─UNO─ Ella golpeó la carta contra la mesa, pillándole por sorpresa. ─Parece que he ganado─ Sonrió ella, mirando la expresión irritada del rubio.

Él chasqueó la lengua ─Ni de coña te dejo ganar, juguemos de nuevo─ Resopló, tirando el resto de las cartas sobre la mesa.

─Lo que tú digas, kats─ Le dijo juguetona, inclinándose para acariciarle la frente. Ella soltó una risita y sacó el móvil del bolsillo. ─Ya son las cuatro, ¿estás cansado?─ Le preguntó, frotándose la nuca.

─No, claro que no─

─¿Estás seguro? Puedes irte a la cama si quieres─ Si era así, la chica no quería que se quedara con ella, era más que bienvenido a irse. Estaba segura de que estaría bien sola, después de todo, no quería tener que estropear el horario de sueño de otra persona.

─Entonces, ven conmigo─ Sonrió, haciendo que ella abriera los ojos un poco más.

─¿Q-que?─ El calor subió a sus mejillas, tiñéndolas de rosa claro, mientras tragaba el aire que de pronto se había vuelto espeso.

─Lo que has oído, tengamos una revancha y luego me iré a la cama─ Cruzó los brazos sobre el pecho, mirándola a los ojos. ─¿No quieres?─ Sus ojos se entrecerraron mientras sus labios se curvaban en una mueca.

─No, ¡no es eso! solo...─ Se calló, apartando los ojos de él.

─No me digas que estás nerviosa. Solo vamos a jugar al UNO en mi habitación─ La sonrisa de él aumentó y le puso los dedos bajo la barbilla, obligándola a mirarlo. Ella tragó saliva por el nudo que se le había formado en la garganta.

Él tenía razón, no tenía por qué estar nerviosa.

Entonces, ¿por qué la forma en que él la miraba la hacía sentir lo contrario? Realmente no creía que fuera una buena idea pero, ¿qué era lo peor que podía pasar?

Tal vez perder el uso de sus piernas, pero, hey... no es nada ¿verdad?

Suspiró, juntó todas las cartas y las volvió a colocar en la caja antes de levantarse. Sonrió hacia el rubio, que seguía con una sonrisa diabólica en la cara.

─¿Por qué me miras así, tonto?─ Ella le empujó el hombro juguetonamente, mientras caminaban por el pasillo.

Él se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de chándal negros, chasqueando la lengua. ─Por nada.─

─Eh, idiota, es aquí─ La cogió por la cintura cuando dio un paso de más y la guió hasta el interior de su dormitorio. ─Hazme el favor de no hacer mucho ruido, ¿quieres? Las paredes son finas─ Cerró la puerta lo más silenciosamente posible.

Se sentó en la cama y la miró con una de sus cejas levantadas. Ella aún estaba de pie, torpemente, recorriendo la habitación con la mirada. ─¿Vas a sentarte a jugar o qué?─ Espetó, devolviéndola a la realidad.

─E-está bien─

Ella se sentó frente a él y el colchón se hundió mientras sacaba las cartas de la caja. ─¿Lista para que te patee el culo otra vez?─ Sonrió, mirándolo después de repartirle las cartas. Él chasqueó la lengua y tiró las cartas a un lado.

─Tch, no pensarás que te he traído aquí sólo para jugar al uno, ¿verdad?─ Su tono se hizo más grave, con la misma expresión en la cara que antes. Ella ni siquiera se había dado cuenta de lo cerca que él estaba de ella ahora, prácticamente podía oír los latidos de su corazón.

─K-kats...─ Sus muslos se tensaron, llamando su atención. Él le dio un toquecito en la rodilla, sin romper el contacto visual mientras su lengua se deslizaba por sus labios.

Ella tragó saliva, nerviosa, y sintió los dedos de él recorriéndole la pierna, provocándole escalofríos. Él la empujó sobre la cama y se inclinó más hacia ella, ahora suspendido entre sus piernas.

─¿También es esto lo que quieres? No dudes en decírmelo ahora─ Le preguntó, tratando de tranquilizarla antes de ir más lejos. Ella asintió con la cabeza, y el calor subió rápidamente a sus mejillas. ─¿Estás segura?─ Preguntó y ella volvió a asentir, impacientándose un poco.

Él sonrió, antes de presionar sus labios contra los de ella. Ambos odiaron la facilidad con la que sus labios se amoldaban, casi a la perfección.

Ella jadeó al sentir la mano de él agarrando con fuerza su cintura, permitiendo que su lengua se deslizara a través de su boca.

─Solo relájate. Te haré sentir bien...─