Ella era consciente de que tenía problemas para dormir, era un hecho inequívoco. Al principio, esperaba que un cambio de aires curara su insomnio, pero estaba claro que no sería así. Su primera noche en los dormitorios de la U.A. era prueba de ello. Pero, no se había dado cuenta de que otra persona compartía exactamente el mismo problema con ella.

La chica se había encerrado en su habitación al ponerse el sol, intentando dormir al menos unos minutos para recargar energías.

La falta de suerte hizo que dejara de dar vueltas en la cama y se quedara mirando el techo. La joven resopló molesta y se sentó en el borde de la cama.

Se levantó y se dirigió a la puerta para luego girar suavemente el picaporte, tratando de ser lo más cautelosa posible para no despertar a nadie. Las tablas del suelo crujieron bajo sus pies mientras avanzaba por el pasillo hacia la zona común.

Toda su atención estaba puesta en permanecer lo más silenciosa posible; sus ojos se entrecerraban cada vez que se producía algún pequeño ruido. Por eso entro en estado de shock cuando chocó contra algo firme; que lamentable no era una pared.

Dicha figura se giró hacia ella, y sus ojos se cruzaron con sus orbes carmesí, llenos de irritación. Jim llegó a la conclusión de que era nada más y nada menos que el egocéntrico y explosivo chico al que todo el mundo conoce: Katsuki Bakugo.

─Lo siento─ Lo esquivó y se dirigió a uno de los armarios, donde cogió una caja de pockys de matcha, el único sabor bueno en su opinión, aunque muchos de sus conocidos no estuvieran de acuerdo.

La incómoda tensión era densa entre ellos. Él estaba de pie con la espalda apoyada contra la pared, mirándola comer su pocky de matcha.

Espeluznante.

Esa fue su primera impresión, como habría sido la de cualquier otra persona.

El calor subía inesperadamente a las mejillas de la chica al sentir su mirada quemarle la nuca. De repente, las ganas de comer desaparecieron, empezó a perder lentamente el apetito -algo inusual en ella- al sentirse incómoda en la atmósfera que se había creado.

El tono carmesí que teñía sus mejillas seguía siendo evidente, temiendo avergonzarse si decidía darse la vuelta y enfrentarse a él. Así que, deseó con todas sus fuerzas que él regresara a su habitación antes de que eso ocurriera. Por desgracia, nunca lo hizo.

Dos estudiantes de primer año, ambos de la clase 1-A, estaban de pie en la sala común en un silencio extrañamente reconfortante. Ambos eran completos desconocidos el uno para el otro; pero, ¿seguiría siendo así por mucho tiempo?

La chica suspirando profundamente, se acercó a él, tendiéndole la mano. ─Yagami Jim─

Él la miró extrañado, con los brazos cruzados sobre el pecho. Y chasqueó la lengua desviando la mirada de ella hacia un lado.

Mostrarse amistosa era la única forma que tenía de salir de esa situación, pero no fue así.

Ahora comprendía por qué la mayoría de la gente intentaba evitarlo.

─No me interesa─ Se burló él, haciendo que la expresión de ella cambiara.

Sus cejas se fruncieron, sintiendo como una oleada de energía le recorría todo el cuerpo. ─Bueno, por la forma en la que me mirabas, yo diría que es todo lo contrario─ Imitó su postura, cruzando los brazos sobre el pecho.

Sus ojos volvieron a posarse en ella, con el mismo ceño fruncido que antes.

Algo le decía que, a partir de ahora, quedarse callada era probablemente la mejor opción.

Sus manos se agitaron frenéticamente, mientras se daba cuenta poco a poco de su error. ─Lo siento, no quise decir eso─ Gritó, poniéndose nerviosa fácilmente delante de él, lo que más tarde se añadiría a la lista de razones por las que le odiaba. Él sonrió satisfecho, encontrando divertida su reacción.

─Bakugo Katsuki─ La mirada de suficiencia en su rostro, era otra cosa que ella ya odiaba de él.

Formar una "amistad" con ese rubio enojón puede ser la mejor o la peor decisión que haya tomado en su vida. Tendrá que ser paciente y averiguarlo.