─Sé que no estás durmiendo─ Gritó desde la puerta de su habitación, ─Vamos, maldita seas, mujer─ Insistió pero no recibió respuesta de la chica con la que llevaba todo el día esperando tener un momento a solas.

Desde su primer encuentro, le había estado ocurriendo algo extraño que ni siquiera encontraba las palabras para explicar. Era una de las principales razones por las que la odiaba. Y el sentimiento era mutuo. Girando el picaporte de la puerta, se asomó al interior de la oscura habitación.

Sus ojos miraron a su alrededor, esperando ver a la chica. Pero no tuvo suerte. ─¿Dónde demonios está?─ Se estaba agitando por no encontrarla, sentía las explosiones crecer en sus palmas.

Podría haber volado todo el dormitorio si ella no hubiera aparecido de la nada y le hubiera puesto la mano en el hombro. ─¿Qué haces aquí idiota?─ Preguntó con un mohín en los labios.

Chasqueó la lengua y sus músculos se relajaron bajo su tacto. ─No me llames idiota, idiota─ Contestó él, haciendo que ella soltara una risita y sacudiera la cabeza.

─Llevo siglos esperándote en la sala común, Kats. Date prisa─ Dijo y desapareció.

─Maldita sea ella y ese capricho de teletransportarse─ Murmuró, cerrando la puerta y metiéndose las manos en los bolsillos mientras avanzaba por el pasillo. ─Dios, qué ruidosa eres─ Se sentó al lado de la chica que comía pockys de matcha, en el sofá.

─Lo siento─ Susurró ella. ─¿Quieres uno?─ Ella le tendió la caja.

─Odio este sabor─ Dijo el chico con expresión seria, pero igual sacó uno de los pockys y se lo comió.

─Lo sé, me lo dices todas las noches─ Se rió ella mientras él ponía los ojos en blanco. ─¿Cómo te ha ido el día?─ Preguntó, intentando entablar una conversación.

─Igual que el tuyo─ Su respuesta fue corta, otra razón por la que lo odiaba, pero de todas maneras seguía con él.

─¿Por qué tienes que ser tan brusco, Kats? Hace casi dos meses que somos amigos y todavía no eres capaz de darme una respuesta decente─ Colocó la caja vacía sobre la mesa, girándose para quedar frente a él en el sofá con las piernas cruzadas.

Él tenía los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el pecho, fingiendo ignorarla. Ella suspiró, cayendo hacia delante de modo que su cabeza descansara ahora en su regazo. Él gruñó, abriendo ligeramente los párpados para mirarla.

Ella se tumbó boca arriba, con las manos en el vientre, mientras le miraba a los ojos carmesí. ─¿Te he dicho alguna vez lo bonitos que son tus ojos?─ Ella habló mirandole fijamente sus iris.

Provocándo que los ojos de él se abrieran ligeramente y luego apartaran la mirada de ella.

Chasqueó la lengua para intentar disimular el tono rosa claro que teñía sus mejillas. ─Cállate─ Su tono no era el agresivo habitual, nunca lo era cuando estaba cerca de ella. Y, por supuesto, odiaba eso.

─Sólo estoy siendo sincera, Bakugo─ Suspiró ella, cerrando los párpados.

─No-─ Le advirtió. ─No hagas eso─

Ella arqueó las cejas, confundida, y sus ojos se cruzaron con los de él. ─¿Que no hagas qué?─ Preguntó ella, incorporándose.

─No me llames por mi apellido─

A él le gustaba cómo sonaba su nombre cuando lo pronunciaba ella, pero nunca lo admitiría.

Ella suspiró apoyando la cabeza en su hombro. ─El sol saldrá dentro de unas horas, ¿qué quieres hacer hasta entonces?─ Murmuró.

─¿Puedes ir a por tu laptop? quiero ver una película─ Pidió él, y ella resopló antes de desaparecer, volviendo unos instantes después con el portátil en las manos.

─¿Cual quieres ver?─ Preguntó ella, sentándose a su lado y dejando el ordenador sobre la mesa.

─No lo sé idiota. Cualquier cosa─

Ella río por su incapacidad para tomar una decisión. ─¿Qué te parece Spiderman?─ Sugirió.

─Sólo quieres verla porque sale ese tío─ Murmuró él, haciendo que ella se riera.

─Claro, de lo contrario no la vería─ Sonrió ella, dándose cuenta de como él cambiaba de expresión y la miraba de reojo. ─Estoy bromeando─ Le golpeó el brazo juguetonamente, riéndose para sus adentros.

─Bien─ Fue su respuesta.