𝟎𝟓.

❝*⁰⁵. ¿ᵖᵃᵇˡᵒ?

𝑩𝒂𝒓𝒄𝒆𝒍𝒐𝒏𝒂, 𝑬𝒔𝒑𝒂𝒏̃𝒂
𝟏𝟖/𝟎𝟗/𝟐𝟐


AÍDA

Llegué a casa y un delicioso olor me inundó al cruzar las puertas.

—Huele delicioso, mamá. —dije, dejando mi bolso en el perchero.

Ella rió. Mi madre era una de las personas más dulces que conozco. Con mi mismo pelo, y misma altura también.

—Te estoy haciendo una pasta a la carbonara, como a ti te gusta.

Me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla.

—Te adoro, gracias.

—Qué me vas a dar gracias.

Reí.

—Salgo esta noche con Ali, mamá.

Ella asintió y levantó la cuchara de palo con la que estaba revolviendo la pasta en la olla.

—Dile a Ali que a ver cuando viene a verme, que está perdida. Ella sabe que siempre está invitada.

Ali y yo somos amigas desde la guardería, y realmente tenemos la amistad más hermosa. Somos como hermanas. Por eso, para mi madre, Ali es como otra de sus hijas.

—Se lo diré —le aseguré—. ¿Y papá?

—Ha ido a comprar unas cuantas cosas que nos faltan con Marlie. No tardarán en llegar. —me contó.

Asentí.

—Voy a mi cuarto.

—Vale.

Al llegar, me tumbé en la cama y cogí mi móvil. Me metí a Instgram, que hace tiempo no entraba, y miré las historias de la gente que seguía.

Me fijé en la nueva solicitud que tenía, ya que tenía la cuenta en privada.

«pablogavi te ha enviado una solicitud de seguimiento»

¿Y este cómo había conseguido mi Instagram?

Le acepté la solicitud y lo seguí de vuelta; no le vi nada de malo en hacerlo.

Sentí la puerta de mi habitación abrirse, miré hacia ella: era mi hermanita, Marlie.

Marlie me llegaba por la barriga, recuerdo que en su última revisión médica media uno diecisiete. Mi hermana tenía el pelo de mi mismo color, castaño. Pero no lo tenía rizado, más bien ondulado. Un montón de pecas cruzaban su cara y sus dos paletas de hueso le estaban empezando a crecer.

Adoro a mi hermana, es una de las personas que más quiero junto a Ali y mis padres.

—¡Aída! —exclamó, abrazándome.

Sonreí.

—Mira lo que me ha comprado papá. —dijo sonriente para después levantar un dispensador de lacasitos.

Reí.

—Está muy chulo. —dije, asintiendo.

—Pero papá me ha dicho que no puedo comérmelos antes de comer. —me contó, haciendo un puchero.

—Es que papá tiene razón. Pero no pasa nada, porque te los puedes comer de postre, ¿sí?

Ella asintió con una sonrisa.

—Pues vamos, que la comida ya debe de estar lista. —dije, levantándome.

Le cogí de la mano y fuimos al comedor. La comida estuvo riquísima.

En la tarde no hice nada en especial. Llegadas las ocho de la tarde, cuando el sol estaba apunto de esconderse, decidí empezar a arreglarme y tomarme mi tiempo sin llegar tarde.

Fui a mi armario y con detenimiento pensé en qué me iba a poner: por una vez que salía de fiesta quería ir muy bien.

Pensé en ponerme unos vaqueros con un top, pero lo vi muy cotidiano. Finalmente opté por ponerme un vestido, aprovechando que todavía el frío no había llegado.

Estaba entre tres, uno negro, otro rojo y uno dorado. Después de minutos pensando me decidí por el vestido negro.

Me metí a la ducha, duchándome sin prisa. Hice también mi tratamiento Curly para mis rizos. Eso me demoraba su tiempo.

Al salir de la ducha me puse el vestido, el cual me llegaba por los muslos y se ajustaba a mí perfectamente. Terminé de arreglarme el pelo y opté por ponerme unos tacones del mismo color que el vestido.

Me maquillé a mi tiempo, todavía eran las nueve y vente. Me puse una sombra de ojos marrón, rímel, algo de rubor e iluminador. Y por último,  un brillo rojo para mis labios carnosos.

Me puse perfume, antes de que se me olvidara, y faltando veinticinco minutos para que Ali hiciera aparición, me saqué unas par de fotos.

Subí la que más me gustó a Instagram stories. La foto que escogí me la hice en el espejo, mostraba mi largo pelo rizado y mi cuerpo mostrando el vestido.

También subí otra pero esta vez enseñando mi cara.

Poco después salí de casa, no sin antes despedirme de mi familia que me decían, como siempre, que fuera con cuidado.

Ali estaba frente a la puerta de mi casa con su coche negro.

—¡Chica, estás radiante! —exclamó, sonriente cuando me subí al coche.

Reí y la miré a ella. Ali iba vestida con una falda de tubo azul marino y un top blanco parecido a sujetador de encaje. Recuerdo que nos compramos el mismo, ella en blanco y yo en negro.

Llevaba una coleta alta y maquillaje perfecto de labios rojos mate.

—Pues tu igual, hija. —reí.

—¡Ay, qué emoción! La vamos a pasar genial. Hace tiempo no salíamos de fiesta. Ya tocaba, por Dios. —se notaba su emoción.

En el camino me fijé en dos notificaciones que me habían llegado. Eran de Instagram y las dos decían exactamente lo mismo: «a pablogavi le ha gustado tu historia». Le había dado like a las dos. Pasé del tema.

Minutos después llegamos a la discoteca. Eran ya las once y no había cola, claro. Como dijo Ali, aquí solo abundaba gente con dinero. No cualquiera estaba aquí.

Ali le entregó las entradas al guardia de seguridad, el cual iba acompañado de otro que estaba en el otro extremo de la puerta.

Al entrar aluciné. Era una discoteca amplia, de dos plantas, y una gran pista de baile. Se escuchaba Quevedo cuando entramos. Había un buen ambiente y las luces de colores inundaban el lugar.

Gente había, bastante. Pero no como en una discoteca pública, he de decir. El ambiente era más ligero, menos agobiante.

—Voy a pedir unos chupitos. —me avisó Ali, casi gritándome en el oído por el barullo y la música.

Me senté en un taburete cerca de la barra. Admiré el lugar y a la gente bailar. Poco después vino mi amiga con dos chupitos en la mano color rojo.

—Toma. —dijo, entregándomelo.

Se tomó el suyo de un tirón y yo la repetí. No iba a beber mucho más, sabía que la que tenía que conducir era yo, aunque tuviera Ali bastante aguante.

—Qué color más raro tenía. —opiné de la bebida.

Asintió.

—Pero están que flipas.

—¿Ya lo probaste? —le pregunté.

—Sí, solo los venden en esta discoteca. Son personalizados para el lugar. —me contó.

—¿Y con quién viniste? —yo nunca antes había venido.

—Con Lucas. —respondió.

Lucas era uno de sus ex.

Pasó un tiempo y me tomé dos chupitos más. Aunque el alcohol me hiciera más suelta seguía sobria, sabía lo que hacía.

Me entró ganas de bailar, Ali estaba bailando con un chico pelinegro así que la dejé en paz.

Me metí en la pista del baile, y alrededor de toda esa gente de buen dinero, me moví al ritmo de la música. Moví las caderas al unísono de la música de fondo, con los ojos cerrados dejaba que mis manos fluyeran con la melodía.

En un tiempo más bailando note que unas fuertes manos me agarraban de la cintura, un fornido cuerpo se posó detrás de mí. Concentrada con mi baile, lo dejé de pasar. Pero segundos después me dió curiosidad de quién era el que se posaba detrás de mí.

Me giré, el chico seguía con las manos puestas en mí cintura, ahora me miraba directamente a la cara. Enfoqué bien la vista a través de la oscuridad de la discoteca: ese bonito rostro yo lo conocía.

¿Pablo?

Me separé al darme cuenta de que era él.

—¿Qué coño haces? —le dije, aturdida.

Él soltó una carcajada.

—Pensé que tardarías menos en darte cuenta. —dijo con una sonrisa.

—Dios, ¿en qué estabas pensando?

—No es para tanto, guapa. Solo bailaba contigo, que cabe aclarar que lo haces bien.

Solté una risa amarga.

—Qué gracioso. —espeté con ironía.

—¿Viste?

—Disfruta de la noche, Pablo Gavira. —dije en forma de despedida mientras me alejaba.

Y aunque ya estuviera unos metros alejada de él, sentía el peso de su mirada todavía sobre mí.

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Atte: Ari la anónima( )

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