03
CAPÍTULO TRES
✦ LUNA LLENA ✦
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Cada noche de luna llena para Remus no solo es un recuerdo del monstruo en que se convierte y que considera que es, sino que también es un doloroso recuerdo de que sus mejores amigos ya no están ahí para acompañarlo y evitar que se lastime a sí mismo, tampoco está Lily para luego curarles y regañarlos por jugar en ocasiones en esa condición y lastimarse todo entre ellos mismos, mucho menos hay palabras de aliento antes de que sea la noche y de ellos intentando consentirlo e incluso sirviéndole ya que él no puede hacer tanto en ese estado.
Pero ahí está, otra luna llena más sin ellos, sufriendo a cada minuto sin siquiera ser aún la hora. Y sinceramente ha perdido la cuenta desde que hora se encuentra ahí acurrucado en su vieja cama sin poder moverse de tanto que le duele cada parte de su cuerpo, ni hablar de la alta fiebre que tiene, pero no tiene ni siquiera fuerza como para levantarse e intentar bajar con una ducha o ponerse un paño mojado, es más, desde hace varios minutos que tiene hambre pero no se va a buscar por la misma razón; el simple hecho de pararse por su cuenta se siente como miles de agujas clavándole en cada parte, por tanto, solo se mantiene ahí esperando silenciosamente el momento en que suene su reloj para aparecerse en un bosque y transformarse, quizás incluso esperando también su muerte.
— Si existe un Dios o lo que sea por favor dame fuerzas para continuar porque ya no puedo soportar esto — susurró con su voz rasposa ante la falta de agua y entrecortado en el proceso por las ganas de llorar.
En un intento desesperado por intentar ocupar su mente en algo que no sea su sufrimiento se transportó en unos de sus tantos recuerdos alegres de su juventud.
Era el verano de 1975, los merodeadores tenían ganas de acampar solo porque habían visto en una revista que eso ayuda a relajar y por supuesto tenían que probar, así que se fueron cerca de un lago rodeado de mucha naturaleza con la supervisión de Euphemia y Fleamont Potter.
— ¿Y se supone que eso es un camping? — se burló Remus.
— Cállate y ven a ayudarnos — se quejó Sirius intentando armar junto a James.
— Mm no sé, recuerdo muy bien que ustedes dijeron que podían hacer solitos — sonrió divertido.
— Por favor lunático, solo trae tu trasero aquí y ayúdanos, tú eres el que sabe de esto — pidió el de gafas.
Peter quien recién llegó con la canasta llena de comidas miró el intento de camping y no pudo evitar reír a lo que Remus sonrió más grande y ambos se burlaron de sus amigos ganándose quejas por parte de los otros dos.
— Ya salgan que dan pena ajena — bromeó el castaño yendo hacia ellos — Peter ven y ayúdame.
Este accedió al instante y ambos lo armaron en menos tiempo de lo que los otros dos perdieron el tiempo intentando hacerlo.
— Debimos traer mejor esa bolsa en que te metes y pareces ese gusano en un capullo — opinó Sirius sin saber cómo se llama.
— Saco de acampar — dijo Fleamont quien llegó junto a su esposa — Ustedes vayan a divertirse, nosotros nos encargamos acá.
Nadie ni objetó ante ello y se quitaron rápidamente la ropa quedando solo en short y corrieron hacia el lago riendo y apostando con que el último que llega le tendrá que dar cinco galeones a cada uno.
El perdedor había sido James pero nunca les dio el dinero correspondiente. Sin embargo, esos dos días que se quedaron ahí se divirtieron como nunca jugando entre ellos, haciendo bromas, creando una fogata, cantando o haciendo el intento, emborrachándose luego de que los adultos durmieron y más.
Una solitaria lágrima salió del ojo de Remus ante el recuerdo de esos días. No importa cuantos años hayan pasado, él cree que nunca podrá superar todos esos años felices que tuvo con las personas que amaba y tampoco nada puede llenar ese vacío constante que tiene, lo peor es que quiere odiarle a Sirius por la traición, por haber arruinado todo pero no puede, muy en el fondo sigue sin concebir la idea de lo que él hizo conociendo como era. De todas formas siente una profunda rabia hacia él, más no se convierte en odio.
El sonido irritante de su alarma lo aturdió por completo pero esta vez si se paró de la cama soportando ese dolor intenso en todo su cuerpo solo para apagar la alarma y aparecerse en ese bosque que va cada mes. Apenas pisó no tuvo que esperar mucho para que el dolor se intensifique haciendo que suelte quejidos y gritos ante sus huesos rompiéndose para darle paso a esa bestia que tanto odia.
Y pasó, una noche más vagando por ahí en forma de lobo sin estar consciente de nada al no tener el dinero suficiente como para comprar la poción matalobos.
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Lo malo después de cada luna llena no es solo todos los dolores que siguen presente, sino que también el tener que ir a trabajar ya que su jefa quien por una gran suerte es una bruja le da solo dos días libres cada mes sabiendo de su condición, más de eso no ya que es una cafetería muggle y los empleados podrían sospechar demás sobre la falsa excusa que crearon ambos, por tanto le toca tomar una poción en un intento de aliviar sus malestares e ir a trabajar luego.
— Mátenme — susurró tumbado boca arriba con los ojos cerrados y sin fuerza de levantarse — Vamos Remus, debes levantarte que no puedes perder el único trabajo que te tienen consideración.
El automotivarse todas las mañanas se ha vuelto una costumbre para él en un intento de levantarse y continuar con su día a día y también con el fin de no querer renunciar a todo.
— Bien, aquí voy.
Abrió los ojos respirando hondo y se sentó lentamente apretando la mandíbula por el dolor que siente. Lo único bueno es que solo se ve sucio y no lleno de sangre, lo que significa que solo estuvo paseando por el bosque y pronto le vino recuerdos de la noche confirmando su teoría.
— Maldita vida — refunfuñó agarrando el frasco de poción ingiriendo todo su contenido.
Después de ello hizo su rutina diaria en la que consiste bañarse con agua, después vestirse con su uniforme que es un simple pantalón negro y una remera del mismo color con el logo de la cafetería; desayunar, hacer otras cosas y luego tomar el metro hasta el local, pero como hoy llega tarde tuvo que aparecer en el baño de este. Solo raras veces utiliza magia, desde lo ocurrido ha intentado alejarse lo máximo posible de todo lo que tenga que ver con ello y hoy en día ya casi puede pasar por un muggle común y corriente.
— Buenos días Lisbeth — saludó a su jefa que al parecer llegó tarde y está abriendo recién.
— Ay por Dios, casi me das un infarto Remus — suspiró con una mano en el pecho al haberse llevado un susto — Olvidaba que hoy te sueles aparecer.
— Lo siento — sonrió divertido pero luego fue hacia ella — Deja te ayudo.
— No, no, mejor ve a llamarle a José que me ayude, ya está en la cocina.
— ¿Adriel y Margaret ya llegaron?
— Aquí estoy — habló el chico del otro lado saludando con su mano y una gran sonrisa — ¿Ya me dejan entrar?
Sin esperar a llamarle a José que seguro debe andar cocinando ya le ayudó a la mujer a abrir todo intentando ignorar el dolor que aún siente, pero por suerte los otros dos llegaron y cada quien ayudó como todos los días. La cafetería no es tan grande, pero eso no evita que sea concurrido y tenga varios clientes a diario; la función principal de Remus es quedarse en la caja a cobrar, pero hay veces que si se necesita su ayuda para atender y servir los pedidos cuando hay tanta gente que le sobrepasa a Adriel y Margaret de los cuales esa es su función dentro.
Para su gran suerte ya habían pasado tres horas y no hay tanta gente, por lo tanto puede quedarse en su puesto sentado y descansando. Sin embargo, lo que jamás se esperó y que hizo que se pare de inmediato es verle a esa chica rubia que reconocería donde sea entrar en la cafetería, justo el lugar que trabaja, y al parecer a ella también le sorprendió dado su expresión.
— Megan — murmuró viéndola fijamente.
— Remus, hola, no esperaba verte aquí.
— Um sí, aquí trabajo — hizo un ademán sonriendo nervioso.
— Eso veo — sonrió amable — Hace tres días no te vas más allá.
Ciertamente para Sylvie fue extraño pasar de verlo todos los días ahí sentado a no verlo más durante días, justo cuando después de mucho volvió a sentir curiosidad hacia un hombre, incluso estaba dispuesta a hablar nuevamente con él para comprobar si es diferente a los que recurren en el club o solo es una fachada.
— Sí, es que se me presentó unos problemas y no pude ir.
— ¿Estabas enfermo?
Él frunció un poco el ceño pensando qué lo habrá hecho llegar a esa conclusión y aunque ella sea muggle hasta por un momento le agarró la inseguridad de que sabe sobre su condición.
— Disculpa si te ofende pero realmente te ves muy mal, lo digo en el sentido de que estás pálido y ojeroso.
— Me estoy recuperando recién — aprovechó para encubrir la verdadera razón — Estaba con un resfriado terrible, pero al menos ya estoy mejor hoy.
— Oh vaya, lo comprendo, eso explica todo. Espero te recuperes pronto.
— Gracias Megan — sonrió sin poder apartar sus ojos de los suyos que de día se ven aún mejor — Pero hoy iré al club.
— No creo que sea adecuado, deberías recuperarte mejor.
— Ya estoy bien, en fin, ¿qué deseas ordenar? — intentó cambiar de tema porque aún así irá hoy por más que ya la vio.
Sylvie solo asintió sin entender del todo aún su insistencia por querer ir en lugar de quedarse en su casa a reposar, o sea entiende que va a verla pero aún no concibe la idea del por qué y qué es lo que planea. Con el tiempo aprendió a ser desconfiada ante cualquier situación.
— Dame un café con leche descremada y dos croissants rellenado con chocolate por favor — dio una rápida repasada a su alrededor y le gustó el ambiente — Para comer aquí.
Remus asintió anotando y le dijo el precio total y mientras ella busca su dinero le llamó a Adriel entregándole la hoja con el pedido.
— Aquí tienes — le entregó el dinero y él lo agarró cobrándole y dándole su cambio — ¿No te molesta si espero acá?
— Para nada — respondió de inmediato ocultando una sonrisa.
— En ese caso me quedo a hacerte compañía un rato.
Dada la cercanía aprovechó para recorrer su mirada por todo su rostro lentamente porque aún no tuvo la oportunidad de verlo bien, con eso se dio cuenta que no está nada mal pese a su aspecto enfermizo, de hecho se le hace un hombre muy guapo, pero lo que más le llama la atención son las cicatrices que tienen, lo que más puede alcanzar a ver son las de sus brazos, cuello y por sobre todo esos tres parecidos a unas garras que atraviesan la mitad de su rostro. Durante años ha visto a varios hombres pero nunca a nadie con cicatrices tan particulares.
— Entonces...eres de Rusia ¿no? — intentó crear conversación sin mirarla al sentirse un poco incómodo.
El hecho de que se haya quedado mirándolo le lleno de inseguridad por obvias razones y lo único que atraviesa su mente es que seguro pensará que es horrible y que le da asco verlo. Si tan solo supiera que es todo lo contrario.
— Así es, de Ekaterimburgo específicamente.
— La verdad nunca escuché de esa ciudad, yo he vivido toda mi vida aquí en Londres.
— Londres es bonito, aunque discriminan mucho a los extranjeros — hizo una mueca recordando sus inicios en la ciudad.
— ¿En serio? — frunció el ceño volviendo a mirarla — No tenía idea de ello, es que a veces vivo muy sumergido en mi propia burbuja.
— Pues así es, o tal vez solo me he topado mucho con personas de esa clase.
Antes de que pueda responder llegó Adriel con el pedido de la rubia dejando encima del mostrador frente a ella.
— Aquí tienes señorita, que lo disfrutes.
— Gracias — sonrió amable viéndolo partir — Bueno, es mi primera vez en esta cafetería, espero que sea delicioso.
— Te aseguro que te gustará tanto que volverás a venir por más otros días — sonrió esperando que realmente sea así para poder seguir hablándole.
— Ya lo veremos — agarró lo que pidió — Iré a sentarme.
— Está bien, me das tu opinión luego.
— Lo haré, y fue un gusto hablar contigo Remus.
Sin darle tiempo de responder se alejó hacia una mesa cercana al ventanal dejándole al castaño en las nubes tras oírla pronunciar su nombre, aunque simplemente por el hecho de haber tenido una conversación con ella y de poder verla tan de cerca y con la claridad de la luz del día. Está más que comprobado que a sus ojos es la mujer más hermosa que alguna vez vio.
Estaba tan inmerso mirándola que no se dio cuenta que un cliente le habló hasta que Margaret lo llamó elevando la voz sacándolo por completo de su ensoñación para disculparse con el cliente y atenderle sintiendo sus mejillas arder un poco de la vergüenza.
Y así estuvo durante los minutos en que ella se quedó, mirándola de vez en cuando hasta que se marchó despidiéndose de él asegurándole que volverá a venir porque le gustó mucho, eso por supuesto le puso bastante contento y el simple hecho de haberla visto e interactuado mejoró por completo su día sintiéndose mucho mejor que cuando despertó. Definitivamente tiene algún raro poder sobre él.
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