lxvi. Tarantula
Han pasado semanas y entre esas semanas no habíamos podido localizar a Nahuel. Hasta ahora.
Digamos que Alice tuvo una visión, donde se encontraba en una especie de una Tribu, así a esta bella nieta de Minerva. Supo que probablemente era la Tribu Ticuna, no por nada duré largos años estudiando como una mortal.
Mentira. Duramos horas, infinitas horas, buscando las más antiguas tribus de Brasil. Hasta que finalmente, Jasper la encontró.
Se encontraban entre Perú y Brasil, latitunalmente entre el río putumayo y el río del Amazonas.
—Duraremos días en llegar allá. —dijo Nico.
—¿No podrían contactar a las moiras? —preguntó Jasper.
—¿Tienes más dracmas? —negó —. Entonces no.
Las dracmas que conseguimos en la tienda de Elius, fueron muy pocas y no alcazaban para el viaje.
—«Podríamos hacer un viaje de sombras y estaríamos allí en dos segundos. Al menos que quieran terminar con un espíritu chocarrero en su cuerpo.
—No, gracias. —murmuró Alice.
—Bien, entonces, carguemos a Diana y a Nico. Podríamos llegar en un día y medio si lo hacemos así. —dijo Jasper.
—No nos queda de otra, es la única opción que tenemos. —dijo Alice.
—Entonces, saldremos a la madrugada que nadie se saldrá cuenta así. —murmuró Nico.
[...]
—Oigan, es raro que una mujer me esté cargando en su espalda y que lo haga como si no pesara nada. —dijo Nico, me partí de la risa al oírlo.
—Es que para mí no pesas nada. —contestó entre risas su esposa.
—Ya, vámonos. —dijo entre dientes Nico. Justo en su masculinidad.
En ese momento, sentí como el fuerte viento golpeó mi rostro, mi cabello danzaba al compás que lo hacia el viento. Sonreí al sentir aquella sensación, pero me arrepentí al sentir como una mosca se había entrado a mi boca.
Comencé a toser como loca, evitando toserle en la nuca a Jasper.
—¿Estás bien? —me preguntó/gritó Jasper.
—¡Sí, solamente me tragué una mosca! —grité con asco extremo —. Creo.
Después de unas horas, nos detuvimos para descansar, bueno, para que Jasper y Alice fueran a cazar. Y, porque me dio calambre en la pierna.
—Nico. —lo llamé.
—¿Qué pasó? —preguntó mientras hacia pis detrás de un árbol.
—¿Podrías apurarte y ver que tengo caminando por la espalda?
—Ah, no. Te me calmas.
No, pues, qué maravilla de hermano.
El chorrito dejó de escuchar y veo como Nico sale detrás del árbol mientras se cerraba la corredera. Se puso detrás mio y comenzó a revisar mi espalda.
—¿Te lavaste las manos? —pregunté.
—¿Cómo me las voy a lavar sino hay un río cerca o un lavamanos que sale del árbol? —dijo sarcástico.
—¡Iugh! ¡Qué asco! —chillé.
—Quedate quieta o te quitaré la tarántula que tienes caminando por la espalda.
Y en ese momento entré en pánico.
—¡Quitamela! ¡Quitamela! ¡no quiero morir y menos por una tarántula! —traté de quitármela. Parecía que estuviera bailando por los movimientos que hacia.
—Ah, normal. Se enfrenta a miles de cosas y actua de lo más relajada y entra en pánico con una simple tarántula. —ironizó Nico.
—¡Claro, como tú no tendrás veneno de tarántula en tu cuerpo! —chillé.
—Sí, pero te la quité hace rato. —rodó los ojos.
Me quedé quieta para poder verlo, de forma resignada.
—¿Me dejaste entrar en pánico, planeando mi funeral, viendo mi vida pasar delante de mis ojos? —asintió —. Bien.
—Sigo sin creer que entres en pánico por cosas naturales, pero cuando son cosas sobrenaturales estas de lo más normal. —dijo.
—¿Qué te puedo decir, Nicolas? —rodó los ojos por como lo llamé —. «Jamás me enfrenté ante una tarántula o cosas más...normales.
—¿Ya están listos? —preguntó una voz a nuestras espaldas, al voltearnos vimos a Alice y a Jasper.
—Sí, ¿y ustedes? —preguntó Nico.
—Sí. Ya nos falta poco para llegar a la Tribu, como dos horas más y llegamos. —contestó Jasper.
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