O47. we would've been timeless

epílogo !

porque creo que se suponía que deberíamos encontrar eso
así que, incluso en otra vida
todavía habrías sido mío,
habríamos sido eternos

7 DE MARZO, 2024
📍MANCHESTER, INGLATERRA.

Omnisciente

―TRAJE CINCO.

Camila frunció el ceño, levantando la vista del celular para mirar a su marido, quien tenía el buzo empapado por la lluvia de afuera y una expresión neutral. Al bajar la vista nuevamente, divisó las cinco cajas de las que hablaba Julián, todas de diferentes marcas.

―¿No te parece que exageraste un poquito? ―Camila no pudo evitar soltar una suave risa, rodando los ojos levemente mientras se cruzaba de piernas en la cama.

Los labios de Julián se fruncieron en una suave sonrisa, en señal de diversión.

―Pero si Enzo me dijo que-

―¿Ya lo llamaste a Enzo? No puede ser que cada cosa que te pase se lo cuentes a él primero. ―la explicación de Julián hizo que Camila hablara, con un toque de incredulidad.

Siempre, literalmente, siempre, que les pasaba algo, ya sea a nivel personal o futbolistico, Julián tenía que llamar a Enzo. No importaba el contexto.

―Aparte, ¿qué sabe el turro ese? ―bufó la actriz, incorporándose de la cama―. No es médico.

―Y no, gorda, pero tiene dos pibes, dejá a mí turrito en paz. ―Julián se encogió de hombros―. Aparte me ayudó porque es un quilombo... que prueba rápida, que prueba digital, resultado en cinco minutos, en tres minutos... pero chupenme bien la pija.

Camila dejó salir una risa ante su argumento seguido del comentario. A veces no sabía si Julián se había casado con ella o con Enzo.

Aún así, no respondió, sólo mantuvo su mirada fija en los tests tendidos en la cama. Nunca había entendido la lógica del falso negativo, si estaba embarazada, el test lo iba a decir, sin importar la marca.

Julián la miró con una mezcla de expectación y calma, y soltó un suspiro largo. El peso de lo que estaba por venir era inmenso, pero él no se sentía solo en esa montaña rusa.

Apesar de la sorpresa, había algo que resonaba en su mente: no era del todo inesperado. Hace tiempo que, sin decirlo abiertamente, ambos sabían que ese momento podía llegar.

Habían tenido esas conversaciones en voz baja, en medio de la noche, cuando hablaban de lo que les gustaría para el futuro, sin apurarse, sin presión, pero con la certeza de que querían compartirlo todo. Y, aunque ninguno lo había dicho con todas las letras, llevaban meses sintiendo que ese bebé no era solo un "si pasa, pasa", sino algo que, en el fondo, ambos estaban buscando.

En su mente, todo se mezclaba: los recuerdos, los deseos, los miedos. Sabía que en unos minutos sus vidas podían cambiar para siempre, pero en ese momento, el silencio lo decía todo.

―Amor... ―dijo Julián, con su voz suave pero cargada de emoción―. ¿Querés... que lo hagamos ahora?

Camila suspiró pesadamente, con los ojos brillantes. No había necesidad de que ella dijera algo, su silencio le otorgó a Julián la respuesta.

Ella sentía un nudo en el estómago, una sensación que no podía controlar. Sabía que tenía que intentar estar tranquila, pero aún así, el miedo seguía ahí, golpeando en su pecho. Porque este no era el primer intento, y cada vez se volvía más difícil lidiar con la incertidumbre y la desilusión.

Julián la miraba de reojo, como si estuviera tratando de leer sus pensamientos, de anticipar lo que estaba pasando por su cabeza. Ella sintió su mirada y, después de unos segundos, soltó un largo suspiro, tratando de liberar la presión que sentía en el pecho. Ante aquella mirada inquisitiva, pero llena de ternura, supo que tenía que hablar.

Sin embargo, las palabras seguían atrapadas en su garganta y pesaban más de lo habitual.

El silencio en la habitación era abrumador, solo interrumpido por el sonido suave de la lluvia que seguía cayendo afuera, como si el mundo entero estuviera esperando junto a ellos. El agua golpeaba contra las ventanas, pero dentro, todo se había detenido.

―Vení. ―Julián palmeó su regazo, para que ella se sentara sobre él.

Camila dejó el paquete a un costado y aunque intentó sonreirle, solo formuló una mueca.

Cuando Julián palmeó su regazo, ella se subió a su regazo, quedando sentada entre sus piernas.

―¿Bebé? ―le preguntó él, dejando un suave beso en su hombro―. ¿Estás... bien?

Camila se inclinó hacia él y apoyó la cabeza en su cuello, con el pulso un poco apresurado ante la pregunta. Su voz salió un poco ahogada, pero con el tono todavía ligeramente nervioso y un poco agobiado.

―Más o menos. ―confesó ella, casi en un susurro―. Tengo más miedo a decepcionarte si no... no pasa.

Él subió su mirada hacia ella de inmediato, frunciendo el ceño, preocupado. Había algo en la forma en que lo dijo que lo hizo abrazarla con más firmeza, queriendo transmitirle tranquilidad. Ese gesto siempre la había reconfortado, desde los primeros días en los que se conocieron. Pero hoy, la presión parecía demasiado grande.

Sabía que algo la estaba atormentando desde hacía días, pero no había querido presionarla.

―¿Por qué, flaqui? ―preguntó Julián, en voz baja, acariciando la parte delantera de su cadera.

Camila respiró hondo y sintió que su corazón latía con fuerza. Levantó la mirada, pero no logró encontrar el valor para verlo directamente. Todo se le hizo un nudo en la garganta cuando al fin habló.

―Porque... porque me va a doler sí te decepciono. ―admitió ella, con la voz levemente quebrada―. Yo sé cuánto te ilusiona, y... y sí no es... no sería la primera vez.

El silencio que siguió fue pesado, lleno de los recuerdos de los intentos anteriores. No hacía falta que le explicara más. Sabían lo que significaba ese miedo, lo habían vivido juntos. La decepción de cada resultado negativo seguía presente, aún después de casarse, aún después de meses intentando y deseando en silencio. Julián recordaba cómo Camila había fingido que estaba bien, pero él se daba cuenta. Se daba cuenta de cada pequeña grieta que el silencio dejaba entre ellos.

Camila, de alguna forma, había intentando dejar de echarse la culpa, pero... a veces era difícil. Recordaba cómo Julián había intentado disimular su decepción, sonriéndole, diciéndole que estaba bien, que lo intentarían de nuevo, pero ella había sentido su tristeza. Y la suya propia.

Julián soltó un suspiro largo, su mirada se suavizó, y la atrajo hacia él, rodeándola con sus brazos. Dejó un beso suave y de larga duración en su cabeza, en un gesto íntimo que siempre había tenido el poder de calmarla, aunque esta vez le costaba más soltarse de ese miedo.

Quería que supiera que no estaba sola. Que, aquella promesa que hizo frente a todos sus seres queridos y el cura, de apoyarla en todas, que no había sido en vano.

―Amor... ―susurró él, con la voz baja y cargada de millones de emociones, que Camila no supo descifrar por completo―. No importa lo que pase hoy. Si no es ahora, será después. Pero no te castigues. No estás sola en esto.

Camila asintió, dejando suaves caricias en el brazo de su marido, que todavía la abrazaba con fuerza.

No estaba sola.

Es raro cómo cambia todo cuando estás con la persona indicada. Camila recordaba muy bien el día que conoció a Julián, en el cumple de Amelia. No imaginaba ni por un segundo que años después estaría ahí, en esta situación.

Sin duda alguna, sabía que las cosas que había pasado con Julián, los habían llevado a ese momento, desde las noches de nervios antes de sus partidos hasta las veces que ella volvía tarde de grabar y él la esperaba despierto, con esa sonrisa que la derretía cada vez que la veía. Había algo en él que siempre la hizo sentir segura, que le transmitía un sentimiento de paz que nadie más era capaz de irradiar.

Y, aunque nunca lo había dicho en voz alta, sabía que este momento llegaría.

Camila había dicho toda su vida que no quería ser mamá. Recordaba cada una de las veces que en las entrevistas, o en charlas con amigas, siempre salía con ese discurso

"No, chicos, yo no tengo instinto maternal, eso no es para mí". Y ella se lo creía, ¿eh? Hasta ahora.

Porque, ese día, cumpliendo tres meses de casados, abrazada a su marido, con las piernas temblando y el corazón a mil, Camila no podía negar que había algo, no muy dentro de ella, que todavía le asustaba admitir en voz alta. Ese bebé, si es que estaba, lo habían buscado.

Quizás nunca lo había dicho en voz alta, ni a Julián, ni siquiera a sí misma, pero... lo buscó. No con palabras, tal vez ni con conciencia plena, pero ese bebé, si es que estaba, no era tan sorpresa como pensaba.

Camila respiró hondo, dejando que esa revelación se asentara en su mente. Si ese test daba positivo, todo cambiaría, pero estaba segura de algo: no había nadie más con quien querría compartir ese momento que con Julián.

Él era su compañero, el único con quien se imaginaba viviendo esta nueva etapa. Y en ese instante, comprendió que, aunque nunca lo hubiera dicho en voz alta, en algún rincón de su corazón, siempre había sabido que, si tenía un hijo, sería con él.

―No te quedes tildada. ―la molestó Julián, pegandole un suave cachetazo en la cola.

Su mujer soltó una risa nerviosa, y se pasó las manos por el pelo.

―Perdón. ―lo miró a los ojos, con una mirada vulnerable y una sonrisa débil―. Estoy cagada hasta las patas.

Julián intensificó su agarre, depositando un suave beso en su mejilla antes de apoyar la barbilla en su cabeza.

―Y vos que decías que no le había pegado en la luna de miel.

Camila rodó los ojos, pero una sonrisa le volvió a asomar en los labios, y le lanzó un pequeño empujón: ―. Todavía no está todo dicho...

―Ya vas a ver que sí. ―aseguró Julián, con una sonrisa bailando en sus labios―. Si no es ahora, en un par de días más.

―Sí, dale, más chamuyo todavía. ―Camila se burló, ésta vez, dejando escapar una pequeña risa―. A ver cuánto aguantás sin quedarte dormido, viejo choto.

―Pendeja atrevida. ―Julián rodó los ojos, fingiendo estar ofendido―. Yo me canso, ¿sabés? Es difícil ser goleador, fachero y tu marido al mismo tiempo.

El tono de queja de Julián solo aumentó la sonrisa burlona de Camila, ahora mirándolo a los ojos, una vez que se separó un poco de él.

―Igual, convengamos que sí sale positivo ―habló Julián, con un desdén de emoción delatando su tono de voz―, ¿seguimos con Taylor Carolina y Enzo Lionel, no?

―Más vale. ―asintió Camila―. Ya veremos si nos sale un campeón o una princesa con la vena artística.

Julián negó con la cabeza, sonriendo.

―Ojo vos, eh, te conozco y sé que si sale nena la vas a querer vestir como Taylor.

El comentario de Julián hizo a Camila sonreir con emoción. Ya se imaginaba a una princesita de la casa, vestida con ropa de Taylor Swift y coqueta como la madre.

Camila observó a Julián con detenimiento, tratando de descifrar que pasaba por su cabeza en ese momento. Era una situación definitivamente atípica, pero, nada muy diferente en relación a sus reacciones: Camila, con el corazón a mil, y la mente hecha un caos, y Julián, tranquilo, como si estuvieran esperando la llegada del delivery.

―¿Vos estás bien? ―cuestionó Camila, porque necesitaba una señal de que no era solo ella la que estaba a nada de explotar de los nervios.

―No sé si bien es la palabra. ―contestó Julián, soltando una risita nerviosa―. Estoy que me cago encima... pero contento. ―sonrió, con aquellas sonrisas que le dedicaba cuando la veía perder la cabeza por nada.

Julián no iba a mentir, también tenía miedo y estaba nervioso, pero había algo, no muy en el fondo, que lo tenía ilusionado. Esa calma no era solo tranquilidad. Era una mezcla de miedo y entusiasmo que no había experimentado anteriormente.

Ahora todo tenía otro color. Ya no era solo miedo, era también la ilusión de que, tal vez, estaban a punto de dar un paso gigante en sus vidas. Y lo más loco era que, en el fondo, lo querían.

Recordaba las veces que la había visto con los hijos de sus compañeros de la Selección. Siempre que había un asado o una reunión, los chicos andaban dando vueltas, y Camila, casi sin darse cuenta, se ponía a jugar con ellos. Había algo en su forma de interactuar con los nenes que lo desconcertaba. A pesar de que siempre bromeaba diciendo que no quería tener hijos, se la veía tan natural con ellos. Se acordaba de verla jugando con Ciro o cómo cargaba a Oli, y les sacaba una sonrisa en cuestión de segundos.

Sin embargo, cuando alguien mencionaba la posibilidad de tener hijos propios, ella siempre soltaba algún comentario gracioso para desviar el tema. Él siempre pensó que lo decía en serio, que no estaba lista o que simplemente no quería ser mamá. Y, para ser honesto, también estaba bien con eso.

Pero ahora, con la posibilidad real de un bebé en camino, esas bromas empezaban a parecerle otra cosa.

Mientras más lo pensaba, más se daba cuenta de que, detrás de esas bromas, quizás había algo más. A lo mejor, sin darse cuenta, ambos estaban un poco más preparados de lo esperado para esa situación. Esas veces que la había visto con los hijos de sus amigos no eran solo momentos graciosos, sino pequeños indicios de que, en el fondo, Camila tenía la capacidad de ser una madre increíble, aunque todavía no lo reconociera.

Se habían casado hace tres meses, el 13 de diciembre, y estaban disfrutando de su vida juntos, sin presiones. Camila era exagerada, sí, lo sabía. Le encantaba dramatizar cualquier situación, hacer de algo simple un espectáculo. Y eso era parte de lo que él amaba de ella. Estaba agradecido de tener a Camila en su vida, por haberla encontrado, por haberse casado con una mujer que lo completaba en todos los sentidos. Y ahora, si ese test de embarazo daba positivo, también se sentía afortunado por la posibilidad de convertirse en papá junto a ella.

Era un bebé... su bebé. Si ese test salía positivo, la vida de ambos cambiaría para siempre, y él sabía que no había mejor persona con quien enfrentar ese cambio que Camila. Porque, a pesar de sus exageraciones y sus bromas, sabía que ella sería una madre increíble, no habría nadie mejor para él, que ella.

Julián le tendió el test a Camila, y ella lo sostuvo con la misma ansiedad que había mostrado desde el principio.

―¿Lo vas a hacer ya? ―él le preguntó, y Camila asintió, sabiendo que, cualquiera que fuese el resultado, algo ya había cambiado entre ellos.

Julián, por su parte, estaba tranquilo. Sabiendo que él era el tipo más afortunado del mundo por tener a su lado a una mujer como ella y, quizás pronto, a su hijo también.

(...)

20 DE JUNIO, 2024
📍MERCEDES BENZ STADIUM.

Camila.

―Sí canta "Guilty as Sin", me tatúo.

Escuché a Lucas, quien abría su paquete de papas fritas que le acabo de comprar, reírse de mí.

―Superá, tía, no va a salir a cantar Taylor.

Bufé ofendida, cruzándome de brazos sobre mi pecho, como si me hubiera dicho lo más hiriente que alguien podría haberme dicho.

Lo hizo. Help, I'm still at the Monumental.

―Che, ¿alguien me invita papas? Tengo hambre. ―dije, pero, al intentar sacar un par de la bolsa de Álvaro, se movió rápidamente―. ¿Me estás cargando? ¡Te las compré yo!

Álvaro se encogió de hombros, haciéndose el boludo, mientras saboreaba las papas en mi cara, a propósito.

―Dale gil, un poco nomás. ―lo miré con cara de súplica, como cuando éramos chicos y nos peleábamos por la repartición del mantecol en las fiestas.

―Cagate, te hubieras comprado para vos también. ―me contestó con burla, pegándome un manotazo suave para que se sacara la mano.

―Tené compasión, sorete. Estoy preñada. ―protesté, poniéndome la mano en la panza para hacerme la dramática, mí carta especial que nunca falla con Julián o mi viejo para hacerme la víctima.

―¿Y qué culpa tengo yo de que hayas tenido las hormonas de una pendeja de quince años? ―Álvaro me sacó la lengua―. ¿Quién te manda a embarazarte a tres meses de casarte?

Lo miré ofendida: ―. Estás vetado de la lista de posibles padrinos.

De repente, sentí un golpecito en el hombro. Al girar, ahí estaba Agustín, sentado a mí lado, con una sonrisa cómplice y un cartón lleno de papas fritas.

―Mí sobrinito no se va a quedar con las ganas. ―dijo él, como si estuviera orgulloso de sí mismo.

Le di una mirada burlona a Álvaro mientras le recibía el cartón, quien bufaba y rodaba los ojos, con resignación.

―Falleció la hermandad y renació la familia política. ―bromeé, disfrutando de mí momento de triunfo mientras Álvaro fingía estar ofendido.

Top 10 mejores cosas de estar embarazada, la preferencia familiar es notoria. Es el cuarto nieto Bardel y el primer nieto Álvarez, la familia se nos pelea por quien es más baboso.

Los primeros meses de embarazo eran una montaña rusa de emociones, pero, sinceramente, no había mucho de qué quejarme. Al principio, era todo demasiado raro. No tenía síntomas muy notorios o fuertes, más allá de algún que otro mareo o cansancio que me pegaba a ratos, la verdad es que todo seguía sintiéndose irreal. Sigue siéndolo hasta ahora. Cada vez que salgo de la ducha y me miro la panza en el espejo, me cuesta creer que ahí adentro está creciendo una vida.

Si tuviera que nombrar algo que entra en la categoría complicado, es la prensa. Digamos que la mayoría ya entendió que no tienen que descuidarme mucho. Un ejemplo es mí casamiento, literalmente desaparecí unas dos semanas y, un mes después, la gente enloqueció cuando se dieron cuenta que me casé en una pequeña isla de Italia, en secreto.

Pero esto era completamente distinto. Julián y yo habíamos decidido que queríamos vivir cada etapa del embarazo tranquilos, y lo más lejos posible de las cámaras. Teníamos experiencia por demás de lo que era estar rodeados de cámaras y la constante presión de los medios, y lo último que buscábamos, era estar con gente siguiendo cada paso que dábamos. Sí, Yanina Latorre, a vos te hablo.

En fin, con bastante complicidad, cuidado y algo de suerte, hasta ahora, nadie que no pertenecía a nuestro entorno sabía que estábamos esperando un bebé. Tampoco es que es fácil, las sospechas crecen constantemente por mis pocas apariciones en público, principalmente en sets y eventos, pero, creo que es innecesario reconocer que prefiero que se inventen miles de cosas a que estén encima de nosotros, preguntándonos hasta sí había sido buscado o no.

Nuestras familias fueron las primeras personas en enterarse. No pudimos ocultarselo por mucho más tiempo, y toda mí familia se tomó el primer vuelo a Manchester cuando se enteraron de la noticia. El llanto de mis papás es algo que no me olvido más, y también las hermosas palabras que me dedicaron Mariana y Gustavo, agradeciéndome por traer al mundo al primer nieto Álvarez. Pero intento no recordarlo con mucha frecuencia porque me pongo a llorar, en especial ahora, que estoy más sensible que nunca.

La guerra de los futuros padrinos se desató entre familia y amigos. Lali y Álvaro, obviamente, tiraban para ellos, pero, Paulo y Ori no se quedaban atrás tampoco. Era una pelea terrible, como si el bebé ya estuviera acá y habría que elegir en este mismo momento.

Y ninguno sabía que yo ya había elegido a Taylor y Travis como padrinos.

Pero en el fondo, estaba encantada de ver a mis amigos y familia tan felices con la noticia. Era una confirmación más a que nuestro bebé había llegado en el momento menos esperado, pero más correcto.

Sin embargo, el verdadero dolor de huevos durante estos meses, fue mí querido maridito. A ver, yo a Julián lo amo, me casaría con él setenta veces si fuera necesario. Sé que siempre fue protector conmigo, incluso antes del embarazo, pero desde que confirmamos que estábamos esperando al bebé, se volvió casi insoportable. Sin exagerar, ha dormido más veces en el sillón que en nuestra propia cama.

Tengo bien en claro que lo hace porque me ama y se preocupa, pero había veces en las que me fatigaba. Se ponía como loco si caminaba muy rápido, o si me veía levantando una bolsa del super, saltaba como leche hervida a decirme que no tenía que levantar peso. Si me veía con sueño, me mandaba a dormir para que descansara más, me controlaba las comidas y cada cosa que hacía. Hasta me cagaba a pedo como sí fuera mi mamá sobre las cosas que debía hacer o no, fueron incontables las veces que lo mandé a la mierda.

Peleamos más de una vez por eso. Yo mantenía (y lo sigo haciendo) mi posición de que tenía que seguir con mí vida, que, al final, estaba embarazada, no invalida. Pero él, terco como siempre, seguía en modo madre luchona. A veces me reía para no llorar de su exageración, y otras, me enojaba de verdad, pero al final, siempre terminaba consiguiendo que lo perdone con esa sonrisita hermosa que tiene.

La verdad es que, a pesar de que me trastornaba con su sobreprotección, era imposible enojarse con él, con lo dulce que es. Cada vez que lo miraba, veía en él la anticipación y la dedicación con la que se preparaba para ser papá, que me derretía, y no me permitía seguir enojada con él. Porque sabía que, a pesar de todo, él me amaba, a mí y a nuestro bebito.

Ya entrando al tercer mes de embarazo, las cosas estaban un poco más tranquilas. Julián aprendió a bajar un par de cambios y yo a tener un poco más de paciencia, porque sé que su forma de ser es parte de lo que lo hace tan especial y perfecto para mí. Y, aunque las peleas son inevitables (más que nada en nosotros), creo que aprendimos a estar preparados para lo que se nos venga.

―Van Juli y Rama de titulares. ―escuché a mi papá comentarle a Gustavo, y sonreí.

El estadio rugía con un aura increíble. Las banderas albicelestes ondeaban en cada rincón, y el himno sonaba a todo volumen, como una ola que te envolvía. A pesar de los nervios por el partido, no podía evitar sentirme orgullosa de estar acá, de ver a Julián en la cancha, haciendo lo que mejor sabe.

Llevé una de mis manos a mi panza, que era cubierta por la camiseta de Argentina, y no podía disimularse mucho, ya que hacía bastante calor. Acaricié a mi bebé suavemente, ojalá pudiera explicarle que esa emoción que nos recorría de punta a punta, la iba a sentir siempre.

Lo vi alineado junto a sus compañeros, la camiseta celeste y blanca brillando bajo las luces del estadio. Parecía tan concentrado, tan listo para darlo todo en este debut en la Copa América. Sabía cuánto significaba para él, y ver cómo lo vivía de cerca me llenaba de un amor que era casi imposible de describir.

Mirá hijo, ahí está papá.

Lo simbólico que era aquel momento era inexplicable. No sólo era el debut de Argentina, cada argentino, muy en el fondo, sabía que esa la posible última vez que veríamos a Messi y Di María jugando juntos.

El simple hecho de tener ese pensamiento en mi cabeza me ponía sensible. Estar ahí, me llenaba de nostalgia y emoción a la vez, y me transportaba a mí yo de seis años, donde veía por primera vez a Messi debutar. Verlo ahí, en la cancha, liderando a la Selección una vez más, era algo que todos los argentinos estábamos viviendo como un regalo. Sabíamos que, con cada torneo, se acercaba el final de una era, pero también sabíamos que la historia que él había escrito con esta camiseta era inmortal.

Y no podía olvidar lo que significaba esta Copa para todos: la oportunidad de que Argentina saliera Bicampeón de América. Después de la victoria en 2021, las expectativas estaban por las nubes. La ilusión de repetir el título no solo estaba en el aire, se sentía en cada rincón del estadio. Cada pase, cada jugada, tenía esa carga emocional de querer despedir a Leo y a Ángel de la mejor manera, dándole lo que se merecía: otra Copa.

El árbitro silbó, y el partido comenzó. El sonido del pitazo cortó el aire, y la pelota rodó por el césped. Todo el estadio estalló en gritos, aplausos y cánticos que se mezclaban con la emoción del momento.

Me acomodé en mi asiento, tratando de no perderme ni un segundo de lo que sucedía en la cancha. El corazón me latía rápido, no solo por el partido, sino también por ese vínculo especial que ahora sentía entre Julián, el bebé y yo.

Este no era solo un partido más. Era el comienzo de algo grande, no solo para Argentina, sino para nuestra familia.

El partido estaba trabado, Canadá defendía bien, pero Argentina dominaba. Mis ojos no podían despegarse de Julián, que se movía como un tigre cazando su oportunidad. Entonces, de repente, la jugada que todos esperábamos se armó.

En medio de la tensión, vi cómo Alexis McAllister, en una de sus clásicas corridas por la banda, se llevó puesto a un defensor canadiense. Ese canadiense es team Cami Mayan, no hay otra explicación.

Y entonces, con un toque suave, Julián metió la pelota en el rincón derecho del arco, lejos del alcance del arquero.

49' gol de Julián Álvarez.

El estadio explotó, yo salté de la emoción y las lágrimas me llenaron los ojos. Fue un gol perfecto, nacido de la inteligencia y la oportunidad, y todo gracias a ese momento inesperado cuando McAllister cayó. Fue como si el destino hubiera decidido que esa pelota tenía que terminar en los pies de Julián.

Lo vi correr hacia la esquina, celebrando con la pasión de siempre, y no pude evitar pensar en lo afortunada que soy de compartir mi vida con alguien como él.

Antes de retomar el juego, todo el campo vio a Julián hacer algo distinto, además de su celebración de araña. Ubicó la pelota que tenía en sus manos, con una sonrisa cómplice, debajo de la camiseta, simulando una panza de embarazada. Y levantó su pulgar a la boca y lo chupó, ese típico gesto que veía que hacían los jugadores para anunciar un embarazo, pero, ahora, no lo miraba desde otro lado. Era por nosotros. Era nuestro hijo.

Se dio la vuelta hacia la cámara más cercana, e hizo una letra C con su mano, dedicándome su gol.

El estadio explotaba de alegría, pero yo solo veía a Julián. Él había hecho el anuncio que estábamos esperando. Y en ese instante, supe que habíamos dado el paso más grande de nuestra vida juntos.

Estaba ahí, en medio de miles de personas, pero ese gesto lo hizo todo tan íntimo, tan nuestro.

Éramos él y yo, y ahora, nuestro hijo.

―¿Por qué llorás, viejo? ―me reí, sintiendo como las lágrimas de mi papá mojaban parte de mi cuello al abrazarme.

Mi papá se rió suavemente, y negó, secándose las lágrimas al separarse un poco, pero, todavía abrazándome por los hombros.

―Mí pollito va a tener su pollito.

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camilabardel i'm having his babyyyy 🤍

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juliaanalvarez Amores de mí vida. LOS AMO 🤍🐣
| camilabardel te amamosss 🥺❤️

orianasabatini Algún tip para dejar de llorar

ramirobardel__ Los amo pollitos 💕

a.bardel Ahijadito 😍
| agualvarez3 Ahre
| paulodybala ?
| r.aalvarez 🤔
| enzojfernandez Que decía 🤌🤌🤌🤌

enzojfernandez MI ahijado mío de nadie más PROPIEDAD de Enzo Fernández y Valentina Cervantes
| camilabardel increíble que hayas respetado las mayúsculas
| valucervantes Lo escribí yo 🤦‍♀️

agus.gandolfo Qué hermosa noticiaaaa 😍 felicidades chiquitos!

antonelaroccuzzo Hermosa! Muchas felicitaciones ❤️

riverplate Nuestro futuro 🤍❤️🤍. Felicidades papis!

jorgelinacardozo26 Que hermosa noticia chicos!!! Felicidades! Que sean siempre felices los tres!

evagarcia enhorabuena chicos! 👶🥰

lali ME DESMAYOOOOOOO ❤️❤️❤️❤️ el sobrinito más precioso de todos 💕💕

rodridepaul Crece la scalonetita 😍
Felicidades! ❤️

emi_martinez26 Se viene la arañita ❤️❤️❤️

angeldimariajm Siiii felicitaciones 💕💕

emiliamernes 🥺🖤

litkillah EL BEBÉ ARAÑA 😭❤️

leomessi Felicitaciones! Que hermosa noticia!

mrsamclafin 🤍🤍

tagliafico3 El bebé más esperado 🤍🤍

guillermobardel23 Mis amores!!!! Que felicidad más grande!!! Será recibido con amor y mañas ese pollito!!

erling Baby Alvarez 💙
















































































































































































































5 DE DICIEMBRE, 2029
📍MADRID, ESPAÑA.

Omnisciente.

El sol de la tarde empezaba a teñir de dorado las calles de Madrid cuando Camila llegaba a casa.

La mujer estaba agotada después de un largo día de trabajo en su nueva película. Este proyecto significaba muchísimo para ella, así que, a pesar de estar cansada, se sentía satisfecha.

Los tacos le pesaban como si hubiese estado caminando sobre un desierto de adoquines, y lo único que quería era tirarse en el sillón y desaparecer. Pero apenas abrió la puerta, escuchó una carcajada desde el patio.

―Na bueno, sos un muerto. ―Camila escuchó una vocecita llamar su atención, y se dirigió hacia ahí, con pasos tranquilos―. No podés jugar tan mal, pa.

Camila se asomó por la ventana del living, con una sonrisa, ya sospechando la situación del patio y ahí los vio.

Julián estaba en pleno intento de patear una pelota, pero Lionel, su hijo de cinco años, no le daba respiro. Con los bracitos cruzados y cara de mini jefe, lo miraba fijo a su papá.

―No te hagas el agrandado. ―Julián protestó jadeando, como si hubiera estado persiguiendo un colectivo que se le escapaba―. Te dejé ganar.

―¡Mentira! ―exclamó Lio, con una energía desbordante y risitas contagiosas―. Ponete las pilas, sos malisimo.

Camila no pudo evitar largar una risa. Se apoyó en el marco de la puerta y los miró, divertida. Julián intentaba con toda seriedad meter un gol mientras su hijo, mini comentarista deportivo, le tiraba con más dureza que cualquier hinchada rival.

No había peor hater para Julián Álvarez que Lionel Álvarez, su hijo. Su relación era un constante tira y afloja, en especial desde que Lionel empezó a hablar, parecía tener algún radar para saber en qué momento molestar a su papá. Y, unas de sus tácticas favoritas y efectivas, era fingir ser hincha de Boca, solo para ver como a Julián les saltaban las venas de la frente de la bronca.

Eso sí, en lo que respeta a Camila, es un Boca-River, peleando como dos gallitos por su atención. Lio adoraba a su mamá con tal intensidad que cada vez que Camila entra a una habitación, ella se convierte en el centro de su universo. Siempre que ella entraba a la habitación, él corría a sus brazos, buscando ser el centro de su mundo, y no aceptaba que Julián se interpusiera. Se aferraba a ella como si fuera lo más valioso que tenía, y si Julián intentaba acercarse, Lionel lo miraba como si fuera un intruso en su territorio.

Para Julián, esto era algo gracioso pero también entrañable. Sabía que ese amor incondicional que Lionel le tenía a Camila venía de lo profundo de su corazón. Aunque fingiera competir con su hijo, al final siempre cedía, observando con ternura cómo Lionel seguía adorando a su mamá como si no hubiera nadie más en el mundo. Y él, al final, lo entendía. Porque él también amaba a su mujer de esa manera.

Los primeros meses tras el nacimiento de Lio fueron terribles, y sí es que eso se queda corto. Tanto Julián como Camila estaban fascinados con su hijo, pero también se sentían sobrepasados por la responsabilidad de ser padres primerizos. A pesar de la emoción, esa mezcla de alegría y caos los hizo competir, incluso sin darse cuenta, para demostrar quién era el mejor en todo.

El problema era que tanto Camila como Julián se volvían locos intentando probar que sabían lo que hacían. Si Lionel lloraba, Camila se adelantaba diciendo que seguramente tenía hambre, mientras Julián, con tono seguro, afirmaba que solo necesitaba un cambio de pañal o una siestita. Esa competencia amistosa los agotaba, pero a la vez los hacía sentir más unidos que nunca.

Sin embargo, Lionel, sin saberlo, les enseñaba que no había un manual definitivo para ser padres. A veces, simplemente el hecho de estar ahí, apoyándose el uno al otro en medio de las noches sin dormir y los pañales mal puestos, era lo que los convertía en los mejores padres para él.

El problema, era que después del nacimiento de Lio, todo se había convertido en un circo mediático que no dejaba de crecer.

Cuando Lionel nació, la atención alcanzó un nivel que nunca habían imaginado. Cada vez que salían de casa con Lionel, las cámaras los esperaban afuera, y las preguntas no tardaban en caer. Se sentían bajo la lupa, como si sus primeras decisiones como papás estuvieran siendo evaluadas por todo el país.

Camila, por más acostumbrada a los medios por su carrera y que trataba de tomarlo con humor, tampoco le gustaba ver cómo la gente intentaba entrometerse en su vida personal. Las primeras visitas al pediatra o las escapadas al parque se convertían en estrategias de espionaje para esquivar cámaras.

Pero, a medida de que Lio fue creciendo, empezó a desarrollar algo que, sinceramente, no sorprendió ni a Camila ni a Julián: le encantaba ser el centro de atención.

Lo que para ellos había sido una fuente de estrés constante, para Lionel se convirtió en algo casi natural. Le fascinaba que la gente estuviera interesada en él. Mientras sus padres intentaban protegerlo de la sobreexposición, Lionel, en su inocencia, empezaba a disfrutar la fama que lo rodeaba.

Cuando lo reconocían en la calle, lejos de esconderse o incomodarse, él sonreía con orgullo, incluso posando para las fotos. Si algún periodista lograba preguntarle algo en medio de una salida familiar, Lionel respondía con la misma soltura que un niño que simplemente ama ser el centro del universo. A sus ojos, no había nada más divertido que ser "el hijo de", y esa fama, que sus padres intentaban manejar con cuidado, para él, teniendo cinco años, era casi un juego.

Lionel navegaba entre la atención y sus propios deseos, demostrando que, aunque le encantara ser el centro de todas las miradas, él siempre iba a hacer las cosas a su manera. Mientras el mundo debatía si Lionel seguiría los pasos de su mamá, convirtiéndose en actor, o de su papá, volviéndose futbolista, él ya tenía su propia idea sobre lo que quería ser de grande: astronauta.

Y aseguraba, que se imaginaba a sí mismo siendo entrevistado en esos canales donde entrevistaban a los famosos, pero no por ganar un partido o por alguna película, sino por haber pisado La Luna.

Cuando Camila entró al patio, apenas la vieron, Julián y Lionel se miraron y arrancaron a correr como si fuera una carrera. Lionel, con sus piernitas cortas, iba a toda velocidad, decidido a ganarle a su papá.

―¡Yo quiero pri! ―gritó Lionel, con la energía de alguien que se toma las cosas muy en serio (literalmente él).

―¡Vení acá, pichón!

Lionel, con su estrategia infalible, llegó justo a tiempo y se colgó del cuello de Camila antes de que Julián pudiera hacer nada. La abrazó fuerte y, con una mirada triunfante, miró a su papá de reojo.

―¡Gané! ―exclamó él, aferrándose a ella con fuerza y formulando una sonrisa triunfadora, como si fuera el dueño absoluto de su amor―. Hola mami.

―Hola, mí príncipe. ―Camila rió, acomodando los rulitos que caían por la frente de Lio, los cuales se le formaban después de sudar un poco.

Julián, riéndose, se acercó y trató de darle un beso a Camila, pero Lionel, aún abrazado a su mamá, levantó una mano para frenarlo.

―No. ―declaró Lio, estirando su brazo como barrera―. Ya perdiste, no le podés dar besos a mi mamá.

―¿Cómo que no? Si ella también quiere le dé un beso. ―se quejó Julián, fingiendo estar serio, pero se le escapaban un par de risas.

―No, no quiere tus besos feos, ¿no, mami? ―Lionel miró a su mamá, mientras apretaba más su brazos alrededor de ella―. ¿Viste? Asco tus besos dijo. ―añadió, antes de que Camila pudiera responder.

―Mentiroso, si ayer me dijo que me quería más a mí. ―dijo Julián, con voz desafiante, mientras se acercaba discretamente para acariciarle la espalda a su mujer.

―¡Mentira! A mí me quiere más. ―respondió Lio, con total seguridad, como si fuera un hecho innegable.

―Pero sí yo la conozco mucho antes de que vos nacieras, así que me quiere más a mí. ―se burló Julián, entrando de lleno a la competencia.

Lionel, sin perder un segundo, contestó con la rapidez de su papá en la cancha: ―. ¡No importa eso! Yo soy más chiquito así que me quiere más a mí.

Camila, atrapada en el medio de esa disputa, sonrió mientras trataba de no reírse en voz alta. Sabía que este juego entre ellos no tenía fin.

―Eso tampoco importa, bobo. Se casó conmigo así que me quiere más a mí.

Pero Lionel no iba a ceder tan fácil.

―¡Yo le doy más besos! ―replicó, apretando su cara contra la mejilla de Camila para sellar su victoria.

―Bueno, pero yo la abrazo más fuerte ―dijo Julián, acercándose y envolviendo a Camila y Lionel en un abrazo grupal.

Camila, entre risas, intentó calmar la situación.

―Bueno, basta los dos. ―comentó ella, aunque sabía que eso no iba a poner el fin a la competencia―. Los quiero a los dos por igual y los dos me pueden dar besos.

Lionel, sin soltarla, levantó la cabeza y miró a Julián con una sonrisita traviesa.

―Bueno, pero yo la quiero un poquitito más ―susurró en tono cómplice, como si ese fuera su secreto mejor guardado.

―Pero a mí me da teta todavía y a vos no.

―¡Julián!

―¿¡Qué!? ―exclamó Lio, soltandose del cuello de Camila, cruzándose de brazos y mirando a su mamá con el ceño fruncido―. ¿Es verdad eso? ―preguntó, como si fuese la traición más grande de todas.

―No, boludo, papá te está jodiendo. ―aclaró Camila, fulminando a Julián con la mirada―. Vos sos mí único bebote.

Lionel, todavía con su orgullo herido, porque el tema de la teta era algo sensible para él, se quedó en silencio, pero no pudo evitar reír un poco cuando Camila le hizo cosquillas.

―¡Bueno, mami! ―dijo Lio, entre risotadas―. ¿Entonces me querés más a mí?

―Sí ya sabés que sí... ―le susurró Camila, pero Julián alcanzo a escuchar.

―Te escuché, eh. ―bufó Julián, mientras los tres entraban a la casa, y aprovechó para apretarle un cachete del culo, disimuladamente, mientras caminaba con Lio en brazos.

―A ver... ¿Quién se va a bañar primero? ―propuso Camila, una vez que dejó a Lionel en el piso, y ante su pregunta, padre e hijo se hicieron los distraídos―. Ah, ¿para eso no se pelean, no?

―Yo propongo que Lionel primero. ―Julián levantó la mano, como si estuviera defendiendo su propuesta―. Hasta acá se le siente el olor a pata.

—¡Mentira! ―reclamó Lionel, algo sonrojado por la acusación―. Yo desde acá siento tu olor a chivo.

―Ni tengo olor, mirá. ―con una sonrisa maliciosa, intentó acercar su axila hacia la cara de su hijo.

―¡Qué asco, papi! ―se quejó Lionel, alejándose hasta encontrar refugio en las piernas de su mamá―. Dale mami, después me baño, ¿puedo tomar un zumo primero?

Tanto Julián como Camila se miraron entre sí, y Camila no pudo evitar arquear una ceja.

―¿Qué zumo, tarado? ―la actriz molestó a su hijo, haciéndole cosquillas en el cuello―. ¿Qué sos colonizador ahora? Jugo se dice.

Lionel, con esa chispa traviesa que ya lo caracterizaba, soltó una sonrisa pícara y, con el tono más exagerado posible, bromeó:

―Es que soy argentino, tío. ―remató con un acento español de caricatura.

―Vos te vas a dejar de juntar con Antoine me parece. ―rió Camila, negando con la cabeza―. Dale, andá al baño así preparo la ducha.

―Bueno... ―Lionel resopló resignado―. ¿Le doy comida a Peter Parker antes?

―Sí, dale. ―asintió Camila, viendo como Lio iba contento a alimentar a su nuevo cachorro.

Miró a Lionel corriendo hacia la cocina para buscar la comida de Peter Parker, y una pequeña sonrisa nostálgica apareció en su rostro, al ver por la ventana como Lionel aprovechaba a charlar con Peter Parker, y juraba que el cachorro lo escuchaba con atención. Hacía lo mismo que ella con Ñoqui.

Con la diferencia de que hace varios años que ya no hablaba con Ñoqui. Ahora, su hijo tenía a su propio compañero peludo, un nuevo amigo que seguramente crecería con él, igual que Ñoqui lo había hecho con ella.

Cuando Lionel terminó de darle de comer a Peter Parker, ya empezaba a frotarse los ojos de cansancio. Julián, viéndolo medio arrastrando los pies, lo tomó de la mano.

―Dale, campeón, es hora de bañarse ―le dijo―. Que después comemos un asadito, ¿querés?

Lionel, con un bostezo gigante, se dejó llevar, pero antes de desaparecer por el pasillo, miró a su papá con emoción.

―¿¡Con vacío!?

―Más vale que con vacío, ¿Vos querés que mamá me mate?

―Te escuché. ―comentó Camila riendo, mientras veía a su pequeño correr descalzo hacia el baño con su papá detrás.

Ya sola en la cocina, Camila apoyó las manos en la mesada y suspiró profundo. Había estado pensando en este momento durante días, buscando el instante perfecto para decirlo, pero no había logrado encontrarlo hasta ahora.

Julián regresó después de unos minutos, con una sonrisa cansada en el rostro.

―Se está bañando solo ―anunció, como si fuera un gran logro―. Vamos avanzando.

Camila sonrió, mientras Julián se acercaba y le daba un suave beso en la frente y la abrazaba por la cintura.

―¿Pasa algo, flaquita? ―preguntó, notando qué estaba más callada de lo usual―. Qué pensativa que estás hoy, che.

Camila lo miró por un segundo, mordiéndose el labio, sabiendo que este era el momento. Estaba nerviosa, pero la emoción la ganaba. Julián la conocía, y, cuando la vio asentir con la cabeza, supo a lo que se refería.

―¿Estás segura? ―empezó a decir Julián, su voz saliendo casi como un susurro.

Camila asintió, riéndose suavemente, mientras lo rodeaba con los brazos.

―Sí, segura… Otra vez vamos a ser papás.

Julián se pasó las manos por el pelo, como si necesitara hacer algo para liberar la emoción que sentía. Después, volvió a abrazarla, esta vez más suave, como si de repente todo cobrara más sentido.

―Dios, te amo. ―confesó emocionado, besando sus labios―. Otra vez todo de nuevo. Los pañales, las noches sin dormir, las primeras palabras…

Camila soltó una pequeña risa, apoyando la cabeza en su pecho.

―Sí, pero ya estamos más entrenados, ¿no? ―bromeó, recordando cómo habían sido los primeros meses con Lionel.

―Sí, esta vez estamos más preparados ―dijo Julián, con una sonrisa confiada―. Aunque… igual me va a volver a agarrar la locura de ser el mejor papá, te lo aviso.

―Bueno, yo tampoco me voy a quedar atrás, eh. ―respondió Camila con picardía.

―¿Y Lio? ―preguntó―. ¿Cuándo se lo decimos?

―Eso lo vamos a tener que pensar bien ―dijo Camila, con una sonrisa―. Todavía es muy chiquito, no sé cómo lo va a tomar.

―Va a querer competir, seguro ―bromeó Julián―. Ya sabés cómo es con vos, no le gusta compartirte ni un poco.

Camila rió, imaginándose la escena, sabiendo que Lionel iba a poner todo su empeño en seguir siendo "el favorito". Pero también sabía que, al final, su hijo iba a ser un hermano mayor increíble.

Julián la miró con ternura y acarició su mejilla.

―Gracias ―dijo en voz baja.

―¿Por qué? ―preguntó Camila, extrañada.

―Por todo ―respondió él―. Por ser vos. Por hacerme papá otra vez. Por ser la mejor mamá para Lionel… y ahora para este bebé.

Camila sonrió y lo abrazó más fuerte.

―Es un buen equipo el que tenemos, ¿no? ―susurró, sintiendo el calor de su abrazo.

―El mejor ―afirmó Julián, besándola suavemente en la frente―. No puedo esperar a que nazca mí princesa...

Camila bufó: ―. Va a ser varón.

―Va a ser nena.

Y así, dieron paso a otra pelea. Pero, sabía que, fuese lo que fuese, lo iban a recibir con todo el amor del mundo.

El final de esta historia, sin embargo, no es realmente un final. Es más bien el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, de lo que habían construido juntos, que terminó siendo más grande de lo que jamás habrían imaginado.

Porque, al final del día, el verdadero éxito no estaba en las medallas o en los premios, sino en los momentos simples compartidos con la gente que más querían. Y eso, Julián y Camila, lo sabían mejor que nadie.

Y para los que no lo entendían... siempre habría una canción de Taylor que lo explique.

FIN.

☆☆☆

me cuesta explicar con palabras lo mucho q camila y julián significan para mí, lo único (y más importante) q voy a decir es que siempre voy a estar agradecida de que los hayan amado (y hayan sufrido) tanto como yo.

cada uno de sus comentarios me alegraron los días, y voy a extrañar mucho escribir esta historia.

este epílogo me pareció especial porque quise indagar en la maternidad de Camila y aprovechar de desearle un feliz día a todas esas mujeres tan importante para todos, que estoy segura que sin ellas no seríamos nada ❤️

por última vez, gracias por siempre leer y comentar, y les aseguro que volverán a leer sobre Julián y Camila por última vez. nunca imaginé que la combinación más rara de julián y taylor llegaría tan lejos 😭😭

una vez más y para siempre,
gracias por leer. 🤍

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