñara en negarlo.

—Bonito pijama, por cierto.

—¿Qué? —preguntó, parpadeando repetidas veces mientras salía de aquel trance en el que se había metido.

—El pijama —lo señaló, alzando sus prominentes cejas—, que es bonito. De Teilor Sui.

La fémina alzó sus cejas. Aquel chico la volvió a sorprender.

—¿Sabes quién es Taylor Swift?

—Sí, sé quién es Teilor Sui.

La actriz volvió a reír por la extraña manera en la que pronunciaba el nombre de la cantante.

—¿Eres andaluz, verdad?

—Claro está. Y de Sevilla, ni más ni menos. —sonrió, orgulloso.

Corberó abrió la boca para seguir la conversación, ahora sorprendentemente quería hablar con él más que nunca, pero una tercera voz interrumpió sus intenciones. Y también la tensó.

—Gigi, ¿quién ha venido? —la voz de su hermano Mattia se abrió paso entre ellos cuando este se dispuso a interrumpir el momento abriendo la puerta corredera para adentrarse al jardín a cotillear.

—Te compadezco... —llegó a susurrarle al sevillano de su lado.

—¿Por qué? —inquirió un confundido Pablo, mientras se giraba para observar al recién llegado.

—Porque ese es mi hermano y ahora no te va a dejar en paz. —se encogió de hombros, y mientras se cruzaba de brazos, se resignó a presenciar la reacción de su familiar con una sonrisa burlona.

El niño abrió los ojos como platos al reconocer al individuo y se llevó una mano a la boca mientras intercalaba su mirada entre su hermana y el jugador, totalmente sorprendido.

—¡Madre mía! ¡Pablo Gavi está en mi jardín!


















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¡Hola! ¿Me echaron de menos por estos barrios?😌 Aquí les traigo otro capítulo de esta historia, ¡que espero que les guste mucho mucho! Díganme, ¿qué les ha parecido?

Como ven, aquí tenemos a otro hermanito fanático de nuestro Gavi, ¿a quién nos recuerda? (Quien haya leído mi historia El ¡Flash! Del amor me entenderá. Love Marlie🫶🏼)

Bueno, aquí voy a comentar una cosilla que les puede interesar, porque si no lo digo por algún lado voy a explotar👀 La próxima historia que publicaré no va a ser ni de Gavi ni de Pedri (que han sido los únicos a los que les he hecho fic hasta ahora). Tras estar un tiempo pensándolo, ¡me he decidido y he creado una trama para una historia de Marc Guiu!

Adoro a ese hombre y no he podido evitar plantearle un fic🫠 ¿Qué les parece esto? ¿Les apetecería leer una historia de este otro papi?

Nos vemos pronto. OS AMO🫶🏼

ᵃᵗᵗᵉ 𝖠𝗋𝗂 𝗅𝖺 𝖺𝗇𝗈́𝗇𝗂𝗆𝖺( )

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