-37.
Maratón 3/4.
XXXVII:
SOSPECHAS
Y
PARTIDO
parte 1
HARRY ESTABA SENTADO JUNTO A RON en la sala común, el pelirrojo abrazaba a su hermana menor que parecía estar demasiado afectada por lo que le había pasado a la dichosa gata de Filch, Potter se sentía algo mal viendo a la chica así porque sabía que algunos llegaron a pensar que fue el.
Como Mérope Malfoy.
—Pero si no conocías a la Señora Norris, la verdad es que estamos mucho mejor sin ella—le dijo Ron para animarla—A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma...—añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.
Aunque Harry se encontraba más preocupado por Hermione, parecía afectada a su manera, ya era habitual en ella pasar mucho tiempo leyendo, pero ahora prácticamente no hacía otra cosa. Cuando le preguntaban qué buscaba, no obtenían respuesta, y tuvieron que esperar al miércoles siguiente para enterarse.
Harry se había tenido que quedar después de la clase de Pociones, porque Snape le había mandado limpiar los gusanos de los pupitres, tenía claro que el maestro lo odiaba y tal vez debía decirle a su padre, pero no quería preocuparlo, seguramente con la carta preguntando de la cámara de los secretos ya se había puesto en alerta.
Mientras limpiaba escucho unos pasos entrar al aula, alzó la cabeza de entre los pupitres y esbozo una media sonrisa cuando era Merope Malfoy en la puerta.
—¿Necesitas algo, Malfoy?–preguntó Harry, viéndola.
La rubia noto la presencia de Potter y lo miró con seriedad pensando en el incidente de la gata.
—Bueno, claramente no vine a buscarte a ti–respondió seca–. Pensaba que el profesor Snape estaba aquí, sabía que tenía clase con Gryffindor y Ravenclaw.
—¿Lo necesitas con urgencia?
—No tanta, solo tenía que entregarle algo a mi jefe de casa–Mérope entró al salón, tenía demasiada curiosidad de saber que hacía Potter sentado en el piso del salón de pociones cuando la clase claramente había terminado–. ¿Qué haces tú aquí?
–Ya te lo había dicho–dijo recordando una conversación pasada con la platinada-. Tu jefe de casa me odia y me obligo a limpiar solo porque le respondí.
–No debes responderle a los profesores–Mérope se medio sentó en una banca, para disimular que una parte de ella quería quedarse a hablar.
–¡Dijo que era inutil por genética!
–Auch, eso debió doler–la platinada hizo un gesto de dolor fingido–. ¿Acaso te quito la varita? Te recuerdo que eres un mago, Potter.
–Ni se tomó la molestia–Harry miró su varita la cual estaba justo a su lado-. El sabe que no me sé ni un hechizo de limpieza.
Mérope debatió internamente entre no ayudarlo con el hechizo y platicar un poco más con él o ayudarlo e irse ambos de ahí. Recordó la historia de la cámara de los secretos, recordó a su familia y decidió lo segundo.
–¿Qué dijiste que estás limpiando?–pregunto al chico.
–Lombrices de los pupitres–respondió raspando uno más de la mesa bajo la que estaba.
–Limpiade lombridae–Mérope movió su varita delicadamente y todas las lombrices se despegaron de los pupitres y llegaron hasta el tarro donde Harry los estaba poniendo–. ¿Ves? No era tan difícil, Potter.
—Tienes que enseñarme eso—Harry estaba impresionado, incluso pensó que no llegaría al almuerzo con todo lo que le quedaba por limpiar.
—Cuando qui..—la frase de Mérope no pudo ser escuchada por Harry la que una puerta abriéndose la interrumpió.
–Señorita Malfoy–era Snape, quien iba con intención de insultar a Potter, pero que siempre cuando la ve se ha ablandado–. ¿El señor Potter la está molestando? ¿Vino a practicar?
–No a ambas respuestas, profesor–respondió Mérope, se acercó a él para entregarle un paquete–. Solo venia a traer esto para usted.
–Gracias–Snape recibió el paquete que iba de parte de los abuelos de Mérope en agradecimiento a lo bien que han sido tratados–. Tal vez debiste ser un elfo Potter, veo que has terminado ya toda la limpieza.
–Si, profesor-Harry se levantó y se sacudió–. ¿Ya me puedo ir?
–Adelante, Potter–indicó–. Solo espero no se vuelva a repetir su altanería en mi clase.
Harry solo asintió con la cabeza.
–Yo también me retiro–dijo Mérope–. Adiós profesor.
Mérope salió unos segundos después de Potter.
–Muero de hambre–dijo el azabache pensando en voz alta.
–Si te apuras aún habrá comida en las mesas cuando llegues al Gran Comedor–le respondió Mérope aunque no era con ella. Harry noto que ella estaba así de cerca.
–¿Tú ya comiste?–le preguntó, con la vaga esperanza de comer juntos.
–Si, comí antes de venir.
–Que bien-Harry suspiro cuando pasa por el pasillo donde seguía grabado el horrible mensaje en sangre–. No me gusta pensar en eso.
–Debe ser algo bastante complejo–Mérope fingió no haber escuchado sobre eso, no quería preguntas de ese tema.
–Ojala el partido de Quidditch distraiga la atención de todos en eso–dijo Harry, pidiéndole más al cielo.
–Tal vez, las personas tienen pasiones para hacer cosas que los hagan olvidar la realidad–mencionó Mérope–. Así que cuando empiece el icónico partido, nadie pensara en esas letras.
–Si...
Mérope y Harry siguieron en silencio algunos pasos. No era incómodo, al contrario ambos se sentían a gusto, por un momento la platinada no pensaba en nada, solo en los pasos que daba y como sus pies empezaron a coordinar los de Potter.
Pero nada es para siempre, ni siquiera eso. Ella debía irse de ahí antes que alguien la viera.
–Bueno, Potter ya tengo que irme–dijo deteniendo su paso.
–Pensé que llegarías al comedor.
–No, debo ir a mi sala común antes de la clase.
–Entonces...–Harry pensó un momento lo que haría, pero el impulso Potter normalmente era más fuerte–. Te veo en el partido.
–¿En el partido? ¿Acaso olvidas que en menos de una hora tendremos juntos clase de historia de la magia?
–No lo olvido, porque jamás dije que no te vería en la clase–Harry se puso frente a ella, pero nada cerca–. Solo digo que te veré en el partido, como siempre.
Intentó guiñar el ojo, pero los nervios por lo que acababa de decir lo mataban, se dio la vuelta y caminó como nunca había caminado para perder a la platinada de vista. Le gustaba molestarla, le gustaba que la viera en los partidos. Era raro, pero no sentía que estuviera mal sentir eso.
Mérope quedó con la boca abierta por un minuto, luego captó que Potter hacía referencia a todas las veces que parecía querer que ella lo viera a él durante los partidos. ¡Pero qué ego alto tiene Potter!
La platinada corrió a su sala común a buscar sus cosas, pensando en que tal vez no debería pensar tanto en sus cosas de familia sangre-pura cuando tenía esos momentos con personas como Potter. Al fin, él es un mestizo, eso es solo ¿medio-malo? ¿no?
–A veces haces cosas curiosas, Potter–se dijo a sí misma mientras caminaba.
Había una cosa en la que Harry se equivocaba, es que Mérope no lo culpa del incidente de la Sra. Norris.
Harry comió lo más rápido que pudo y luego fue a la biblioteca para encontrarse con Ron, al llegar vio a Justin Finch-Fletchey, el chico de la casa de Hufflepuff con el que coincidían en Herbología que se le acercaba. Harry apenas pudo decir «hola» cuando Justin lo vio, cambió de repente de rumbo y se marchó deprisa en sentido opuesto.
Harry siguió con su camino, cuando estaba atravesando uno de los jardines, su blanca lechuza se posó sobre él.
–Hola Hedwig–la acaricio, cosa que la lechuza correspondió con cariño. Harry tomó la carta que llevaba en el pico–. Es de papa...Muchas gracias, toma esas sobras de galleta.
La lechuza lo recibió y se fue camino al lechucero para descansar. Harry guardó la carta en su bolsillo, seguro era una respuesta de la cámara de los secretos.
Llegó a la biblioteca y encontró a Ron al fondo, midiendo sus deberes de Historia de la Magia. El profesor Binns les había mandado un trabajo de un metro de largo sobre «La Asamblea Medieval de Magos de Europa».
—No puede ser, todavía me quedan veinte centímetros...—dijo furioso Ron soltando el pergamino, que recuperó su forma de rollo— y Hermione ha llegado al metro y medio con su letra diminuta.
—¿Dónde está? —preguntó Harry, cogiendo la cinta métrica y desenrollando su trabajo.
—En algún lado por allá —respondió Ron, señalando hacia las estanterías—. Buscando otro libro. Creo que quiere leerse la biblioteca entera antes de Navidad.
Harry le contó a Ron que Justin Finch-Fletchley lo había esquivado y se había alejado de él a toda prisa.
—No sé por qué te preocupa, si siempre has pensado que era un poco idiota —dijo Ron, escribiendo con la letra más grande que podía—. Todas esas tonterías sobre lo maravilloso que es Lockhart...
–Tal vez Vi sepa porque ha actuado así, no es que el sea importa solo que me extraña.
Hermione surgió de entre las estanterías. Parecía disgustada pero dispuesta a hablarles por fin.
—No queda ni uno de los ejemplares que había en el colegio; se han llevado la Historia de Hogwarts —dijo, sentándose junto a Harry y Ron—. Y hay una lista de espera de dos semanas. Lamento haberme dejado en casa mi ejemplar, pero con todos los libros de Lockhart, no me cabía en el baúl.
—¿Para qué lo quieres? —le preguntó Harry.
—Para lo mismo que el resto de la gente —contestó Hermione—: para leer la leyenda de la Cámara de los Secretos.
—¿Es a lo que hacía referencia el grabado en la pared? —preguntó Harry al instante.
—Si, Violet también está buscando información por su lado, hasta me dijo que le escribiría a su padre. ¿Harry, el tuyo te respondió? Ellos estudiaron acá hace años y tal vez saben algo—contestó Hermione, mordiéndose el labio—. Yo no consigo encontrar algún libro de historia que hable de eso en ningún otro lado.
–Si, me respondió–Harry sacó la carta de su bolsillo para mostrarla a sus amigos–. La he recibido justo cuando venía para acá.
–¿Qué esperas para abrirla?--exclamó Ron.
–Ya–abrió la carta con cuidado, la abrió y empezó a leer en voz alta (al menos todo aquello que no lo dejara en verguenza), pero lo suficientemente baja para que el resto no los escuchara.
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Hola renacuajo,
Cámara de Los Secretos...Claro que lo recuerdo, se habló de eso un tiempo cuando estuve en Hogwarts, un amigo que su familia era sangre-pura nos contó que los Slytherin tenían una fuerte creencia en esa leyenda, pues muchos puristas conservaban la fe de que un supuesto monstruo limpiaria el colegio.
Al final nunca pasó nada, así que todos concluimos que no era cierto y que era algún cuento inventado por los fundadores para mantener a los niños a raya.
¡Espero no estés buscando un monstruo comegente, niño! ¡Ni quieras infiltrate en las catatumbas del colegio! Suficiente con tu encuentro con ya sabes quien el año pasado.
Cuidate, enviame tus notas y sigue demostrando lo bueno que eres en Quidditch.
Te amo renacuajo, saludos a todos.
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–Entonces hay una especie de leyenda—dijo Ron—, debe ser bastante antigua.
—Eso parece—respondió Harry–, pero ni mi papá la sabe completa. ¿Cómo sabremos más?
—Tenemos clase de historia de la magia—habló Hermione–. Si hay alguien que sepa esa historia debe ser el profesor Binns.
–Antes debo terminar esto—dijo Ron y luego fue hacia la castaña desesperado, mirando el reloj—. Hermione, déjame leer tu trabajo
—No, no quiero —dijo Hermione, repentinamente severa—. Has tenido diez días para acabarlo.
—Sólo me faltan seis centímetros, venga.
Sonó la campana. Ron y Hermione se encaminaron al aula de Historia de la Magia, discutiendo.
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Mérope llegó a su sala común, cuando casi se queda sin aire al bajar las escaleras hasta las mazmorras fue que se dio cuenta que había sido tan distraída por la conversación con Potter que lo terminó acompañando escaleras arriba cuando su sala común estaba a unos metros del salón de pociones.
–Que tonta–se dijo a sí misma llegando frente a la pared–. Salazar.
La puerta se abrió frente a ella.
—Oye Mer, pensé que solo ibas a llevarle algo a Snape–Blase fue el primero en notar su presencia.
—Eso hice—respondió rápidamente.
—Igual, te tardaste un poco–añadió Polux.
—Snape me pidió un favor, por eso tarde–mintió, aguantando su impulso de torcer la boca cuando lo hacía, ya que sus primos y su mellizo la conocían demasiado.
–¿Segura?—Olivia alzó sus cejas.
—¿Qué más podría estar haciendo?–cuestionó Draco mirando a su hermana.
–Es cierto, ¿Que más podría estar haciendo? –respondió la rubia con un poco de dureza–, además tenemos que ir a clase de historia de la magia.
Olivia fue la primera en ponerse de pie y caminó rápido hasta donde su amiga, la tomó del brazo y fueron las primeras en salir.
–No se, pense que te había encontrado a un Hufflepuff castaño en el camino–le susurro Olivia con picardía.
–¡Oliv! –exclamó Mérope en un susurro–. No, no me encontré con Rolf, ¿Y si, si,que? Es solo un chico amable.
–Es amable, y lindo–Olivia movió las cejas de forma chistosa.
–Deja de pensar en niños y entra al pasadizo antes de que lleguemos tarde–Mérope codeó a su amiga y ambas entraron, sus amigos venían detrás hablando de cosas sin importancia.
Los seis salieron del pasadizo y caminaron unos pasos hasta el salon del profesor Binns, la verdad a nadie le emocionaba historia de la magia, era la materia mas aburrida de todas y para colmo era dictada por un fantasma que no hacía nada más que recitar de manera aburrida lo mismo que los libros decía.
Al entrar, Pólux se sentó con Theodore mientras que Mérope se sentó con su mellizo y Olivia junto a Blaise. Varios Gryffindors llegaron corriendo a la clase como de costumbre, ya hasta habían dejado de sorprenderse de ver a las serpientes llegar ahí primero que ellos, pero siguen preguntándose cómo lo hacían.
–Jamas sabran como llegamos siempre temprano—habló Draco.
—Probablemente—respondió Mérope.
La rubia sacó su cuaderno de dibujo, donde a veces hacía algunas cosas, así pasaría el rato en la aburrida clase.
A mitad de discurso el profesor Binns, levantó la vista de una lección horrorosamente aburrida sobre la Convención Internacional de Brujos de 1289, pareció sorprendido.
—¿Señorita...?
—Granger, profesor—dijo una castaña de cabello desordenado.
Mérope levantó la vista de su cuaderno, su mellizos y los demás chicos ni se inmutaron, Olivia se volteó hacia la mesa de los mellizos e hizo una mueca de asco en respuesta a que fue Granger quien habló.
—Pensaba que quizá usted pudiera hablarnos sobre la Cámara de los Secretos—continuó Granger.
Esta vez Draco si alzo su mirada, sorprendido, Pólux también se giró hacía sus primos, pues conocía la historia. Los tres se miraron extrañados de que una "sangre-sucia" haya hecho esa pregunta.
El profesor Binns parpadeó.
—Mi disciplina es la Historia de la Magia —dijo con su voz seca, jadeante—. Me ocupo de los hechos, señorita Granger, no de los mitos ni de las leyendas—Se aclaró la garganta con un pequeño ruido que fue como un chirrido de tiza, y prosiguió—. En septiembre de aquel año, un subcomité de hechiceros sardos...
Balbució y se detuvo. De nuevo, en el aire, se agitaba la mano de Hermione.
—¿Señorita Granger?
—Disculpe, señor, ¿no tienen siempre las leyendas una base real?
Mérope y sus primos no podían contener la sorpresa, que una persona tuviera tanta insistencia en una historia que los había dejado sin dormir no les agradaba para nada.
Harry vio la expresión de Draco Malfoy, ya que desde su silla no alcanzaba a ver a los demás Slytherins a su lado, se extrañó pues parecía no querer escuchar la historia, como si la conociera...
—Veamos—dijo lentamente el profesor Binns—, sí, creo que eso se podría discutir—miró a Hermione como si nunca hubiera visto bien a un estudiante—. Sin embargo, la leyenda por la que usted me pregunta es una patraña hasta tal punto exagerada, yo diría incluso absurda...
La clase entera estaba ahora pendiente de las palabras del profesor Binns; éste miró a sus alumnos y vio que todas las caras estaban vueltas hacia él. Harry se sentía completamente desconcertado al ver unas muestras de interés tan inusitadas.
—Muy bien —dijo despacio—. Veamos... la Cámara de los Secretos... Todos ustedes saben que Hogwarts fue fundado por los cuatro brujos más importantes de la época. Las cuatro casas del colegio reciben su nombre de ellos: Godric Gryffindor, Helga Hufflepuff, Rowena Ravenclaw y Salazar Slytherin. Construyeron este castillo, lejos de las miradas indiscretas de los muggles, dado que aquélla era una época en que la gente tenía miedo a la magia, y los magos y las brujas sufrían persecución.
Se detuvo, miró a la clase con los ojos empañados y continuó:
—Durante algunos años, los fundadores trabajaron en armonía, buscando jóvenes que dieran muestras de aptitud para la magia y trayéndolos para educarlos. Pero luego surgieron desacuerdos entre ellos y se produjo una ruptura entre Slytherin y los demás. Slytherin deseaba ser más selectivo con los estudiantes que se admitían en Hogwarts. Pensaba que la enseñanza de la magia debería reservarse para las familias de magos. Le desagradaba tener alumnos de familia muggle, porque no los creía dignos de confianza. Un día se produjo una seria disputa al respecto entre Slytherin y Gryffindor, y Slytherin se fue.
El profesor Binns se detuvo de nuevo y frunció la boca, como una tortuga vieja llena de arrugas.
—Esto es lo que nos dicen las fuentes históricas fidedignas—dijo—, pero estos simples hechos quedaron ocultos tras la leyenda fantástica de la Cámara de los Secretos. La leyenda nos dice que Slytherin había construido en el castillo una cámara oculta, de la que no sabían nada los otros fundadores.
»Slytherin, según la leyenda, selló la Cámara de los Secretos para que nadie la pudiera abrir hasta que llegara al colegio su auténtico heredero. Sólo el heredero podría abrir la Cámara de los Secretos, desencadenar el horror que contiene y usarlo para librar al colegio de todos los que no tienen derecho a aprender magia.
Cuando terminó de contar la historia, se hizo el silencio, pero no era el silencio habitual, soporífero, de las clases del profesor Binns. Flotaba en el aire un desasosiego, y todo el mundo le seguía mirando, esperando que continuara. El profesor Binns parecía levemente molesto.
—Por supuesto, esta historia es un completo disparate—añadió—. Naturalmente, el colegio entero ha sido registrado varias veces en busca de la cámara. No existe. Es un cuento inventado para asustar a los crédulos.
Hermione volvió a levantar la mano. Harry miró con sorpresa a su amiga, no podía creer que después de tal historia ella siguiera interesada.
—Profesor...¿a qué se refiere usted exactamente al decir «el horror que contiene» la cámara?
—Se cree que es algún tipo de monstruo, al que sólo podrá dominar el heredero de Slytherin—explicó el profesor Binns con su voz seca y aflautada.
La clase intercambió miradas nerviosas. Harry se preocupó de que todo fuera cierto y su amiga de verdad estuviera en peligro.
—Pero ya les digo que no existe —añadió el profesor Binns, revolviendo en sus apuntes—. No hay tal cámara ni tal monstruo.
—Pero, profesor —comentó Seamus Finnigan—, si sólo el auténtico heredero de Slytherin puede abrir la cámara, nadie más podría encontrarla, ¿no?
—Tonterías, O'Flaherty —repuso el profesor Binns en tono algo airado—, si una larga sucesión de directores de Hogwarts no la han encontrado...
—Pero, profesor —intervino Parvati Patil—, probablemente haya que emplear magia negra para abrirla...
—El hecho de que un mago no utilice la magia negra no quiere decir que no pueda emplearla, señorita Patati —le interrumpió el profesor Binns.
Harry salió con sus dos amigos del salón al acabar la clase, quería distraerse un poco pero Hermione no dejaba de hablar de eso. Caminaron hasta los jardines donde Violet se acercó a ellos apenas los vio.
–Por fin salí de clases, no veía la hora de tomar aire fresco–dijo la rubia ceniza acercándose a ellos–. ¿Qué tal historia de la magia? ¿Durmieron bien?
–¿Dormir? ¿Quién iba a dormir con la historia de terror que contó el profesor Binns?–exclamó Ron.
–¿Historia de Terror?
–¡Si!–ahora fue Hermione quien exclamó–. Contó la historia de la cámara de los secretos.
–Es una leyenda–aclaró Harry.
–Las leyendas siempre tienen una base real–dijo Violet, su amiga sonrió ya que fue lo mismo que ella dijo hace un rato–, pero Mione si eso llega a ser cierto. ¿Por qué tanto interés?
–Me interesa la historia de Hogwarts.
–Mientras la historia no intente matarme–Harry suspiro–. Papà me dijo que no intentara morir este año y la verdad no quiero preocuparlo.
—Pero ¿quién podría ser? —dijo con voz tranquila, como si continuara una conversación que hubieran estado manteniendo—. ¿Quién querría echar de Hogwarts a todos los squibs y los de familia muggle?
—Pensemos —dijo Harry con simulado desconcierto—. ¿Conocemos a alguien que piense que los que vienen de familia muggle son escoria?
Miró a Hermione. Hermione miró a Violet, poco convencida.
—Si te refieres a Malfoy....–dijo la castaña.
—¡Naturalmente! —dijo Ron—. Ya lo oyeron: «¡Los próximos serán los sangre sucia!», no hay más que ver su asquerosa cara de rata para saber que es él...
—¿Malfoy, el heredero de Slytherin? —dijo escépticamente Violet.
–Y si no es el, definitivamente es Lestrange «¡Ja, sabrán qué significa!» –Ron lo imitó–. Además son primos, familia al fin, herederos de Slytherin.
—No es tan descabellado, fíjate en su familia —dijo Harry, cerrando también sus libros—. Todos han pertenecido a Slytherin, ambos siempre alardean de ello. Podrían perfectamente ser descendientes del mismo Slytherin. Su padre es un verdadero malvado y tengo entendido que los padres de Lestrange eran malos o algo así.
Ron hizo un gesto que Potter no entendió.
La mente de Harry estaba cegada por la angustia, no sabía que culpar a Draco involucraba a aquella rubia con la que le gustaba hablar.
—¡Podrían haber conservado durante siglos la llave de la Cámara de los Secretos! —dijo Ron—. Pasándosela de padres a hijos...
–No es tan descabellado–comentó Violet–, mi padre siempre me ha dicho que tenga cuidado con ellos.
—Bueno —dijo cautamente Hermione—, supongo que puede ser.
—Pero ¿cómo podríamos demostrarlo? —preguntó Harry, en tono de misterio.
—Habría una manera—dijo Hermione hablando despacio, bajando aún más la voz —. Por supuesto, sería difícil y peligroso, muy peligroso. Calculo que quebrantaríamos unas cincuenta normas del colegio.
–¿Es lo que yo creo?–Violet abrió sus ojos como platos–. Herms, eso nos puede llevar a la cárcel. ¿Cómo vamos a ocultar eso casi un mes?
—Si, dentro de un mes más o menos, les parece que podrían empezar a explicárnoslo, ¿vale?—dijo Ron, airado.
—De acuerdo—repuso fríamente Hermione—. Lo que tendríamos que hacer es entrar en la sala común de Slytherin y hacerle a Malfoy algunas preguntas sin que sospeche que somos nosotros.
—Pero eso es imposible —dijo Harry, mientras Ron se reía y Violet se mantenía seria.
—No, no lo es—le corrigió Violet–. Hay una forma.
—Esa forma es lo único que nos haría falta...una poción multijugos.
—¿Qué es eso?—preguntaron a la vez Harry y Ron.
—Snape la mencionó en clase hace unas semanas.
—¿Piensas que no tenemos nada mejor que hacer en la clase de Pociones que escuchar a Snape? —dijo Ron.
–Supongo, Ron.
—Esa poción los transforma a uno en otra persona. ¡Piensen en ello! Nos podríamos convertir en tres estudiantes de Slytherin. Nadie nos reconocería–Hermione ya se había entusiasmado.
–Y si nos convertimos en los estudiantes correctos seguramente Malfoy nos diría algo–añadió Violet–. Lo más probable es que ahora mismo esté alardeando de ello en la sala común de Slytherin.
—Esto del multijugos me parece un poco peligroso—dijo Harry, frunciendo el entrecejo.
–Debes cambiar tu manera de ver el peligro Harry, lo digo por el año pasado–le dijo Violet con ironía.
—¿Y si nos quedamos para siempre convertidos en cuatro de Slytherin?
—El efecto se pasa después de un rato —dijo Hermione, haciendo un gesto con la mano como para descartar ese inconveniente—, pero lo realmente difícil será conseguir la receta. Snape dijo que se encontraba en un libro llamado Moste Potente Potions que se encuentra en la Sección Prohibida de la biblioteca.
Solamente había una manera de conseguir un libro de la Sección Prohibida: con el permiso por escrito de un profesor.
—Será difícil explicar para qué queremos ese libro si no es para hacer alguna de las pociones.
—Creo —dijo Hermione— que si consiguiéramos dar la impresión de que estábamos interesados únicamente en la teoría, tendríamos alguna posibilidad...
—Ni lo intentes...ningún profesor se va a tragar eso —dijo Ron—. Tendría que ser muy tonto...
Violet se acercó a Harry y le susurro.
–Creo que es hora de usar la capa.
§
Este capítulo tuve que dividirlo en dos parte porque cuando lo termino quedó de más de 8000 palabras. ¡Me sorprendí!
Pero eso significaba más para ustedes y lo valía, ya se acercan los problemas.
¿Que creen que pase?
Espero sigan disfrutando.
Xoxo, Ela.
§
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