-31.

XXXI:
¿QUÉ ESCONDEN LOS MALFOY?

MÉROPE HABÍA PASADO UNAS BUENAS VACACIONES, había estado con sus primos y abuelos recorriendo lugares de Londres, mientras que Lucius y Narcissa se mantuvieron en casa.

Este año no había podido pasar días en casa de su padrino debido a los viajes, por lo que Severus Snape había ido directamente a la mansión Malfoy a practicar pociones.

De igual forma, Draco también recibía lecciones por parte de Snape, pero por orden de su padre debían ser por separado, así que Draco ya había tenido la suya en la mañana y Mérope la estaba teniendo esa tarde.

—¿Cuándo me enseñarás toda esa magia que sabes, padrino?—preguntó la pequeña niña.

—Cuando cumplas diecisiete, ahí te prometo enseñarte toda la magia que necesites para defenderte—respondió sereno mientras guardaba con magia las cosas de la lección en su baúl.

—¿Defenderme de que?

—A veces Mérope, no somos conscientes de que los mayores peligros son aquellas cosas que creemos inofensivas—habló Snape con su común tono de voz.

—Entiendo, entonces la maldad puede estar en todas partes—habló Mérope algo reflexiva.

—Así es, pero en ocasiones la maldad es subjetiva—dijo Snape cerrando el baúl.

—¿Subjetiva? ¿Qué significa eso?—preguntó la pequeña con algo de confusión.

—Lo que para ti es bueno o correcto, para otros puede ser muy malo y horrible—suspiró, pensando en aquellos prejuicios que lo alejaron de su amada y que ahora su ahijada había crecido con ellos—. Claro qué hay cosas que siempre serán malvadas, cómo matar, robar o traicionar.

—Yo no podría traicionar a mi familia, padrino—contó la platinada con toda sinceridad—. Mi padre dice que esa es la peor cosa que se le puede hacer a los que te han apoyado siempre y...es imperdonable.

Lo último lo dijo con cierto terror, definitivamente su miedo más grande era que su familia la rechace u odie por completo.

—No creo que tus padres sean capaces de odiarte, Mérope—respondió el slytherin mayor—. Eres su adoración, de los tres, y hasta la mía.

—Lo sé, y yo también los amo, pero a veces la gente hace cosas sin pensar y qué tal yo haga algo y no me lo perdonen...

—Algo...¿Cómo qué?

—No sé—dijo Mérope con algo de desesperación, de verdad esa idea le aterraba—, tal vez ser amiga de un sangre-sucia o de un traidor, padre estaría decepcionado.

—Es cierto, pero no es imperdonable—respondió Severus—. Lo importante es que para evitar esas cosas tengas siempre muy claro a quienes no acercarte.

—Solo debo ser amiga de sangre-puras, o mestizos que no les guste su parte muggle—repitió aquellas palabras que su padre tanto le repitió antes de comenzar la escuela—. Mejor si solo tengo amigos en Slytherin, y por nada del mundo estar cerca de personas de Gryffindor mientras pueda.

—Me alegra escuchar eso, hay personas insoportables como los Weasley o Potter, es mejor que no te acerques a ellos—habló Snape con fastidio.

—¿Por que son un fastidio?—preguntó con curiosidad, su padrino debía hablarle con la verdad y tenía que aceptar que a veces tenía cierta curiosidad sobre ellos.

—Esos Weasley, no se quedan quietos ni un momento, son realmente fastidiosos y ruidosos, se la pasan gastando bromas y haciendo desorden por toda la escuela—habló con un de nuevo notable fastidio en su voz—. Y ni hablar de Potter, es idéntico al fastidioso de su padre...Presumido, arrogante y con una irritante capacidad de siempre salirse con la suya,

—No sabía que Ha...digo, ellos fueran así, ya sabe tan insoportables—respondió Mérope—. Solo sé que Drella se lleva muy mal con los gemelos, al parecer la molestan mucho.

—Es cierto, George Weasley parece estar tan fascinado con Venus Lestrange que la eligió para ser su blanco de bromas el año pasado—contó con pesadez recordando la cantidad de veces que la Lestrange llegó a su oficina cubierta de sustancias extrañas o poniendo quejas de los gemelos Weasley, en especial de George—. Esperemos que este año encuentren otro, sería de ayuda para mi.

—Este año...¿pasará algo interesante?

—Depende que tipo de interesante, si será como el año pasado prefiero que no pase nada—contó Snape, recordando a Quirrell y Voldemort—. Solo tendremos el Aniversario de Muerte de Nick Casi-Decapitado, seguro hará una gran fiesta en su mazmorra.

—¡Eso será divertido!—aplaudió Mérope suavemente—. Tendremos una fiesta, amo los cumpleaños.

—Seguramente se divertirán—habló el hombre—. Bueno mi querida ahijada, me temo que es hora de irme.

—¿Ya? Pensé que practicaríamos más pociones—dijo Mérope algo desanimada, aunque su padrino era callado y frío ella disfrutaba el tiempo con él.

—Draco y tú ya saben las necesarias para su segundo año, con eso estará bien por ahora—comentó ya terminado de guardar todo.

—Está bien padrino, nos veremos en Hogwarts entonces—empezó a caminar con su padrino a la habitación de transporte de la mansión, donde estaba la chimenea que estaba conectada a la red flu.

—Nos vemos en Hogwarts Mérope, despídeme de tus padres y hermano—dijo Snape mientras entraba a la respectiva habitación.

—Nos vemos.

—¡La hilandera!—gritó Snape luego de lanzar un puñado de polvos flu. Mérope entrecerró los ojos por la luz y vio a su padrino desaparecer entre las llamas.

Suspiró, a pesar de que quería aprender más estaba cansada y ya casi era hora de dormir.

Empezó a caminar directo a su habitación cuando un rayo de luz salía desde una habitación entreabierta, era la puerta que llevaba a aquella ala de la mansión que ella y su mellizos tenían completamente prohibida. Ahí estaban los despachos de sus padres y las escaleras que llevaban a la cámara donde su padre guardaba sus colecciones de objetos oscuros.

Escuchó voces, y su curiosa interior no pudo más y acercó un poco la oreja escondiéndose detrás de una de las grandes materas frente a la puerta.

Los sonoros tacones de su madre se alcanzaron a escuchar junto al sonido que emitía el bastón de su padre.

—Mi padre me lo dio hace años, Narcissa—habló Lucius, a Mérope le encantaría saber de qué hablaba—. Me dijo que debía hacerlo llegar a Hogwarts en el momento indicado.

—¿Y el momento es ahora? ¿Con nuestros hijos ahí?—la voz de la Black sonaba algo preocupada.

—Sabes muy bien que ellos no saldrían lastimados, ellos son sangre-pura y además son Malfoy, de los mayores servi...—Lucius siguió hablando pero fue interrumpido por su esposa.

—No lo digas, no hasta que él vuelva y tengas que rendirle cuentas, Lucius—Mérope notó que su madre soñaba hasta un poco molesta—. No creo que le agrade saber que has estado del lado del ministerio.

¿A quién no le agradaría? ¿Quien volvería?. Mérope no se podía ni hacer una idea de la persona que podría estar hablando su madre.

—Ni siquiera sabemos si lo sabrá, aún así necesita un infiltrado ahí al final de todo—habló el Malfoy con seguridad.

—Mientras quiero a mis hijos fuera de eso—dijo Narcissa con severidad—, si eso va a entrar a Hogwarts no será por medio de uno de mis mellizos.

—Lo prometo, cariño—respondió con sinceridad, no pensaba que sus hijos se acercaran a ese diario.

De repente el sonido de algo moviéndose interrumpió la charla y alertó a Mérope, que pegó un pequeño brinco.

—¿Qué fue eso? ¿Crees que los niños están ahí?—preguntó Narcissa al sentir el ruido.

—No lo creo, ellos saben que está completamente prohibida su entrada a este lado de la mansión—los pasos se hicieron más fuertes y Mérope se hizo bolita junto a la matera, su padre se estaba acercando.

De repente sintió como un cuerpo cayó a su lado, era Draco. Estuvo a punto de soltar un gritito, pero la mano de su hermano mayor cubrió su rostro.

—Silencio Cissa...¿Acaso quieres que nos encuentren?—dijo Draco en un susurro. Mérope negó con la cabeza.

Los pasos se detuvieron y la puerta se abrió un poco más, el corazón de los mellizos latía a mil por hora temerosos de ser descubiertos.

Lucius se asomó por la puerta y miró de un lado a otro, al no ver nada volvió a irse por el largo pasillo, aliviando a los mellizos.

—Eso estuvo cerca—habló Mérope aún manteniendo su tono de voz bajo, por si su padre seguía cerca—. ¿Acaso estabas escuchando?

—¿Acaso tú estabas escuchando?—contraatacó el mellizo mayor—. Claro que lo estaba haciendo, sabes que me encantaría saber lo qué hay detrás de esa puerta.

—Por algo está prohibida, ¿no crees?—lo cuestionó Mérope—. Aunque no te niego que me da curiosidad a veces...

—¿Y si entramos?

—Tendría que...

—Voy a darle su beso de buenas noches a los niños, deben estar cansados—habló la maternal voz de Narcissa Malfoy.

Draco y Mérope abrieron los ojos con fuerza y se miraron. Era hora de correr.

Lo más rápido que pudieron tomaron camino a su habitaciones, Mientras Narcissa antes de salir del ala prohibida de la mansión de volteo hacia Lucius.

—No quiero que mis hijos terminen involucrados en nada que tenga que ver con tu señor, son niños—habló hacia su esposo con severidad—. Ni ahora, ni nunca Lucius.

—Haré todo lo posible para que así sea, son nuestros hijos y nosotros somos fieles servidores del señor tenebroso—Lucius tomó una de las pálidas manos de su esposa—, él no les hará nada mientras le seamos leales.

—Mi lealtad por el señor tenebroso es grande sí, pero no más grande que la lealtad que le tengo a mi familia y principalmente a mis hijos—sentenció la rubia—. Prométeme que no saldrán lastimados.

—Lo prometo, tengo un plan mucho mejor.

—Cuento con eso.

Narcissa salió del pasillo, el único ruido que se escuchaba era el de sus tacones dando pisadas por los oscuros pisos de la mansión, rumbo a darle las buenas noches a sus hijos.

Cuando llegó ambos dormían en la habitación de Draco, pensó que por tardar en ir a darles las buenas noches quisieron dormir juntos.

La verdadera razón: El cuarto de Draco esta más cerca de las escaleras.

Se sentó en la orilla de la gran cama de su hijo mayor y rozó suavemente los platinados cabellos de sus pequeños con sus dedos. Parecían dos angelitos, dormían con tanta tranquilidad que si ella pudiera meterlos dentro de una burbuja donde nadie pueda dañarlos lo haría.

—Los amo con todo lo mío, y perdóneme por todo lo que les he escondido, es para protegerlos...

Tenía que aceptarlo, tenía miedo, pero no de Voldemort y de que volviera, tenía miedo de que sus hijos terminen lastimados por esa inminente guerra que se vendría si el señor oscuro llegara a volver.

Ella moriría si algo le pasa a sus mellizos.

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Pasaron un par de días desde aquella noche en el pasillo y los mellizos aún se preguntaban qué podría tener ahí su padre.

Los cuatro Malfoy estaban sentados en la mesa degustando una deliciosa cena. Las comidas solían ser calladas, pero dentro de todo el estar juntos formaban una calidez que solo ellos entendían.

—¿Emocionados por volver a Hogwarts? Ya queda menos de un mes—habló Narcissa hacía sus hijos.

—¡Si! Por fin podremos hacer las audiciones para el equipo de Quidditch—respondió Draco con algo de emoción en su voz.

—Ya no seremos los de primer año, vendrán otros y ya aprenderemos hechizos más complicados—añadió Mérope.

—¿Y no quieres audicionar para el equipo, Cissa?—preguntó la madre a su hija.

—Me gustaría, pero no el próximo año, tal vez en tercero lo haga—dijo sonriente, ella amaba jugar pero definitivamente no quería hacerlo desde su segundo año, prefería ver a Draco y Pólux jugando.

—¿Audicionar? Los Malfoy tenemos talento nato para los deportes mágicos, no se preocupen que ustedes tendrán un puesto en ese equipo sin tener que hacer nada—dijo Lucius con total convencimiento.

—¿Cómo harás eso padre?—preguntó Mérope con curiosidad, mientras Draco masticaba un pedazo de carne.

—Todo en esta vida tiene un precio cariño...

—¿Vas a comprar el equipo de Slytherin?—preguntó Draco esta vez. Narcissa soltó una leve risa.

—Si pudiera, pero no, hablo de que si podemos comprar algo que les asegure su paso al equipo—dijo Lucius con un atisbo de superioridad en su rostro, amaba la sensación de poder tener todo lo que el dinero pueda comprar—. ¿Qué creen que le falta al equipo?

—Una chica—dijo Mérope sin pensar y todos la miraron—. ¿Qué? En el equipo de Slytherin no hay chicas, es como una regla tonta.

—Tranquila cariño, con lo que tú padre haga esa regla no aplicará para ti, ni para nadie de la familia, ¿está bien?—habló Narcissa y la pequeña rubia asintió con la cabeza.

—Me refiero a cosas materiales, Cissa—dijo Lucius—. Como equipamiento, uniformes, cosas de ese tipo.

—Pues el tonto de Potter le ganó al equipo de Slytherin el año pasado solo porque tenía una Nimbus 2000 y nuestro buscador tenía una Cornet 260, como la que tenemos Cissa y yo—contó Draco con notable desprecio en su voz.

—Con que Potter...no tenía ni idea que estaba en su año—dijo Lucius con seriedad—. ¿Cómo es que se volvió buscador en su primer año?

Draco miró a Mérope, buscando que ella supiera la manera de decirle a su padre obviando la parte en la que acepta que fue prácticamente su culpa que Potter se convirtiera en buscador ese año.

—Eh...pues, la profesora McGonagall lo convenció de intentarlo, según entendí es porque...porque su padre también fue buscador en su época escolar—mintió Mérope, esperando que el último dato sea cierto ya que recuerda haberlo visto en el salón de trofeos.

—Lo recuerdo, el insoportable de James Potter le llevó muchas copas a Gryffindor—dijo Narcissa esta vez—. Cuando fui prefecta y premio anual no lo soportaba ni a él, ni a sus amigos. Creo haberlo visto en el callejón Diagon, pero no sabía que su hijo estaba en su año.

—Lo está, y es insoportable—se quejó Draco—. Todo un presumido.

Mérope se mantenía callada, le seguía pareciendo tonto el odio de su hermano hacia Harry cuando con ella había sido muy buena persona.

—Entonces le daremos al equipo de Slytherin escobas mejores que las de Potter y todo el equipo de Gryffindor—dijo Lucius.

—Eso será fácil, el resto del equipo de Gryffindor son más tontos y los Weasley—comentó Draco.

—A duras penas tendrán una barredora, que lastima por ellos, no diré que me alegra su desgracia—dijo Lucius con ironía—. Terminen de comer, tengo algo que mostrarles.

—¿Que es, padre?—preguntó Mérope.

—Algo para lo que creo que ya tienen edad de conocer—respondió.

Narcissa enseguida soltó su cubierto, sabiendo a lo que se refería su esposo.

—¿Estás seguro de que es el momento?—habló la rubia mayor.

—Completamente, ya tienen doce años—respondió Lucius terminando su fino corte de carne—. Mi padre me llevó ahí a esa edad, están listos.

—¿A qué se refiere padre, madre?—preguntó la pequeña rubia—. ¿Iremos de viaje a algún lugar?

—En realidad el lugar al que los llevaré está aquí mismo, en la mansión—respondió el hombre—. Terminen de comer, iré a preparar todo y los espero ahí en una hora.

Lucius se levantó de su silla, dejando a su esposa y dos hijos en la mesa. Narcissa se mantiene nerviosa, no creía que tan pronto su esposo le mostrará a sus hijos ese lugar de la casa, mientras que los mellizos no podían de la curiosidad y ya querían saber de qué se trataba.

—¿Es alguna parte de la casa que no conocemos? ¿Construyeron algo nuevo?—preguntó Draco a su madre.

—No creo que sea nuevo, padre dijo que nuestro abuelo lo llevó ahí—respondió Mérope analizando los factores—. Debe ser algo familiar.

—Tienes algo de razón, cariño—habló Narcissa dirigiéndose a su hija—. Su padre los llevará a un lugar de la casa que ha pasado por todos los Malfoy, algún día será su responsabilidad hacerse cargo de ese lugar, cuidarlo y hasta agrandarlo.

—¿Entonces es nuestra herencia?—cuestionó Draco y Narcissa soltó una leve risa—, pensé que no tendríamos acceso a ella hasta los diecisiete años, aunque Polux me contó que él ya puede usar la suya.

—La situación de sus primos es diferente, y bueno, esto si es una muy pequeña parte de su herencia.

—¿Puedes decirnos más?—pidió Mérope.

—No sería divertido si les cuento, más bien terminen de comer—les indicó su madre—. Todo será mejor si lo ven por ustedes mismos.

▲•▼•▲『♡』▲•▼•▲

La hora había pasado. Mérope y Draco se encontraban en la sala de su casa listos para ver aquello que su padre tanto quería mostrarles.

—Deberías dejar de engominarte el cabello, creo que suelto se vería lindo—le comentó Mérope a su mellizo.

—Padre dice que así me veo más serio—respondió Draco-. Probablemente si crece un poco más lo deje suelto, por ahora es mejor así.

—Es que sería divertido poder desordenarlo con las manos—dijo la rubia menor con una sonrisa—, así apenas y puedo tocarlo.

—No te permitiré desordenar mi cabello—se quejó el mellizo mayor-. Además yo quisiera que dejaras tu cabello más largo y tampoco lo haces.

—Cuando tu dejes de engominarte, yo lo dejo largo.

—Trato hecho—dijo Draco ofreciéndole la mano a su hermana para cerrar la promesa.

Ambos hermanos se soltaron y tomaron una postura recta cuando escucharon unos pasos provenientes de la escalera. Eran sus padres que venían por ellos.

—Espero estén listos, necesito que actúen como personas maduras ante lo que les voy a mostrar—habló Lucius con severidad.

—Sí padre—dijeron ambos niños.

—Yo los acompañaré—añadió Narcissa.

—Síganme por acá—ordenó Lucius tomando la delantera, enganchado al brazo de su esposa.

Empezaron a caminar por la gran mansión, los mellizos compartían miradas cómplices muy expectantes a eso que su padre tanto quería mostrarles.

Siguiendo la caminata los mellizos abrieron los ojos cuando se dieron cuenta que estaban frente a aquella ala de la mansión la cual tenían completamente prohibida. El Ala Oeste estaba frente a ellos, la imponente puerta negra que solo se abre si alguien apellido Malfoy la toca se empezó a abrir frente a ellos.

—¿Entraremos al Ala Oeste?—preguntó Mérope.

—Así es, Cissa—respondió su madre.

—Igualmente, siguen teniendo prohibido entrar aquí solos a menos que sea una emergencia—añadió Lucius con seriedad—. Andando.

Entraron a aquella parte del castillo que era casi completamente desconocida para ellos. Un gran pasillo se alzó frente a sus narices, y grandes puertas indicaban que ahí habían varias habitaciones. Los cuadros de sus antepasados los miraban con detenimiento mientras caminaban a través del lugar.

—¡Oh mira Septimus!—exclamó uno de los cuadros, era una bella mujer de cabellos rubios oscuros—. ¡Son nuestros bisnietos!

—Eso veo, Nohora—respondió el cuadro de un señor muy parecido a Lucius—. Así que tu eres la segunda mujer Malfoy en generaciones, toda una Black pero con lo mejor de los Malfoy, felicitaciones nieto.

—Mm...gracias—respondió Mérope con timidez hacia su bisabuelo.

—Por fin Lucius II llevará a mis tataranietos a ver la reliquia familiar—dijo otro cuadro, Lucius Malfoy I—. Yo llegué a Septimus cuando tenía diez.

—Pero lo llevo a mi padre cuando tenía 12, bisabuelo—respondió Lucius con mucho respeto al cuadro—. Igual lo hizo mi padre conmigo y yo lo haré con mis hijos.

—Dejalo en paz, Lucius II ha hecho las cosas bien con mis tataranietos—habló el cuadro de otra señora castaña clara—. Logró que la más hermosa de las Black aceptara ser su esposa, tuvo a una niña Malfoy luego de generaciones, otro hijo hermoso y les ha inculcado los valores de la pureza de la sangre, estoy orgullosa de él.

—Gracias bisabuela, pero me temo que fue suficiente por hoy—dijo Lucius—. Tengo que llevarlos a ustedes saben donde, además de mostrarles un poco este lugar.

—Adiós tatarabuela—dijo Mérope con ternura y la señora del cuadro se despidió con la mano.

Siguieron caminando por el desconocido lugar, cada paso que daban Mérope podría jurar que todo se iba volviendo más sombrío y oscuro. Sintió algo de miedo, pero luego recordó que al fin y al cabo estaba en su casa.

—¿Falta mucho?—preguntó Draco con algo de cansancio, habían caminado bastante hasta ese punto.

—En realidad no, solo tenemos que bajar por aquí y llegaremos a nuestro destino—respondió Lucius y un sombrío precipicio estaba frente a ellos.

—¿Debemos lanzarnos o algo?—volvió a preguntar Draco, mientras Mérope dio unos pasos atrás con temor.

—Haznos los honores, querida mía—dijo Lucius a su esposa—. No te asustes Cissa, no hay de que preocuparse.

—Solo hay que hacer esto, cariño—habló Narcissa, la mujer sacó su varita y apuntó hacia la punta de su tacón, le dio tres golpecitos al piso y de repente unas escaleras comenzaron a emerger de las paredes del precipicio.

—¿Nosotros también podemos hacer eso?—esta vez fue Mérope la que preguntó.

—Cuando puedan usar magia fuera de la escuela y tengan edad suficiente para venir aquí solos, claro que sí—respondió su madre.

Bajaron las escaleras con rapidez, el matrimonio Malfoy iba al frente mientras que los dos mellizos iban detrás.

Draco tomó la mano de su melliza, Mérope pensó que debía lucir bastante aterrada y Draco quiso darle seguridad, pero no sabía que lo hizo para dársela a sí mismo, ya que estaba aún más aterrado y nervioso que Mérope.

—Aquí es—los escalones se habían acabado y solo había oscuridad. Lucius golpeó el suelo dos veces con su bastón y varias llamas se encendieron en las chimeneas que adornaban la habitación.

A sus ojos apareció una especie de calabozo, pero no parecía resguardar prisioneros sino artículos de todo tipo, Mérope y Draco no tenían ni idea que era ninguna de esas cosas, solo veían los estantes y vitrinas intentando deducir que podría haber ahí exhibido.

—¿Qué es este lugar?—preguntó Draco.

—Es la cámara secreta de los Malfoy—respondió Lucius—. En nuestra familia siempre ha existido la costumbre de coleccionar artículos de magia oscura, en esos estantes hay cosas que ni el mago más malvado podría conseguir, reliquias de años.

—¿Entonces esto es como un secreto o alguien lo sabe?—preguntó Mérope.

—Un poco de ambas—habló Narcissa esta vez—. Es una pequeña cualidad de las ancestrales familias sangre-pura tener este tipo de lugares en sus casas y coleccionar una que otra cosa, incluso sus abuelos tienen un cuarto así en su casa.

—¿Y quien tiene la mejor colección?—preguntó el pequeño rubio.

—Nosotros, claramente—respondió Lucius con orgullo—. Nadie tiene una cámara tan grande como la nuestra, ni ninguna familia ha estado coleccionando este tipo de cosas tan temprano como los Malfoy, por eso debemos cuidar todo esto.

Mérope caminó un poco encontrándose con una vitrina peculiar, en ella estaba un cuaderno que parecía ser completamente inofensivo y no tener nada de magia negra.

—Padre, ¿En este cuaderno hay magia negra?—preguntó la rubia menor.

—Ese cuaderno es un pequeño recado que debo entregar—con magia, Lucius abrió la vitrina y tomó el diario guardarlo en uno de los bolsillos de su túnica—. Apenas pueda será devuelto a su dueño, fue un préstamo que le hicieron a su abuelo hace tiempo.

—Decía 1943, debió ser hace mucho tiempo ese préstamo—añadió la rubia.

—Hace casi cincuenta años—completó Narcissa—, hay una leyenda en Hogwarts que tiene ese mismo tiempo.

—¿Ah sí? ¿Cuál?—cuestionó Draco. Su madre miró a su padre buscando aprobación con la mirada, el patriarca asintió con la cabeza e hizo aparecer dos sofás en el lugar para que pudieran tomar asiento.

—Mientras su madre les cuenta esa historia yo iré a organizar algunas cosas de este lugar—el mayor se fue en dirección a uno de los estantes, dejando a madre e hijos solos.

—Bueno, hace mucho tiempo se decía que había un lugar en Hogwarts llamado la cámara de los secretos...

▲•▼•▲『♡』▲•▼•▲

Narcissa corría de un lugar a otro intentando hacer la cena de ese día, aunque su madre me había enseñado a ser una gran cocinera tenía mucho tiempo en hacer una comida por sí misma.

—¿Dónde está ese elfo?—se preguntaba la mujer—. ¡Dobby! ¡Dobby! Ya verá el castigo que le espera.

—¿Aún no aparece el elfo?—dijo Lucius que pasaba por ahí al ver a su esposa tan desesperada.

—No aparece desde el almuerzo, fue lo último que me ayudó a hacer—se quejó la matriarca—. Lo he llamado un montón de veces y simplemente no aparece.

—Llamaré a los niños, tal vez ellos lo tienen ocupado—habló para luego llamar a sus dos hijos.

—Eso no tendría sentido, es un elfo, puede teletransportarse y hacer todo en un segundo—habló irritada mientras los mellizos bajaban por las escaleras.

—Sí, padre—dijeron los dos rubios menores al mismo tiempo cuando llegaron a la cocina.

—¿Ustedes estaban jugando con Dobby?—preguntó el padre.

—No padre, Dobby no ha jugado con nosotros desde la hora de la merienda—respondió Mérope.

—¿Y no lo han visto?—volvió a preguntar Lucius.

—No padre, incluso lo llamé porque uno de mis juguetes se rompió y no apareció nunca—dijo Draco en forma de queja.

—¿Dónde estará es...

Ding Dong.

El sonido del timbre de la Mansión interrumpió la posible expresión vulgar que Narcissa iba a lanzar.

Los cuatro miembros de la familia quedaron extrañados ante el llamado a la puerta debido a que ninguno esperaba ningún tipo de visita.

—¿Esperábamos visita?—preguntó Narcissa—. Apenas y estoy logrando cocinar para los cuatro.

—Que yo sepa no esperábamos a nadie—respondió Lucius—. Será mejor que vayamos a ver.

El matrimonio se dirigió hacia la puerta.

—¿Vamos a ver quién es?—preguntó Mérope a su mellizo.

—No lo dudes, con esta no me quedo—respondió cómplice y ambos empezaron a caminar casi en puntilla a la dirección que sus padres se fueron.

—¿Quién crees que sea? ¿Alguno de nuestros amigos?—preguntó Draco a su hermana en un susurro.

—No lo creo, seguro avisaban—respondió Mérope en el mismo tono—. Tal vez es el ministro, o algún amigo de padre del trabajo.

—Quedémonos aquí—dijo Draco cuando llegaron a un mueble donde tenían una buena vista de la puerta, sin ser vistos por sus padres o los que habían llegado.

—Lucius Malfoy—dijo una voz en un tono serio, pero inevitablemente cantarín—. No diré que me agrada verte, pero definitivamente este tipo de visitas si me agradan.

—Arthur Weasley, ¿Quién te dijo que podías venir así a mi Mansión?—respondió el Malfoy con desprecio—. ¿Acaso vienes a admirar lo que tú nunca podrás tener?

—Creo que definitivamente no es un amigo—añadió Mérope hacia su hermano—. Espera, ¿Weasley?

—Será el padre del insoportable Weasley amigo de Potter—respondió Draco con desprecio—. Igual de entrometidos.

—Ya quisieras, Malfoy, pero la verdad es que no te envidio ni una baldosa de ese lugar—respondió Arthur—. Me temo que no he venido solo, el departamento de seguridad mágica está aquí y quieren hacerte unas preguntas.

El señor Weasley se corrió a un lado dejando ver a un encargado y dos aurores.

—Señor Malfoy, soy Karl Edgecombe del departamento anti-magia oscura y hemos venido a...

—Claro que sé quién eres, yo trabajó en el ministerio y en un cargo muy importante por si se les olvidaba—interrumpió Lucius al encargado.

—Disculpe señor Edgecombe, pero ¿qué es todo esto?—habló Narcissa—. Llegar así a nuestra casa, sin ningún tipo de orden y pasando por encima de mi esposo.

—En realidad señora Malfoy, si tenemos una orden—respondió el sujeto de apellido Edgecombe—. Su casa está entre las seleccionadas para inspeccionar, me temo que tendrán que dejar entrar a mis dos aurores a que revisen el lugar.

—¿Van a revisar la casa?—le susurró Draco a su hermana.

—Eso parece, ¿Crees que vayan a ya tú sabes dónde?—dijo Mérope con algo de preocupación—. Al parecer no está bien tener esas cosas ahí.

—La verdad no nos importa si madre y padre tienen ese tipo de cosas ahí, tenemos que evitar que lo vean—habló el mellizo menor.

—¿Acaso no recuerdas que la puerta solo se abre con sangre Malfoy?—le recordó Mérope—. Mientras ninguno de nosotros se acerque no podrán saber qué ahí hay algo.

Los inspectores duraron un buen rato revisando la casa, era gigante y no tenían cuando terminar. Al cabo de un largo rato concluyeron que no podrían revisar el lugar en un díaz

—Nuestros detente tires no ha sido exactos, creo que debemos planear otra requisa ya que a este paso no terminaremos nunca—habló Arthur Weasley.

—¿Es necesario que vengan de nuevo?—se quejó Narcissa—. Ya vieron que aquí no hay nada.

—La casa es inmensa—habló el inspector—. Vendremos después para revisar los rincones de la casa que no pudimos, Arthur tiene razón.

—Entonces por el momento lárguense de aquí—bramó Lucius—. Hablaré de esta situación con el ministro, esto es inaceptable.

Los intrusos se fueron de la mansión Malfoy rápidamente, Lucius y Narcissa ardían en rabia, se supone que su alto cargo en el ministerio debía evitar este tipo de situaciones.

Lucius sabía que todo era culpa de Arthur Weasley.

—Volvamos a la cocina antes que regresen—Draco tomó a su hermana de la mano y corrieron en silencio a sentarse en las sillas de la amplia cocina.

—Ese Weasley me las va a pagar—se quejó Lucius mientras entraba a la cocina seguido de su esposa—. Está claro que él le insistió a los inspectores para que vinieran aquí, quiere hundirme.

—Padre, ¿Ese tal Arthur Weasley es el padre de los pelirrojos insoportables de Gryffindor?—preguntó Draco.

—Ese mismo, su cerebro es del tamaño de un maní—se volvió a quejar el patriarca—. Tanto que tuvo más hijos de los que algún día podrá mantener.

—Creo que tendremos que esconder algunas cosas, esos rastreadores se veían muy bien—dijo Narcissa—. Mejor vamos a cenar, mira que he preparado yo por completo la comida después de mucho tiempo.

—Me emociona comer comida hecha solo por ti, madre—le dij oMerope con ternura—. A la próxima déjame ayudarte.

—Espero que no haya una próxima, pero lo tendré en cubierta primor—respondió la mujer mientras hacía flotar el banquete había hecho hasta la mesa.

—Tendré que llevar algunas cosas a Borgin y Burke, me dará una buena paga y me libraré de problemas—comentó Lucius.

—¿Borgin y Burke?—preguntó Mérope.

—Es una tienda donde compran y venden cosas como las que tenemos en la cámara—respondió Lucius—. No queda exactamente en el callejón Diagon pero está cerca.

—¿Los llevarás ahí?—preguntó Narcissa.

—Ya conocieron la cámara, están listos para lo demás—respondió el padre—. Niños, mañana iremos al callejón Knockturn.

Definitivamente los Malfoy esconden muchas cosas.

§
Nueeeeevo capítulo por finnnnn.

Dios amé tanto este cap, disfruto mucho escribir como me imagino las cosas desde la perspectiva de los Malfoy.
Fue complicado de finalizar porque tenía muchos detalles pero aquí está!!

Tardé en volver, lo sé, pero:
La universidad me consumeeeee.
Acabo de dimensionar cuanto tiempo tarde en actualizar, lo siento tanto, intentaré traer capítulos esta semana que la tengo desocupada.

¡Espero les guste mucho!
Pásense por mis otros fics, no puedo creer que he subido tanto de numero 14k gracias a todxs.

Voten, comenten y compártanlo.
Xoxo, Ela.
§

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